Orientación en Violencia-Tema #2-Según el tipo de daño

VIOLENCIA SEGÚN EL TIPO DE DAÑO CAUSADO

Esta tipología está bastante relacionada con la violencia en el ámbito familiar, de la pareja y violencia contra la mujer.

Al respecto abordaremos los siguientes tipos de violencia:

(a) Física,

(b) psicológica y emocional,

(c) sexual,

(d) económica o patrimonial y

(e) discriminación contra las mujeres.

 LA VIOLENCIA FÍSICA

Consideraciones generales:

La percepción de la violencia cambia de acuerdo con el campo social, económico, político y simbólico en el que se desenvuelva la persona. Por ejemplo, en el contexto colombiano también se pueden referenciar algunos casos en los cuales individuos que pertenecían a grupos al margen de la ley consideraban actos violentos físicos como tortura, secuestro, masacre, como parte de su “trabajo”.

En el caso de la violencia física se reconoce, una amplia gama de situaciones tales como, castigos corporales (golpes, azotes, pellizcos, palmadas, hasta lesiones penales o la muerte); permanencia forzada en lugares, encerramientos, inmovilizaciones o “amarramientos”; “ejercicios” físicos, individuales o colectivos, entre otros.

Conductas o manifestaciones de la violencia física:

Violencia física moderada – Indicadores

• Lo sacudiste

• Lo golpeaste en la cola con un objeto duro

• Le diste una palmada en la cola con tu mano descubierta

• Le pegaste con tu mano en su mano, brazo o pierna

• Lo pellizcaste

• Entre las formas de maltrato físico severo se incluyen los golpes de puños, los golpes con un objeto duro en alguna parte del cuerpo, las cachetadas y voltear o tirar al niño al piso. De todas estas prácticas, la más frecuente es la cachetada.

• En el estudio realizado se distinguen como formas de maltrato físico muy severo, aquellas que pueden poner en riesgo la vida del niño: palizas, presión del cuello, quemaduras y amenazas con armas de fuego o cuchillos.

Causas y consecuencias:

Agresividad y violencia conceptos diferentes: “El agresivo nace, el violento se hace”. “nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término; es una nota evolutivamente adquirida, mientras que la violencia es una nota específicamente humana que suele traducirse en acciones intencionales que tienden a causar daño a otros seres humanos”.

Agresividad y violencia, por tanto, no son la misma cosa: La primera forma parte de nuestra esencia animal. Somos agresivos por naturaleza, por instinto de supervivencia frente a un entorno hostil, de la misma forma en que son agresivos el resto de los animales.

La violencia es producto de la evolución cultural, por tanto, es suficiente cambiar los aspectos culturales que la motivan para que ésta no se produzca.

Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Wisconsin (EEUU) que aparece publicado en la revista Science, “el cerebro humano está conectado con revisores y equilibradores naturales que controlan las emociones negativas, pero ciertas desconexiones en estos sistemas reguladores parecen aumentar notablemente el riesgo de un comportamiento violento impulsivo”. Está comprobado que este tipo de actuaciones están relacionadas con una sustancia del cerebro denominada serotonina, sustancia que en estos individuos parece estar disminuida.

La violencia -insisten en señalar- no es una enfermedad, así que no se la puede tratar como tal. La solución vendría de la mano de la cultura, de la educación.

Aprendizaje social de la violencia (Albert Bandura).

El experimento de Bandura muestra como se aprende el comportamiento agresivo mediante la exposición a modelos. Esto no quiere decir que todo el que ve conductas agresivas va a cometerlas, pues no todos realizamos todo lo que aprendemos. Son las variables situacionales las que determinarán si el comportamiento aprendido se expresa o no. En otras palabras, el origen de la agresión puede encontrarse en el aprendizaje por observación o por la ejecución reforzada; sin embargo, para que esta se exprese se requiere de estímulos (instigadores como amenazas, insultos, asaltos físicos, instrucciones, entre otros) y reforzadores de la agresión (recompensa observada, castigo observado, justificación moral, deshumanización de la víctima, entre otros).

Muñeco bobo de Bandura

Algunas pautas de prevención:

Desnaturalizar la violencia:

A aquello que vemos y vivimos a diario, terminamos asimilándolo como: “lo normal”. La cotidianidad de un fenómeno, su repetición, lo convierte rápidamente en parte de “LA NORMALIDAD”.

Por habituación, la exposición repetida a cualquier grado de violencia, incluso los muy débiles, afecta y disminuye la conciencia crítica de percepción y de rechazo a la misma, distorsionando el umbral de tolerancia y constituyendo una especie de anestésico ante la violencia. Circunstancia agravada si además ha existido previamente una socialización infantil en un ambiente familiar violento, con una exposición muy antigua a situaciones de abuso. En estos ambientes, los niños y las niñas aprenden cómo cierto grado de violencia puede estar legitimado como método para resolver conflictos, y aprenden también la asimetría de la relación entre sus padres, entre los hombres y las mujeres. La niña, en este caso, crece “acostumbrada” a determinadas actitudes hacia ella en cuanto niña, en cuanto a mujer, y esto le hará percibir como normales situaciones que no lo son.

Una gran parte de la violencia resulta invisible para la sociedad, y también para las propias víctimas maltratadas. Esto se debe, por un lado, a que la violencia se instala en una relación de una forma gradual e insidiosa cuyos inicios, de baja intensidad, son muy difíciles de detectar, y por otro lado a que muchos de esos comportamientos iniciales están naturalizados y no pueden codificarse como nocivos o peligrosos.

Las instituciones no son ajenas a la construcción de significados que contribuyen a naturalizar la violencia. Sirva como ejemplo el hecho de que han pasado siglos antes que existieran leyes de protección a las víctimas de la violencia de género y contra niños. Las instituciones educativas durante gran parte de la historia han utilizado métodos disciplinarios que incluían (y en algunos casos todavía incluyen) el castigo físico. Las instituciones del sector Salud todavía se resisten a reconocer el efecto de la violencia sobre la salud física y psicológica de las personas. Los gobiernos todavía no incorporan el problema de la violencia doméstica a las cuestiones de Estado. Todo ello forma un conjunto de acciones y omisiones que tiene como resultado la percepción de la violencia como un modo normalizado de resolver conflictos interpersonales.

Una técnica eficaz para el cambio y la recuperación emocional de las mujeres que sufren este tipo de violencia consiste en una labor de visibilización de la misma, de detección de los riesgos y del daño al que están sometidas. Sólo de esta manera podrán atribuir su malestar a su verdadero origen, es decir, a la violencia sufrida, y aliviarse de la culpa y la confusión.

Educar, formar y ser ejemplo:

Actualmente se cree que las sanciones son sinónimo de autoritarismo, sin embargo, en su justa medida, resultan un mecanismo útil a la hora de señalar lo correcto de lo incorrecto. Junto al “NO” tiene que haber un espacio para dialogar y explicar al niño el porqué de la conducta inapropiada, y así permitirle que pueda construir él mismo sus propios límites a futuro.

El vacío de límites más que otorgar mayor libertad, desorienta a los chicos. Los límites estructuran y ayudan al niño. Nadie duda en decirle a un bebé que no toque un enchufe o que la obligación de los chicos es ir al colegio. El problema es que muchos otros límites cayeron en terrenos borrosos y poco claros al psicologizarse erróneamente la conducta de los niños. Intentando comprenderla olvidamos enseñar también que en la vida hay derechos y obligaciones y que, si el niño hace algo que no debe, no solo hay que entender por qué lo hizo sino que también se le debe señalar lo incorrecto; y así enseñarle que no debe volver a hacerlo.

Los niños de entre cero y tres años son las principales víctimas de maltrato infantil y, en ocho de cada diez casos, el padre es el agresor. Es un dato ya probado que el 90% de los niños maltratados el día de mañana transmitirá esa violencia a su entorno.

Estrategias de resolución de conflictos:

La creación de una cultura de paz y de resolución alternativa a la violencia para la resolución de los conflictos. El establecimiento claro de las reglas de convivencia, así como las consecuencias y la responsabilidad por los propios actos. Es una cultura que no es indiferente a la violencia, y donde los actos que violentan los derechos de los demás, tengan consecuencias y sanciones.

Violencia psicológica y emocional

La violencia psicológica es “cualquier acción u omisión directa o indirecta cuyo propósito sea controlar o degradar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de otras personas, por medio de intimidación, manipulación, amenaza directa o indirecta, humillación, aislamiento o cualquier otra conducta u omisión que produzcan un perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación, el desarrollo integral y las posibilidades personales” (Decreto 902, 1996).

La violencia psicológica y emocional es “toda conducta directa o indirecta que ocasione daño emocional, disminuya la autoestima, perjudique o perturbe el sano desarrollo de la mujer; ya sea que esta conducta sea verbal o no verbal, que produzca en la mujer desvalorización o sufrimiento, mediante amenazas, exigencia de obediencia o sumisión, coerción, culpabilización o limitaciones de su ámbito de libertad, y cualquier alteración en su salud que se desencadene en la distorsión del concepto de sí misma, del valor como persona, de la visión del mundo o de las propias capacidades afectivas, ejercidas en cualquier tipo de relación” (Decreto 520, 2011).

Violencia sexual

De acuerdo con OPS-OMS, 2003, p. 161, la violencia sexual se define como “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”.

Por su parte, la Ley contra la Violencia Intrafamiliar, describe con más detalles las maneras en que se emplea la fuerza o el poder en este tipo de violencia y la define como las “acciones que obligan a una persona a mantener contactos sexualizados físicos o verbales, o a participar en ellos mediante la fuerza, intimidación, coerción, chantaje, soborno, manipulación, amenaza u otro mecanismo que anule o limite la voluntad personal. Igualmente, se considerará violencia sexual, el hecho de que la persona agresora obligue a la persona agredida a realizar alguno de estos actos con terceras personas” (Decreto 902, 1996). La violencia sexual es “toda conducta que amenace o vulnere el derecho de la mujer a decidir voluntariamente su vida sexual, comprendida en ésta no sólo el acto sexual sino toda forma de contacto o acceso sexual, genital o no genital, con independencia de que la persona agresora guarde o no relación conyugal, de pareja, social, laboral, afectiva o de parentesco con la mujer víctima” (Decreto 520, 2011). Esta definición amplía el tipo de relaciones –o la inexistencia de ellas- entre el agresor y la víctima. En la ilustración 3 se refleja que los actos de violencia sexual pueden ser muy variados y producirse en circunstancias y ámbitos muy distintos, de acuerdo con OPS-OMS, 2003.

Violencia económica o patrimonial

En el ámbito familiar, la violencia patrimonial se refiere a la “acción u omisión de quien afecte o impida la atención adecuada de las necesidades de la familia o alguna de las personas a que se refiere la presente ley; daña, pierde, sustrae, destruye, retiene, distrae o se apropia de objetos, instrumentos o bienes”.

En el ámbito de la violencia específica hacia las mujeres, la violencia patrimonial son “las acciones, omisiones o conductas que afectan la libre disposición del patrimonio de la mujer; incluyéndose los daños a los bienes comunes o propios mediante la transformación, sustracción, destrucción, distracción, daño, pérdida, limitación, retención de objetos, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.

En consecuencia, serán nulos los actos de alzamiento, simulación de enajenación de los bienes muebles o inmuebles; cualquiera que sea el régimen patrimonial del matrimonio, incluyéndose el de la unión no matrimonial”

En ámbitos nacionales, la violencia económica “comprende los ataques por parte de grupos más grandes motivados por el afán de lucro económico, tales como los llevados a cabo con la finalidad de trastornar las actividades económicas, negar el acceso a servicios esenciales o crear división económica y fragmentación” (OPS-OMS, 2003, p. 7).

Discriminación contra las mujeres

La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, define la discriminación contra la mujer como “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera” (ONU, 1979, art. 1).

Se prohíbe toda forma de discriminación contra las mujeres, ya sea esta de derecho o de hecho, directa o indirecta, con independencia de sus condiciones socio económicas, étnicas, culturales, políticas y personales de cualquier índole. Esta ley define que la discriminación será directa, cuando por razón de sexo, la persona o el colectivo afectado ha sido tratado en desventaja frente a otro; e indirecta, cuando por razón de sexo, una norma, disposición, criterio o práctica produzca desventajas para las mujeres respecto de los hombres, aun cuando en su texto no exprese discriminación directa.

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