Orientación a Padres-Tema #3-Niños de 0 a 6 años

EL NIÑO PEQUEÑO: DE 0 A 2 AÑOS

Capacidades del lactante: un panorama general

En los dos primeros años de sus vidas, los niños cambian más rápida y radicalmente que en cualquier otro período de 2 años. Algunos de esos cambios son muy visibles: gatean, se sientan, caminan y hablan. Otros son más difíciles de detectar: es difícil ver el cerebro crecer y especializarse cada vez más, también lo es saber exactamente lo que el niño ve, oye y piensa. Ésta es una época de descubrimiento perceptivo y motriz. Los niños aprenden a reconocer caras, objetos, comida y rutinas familiares. Exploran y hacen descubrimientos de sus propios cuerpos, personas y de los objetos que forman el mundo que le rodea. La percepción y la motricidad están muy activas. Si dividimos el período de los dos primeros años en fases para una mejor observación de lo que desarrolla el niño vemos que:    

 Alimentación

Los dos primeros años de vida constituyen un período crítico del crecimiento. En esta época la dieta determina el curso del futuro desarrollo físico y mental. Los lactantes que viven en países desarrollados suelen ser destetados entre los 3 y 4 meses, empezando a introducirse entonces en su dieta la fórmula y los alimentos sólidos. Necesitan un régimen rico en proteínas y calorías. La desnutrición en los dos primeros años de vida puede retrasar el crecimiento en forma permanente, sobre todo el cerebro y el sistema nervioso. Abordaremos este tema en más profundidad en el capítulo once.

De la sensación al conocimiento

El niño cuando nace posee la capacidad sensorial y perceptiva limitadas, las cuales se perfeccionarán muchísimo durante los 6 primeros meses de vida. Resumimos a continuación el desarrollo de:

Desarrollo cognoscitivo

La cognición es el proceso por el cual obtenemos información de nuestro mundo. Comprende los procesos de percibir, pensar, aprender, recordar y comprender. Según Piaget (teórico de la mente humana) la mente no es una página en blanco donde puede escribirse el conocimiento ni un espejo que refleje lo que perci-be. Si la información, percepción o experiencia presentadas a una persona encaja con la estructura de su mente (estructura que va construyendo y desarrollando a lo largo de su vida), entonces las entenderá, es decir las asimilará, en caso contrario la mente las rechaza (o, si está preparada para cambiar, se modifica a sí misma para acomodar la información o experiencia). Cuando vemos un objeto nuevo por primera vez, tratamos de adecuarlo a lo que sabemos: ¿Es un juguete?, ¿es una herramienta de aseo?, ¿un artículo de cocina? Si no encaja en nuestros conceptos actuales (si no podemos asimilarlo) podemos cambiar nuestros conceptos o formar otro nuevo (adaptación). Piaget utilizó la palabra esquema para designar estas estructuras mentales de interpretación o conocimiento. Al paso del tiempo, estos esquemas se convierten en estructuras cognoscitivas más complejas.

Su desarrollo intelectual se efectúa en 4 períodos secuenciales cualitativamente diferentes que comienzan en la infancia temprana y que se prolongan en los siguientes 12 ó 15 años hasta la adolescencia y después de ella.

Por ejemplo, los lactantes recurren a un esquema de uso de la boca para iniciar el proceso de explorar los objetos que agarran llevándoselos a la boca. Al crecer y descubrir más y más objetos que no encajan en este esquema de exploración adoptan otro esquema nuevo: aprenden a explorar con las manos. A través de este proceso el niño va construyendo sus esquemas mentales que le sirven para interpretar y comprender las cosas que pasan a su alrededor

El período sensoriomotor

 El primer período de desarrollo intelectual se llama período sensoriomotor. El niño viene al mundo preparado para reaccionar ante el ambiente por medio de las capacidades perceptivas y por medio de patrones innatos sensoriomotores: succión, llanto, pateo y empuñar la mano. Estos patrones son los esquemas del lactante, su único medio, de momento, de procesar la información procedente del ambiente. Estos esquemas del lactante son, poco a poco, elaborados, desarrollados y modificados a través del proceso de la adaptación. En el período sensoriomotor, la mayoría de los lactantes han alcanzado varias habilidades intelectuales sencillas pero fundamentales. Entre ellas se cuentan los conceptos sobre el empleo de los objetos más familiares, el juego con objetos, la imitación, el conocimiento de la permanencia de los objetos, el desarrollo de la memoria y la representación simbólica.

Desarrollo social

Autonomía, cooperación y disciplina Cuando el niño cumple un año de edad, sus padres le han enseñado ya algunas pautas de comportamiento relacionadas con su autonomía y relación con los padres. Pero en el segundo año los padres afrontan un conjunto nuevo de cuestiones. Aquí la personalidad de los padres como sus antecedentes culturales, influirán en sus actitudes y en los métodos de crianza. Hacia el final del segundo año, el niño siente un conflicto emocional más intenso entre sus mayores necesidades de autonomía y su evidente dependencia y habilidades limitadas. Los niños de 18 meses tienen una extraordinaria ambivalencia. Los impulsa el deseo de permanecer cerca de su madre y el de ser independientes. Al parecer, este nuevo sentido de ser personas independientes les intranquiliza. Tratan de negarlo actuando como si la madre fuera una extensión de sí mismos. Por ejemplo, un niño tira de la mano de su madre con el propósito de levantar un objeto que él desea. Además, los niños de esta edad parecen experimentar una gama más amplia de emociones y están aprendiendo nuevas formas de afrontar sentimientos, entre ellos suprimir la necesidad de llorar. Una nueva experiencia emocional, la empatía, empieza a aparecer. La empatía es la capacidad emocional de relacionarnos con los demás comprendiendo y poniéndonos en el lugar del otro. Entre los 18 y los 24 meses, los niños que empiezan a caminar emplean conductas prosociales, entre las que están la cooperación, el compartir, la ayuda, y responden empáticamente a la angustia emocional de los otros. Esta nueva capacidad para interactuar con los amigos no surge con facilidad, es un proceso que se desarrolla poco a poco. A menudo, cuando un niño que empieza a caminar ve la angustia de otros, se confunde. Se puede reír o parece no saber cómo reaccionar. Cuando la madre aparenta que se ha hecho daño, el niño de 21 meses se muestra confundido y angustiado en relación al dolor de su madre.

Sin embargo, las madres que por lo regular responden con empatía al dolor de sus hijos fomentan la empatía en sus propios hijos, de tal forma que los niños ante esta misma situación aprenden conductas de alivio o consuelo. Las formas de relación y de reacción que establezcan los padres con el niño de diez meses a un año y medio de edad ejercen un efecto profundo y duradero en su desarrollo cognoscitivo y emocional durante toda la niñez, más adelante, esto será de gran valor para ir desarrollando la cooperación e ir aplicando la disciplina, cuando se requiera.

Desarrollo del yo

Al principio los lactantes no pueden diferenciar entre sí mismos y el mundo que los rodea. Sin embargo, poco a poco empiezan a darse cuenta de que su cuerpo es independiente y de que es un ser único e independiente. De los tres a los ocho meses hay un aprendizaje activo de lo que es el cuerpo del niño. Primero, el niño descubre sus manos, sus pies y algunas cosas que puede hacer con ellos. Después, el niño actúa en el mundo y observa qué es lo que sucede. A los 7 u 8 meses, el lactante logra un par de avances importantes. Se muestra en particular evasivo ante los extraños. Ello significa que discrimina entre las personas que conoce y las que no. Asimismo, es capaz de posponer sus acciones aunque sólo sea por un instante. Ahora, los niños actúan con más deliberación en cuanto a sus propias respuestas y resultados. A su vez, al observar la conducta de los que les rodean, los lactantes aprenden los principios de cómo deben comportarse. Pueden imitar. Empiezan a conocer qué es lo que se espera de él. En el periodo de los 12 a los 18 meses, el lactante trabaja con intensidad en el aprendizaje de esas expectativas sociales y en conocer qué es lo que sucede cuando hace pruebas o explora el mundo social. Al final de este período, se reconoce con claridad en fotografías y en el espejo. Ahora es capaz de sentir algunas emociones de índole social como el orgullo y la vergüenza. Está listo para una socialización más amplia y minuciosa. Por último, de los 18 a los 30 meses de edad, el niño desarrolla un conocimiento considerable acerca de sí mismo, en relación a su género, sobre sus rasgos y características físicas, acerca de lo bueno y lo malo de él y, también, en lo qué es capaz de hacer y qué no. Cerca de los 21 meses el lactante empieza a desarrollar un conocimiento de los roles sexuales. Niños y niñas empiezan a manifestar distinta conducta. Es probable que los niños empiecen a independizarse en forma sorprendente de su madre, mientras que las niñas exigen mayor apego y tienen más sentimientos ambivalentes acerca de ser independientes.

Al finalizar el segundo año, el lenguaje del niño tiene considerable autorreferencia, es decir los niños conocen su nombre y lo usan, describiendo a menudo sus necesidades y sentimientos en tercera persona: las palabras mío y de mí cobran nueva importancia en el vocabulario, y se actúa con fuerza y claridad sobre el concepto de propiedad. Aun en las familias donde se da mucha importancia al compartir y se reduce al mínimo el concepto propiedad, los niños que empiezan a caminar muestran señales de egoísmo. Quizá necesitemos establecer un concepto de propiedad a fin de construir la definición del yo. Compartir y cooperar se tornan más fáciles una vez que los niños están seguros de lo que es suyo. La conciencia de sí mismo es el resultado de la autoexploración, de la madurez cognoscitiva y de las reflexiones acerca de sí mismo. Con frecuencia a los niños que empiezan a caminar a los 18 meses se les oye hablar consigo mismos y amonestarse a sí mismos o premiarse. Incorporan en sus reflexiones las normas sociales y culturales cercanas, incorporándolas también en su comportamiento.

De ese modo empiezan a juzgarse a sí mismos y a los otros a la luz de esas observaciones. Si tienen una relación afectuosa, cálida y constante con los padres en un ambiente que pueden explorar y empezar a controlar, aprenderán a efectuar comprensiones válidas sobre el mundo circundante y sobre sí mismos. Así, poco a poco irán logrando una percepción de sí mismos como individuos aceptables y competentes. Este proceso es el germen de la autoestima y el del desarrollo de una personalidad sólida.

Áreas de Desarrollo

EL NIÑO PREESCOLAR: DE LOS 2 A LOS 6 AÑOS

Desarrollo del lenguaje

El lenguaje es algo más que un desarrollo meramente cognoscitivo. También engloba el crecimiento social. Los niños han de aprender un lenguaje específico con todas sus ramificaciones culturales. Al aprender el vocabulario y la sintaxis, también asimilan los valores sociales como la urbanidad, la obediencia y las peculiaridades de los roles sexuales. Así pues, la adquisición del lenguaje comprende el desarrollo tanto cognoscitivo como social, es un puente entre la lactancia y la niñez. Cuando los niños pueden entender y comunicar sus deseos, necesidades y observaciones, el mundo los trata en una forma muy distinta.

Aprendizaje del lenguaje En el aprendizaje del lenguaje intervienen los siguientes elementos:

La imitación. La imitación cumple una importante función en el aprendizaje del lenguaje. Las primeras palabras del niño son, por lo general, sencillas, que aprende evidentemente oyendo e imitando. Casi todo el vocabulario inicial se adquiere de ese modo, los niños no pueden inventar palabras que desconoce.

El Reforzamiento. El reforzamiento (o elogio) constituye un potente medio para la adquisición del lenguaje, pues influye poderosamente en la repetición del habla. Las sonrisas, caricias y una mayor atención estimularán el aprendizaje. Por otra parte, cuando las palabras producen resultados favorables, el niño tiende a repetirlas. Si un lactante dice “Mamá” y su madre acude, usará de nuevo esa palabra. Pero el reforzamiento no es suficiente para explicar la adquisición del lenguaje, también se necesita una estructura innata.

Estructura Innata del Lenguaje. Según Chomsky, uno de los más famosos lingüistas, todo ser humano nace con una estructura mental para adquirir el lenguaje, lo que permite a los niños procesar de modo selectivo los datos lingüísticos provenientes del ambiente y formular una gramática generativa, con la cual crean el lenguaje. Así pues, cuando oyen hablar a la gente, inconscientemente producen reglas y forman su propio lenguaje conforme a ellas. Este proceso sigue una secuencia de desarrollo; los niños pueden asimilar ciertos fonemas antes que otros. Lo importante es saber que por lo menos algunos elementos básicos del lenguaje están preprogramados en el organismo humano, pero no las estructuras y las reglas del lenguaje. Estas se aprenden.

Desarrollo Cognoscitivo. Las estructuras gramaticales básicas no están presentes en el habla inicial, sino que se desarrollan progresivamente, por lo que se deduce que esas estructuras dependen del desarrollo cognoscitivo posterior. Por tanto, un patrón particular del habla no se producirá antes que el niño haya captado el concepto en que se funda. Entre el año y los 4 años y medio de edad, los niños construyen activamente su propia gramática, acercándose gradualmente a la gramática completa de los adultos que los rodean. Pero en un momento dado son capaces de expresar sólo aquellos conceptos que ya dominan.

El inicio en el aprendizaje del lenguaje

Durante los años preescolares hay dos procesos clave que intervienen en la adquisición del lenguaje: el lenguaje receptivo y el productivo. El lenguaje receptivo es la comprensión de las palabras habladas o escritas por parte del niño. El lenguaje productivo es lo que el niño dice o, más tarde, lo que escribe. Esos dos procesos interrelacionados evolucionan de modo simultáneo. A menudo el lenguaje receptivo, o comprensión del lenguaje, se desarrolla con un poco más de rapidez que la producción del lenguaje. Desarrollar el lenguaje comprensivo es de vital importancia para lograr una buena lectura y fundamental para el estudio.

El desarrollo del lenguaje sigue el siguiente orden:

• Balbuceo. Desde los primeros momentos de la vida, los niños exploran varios sonidos. A menudo comienzan con sonidos vocálicos y consonantes labiales: ahh, bahh, bahh. A los 6 meses tienen un repertorio mucho más variado y complejo, combinando una amplia gama de sonidos, los expresan, los interrumpen, variando el tono y el ritmo. Cada día parecen ejercer un mayor control sobre esas vocalizaciones. Intencionadamente repiten sonidos, los alargan y hacen una pausa en una especie de pseudo conversación, llamada a veces iteración. Poco después de los 6 meses, algunos padres oyen emisiones como “ma-ma” o “pa-pa” y piensan que ésas son las primeras palabras de su precoz hijo. Sin embargo, casi siempre se trata de repeticiones de sonidos hechas al azar que no tienen un significado verdadero. Por esta época el balbuceo adopta modulaciones y patrones muy parecidos a los del lenguaje de los padres pareciéndose tanto al habla de los adultos, que los padres se esfuerzan por escuchar a sus hijos, pensando que se trata de un lenguaje coherente. Este balbuceo sumamente evolucionado se denomina “jerga expresiva”. Al parecer, durante la etapa del balbuceo, los bebés están aprendiendo la manera de producir los sonidos que deberán usar más tarde para hablar.

• Vocabulario receptivo. Los niños de muy corta edad entienden las palabras antes de poder pronunciarlas. Los lactantes de menos de un año de edad son capaces de seguir algunas instrucciones de los adultos, y con su conducta muestran conocer el significado de algunas palabras como “adiós” o “pon la cuchara en la taza”, pero aún son incapaces de pronunciar las palabras.

• Las Primeras palabras. Casi todos los niños pronuncian sus primeras palabras al final del primer año. Después agregan palabras aisladas, despacio al principio y luego con más rapidez hacia la mitad del segundo año. A medida que se acercan a los 2 años, esas palabras son sustituidas por expresiones de dos palabras y luego por expresiones de 3 palabras. Se da una gran variación individual en el ritmo con que progresa el aprendizaje del lenguaje. Los niños de 18 meses, que dan la impresión de avanzar con lentitud en esta área, no necesariamente sufren un retraso en su desarrollo, es posible que estén muy ocupados con otras tareas: algunos niños comienzan a hablar tarde pero pronto recuperan el tiempo perdido, otros parecen estancarse en algunas etapas durante largos periodos. Independientemente del ritmo con que aprenda el lenguaje, la secuencia del desarrollo del lenguaje sigue un patrón predecible y regular en todos los idiomas.

• Primeras palabras y significados. Las primeras palabras del niño son por lo común palabras aisladas, casi siempre sustantivos y nombres de personas, cosas o animales del entorno inmediato. A pesar de esta restricción en la producción del lenguaje, los niños pueden pensar oraciones completas y sus primeras palabras son en realidad un habla holofrástica: palabras aisladas que tienen por objeto transmitir ideas complejas. El primer lenguaje resulta de las gesticulaciones prelingüísticas que cada bebé usa para comunicarse. En apariencia las primeras palabras de los niños son de naturaleza social. El niño habla para influir en otras personas, quiere la atención de su mamá, quiere un objeto en lugar de una galleta. Más adelante, en la etapa de una sola palabra, cuando las capacidades del niño para pensar y recordar están más desarrolladas, se ha encontrado que los mismos tipos de palabras expresan sentimientos e ideas.

• Expresiones de dos palabras. Hacia el final del segundo año, casi todos los niños empiezan a combinar dos palabras. Con frecuencia los primeros intentos se reducen a dos palabras que representan dos ideas: “mamá ven”, “zapato pie”, “más leche”. Se trata de un fascinante período en el desarrollo del lenguaje, pues aparecen las reglas implícitas de la sintaxis. Cuando los niños empiezan a combinar palabras, sus oraciones parecen estar muy reducidas en cuanto a extensión. Al inicio dan la impresión de estar limitados a dos elementos, luego a tres y así sucesivamente en cada etapa. El número de palabras o pensamientos en una oración en este periodo es reducido: los niños conservan las palabras provistas de mucha información y omiten las menos significativas. El resultado es, todavía, el habla telegráfica.

• Incrementos del vocabulario. A lo largo de los años preescolares, el niño amplía con rapidez su vocabulario, su uso de formas gramaticales y su comprensión del lenguaje como acto social. Se consideran cinco etapas diferenciadas de creciente complejidad en el desarrollo del lenguaje.

• Aumento del número de palabras. A lo largo del periodo preescolar los niños están aprendiendo palabras a un ritmo rápido, a menudo a una frecuencia de dos o tres al día. Algunas palabras poseen sentido sólo dentro del contexto. Por ejemplo, “esto” y “eso”. Otras expresan relaciones entre objetos: “más blando”, “inferior” y “más bajo”. Con frecuencia los niños entienden un concepto, como el de “más”, mucho antes si conocen la palabra o concepto al que se opone, en este caso “menos”. Un niño de 3 años podrá fácilmente decir cuál plato tiene más carne, pero no cuál tiene menos. A menudo los niños quieren decir algo, pero ignoran la palabra apropiada o no la recuerdan. En tales ocasiones un niño, que está tratando de envolver un papel, preguntará, ¿cómo se hace plano? Otras veces forman palabras compuestas: “el hombre-escoba” (alguien que barre).

• Seguimiento del mensaje. Como parte del desarrollo del lenguaje, los niños deben aprenden también el proceso de conversar. Su mejoría en la capacidad para hablar resultará de observar y comprender, por ejemplo, que la gente mantiene turnos cuando habla.

Desarrollo psicoafectivo y social

Desarrollo somático y psicomotor

 El desarrollo corpóreo general del primer año de vida es espectacular. Luego se aprecia una progresiva disminución del ritmo de crecimiento. El desarrollo del cuerpo se caracteriza por una gradual variación de las dimensiones corporales, que van pareciendo cada vez más a las de los adultos. Así se da una disminución del ritmo de crecimiento de la cabeza en comparación a una aceleración del ritmo de crecimiento de las extremidades, manteniéndose intermedio el crecimiento del tronco. Se aprecian considerables cambios en el esqueleto y en la musculatura. En el segundo año, gran parte del esqueleto es aún cartilaginoso, pero a partir de esta edad se da una gran asimilación de calcio, por lo que los huesos van cobrando firmeza, aunque aún sean más blandos y flexibles que los de la edad escolar. En lo que se refiere al desarrollo muscular, se aprecia un fuerte incremento a partir del segundo año con respecto al primer año de vida, siendo este progreso cada vez más rápido, sobre todo, a partir del cuarto año. Los músculos principales se desarrollan mejor y más pronto que los pequeños. Especialmente importante resulta la maduración del Sistema Nervioso para el posterior avance a todos los niveles. Los progresos en la maduración del Sistema Nervioso se producen a un ritmo acelerado en el primer año, estando ya muy adelantado hacia los seis años, por lo que en lo sucesivo el crecimiento anual es relativamente pequeño comparado con los seis primeros años. La progresiva maduración del sistema nervioso, del esqueleto y de la musculatura conduce al perfeccionamiento del dominio del cuerpo y de la capacidad psicomotora. Así, a comienzos del segundo año, el niño es capaz de andar sin ayuda. Al tercer año su caminar es cada vez más seguro, con mayor agilidad y mejor gobierno de sus movimientos. Con cuatro o cinco años su facilidad y firmeza de movimientos le permiten superar la torpeza anterior, consolidándose también el equilibrio.

Desarrollo social y surgimiento de la personalidad

Durante el período preescolar, los niños pequeños empiezan a socializarse. Aprenden lo que en la familia se espera de ellos, lo que es una buena o mala conducta. Aprenden a manejar sus comportamientos y sentimientos de las maneras socialmente correctas. Aprenden lo característico del contexto social de su comunidad. Es decir, los niños pequeños aprenden las normas, reglas, límites y los significados culturales de su sociedad, y desarrollan un concepto de sí mismos que puede persistir a lo largo de toda su vida. Durante los cuatro años que van de los 2 a los 6 años hay un crecimiento rápido e importante en el autocontrol. Los niños de 2 años tienen todas las emociones básicas de los 6 años, pero la expresión de estas emociones es inmediata, impulsiva y directa. No pueden esperar ver satisfechos sus deseos, no pueden dominar la frustración. Una madre que ha prometido a su hijo de 2 años un helado no podrá darse el lujo de charlar con una amiga, la impaciencia de su niño interferirá con cualquier intento de entablar conversación. Todavía el niño no ha dominado sus impulsos. El autocontrol es débil. A esta edad también las expresiones de dependencia son directas y físicas. En un ambiente poco familiar, un niño de 2 años permanece cerca de su madre, colgado de su falda o regresa a menudo a su lado. Si se le separa de forma violenta, se puede tirar al piso, protestar y gritar. En esta edad, el enojo se expresa de forma física y directa. En cambio, los niños de 6 años son ya mucho más verbales y reflexivos: tardan más en enojarse y pueden controlar más su propio comportamiento. Sus patrones de afrontamiento son mucho más diversos que los de un niño de 2 años. Pueden aprender a contener la ira y a no manifestarla exteriormente. Al perder repentinamente a su madre, rara vez gritan o regañan como lo hacen otros niños más pequeños. Se limitan a hablar de su enojo o miedo, o a expresarlo de una forma muy disfrazada.

Para la comprensión del desarrollo social y de la personalidad del niño de 6 años hay que tener en cuenta tres aspectos:

1. El manejo de sentimientos.

2. El desarrollo psíquico.

3. El desarrollo psicosexual.

1. Manejo de sentimientos El control de las emociones y sentimientos es un proceso que el niño logra a través de:

El Temor y la ansiedad. El temor o miedo es una respuesta a un estímulo o situación específicas, por ejemplo los niños temen a los perros grandes, a las inyecciones, a los truenos. La ansiedad tiene un origen más complejo y generalizado. Los niños presentan un sentimiento general de aprensión, pero no conocen su origen exacto. Mudarse a otro vecindario o un cambio repentino en las expectativas de los padres, así como el inicio del control de esfínteres, puede ser causa directa de tensiones que parecen no tener una causa. Para ayudar al niño a afrontar sus temores el método de ridiculizarlo no dará buenos resultados, así como también ignorar sus temores no los hará desaparecer. La mejor manera de ayudar al niño a afrontar la angustia y la tensión consiste en reducir la cantidad de tensión innecesaria con la que puede enfrentarse. Cuando el niño muestra niveles excepcionales de tensión o hace berrinches con frecuencia es útil simplificar su vida unos cuantos días, estableciendo una rutina, especificando con exactitud lo que se espera de él, y ayudándolo a anticipar los sucesos. Otra estrategia útil es revisar si no se le está exponiendo a discusiones o enfrentamientos entre los padres, a programas violentos de televisión, etc. Pero no se le debe ni pueden evitar todas las grandes tensiones de la vida: los niños deben afrontar el estrés de sucesos normales como mudarse de casa, entrar en la guardería, o las “molestias” ocasionadas por no conseguir un deseo y menos un capricho. En estas circunstancias los padres deberán tratar de hacer lo siguiente:

Ante situaciones que generan sentimientos más intensos de angustia, y en particular aquellos surgidos en el clima emocionalmente tenso de la familia, el niño puede aprender ciertos mecanismos de defensa como la evasión y la negación. Un mecanismo de defensa es una manera indirecta de disfrazar o reducir la angustia. A la edad de 5 ó 6 años, la mayoría de los niños han aprendido a ocultar, a disfrazar sus sentimientos con mecanismos de defensa. La evasión y la negación casi siempre son más frecuentes en los niños pequeños. La evasión, un mecanismo de defensa muy común en los niños es “escaparse” de la situación. Es la defensa más directa posible: si una situación parece muy difícil, el niño sólo se aparta y se va de allí, ya sea física o mentalmente. La negación es rehusarse a admitir que existe un problema o que ha tenido lugar un acontecimiento. Los niños reaccionan a veces ante un hecho crítico, digamos la muerte de su mascota, fingiendo que ésta todavía está viva en la casa, comiendo en la cocina y durmiendo con él por la noche. Algunos mecanismos de defensa se aprenden al observar el comportamiento de padres y hermanos. Pero la mayor parte se aprenden directamente a través de la propia experiencia comprobando cuáles son los que logran aliviar la ansiedad.

Los patrones de defensa que el niño adopta se empiezan a aprender durante los años preescolares y muchos son muy duraderos.

• La desaprobación social. La sociedad desaprueba la manifestación de emociones negativas, como la ira, los celos, la frustración, la envidia. El niño aprende, desde muy temprana edad, que la abierta demostración de tales sentimientos no es aceptable. Conforme los niños crecen, aumentan las expectativas de sus padres con respecto a la regu-lación emocional: está bien que los bebés lloren cuando tienen hambre pero no está bien que el niño de 6 años se lamente si tienen que esperar el bocadillo. Los niños que no aprenden esas lecciones corren el riesgo de ser rechazados socialmente fuera de la casa y tienen probabilidades de no ser populares entre sus compañeros. La regulación de las emociones depende en parte del desarrollo cognoscitivo de los niños, para poder comprender y diferenciar las situaciones, y, en particular, del desarrollo del lenguaje y de los aprendizajes que vaya haciendo. Y aquí los padres tienen un papel importante.

• Agresión y conducta social. Uno de los principales aspectos en la socialización de los niños pequeños es enseñarles formas sociales y aceptables de canalizar sus sentimientos agresivos, y al mismo tiempo, inculcarles conductas positivas, como la de ayuda y la de compartir. Muchos factores influyen en el desarrollo de conductas negativas y/o agresivas y de conductas positivas o sociales. La tarea principal de la socialización de los niños pequeños es enseñarles los modos adecuados de canalizar sus sentimientos negativos y/o agresivos. A menudo la frustración lleva a la agresión, por lo que hay que enseñar a los niños, poco a poco, a aceptar las frustraciones, a convivir con ellas. La agresión también se puede aprender a través de la imitación de modelos (como un padre que usa el castigo físico) o viendo cómo se premia la conducta agresiva de los niños. Las conductas negativas (agresión, etc.) como las conductas positivas (compartir, ayudar, etc.) se aprende de la exposición a modelos (modelado). Debido a que nuestra sociedad premia a los niños y a las niñas de diversas maneras por diversos tipos de conducta, las niñas acaban desarrollando más interés por los sentimientos de los demás que los niños. El modelamiento es más efectivo cuando los niños perciben a los modelos como semejantes a ellos mismos, y cuando el modelo es admirado, poderoso e importante para el niño.

De ahí la importancia de los modelos en la formación de la personalidad.

2. Desarrollo psíquico Interviene de manera importante en el desarrollo social y de la personalidad a través de los siguientes procesos:

• El Concepto de sí mismo en el niño. El surgimiento y desarrollo del concepto de sí mismo constituye uno de los aspectos centrales de los seis años.

La evolución del concepto de sí mismo atraviesa cinco etapas sucesivas:

1. A lo largo de la infancia el niño va diferenciando su cuerpo del resto del ambiente inmediato. Hacia los dos años el niño conoce directamente su cuerpo y su identidad incluye su nombre, esta es la etapa del sí mismo corporal, el niño es capaz de reconocerse en un espejo.

2. En una segunda fase, denominada autoidentidad, promovida por el lenguaje, el niño está alcanzando un conocimiento de que él es él mismo, uno e indivisible, independiente de las circunstancias cambiantes.

3. A los tres años, en la fase de orgullo o estima, el niño pide insistentemente que se le deje hacer cosas por sí mismo, experimentando placer cuando lo hace con éxito. Esta conducta es interpretada como una necesidad de autonomía o independencia, o también, como una señal de expansión del concepto que de sí mismo tiene el niño.

4. En una cuarta fase, denominada extensión del sí mismo, a partir de los cuatro años, el niño se caracteriza por una conducta posesiva y celosa: los progenitores, los juguetes, la vestimenta,… son cosas que es preciso preservar de toda pérdida y particularmente de toda apropiación por parte de otro niño. Esta conducta puede ser especialmente incómoda en situaciones de juego: “mi muñeca”, “mi balón”. Esta conducta se relaciona con un logro cognoscitivo y no con el puro egoísmo: el niño está aumentando su autoconocimiento y su comprensión de los otros niños como seres distintos a él.

5. Por último se ha descrito la fase de la autoimagen en la que el niño de 5 ó 6 años comienza a verse de alguna manera con criterios adultos, los niños adquieren un conjunto de ideales y al hacerlo aprenden a juzgarse a sí mismos por lo que deberían ser. A menudo su autoevaluación es un reflejo directo de lo que los otros piensan de él. A medida que los niños descubren lo que son y empiezan a evaluarse como factores activos de su mundo, empiezan a elaborar una teoría cognoscitiva sobre su personalidad y esta les ayuda a integrar su comportamiento.

El factor más influyente de la autoimagen que está emergiendo suelen ser los padres, ya que dan al niño las definiciones de lo que es bueno y malo, los modelos de conducta y las evaluaciones de las acciones en que fundan sus propias ideas.

• Conceptos sociales y reglas. Un aspecto central en el desarrollo de los conceptos y de las reglas sociales en el preescolar es la interiorización*: el niño aprende a comprender, aceptar y hacer parte de sí mismo los valores, normas morales, costumbres, tradiciones y reglas de su sociedad. La manera en que los niños interiorizan estas reglas es gradual. Al principio simplemente pueden imitar patrones verbales: Juanita dice ¡no, no! cuando está rayando la pared. Está haciendo lo que desea hacer y, al mismo tiempo, está mostrando los inicios de la autoprohibición diciéndose a sí misma que no debería hacerlo. En unos pocos meses más puede tener el autocontrol de parar el impulso que, por el momento, es incapaz de hacerlo. Tales logros de los niños para regular su propia conducta están determinados, no solo por el desarrollo de su autoconcepto, sino también por el desarrollo de sus conceptos sociales: lo que significa ser un buen/a hijo/a, amigo/a, ser honesto, respetar a los demás, etc. Entre los más importantes grupos de conceptos sociales y reglas que aprenden los escolares figuran los relacionados con la conducta adecuada del género: masculino-femenino. Algunos aspectos de los papeles de género de los niños se aprenden por modelamiento entre ellos mismos. La mayoría de los niños de 2 años y medio de edad pueden diferenciar a la gente como niños y niñas, hombres y mujeres. Pero hasta los 6 ó 7 años, el niño no comprende que su género es estable y permanece para toda la vida, a pesar de cambios superficiales.

* Concepto en el que por su importancia insistiremos en varios apartados de este texto.

• El conflicto dependencia-independencia. El lactante vive en una situación de completa dependencia de la madre o persona que le cuida. El ámbito de sus experiencias es inmediato: cuna, parque, espacio de andar o gatear, vivienda. Sus contactos sociales se van ampliando desde la relación con su madre, pasando por los restantes miembros de la familia, hasta que a los seis años observamos otra importante característica del desarrollo en esta etapa: la gran ampliación del ámbito de su experiencia y una creciente independencia respecto a la persona que lo cuida. A partir del segundo año de vida, debido a una cada vez mayor seguridad en la marcha, el niño empieza a examinar el medio que le rodea en un claro instinto de exploración. Para ello requiere de la presencia de la madre que le proporciona la seguridad indispensable para dar salida a su curiosidad. Al principio el pequeño no se acerca a lo desconocido sin la presencia de una persona que le dé seguridad. El niño de 3 años puede prescindir de esta compañía durante bastante tiempo en ambientes extraños. Y a los seis años ya ha aprendido a relacionarse con gentes y objetos nuevos sin la persona que le da seguridad, este aspecto es importante para el ingreso del niño en la escuela, más aún teniendo en cuenta la cada vez más temprana escolarización en nuestra sociedad. La actitud de los padres y educadores está en la equilibrada combinación entre la necesaria protección, apoyo afectivo estable y el desarrollo de una actitud de creciente independencia, pero sin exigirle una capacidad de decisión superior a su edad.

3. Desarrollo psicosexual La evolución psicosexual dependerá, entre otras razones, de cómo el niño/a vivencie y resuelva dos cuestiones:

a) Por un lado, las imposiciones sociales cada vez más exigentes a que se le somete. De ellas, especialmente importante será el control de esfínteres. En nuestra sociedad la educación del control de esfínteres se inicia en general demasiado pronto (antes del año y medio o dos años) sin que el niño entienda su significado ni tenga capacidad fisiológica para ello. Esto puede dar lugar a que el niño/a se centre demasiado y de forma angustiosa en estas actividades, pudiendo originar fijaciones a estas zonas o un carácter obsesivo por la limpieza y el orden. Puede dar lugar también a sensaciones de asco, repugnancia o rechazo de estas actividades y zonas corporales que perturben la buena aceptación de estas partes del cuerpo y las actividades sexuales que dependen de ellas.

b) Por otro lado, en esta etapa se descubren las diferentes anatomías entre el niño y la niña a la vez que la existencia de roles masculino y femenino. Todo ello hace que se sienta una curiosidad especial por el significado de estas diferencias y se atormente si no encuentra una respuesta. Satisfacer la curiosidad infantil con una buena, y adecuada a su edad, información sexual, y conseguir que el rol social designado a la mujer no sea de dependencia y sumisión y el del hombre de independencia y dominancia es la mejor forma de solucionar estas tensiones.

Desarrollo cognitivo

Piaget definió que el desarrollo cognitivo sigue cuatro estadios, estos son:

 

A pesar de estas conquistas, el niño de 2 a 6 años seguirá manifestando su postura egocéntrica, pero poco a poco, a partir de los 6 ó 7 años, irá teniendo en cuenta la realidad exterior para alcanzar sus objetivos, la realidad entendida como algo independiente de él, de sus deseos y fantasías. Pero, en este periodo, su forma de pensar tendrá unas características definidas como (mágico-simbólica) debido, entre otras razones, a la ya citada estructuración egocéntrica del pensamiento, a su escasa codificación verbal y a su lógica ignorancia o falta de datos.  

Niños de 2 a 6 años
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