Sueños – Módulo II

Introducción al trabajo terapéutico con los sueños

Durante el trabajo con un sueño, no se dan muchas explicaciones a

los pacientes; se espera que ellos digan lo que han sentido y de lo que se

han dado cuenta, porque eso es lo más valioso en ese momento. Los cambios

que posteriormente haga la persona en función del trabajo realizado

no vamos a poder saberlos, porque se producen a menudo de forma

inconsciente. Algunas veces, el recuerdo del sueño les permite cambiar

conductas de forma consciente, pero a menudo no es esto lo que ocurre,

sino que la información suele quedar gravada en la memoria inconsciente,

y la persona accede a ella de forma no consciente.

Por eso es recomendable que los sujetos, cuando trabajan un sueño,

les pidan a algún compañero o al terapeuta que recoja los diálogos, para, una vez terminado, tener escrito todo lo que han dicho y así conservar toda la información

que hayan podido extraer de él.

También los compañeros, cuando se termina el trabajo, les informan

de lo que ellos han visto y han sentido durante el desarrollo del sueño y

de toda la riqueza de los diálogos y expresiones, gestos y movimientos

corporales del soñante a lo largo del mismo.

PASOS A SEGUIR PARA TRABAJAR LOS SUEÑOS

1. En primer lugar cuentan su sueño como si lo estuvieran

soñando en ese momento, es decir, en tiempo presente, y que distribuyan

en la sala las diversas escenas y elementos que aparecen en él,

sobre todo aquellos que para ellos son más significativos.

2. Después, una vez que el soñante ha elegido los elementos con los

que vamos a trabajar, se le pide que represente con todo su cuerpo uno de

ellos que nos parece significativo. Él va a ser en ese momento la casa, la

mesa, el animal, la persona, etc., con la que vamos a trabajar. Si es una

habitación, se pide que represente con su cuerpo esa habitación y me

explicite cómo es siendo esa habitación, que me diga la forma que tiene y

los elementos que hay en su interior y donde están colocados. En qué

parte de su cuerpo ubica la puerta, las ventanas, la cama, la cómoda, la

silla, etc., todo aquello que aparece en su sueño. De este modo, desde el

principio nos está dando una información valiosa, pues colocar la cama

en la zona donde está el corazón no es lo mismo que colocarla en la zona

donde está la cabeza o donde está la zona pélvica o sexual. Esta localización,

unida al lenguaje, a los tonos de voz, a los gestos, a los titubeos, así

como a las dudas y otras formas de expresión, nos va a proporcionar una

mayor comprensión del sueño y del soñante. Lo mismo ocurre si representa

una puerta, una silla, un tesoro dentro de un lago o cualquier otra

escena y nos dice qué lugar ocupa en su cuerpo. Si él es, a su vez, la habitación,

el lago o alguna de estas cosas u objetos, va a describirse desde el

rol que esté representando. En uno y otro caso estará proyectando aspectos

suyos. Nuestra función, entre otras, es observar si el soñante es más accesible a través de su corazón, a través de su mundo intelectual o a través

de sus necesidades o deseos sexuales. Esto es de una gran importancia,

ya que nos indica que el contacto puede ser más sencillo si se realiza

por uno de estos canales.

En cuanto el sujeto nos da esta información, ya podemos inferir –aunque

sólo sea a nivel informativo– si es una persona eminentemente emotiva,

racional, visceral o sexual. Y si esto se repite a lo largo del entramado

del sueño, descubrimos qué soluciones creativas va construyendo

hasta el final del mismo.

A la hora de relacionarse con las personas va a tener más facilidad si

lo hace en el nivel que él maneja mejor: sea sexual, mental o emocional. Y

esto, si lo sabemos y el soñante lo sabe, le dará más opciones para abrirse

o acercarse al mundo o para explorar y aprender otros recursos que hasta

ese momento no poseía. Podrá explorar sus dificultades en cada una de

estas zonas y averiguar de qué forma le resulta más fácil la comunicación

y la apertura hacia el mundo. Le ayudará a descubrir su forma de relacionarse

y la forma de trasmitir sus sentimientos.

Esta forma de dramatizar el sueño conlleva una mayor implicación

del soñante, así como la manifestación de sensaciones que no aparecerían

si se mantuviera sentado en una silla.

Es un modelo en el que queda implicado todo el cuerpo, y por tanto

todas las sensaciones que se producen en él, a medida que va cambiando

de un rol a otro. Forman en su conjunto todo un proceso en curso, que

permite que los cambios no solamente sean insights, realizados desde el

intelecto, sino que también quede implicado el mundo emocional a través

de los movimientos, las sensaciones y los sentimientos que aparecen

como consecuencia de los intercambios y de todas las acciones y conversaciones

que se van produciendo a través de la silla vacía y el intercambio

de roles. Implicamos en este trabajo a todo el cuerpo y también al cuerpo-

en-movimiento, con lo que esta experiencia se hace más vivencial

que intelectual, más sensorial y emocional que mental.

Todas estas experiencias y vivencias no las vamos a poder transcribir

completamente, porque esa información a menudo no queda escrita, pero

los demás integrantes del grupo van a poder observar la escena con toda la

información que de forma inconsciente nos va dando el soñante a lo largo

del trabajo. Siempre que recordemos esta información o haya quedado

reflejada en las transcripciones, la incluiré en el trabajo.

3. Una vez que ha representado uno de los elementos y se ha descrito

lo mejor posible, comienza lo que llamamos «la silla caliente», pero, en este

caso, es una silla caliente sin sillas. El soñante representa el objeto ocupando

la posición del mismo y con un lenguaje y una forma de expresarse y de

sentir que tiene que ver con el objeto representado. Y desde este papel le

hacemos que hable con alguna polaridad, elemento o personaje con el que

vislumbramos que hay conflicto y que aparece en la escena. Estos diálogos

entre diversos elementos o personajes irán creando una especie de obra de

teatro donde el soñante se proyecta y proyecta sus sentimientos, sus ideas

y todo lo que tiene que ver con sus creencias y sus diversas formas de

comunicación consigo y con el entorno.

4. Una vez que ha representado y expresado el primer elemento, lo

cambiamos de lugar y hacemos que represente al elemento al que antes ha

interpelado o a la polaridad con la que tiene el conflicto y que haga lo mismo.

Y desde uno y otro lado (o desde los dos objetos representados) nos va

a describir cómo es, de qué está hecho, para qué sirve, cuál es su función y

cómo se siente con lo que le dijo la otra polaridad. Una vez completada

esta secuencia pasamos el punto siguiente.

5. Y a partir de aquí el soñante va construyendo una escena a través de

unos diálogos en los que predominan los sentimientos, el movimiento y la

comprensión de uno y otro elemento y del significado profundo que tienen

para él.

A menudo se produce una lucha entre los dos elementos representados

o –lo que es lo mismo– entre los extremos de la polaridad. Puede aparecer

una tremenda hostilidad, cuando un lado es rechazado, denigrado, odia

do, anulado y desvalorizado por el que es más aceptado o idealizado por

el soñante. A menudo acabamos de trabajar con los sueños cuando conseguimos

un cierto acercamiento y aceptación del lado desvalorizado. Cuando

hemos conseguido ponerlos en contacto y cuando cada uno puede

hablar de sus cualidades, de sus pros y sus contras. Es necesario que cada

rol exprese al contrario su naturaleza, lo que le hizo ser como es y para qué

le sirve al soñante. Cuando ambos lados pueden reconocer su naturaleza y

aceptarse es posible la integración, que es el antídoto de la alienación.

Cuando esto se produce, se genera una corriente amorosa y tierna en el

soñante que emociona y conmueve a los que contemplamos estos trabajos,

compañeros, formadores o terapeutas.

Otras veces trabajamos con el final del sueño y hacemos que el soñante

lo termine, porque lo dejó inconcluso al despertar. Ese final irresuelto suele

ser un final evitativo y temido, y si es capaz de cerrarlo de forma satisfactoria,

quedará mucha energía liberada y puesta a disposición del soñante

para otras actividades de su vida cotidiana.

6. A menudo los sueños traen a la conciencia asuntos pendientes de los

que el soñante no es muy consciente o que no se atreve a afrontar. Cuando

un paciente nos relata un sueño de este tipo, en el que aparecen personas

de su entorno (familiares, amigos, compañeros de trabajo, jefes, etc.) con

las que hay asuntos sin resolver, cosas no dichas pero sentidas y guardadas

por temor al rechazo, a rupturas, a pérdidas, a sentimientos de culpa, o

incluso porque la persona hacia la que se tienen esos sentimientos falleció,

utilizamos también la silla vacía para que cada personaje pueda decir

aquello que no pudo o no se atrevió a expresar por las razones que aludimos

anteriormente.

En estos casos nos encontramos casi siempre con sentimientos negativos

y en algunos de ellos de amor y odio entrelazados no expresados, que

suelen empañar los de tristeza que subyacen por no haber sido reconocido

el soñante por la otra persona o creer que ha sido ignorado, maltratado

y/o ninguneado. Una vez que el soñante ha podido expresar todos sus

sentimientos negativos, así como las demandas y deseos que están por debajo de ellos, es, en ese preciso momento, cuando pueden aflorar los

sentimientos positivos, los de aprecio y la necesidad de reconocer y ser

reconocido por la otra persona.

Una vez puestos en palabras todos esos sentimientos y todo lo que

quedó pendiente, le pedimos al soñante que se despida de ese personaje y

lo deje partir. Aquí cerramos el trabajo y, como dijimos anteriormente,

cuando éste ha sido bien hecho, en el sentido de que el soñante no se ha

dejado nada por decir de lo que sentía, una nueva energía vuelve a aparecer

en él. A veces es tan perceptible por los que lo observamos que podemos

ver cómo se ha cargado de energía, y a menudo las mejillas tienen un

color más vivo y todo el cuerpo se nota más vital, a la vez que se desprende

de él un estado de paz y de relajación.

A veces no es posible cerrar o integrar una polaridad por la pelea tan

intensa que mantienen ambos lados. Ninguno puede valorar al otro; en

especial el valorado por el sujeto no puede aceptar al desvalorizado. En

ese caso, el que el soñante sea capaz de ponerse en el lugar del desvalorizado y pueda escuchar las razones y sentimientos que hay tanto en él como

en el personaje representado, el que sean capaces de hablarse, escucharse y

ver cuáles son los valores, las características y las ventajas de uno y otro

lado, abre vías para un futuro entendimiento y para dejar un poco de espacio

a la polaridad negada. Tal vez tengamos que volver más adelante a

trabajar con esta polaridad o este personaje que la posee para seguir ahondando

en la comprensión de uno y otro lado, eso ya lo veríamos, si el tema

vuelve a surgir o un nuevo sueño nos indica que podemos intentar un nuevo

acercamiento, un nuevo intento de diálogo.

SIMBOLISMO DE LOS ELEMENTOS EN LOS SUEÑOS

Algunos investigadores afirman que lo que llamamos sueños con contenido

no son más que descargas neuronales de las células cerebrales y que

somos nosotros los que les proporcionamos un sentido y cierta coherencia

en un intento de evitar el caos y darles forma. Estos mismos investigadores

nos dicen que los sueños no tienen ningún significado, en el sentido de

unos contenidos, una historia y una trama y desarrollo, y que sólo los seres

humanos intentamos dar un sentido a esos impulsos que se producen

durante las fases MOR.

Evidentemente, nosotros no estamos de acuerdo con esta creencia. Lo

pensamos así porque cuando soñamos estamos teniendo emociones, visiones,

sentimientos, a veces muy poderosos, derivados de las imágenes que

estamos observando. Las imágenes que tenemos durante el sueño son

anteriores al despertar, por tanto no tienen nada que ver con esa búsqueda

de significado y de orden que es innata en los seres humanos (y que queda

implícita en la ley de la buena forma).

El sentido es anterior al despertar. Las figuras que emergen sobre el

fondo se formaron mientras soñábamos, y es así porque, cuando nos despertamos

en medio de un sueño, rápidamente nos damos cuenta de las imágenes e historias que estábamos experimentando.

Sabemos que los seres humanos tienden a percibir la realidad con sentido,

a estructurarla en formas conocidas y a darle un significado a sus sueños;

es evidente que la forma de vivirlos y experimentarlos tiene que ver

con su manera específica e individual de percibir la realidad, de estructurarla,

y, en definitiva, con todo lo que configura su personalidad. Y aquí es

donde interviene el trabajo del psicólogo, que consiste en desentrañar el

mensaje que las personas han adjudicado a sus sueños o que les van a adjudicar

según van identificándose con los diversos aspectos, personajes y elementos

de los mismos. Este trabajo, realizado fundamentalmente con la

técnica de la silla caliente o la silla vacía (aunque se incluyen otras, como la

repetición de frases que el terapeuta considera importantes, o la exageración

de un gesto hasta que aparezca su significado más explícito, etc.), tendrá un sentido para el soñante, únicamente para él, aunque los elementos y

el contenido sea similar a los de cualquier otro sueño de otra persona.

Hay multitud de publicaciones donde se da un significado a cualquier

elemento que aparece en un sueño, sea éste un animal, una persona, un

objeto, un fenómeno de la naturaleza u otros.

Sabemos que cualquier generalización por parte del terapeuta o del

paciente antes de haber trabajado el sueño los llevará probablemente a una

comprensión errónea del mismo, o a una comprensión intelectual, pero

permanecerá fuera de la conciencia mucha información derivada de los

sentimientos que aparece cuando el desarrollo se realiza con la identificación

con las partes del sueño.

Es necesario trabajar cada sueño haciendo todas las descripciones posibles

de los diversos elementos (ver el uso y la utilidad de los elementos, el

lugar que ocupan, cómo son, para qué sirven, de qué están hechos y cuál es

su función dentro del contexto total del sueño), en definitiva lo que buscamos

es descubrir cuál es el sentido que tiene cada elemento para el soñante,

cómo lo siente, cómo lo visualiza, y ver todo aquello que proyecta en

sus sueños. Y algo totalmente asombroso es que la simbolización es totalmente

individual y diferente en cada sujeto.

Es cierto que hay elementos en la naturaleza que a lo largo de la historia

han tenido un significado en los sueños que se ha ido trasmitiendo de

forma natural, otras veces, es el inconsciente colectivo que describió Jung.

También hay símbolos universales, reconocidos en muchas culturas. No

obstante, siempre es necesario escuchar cómo cada soñante los describe y

lo que significan para él, además de ir descubriendo su sentido emocional

en cada individuo.

El agua es el símbolo universal de las emociones, de la sexualidad y

también de la vida. Cuando es de un río está más relacionada con la vida,

con una vida que se inicia con el nacimiento –el río se va formando con las

aguas que proceden de las lluvias que caen sobre las montañas y termina en

el mar, que es el morir, como decía el poeta Jorge Manrique en las «Coplas a

la muerte de su padre»–. En este sentido, el tramo del río que aparece en el

sueño corresponde a un tramo de la vida del sujeto que tiene que ver con su

momento presente. Es interesante observar cómo aparecen las aguas en el

sueño, si tranquilas, turbias, turbulentas, ya que nos da indicios de cómo

aquél está viviendo y afrontando su vida en ese momento.

En cambio, el agua de lluvia está más relacionada con la tristeza y las

lágrimas, con alguna situación que está viviendo el soñante en la que predominan

la tristeza o los estados de ánimo depresivos.

La tierra en un sentido amplio se relaciona con la madre. La frase «la

madre tierra» ya nos dice el significado implícito de este símbolo universal.

El padre, por el contrario, se proyecta en elementos relacionados con

figuras totémicas y otros elementos de semejante simbología. Para Freud

muchos objetos puntiagudos, alargados y con forma de pene tendrían que

ver con lo masculino y, ampliando la interpretación, con la figura del padre.

¿Y qué ocurre con el simbolismo de los animales? Evidentemente, cuando

representamos animales en los trabajos con sueños, la descripción que

hace el soñante nos dice qué aspectos de su personalidad está proyectando

en ellos y qué significan para él. Soñar con perros a menudo está relacionado

con la agresividad, sobre todo cuando se trata de perros grandes y peligrosos.

Cuando se trata de perros pequeños y domesticados es probable

que la agresividad esté también demasiado domesticada y reprimida.

En cambio, soñar con gatos, caracterizados como sibilinos y poco fiables,

a la vez que regalones e independientes, estaría representando esos rasgos

del soñante. También se asocian con las artimañas atribuidas a las mujeres.

¿Qué representan las casas en los sueños? Las casas en los sueños son

auténticos reflejos de cómo está el soñante en ese momento. Cómo vive y

cómo se siente. Las descripciones que hacen los individuos de las casas de

sus sueños son auténticas descripciones de ellos mismos. Las pueden ver

grandes o pequeñas, abiertas o cerradas, llenas o vacías, sólidas o en ruinas,

oscuras o luminosas, cálidas o frías. Cuando el soñante describe una casa de

varias alturas, a menudo éstas son, entre otras, el sótano, la planta baja, una primera planta y el desván. Cada una de ellas suele tener un simbolismo

bastante generalizado. El sótano estaría relacionado con lo oculto, lo inconsciente;

el desván se suele ubicar en la zona de la cabeza para indicar que ahí

residirían los pensamientos, ideas, creencias y todo lo relacionado con lo

mental; la planta baja se relacionaría con lo sexual; y la primera planta correspondería

a lo emocional. De todas formas, no siempre tienen el mismo significado

para los distintos soñantes. No se puede generalizar sin contrastar.

La percepción de la realidad no es igual para todos los seres humanos,

de la misma manera, tampoco el simbolismo de los sueños es generalizable

para todos. La realidad externa es una, pero cada ser humano la percibe

de acuerdo a su estilo personal, a sus aprendizajes, a sus rasgos de personalidad,

a su dotación genética y a sus cientos de introyectos, creencias e

idiosincrasia. El ejemplo del elefante y los ciegos que tuvieron que describirlo

a partir de tocar una parte de su cuerpo muestra lo mismo que hacemos

los videntes con la realidad. En resumen, el cuento trata de que una

vez llevaron a un grupo de ciegos a que describieran aquello que estaban

tocando, esto es un elefante, pero a cada uno le dijeron que tocara una parte

concreta del mismo. Pues bien, en función de lo que estaban tocando,

cada uno lo describió de una manera diferente: los que tocaron una pata lo

describieron como una robusta columna de un gran edificio, los que tocaron

el rabo dijeron que se trataba de una brocha con los pelos muy largos, y

así sucesivamente. Pues así ocurre con nuestra visión y experiencia de la realidad, que la describimos de acuerdo a cómo la estamos viendo y sintiendo,

siendo ésta una visión totalmente subjetiva. La miramos desde

nuestra perspectiva y creemos que esa realidad es así para todos. Tampoco

para todos los que sueñan con un elemento concreto el significado es el

mismo. Por eso es tan importante trabajar con los sueños a partir de la descripción

de los elementos que nos hace cada sujeto y del sentido y significado

que tienen para él dentro del contexto de la situación soñada.

Y es esta diversidad, en esto también, lo que nos hace a los humanos

únicos y diferentes.

Normalmente no se da información al soñante cuando hemos terminado de trabajar juntos. Siempre se le pide que diga lo que él ha visto, ha sentido, ha experimentado y ha comprendido durante el proceso.

A menudo algún compañero va anotando los diálogos y después se los proporciona

para que tenga una comprensión más completa, pues son nucleares

para su conocimiento más profundo. Con frecuencia, lo que vemos en

estos sueños –si los trabajamos hasta el final y conseguimos cerrarlos– es la

representación de la forma de ser del soñante, su personalidad expresada

y actuada en los mismos, y podemos asegurar que dentro de ellos está contenido

lo primordial de su carácter y su forma de ser, así como la forma de

comunicarse con el mundo y consigo mismo.

El centro del grupo se convierte en el escenario donde los/as soñantes

colocan los elementos de sus sueños y el lugar en el que transcurre la

acción, donde se va a dar vida a los personajes y a representar los sueños.

Los soñantes van señalando el lugar que ocupan esos elementos para

hacernos una idea de cómo están distribuidos en el espacio y la interrelación que puede existir entre ellos, y entre ellos y los distintos personajes.

El sueño se narra en tiempo presente como si estuviera ocurriendo en el

aquí y ahora, esto le da mayor profundidad y emotividad y conseguimos

que la persona se implique de una forma más completa con lo que sucede

en su sueño.

El trabajo final siempre abre vías de encuentro y acercamiento. Y siempre

nos encontramos con un mensaje que es necesario conocer para ampliar

nuestra conciencia y permitir que los procesos no se queden atascados,

como a menudo nos indican los sueños. Por eso tienen gran valor y trascendencia

para el soñante.

Un ejemplo:

Sueño de Marcos o «El camino hacia el corazón»

Sueño: Recibo una notificación de que tengo que volver a la mili. Al día siguiente

llego a una oficina que es un hangar. Me han destinado para una unidad de traductores,

se trata de traducir del inglés. En una pared hay una gran pantalla en la que

salen los textos, y yo pienso: «¿Qué hago aquí? Tengo que hablar con el supervisor

para decírselo».

El soñante tiene cuarenta y tantos años. Pertenece a un grupo que se

reúne un fin de semana al mes. Ésta es la primera vez que el grupo convive

fuera de Madrid y, como es de suponer, las fantasías de los participantes

son variadas con respecto a lo desconocido. Hay miedo, a la vez que excitación

por la nueva situación; es su primera convivencia en un lugar desconocido,

que, por lo demás, está en el campo, y estaremos reunidos durante cuatro días. En esta situación todo se hace más intenso, en especial el contacto, puesto que no van a poder retirarse totalmente durante la noche, ya que van a dormir en habitaciones compartida. Se despiertan multitud de fantasías de todo tipo, alegres, temerosas, paranoicas, en fin,

variadas, pero, sobre todo, llenas de expectativas, muchas de las cuales no pueden ser explicitadas por los miembros del grupo.

En lo sucesivo vamos a utilizar la letra T. para designar al terapeuta y la

letra P. para designar al paciente.

Una vez que nos ha contado el sueño en tiempo presente, vamos a elegir

aquellos elementos que nos parecen más significativos y que nos van a

permitir indagar en su significado. Elegimos en primer lugar el espacio

donde ocurre el sueño, es decir, el hangar.

T.: Descríbenos con todo tu cuerpo cómo es el hangar, para qué sirve y

todo lo que se te ocurra con respecto a él, sus funciones, su forma, sus

características…

P. (Representando con todo su cuerpo el hangar): Soy un lugar alargado, rectangular con techo a dos aguas de uralita (la casa en la que pasamos

estos cuatro días es así). En la pared del fondo está esa gran pantalla digital

donde van apareciendo los textos. Están escritos en inglés, con huecos

que hay que rellenar además de traducir. Todos los que están ahí

tienen que hacer lo mismo y luego se busca la mejor traducción. (Mientras

se describe como hangar su rostro permanece inamovible, sin emoción y

carente de energía. No parece que lo que sucede allí le interese especialmente.

Se está poniendo en marcha el mecanismo de defensa denominado deflexión)2.

T: ¿Hay mucha gente? (Se lo pregunto con un tono más bien de sorpresa por lo

que está ocurriendo en ese hangar).

P: Hay unas cuarenta o cincuenta personas. Yo no soy experto en inglés, y

hay un supervisor. (De nuevo la desgana y la indiferencia).

T.: Representa el hangar. Sé el hangar y dinos todo lo que puedas de ti.

P. (Se tumba boca arriba y comienza a describirse con el mismo tono anterior): La

pantalla está en los ojos y la frente (como decíamos con la ubicación corporal

de los elementos, éste está situado en su cabeza, en su mundo mental). Y en

esa pared de aquí (se señala la cabeza) aparecen los textos que hay que ir

traduciendo. Hay una tarima y un supervisor.

T.: ¿Dónde está el supervisor? (Le hago esta pregunta porque, además de representar

una parte suya de controlador, una especie de superyo, quiero que descubra

esta parte en él y su función dentro de su psique, para que posteriormente

pueda ver dónde y en quién proyecta este aspecto suyo).

P.: Está pegado a la pantalla controlando los mandos. (Responde de nuevo

sin ninguna emoción).

T.: Sigue describiéndote como hangar. (De nuevo le pregunto sobre el hangar

porque hasta ahora no lo ha descrito totalmente y sigue con su actitud bastante generalizada de falta de información por estar resistiéndose al trabajo. Él ha

salido al centro supuestamente para trabajar, pero advertimos el mismo mecanismo

que utiliza en su vida, no da, no comparte, no se abre).

P. (Haciendo de hangar): Soy un hangar grande, rectangular, espacioso,

puedo ser una cuadra, un depósito de municiones… soy multiusos.

(Los calificativos que utiliza para describir el hangar suscitan visiones de lo

que puede salir de su cuerpo y cómo puede llegar a comportarse. Puede ser una

cuadra: lugar donde habitan los animales. Un depósito de municiones: lugar

que puede explotar y producir graves daños. Esto es lo que trataba de evitar al

no describirse).

T.: ¿Cómo son las paredes y el techo?

P.: Las paredes son blancas y lisas, soy funcional, adaptable, práctico,

espacioso… En el costado de la izquierda está la puerta de dos hojas

(señala su costado derecho), está abierta y se ve un patio y más edificios.

T.: ¿Hay mucha gente dentro de ti?

P.: Sí. Hay movimiento de entrada y salida, pero no hay agobios.

T.: Háblale a Marcos, que no sabe qué hace ahí.

P.: Tiene dudas de no saber hacer el trabajo, porque nunca lo ha hecho. Yo

le diría que está igual que los demás, que ninguno es traductor profesional.

(Pareciera que se estuviera comparando con los compañeros sobre

quién lo hace mejor y quién peor).

T.: Cámbiate y sé ahora Marcos.

P.: Estoy en una mesa como un pupitre y tengo un texto y no veo palabras

concretas, no me viene nada.

(Abandono la idea de que pueda darme alguna pista acerca de lo que pone en la

pantalla y le hago cambiar y ser la pantalla para tratar de conseguir por ahí alguna

información).

P. (Haciendo de pantalla): Soy una pantalla rectangular, grande y muy

ancha, ocupo casi todo el frente del hangar, el fondo es negro y mis

límites son indefinidos. Soy granulada y las letras aparecen en mí en

blanco luminoso. Yo les planteo un problema que tienen que deducir y traducir.

T.: ¿Cómo te sientes?

P.: Estoy en una posición de superioridad sobre ellos, como si les retara a

resolver el problema.

T.: Tú tienes toda la información, pero no la das. Díselo a ellos.

P.: A todos y a ti especialmente, Marcos. Tienes ahí un reto y tendrás que

demostrar que lo puedes superar. Tú tienes la capacidad de hacerlo,

pero eso no basta, hay que hacerlo.

T.: ¿Cómo te sientes cuando la pantalla te pone semejante reto?

P. (Como Marcos): Me siento como si volviera al colegio más que a la mili.

No sé por qué tengo que resolver este problema. ¿A quién se le ha ocurrido mandarme aquí? Esto no es lo mío, es mejor que lo hagan los

otros. (Él no vino al grupo motu proprio, sino porque le envió su terapeuta

para aprender a integrarse con los demás, ser más honesto, aprender a colaborar,

a compartir y a suavizar sus rasgos narcisistas, que lo aíslan y le muestran

competitivo). No sé ni quién me manda, y no me importa.

(Le vuelvo a cambiar de rol y que sea de nuevo la pantalla, ese aspecto de su personalidad

que le incita a ponerse a trabajar con los otros, a ser uno más en la tarea).

P.: Tienes que resolver este problema y tendrías que ponerte como los

demás. Esto es el ejército y aquí hay disciplina. ¿Tú quién te crees que

eres? (Se lo dice con un tono despectivo y acusador).

(Aquí el grupo, que toma conciencia de su narcisismo, de sus aspectos infantiles y

de su sentimiento de inferioridad oculto tras su supuesta superioridad, se pone a

reír de forma ruidosa. En ese momento el paciente también se da cuenta de lo que

está diciendo y rompe a carcajadas).

P.: Me da un ataque de risa (risas de todos). Yo quiero hablar con el supervisor.

(Se tira al suelo y se retuerce de risa).

T.: Ahí tienes al supervisor, dile algo. (El supervisor evidentemente representa

a T en esta situación, y en otras puede ser proyectado en cualquier autoridad

externa. P. sigue desternillándose de la risa).

P. (Al supervisor): Es que esto no es lo mío.

(Tal vez lleva razón, porque éste es un curso dirigido a la formación de terapeutas

y él no quiere ser terapeuta. Él nos engañó y entró en este curso aduciendo que

deseaba formarse en este enfoque para aplicarlo a su profesión. Aunque, como

hemos visto en repetidas ocasiones, ni como terapeuta ni como paciente quiere

cambiar nada. Pasa por los ejercicios destinados al autoconocimiento –y por tanto

destinados al cambio–, al darse cuenta, de una manera evitativa, de forma similar

a como vive su vida, descomprometido, frustrado y sin incentivos. Aunque esto

tiene que ver con sus aspectos narcisistas. Ante la perspectiva de fracaso, prefiere

no hacer antes que equivocarse; la vida para él es una competición y sólo actúa

cuando cree que va a quedar bien parado. De lo contrario, desvaloriza la tarea como un medio de evitar que los demás vean su incompetencia o su infantilismo.

Tiene que aceptar sus limitaciones en lugar de desvalorizar lo que no sabe o no

cree saber. Pero para ello tiene que arriesgarse a ser visto tal cual es, y eso su narcisismo

no lo soporta. Su forma de defenderse es mediante la deflexión y la agresividad

pasiva.

Aquí hay otro aspecto que interviene de forma negativa: la vergüenza, arraigada

en un profundo sentimiento de desvalorización, de falta de autoestima y de convencimiento

de no tener ningún valor para los otros. Si no se siente seguro de

ganar, desvaloriza la actividad, para evitar participar y que los otros puedan verlo

incapaz, torpe y, en definitiva, inferior. Las consecuencias negativas de esta actitud

de ocultamiento es la imposibilidad de compartir con los otros, de disfrutar de

la tarea y de la camaradería con los demás. En lo más superficial, lo que encontramos

es el deseo, por otro lado natural, de ser visto, aceptado y querido por los

otros).

T.: Vamos a seguir un poco más. Quiero que prestes atención a la pantalla

a ver si ves algo del texto.

P.: Yo en el sueño ensayaba un discurso razonable para el supervisor: «No

tiene sentido que a estas alturas de mi vida me hagáis esto». (El supervisor

en esta situación está proyectado en el terapeuta).

T.: Pero tú viniste aquí buscando formación, crecimiento personal y conocimientos.

P.: ¡Ah!, o sea que esto tiene que ver con la gestalt. Yo tengo claro por qué

estoy aquí. Tengo una gran frustración por cómo estoy. Estoy decaído,

no sé lo que quiero… siento una gran indiferencia por todo.

(Evidentemente, si no se arriesga a participar, a verse reflejado en los ejercicios y

en sus interrelaciones con los otros, no podrá ni conocerse, ni saber lo que quiere,

ni salir de esa indiferencia, porque ha anulado el deseo para evitar riesgos y posibles

fracasos).

T.: Mira cómo reaccionas ante una situación nueva; cada vez que crees

que tienes que pasar una prueba, lo vives como si fuera de nuevo el ejército donde tienes que competir con mucha gente… date cuenta

cómo te desvalorizas, cómo evitas el contacto auténtico y verdadero y

cómo a continuación desvalorizas la experiencia para no tener que

pasar por ella. Tú te quedas a salvo del fracaso ante tu mirada y la de

los otros, y además te colocas por encima. Hay una capa de narcisismo

que evita la vergüenza del fracaso ante ti mismo y ante los demás. Mira

de nuevo el texto a ver qué dice.

P. (Escudriña largamente. Al cabo de un rato dice): ¡ENCONTRARME Y

ENCONTRAR MI CORAZÓN!

(Este descubrimiento fue realmente fantástico. Porque lo puso frente a frente con

sus necesidades de contacto, de amar y ser amado y de recuperar su capacidad de

autoconocimiento y su autenticidad).

T.: ¿Cómo te has sentido riéndote? (Trato con esta pregunta de que recupere

algo que ha olvidado hace mucho tiempo, la capacidad de reírse de sí mismo, de

no tomarse tan en serio, de frivolizar un poco, y que sienta que su dificultad de

goce puede transformarla en alegría compartida).

P.: Muy bien. Esta mañana estaba tan mal en el descanso del café que he

tenido que irme, estuve a punto de desmayarme.

T.: Tu tarea es estar y compartir sin competir. Si estás con la idea de demostrar

a los otros tu superioridad, cuando profundamente no te sientes

superior, eso te puede producir un ataque de ansiedad. Cuando dejas

de anticipar, como hiciste en el sueño, y de competir, puedes ver lo ridículo

de la situación y disfrutar de tu sentido del humor y estar relajado

con los otros.

En tanto que vives la vida como un conjunto de pruebas y obstáculos,

tienes que ponerte a competir, y desde esa postura no ves más que dos

salidas, desvalorizar la situación o incluso a las personas y por tanto no

aprender nada de ellas, o colocarte por encima de los otros, separarte

de ellos y quedarte solo. No te paras a ver cuáles son tus necesidades

auténticas, te mueves automáticamente en esta polaridad: superioridad-

inferioridad. Por eso el verdadero camino es el que te conduce a conocerte y a encontrar tu corazón y ése no se encuentra compitiendo

sino compartiendo lo bueno y lo menos bueno de ti, tus aspectos bonitos

y aceptables, pero también aquellos que no te gustan. También ver

qué función cumplen estos rasgos y cómo, cuándo y para qué los creaste.

Tratar de cambiar algunos o disminuir sus consecuencias negativas,

y otros aceptarlos porque forman parte de la naturaleza humana. Si

tuviéramos que ponerle un nombre a tu trabajo lo titularíamos: «El

camino hacia el corazón».

Mantienes las relaciones totalmente desenergetizadas, vacías de emociones,

como si nada te afectara. No dejas que nada ni nadie toque tu

corazón, por otro lado muy necesitado de amor, contacto, ternura. Pero

tienes demasiado miedo a las emociones como para arriesgarte a experimentar

cualquier sentimiento que te despierte de tu sueño. Y a todo

esto se suma tu enfado con el mundo. Ése es tu trabajo, abrir el corazón

que, por razones en este momento desconocidas, cerraste a cal y canto.

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Procedimiento para un trabajo con sueños

Es importante para el terapeuta observar la narración del sueño, el ambiente, los elementos, las personas, las interacciones entre los símbolos y las acciones que ocurren en el sueño.

Revivenciación: Es volver el sueño a la vida. Se consigue mediante el uso del lenguaje aquí y ahora, la narración en tiempo presente y así entrar en el estado emocional que el sueño produce y los sentimientos que le pertenecen.

Reidentificación: En esta parte del proceso, el soñante que es el autor y el director del sueño, se va convirtiendo en los distintos elementos del sueño y así tiene la oportunidad de recuperar las partes alienadas o desposeídas de u persona e integrar conflictos.

  • A veces con la simple reidentificación la persona logra cerrar alguna Gestalt.
  • Se pueden hacer diálogos entre los distintos símbolos del sueño.
  • Se le puede hablar al sueño desde las distintas identificaciones.
  • Se trabajan las polaridades que aparezcan.
  • Se van completando vacíos que se manifiesten en el sueño al identificarse con los mismos.
  • Se localizan evasiones, temores con expectativas catastróficas. Una vez que el cliente se convierte en lo que evita y se da cuenta que puede soportarlo, se puede arriesgar a la experiencia.

Con todo esto la persona se va dando cuenta que todas las partes del sueño son ella misma. Este es el trabajo terapéutico del sueño.

Se puede trabajar el conflicto dentro del sueño o si surgen modos de evitación o interrupciones del contacto, se puede salir del sueño, trabajar lo que se considere pertinente y luego regresar a él, integrándolo como un aspecto de la manifestación del sueño mismo.

Cierre: Es el último paso. Es muy importante el cierre en este trabajo. No solo es recoger el tiradero, es necesaria la recapitulación de la experiencia completa, la conciencia de la asimilación de las vivencias que acaba de experimentar el cliente y así promover la integración de la experiencia. Puede hacerse de distintas maneras: Habiéndole al sueño. Expresando el mensaje existencia! que descubre. Terminando el sueño (cuando estaba incompleto de inicio). Dejar que el sueño se exprese etc.

El cierre es la reafirmación, la recapitulación, la asimilación y la integración de la experiencia.

Durante todo el trabajo son importantes las identificaciones con los diferentes elementos o símbolos del sueño, con las características de cada uno según la experiencia del cliente. Es la manera de recuperar las proyecciones y hacer contacto con las emociones y los significados que para cada persona tienen los símbolos que han creado. Estas Identificaciones es conveniente que sean lo más completas posible para que en el presente evoquen las emociones y la experiencia que viven en el sueño.

Lo que promueve y facilita la Identificación, es la postura, es decir tomar la postura del símbolo que está representando, el movimiento corporal, la voz. Es importante que el terapeuta esté atento a la congruencia entre el discurso (si lo hay) y las manifestaciones no verbales. Estas son herramientas que promueven el proceso de darse cuenta (awarness).

Video Sueños Neuroticos

Técnica de identificación y actuación de los objetos oníricos

Para recuperar aspectos proyectados en el sueño prestamos atención a lo mas evitado por el soñante. Descubrimos esos «agujeros» o » vacios y le pedimos que se identfique con ellos. Cuando queremos explorar un elemento de un sueño, elegimos uno que esté alejado de la conciencia del soñante, tal vez insignificante en el relato.

En el siguiente video verás las formas de utilizar las técnicas tanto en forma individual como grupal paso a paso.

VIDEO Sueños Existenciales

Sueños Inconclusos

Para Latner (1973) los asuntos inconclusos producen indigestiones en el organismo. Nos atascamos con sustancias extrañas. Las Gestalten inconclusas son el resultado de nuestra propia interferencia con un funcionamiento libre. Al bloquearse la toma de conciencia y disminuir la energía no podemos dedicar mucho de nosotros a las nuevas situaciones. Careciendo de una participación total las nuevas Gestalten son débiles e incompletas, acompañadas de emociones como el resentimiento y la preocupación. Y con el tiempo, nos damos cuenta de que hemos coleccionado una larga lista de situaciones incompletas, frases, afectos e impulsos no expresados y sueños recurrentes. Lo mismo que cada Gestalt tiende al cierre, cada partícula de un asunto inconcluso lucha para completarse. Todo lo que reprimimos tiende a salir a flote. 30 Aunque por sí solos nuestros impulsos no pueden olvidarse o reprimirse; únicamente se olvida o se reprime su expresión. Nuestro equilibrio emocional, nuestra armonía, no pueden lograrse y desarrollarse si no logramos identificar y cerrar las diferentes Gestalten de nuestra existencia. Este concepto de la Terapia Gestalt puede explicarse de la siguiente forma: desde el comienzo de nuestra existencia todos hemos tenido diversas necesidades en diferentes niveles. Algunas de ellas han sido satisfechas, lo que ha permitido a nuestro organismo crecer –física y psíquicamente-. Otras no han sido satisfechas, entre éstas últimas, algunas pueden aún estar presentes en nuestra mente, lo que hace que una parte de nuestra energía se utilice tratando de satisfacerlas. Otras necesidades han sido olvidadas, reprimidas y, sin embargo, continúan ejerciendo presión sobre nuestro comportamiento y sobre nuestra forma de ser en el mundo. El objetivo de la Terapia Gestalt es que esas necesidades, no satisfechas, aparezcan a nivel del darse cuenta en el campo perceptual de la persona, lo que se consigue trabajando con las emociones que aparecen, cuando surge este conjunto de cosas olvidadas (dejadas en el “baúl de los recuerdos”) y que, sin embargo, aún están activas. Se necesita que los asuntos inconclusos retomen su forma especifica en la totalidad del organismo –cuerpo, emoción, mente-. La Terapia Gestalt pretende que el cliente se dé cuenta de que tiene necesidades insatisfechas, que las identifique, y que las reviva emocionalmente durante las sesiones de psicoterapia. Cualquier Gestalt incompleta es un asunto inconcluso que requiere su cierre o resolución. En general, como ya he mencionado, estos asuntos inconclusos tienen la forma de sentimientos o emociones no resueltos o inexpresados. Los clientes que acuden a Terapia Gestalt son invitados por el terapeuta a experimentar con asuntos inconclusos. En los grupos de encuentro, focalizados en la persona, si el asunto inconcluso es un sentimiento (amor-odio, afecto-desafecto) no expresado por un participante a otro o a otros miembros del grupo, se le pide a éste que lo exprese directamente a la persona o personas. Los resentimientos son los sentimientos más frecuentemente no expresados. Estos resentimientos pueden expresarse a la persona con frases que inician con “resiento de ti…”. “Me disgusta de ti…” Toda interrupción o bloqueo en el Ciclo de la Experiencia significa dejar una necesidad insatisfecha o un asunto inconcluso. Las interrupciones de una persona en el Ciclo de la Experiencia impiden que ésta finalice ese ciclo e inicie otro. figura/fondo 31 En ese momento la energía se concentra en la fijación o el bloqueo. El encuentro terapéutico tiene como objetivo que el cliente salga de esa fijación y logre avanzar hasta la resolución o cierre de esa Gestalt. El aporte más importante del Ciclo, al campo de la psicoterapia, se sitúa en la utilización de éste dentro del proceso terapéutico. Siguiendo el recorrido de las fases del Ciclo, el terapeuta trata los asuntos inconclusos que emergen en cada sesión. Cualquier situación existencial con la que tenga que trabajar el terapeuta (duelos no resueltos, pesadillas, polaridades, vacíos existenciales, etc.) puede ser manejada eficazmente cuando el terapeuta inicia el encuentro con la sensación (primera fase del Ciclo) de la situación, escalando en el Ciclo hasta llegar a darse cuenta de lo que es figura de su existencia en ese momento, en el aquí y el ahora, movilizando la energía, para después descender a la fase de la acción, llegando a establecer contacto y al cierre.

LOS SUEÑOS Y LOS PROCESOS DE CAMBIO

Como hemos visto repetidamente a lo largo de los años cuando trabajamos

con los cojines y los colores simbolizando los sueños, lo que rescatamos

como figura es el miedo en un porcentaje elevadísimo. Todos los contenidos

de los sueños están impregnados por el mismo sentimiento: el miedo.

Éste condiciona la conducta de tal manera que muchas veces los seres

humanos se colapsan de forma momentánea o de forma más permanente

hasta tal punto que les impide realizar tareas que nos pueden parecer tremendamente

sencillas. Tomar una decisión entre varias opciones puede

meterlos en elucubraciones que les lleva tiempo dilucidar, porque ninguna

de ellas les parece totalmente acertada y tienen tanto temor a equivocarse

que quedan suspendidos en una duda interminable y agotadora.

Cuando se producen experiencias de miedo, una de las maneras más eficaces para salir del estancamiento es actuar, no importa hacia dónde, lo importante es actuar.

También que rescaten la primera idea o sensación que les vino, porque ésa suele ser la buena para ellos. Hay que ir hacia delante, quitando las sábanas a los fantasmas que construimos ante nosotros, y ver cuánto miedo es real y cuánto es imaginado. Lo peor es quedarse varado como un barco frente a un acantilado esperando no se sabe qué. La vida está ahí y la experiencia se va adquiriendo y ampliando a través de la acción. Ésta nos coloca en situaciones donde tenemos que explorar nuestras habilidades y

desarrollar nuevas estrategias y herramientas. Cada nueva situación es un

reto. Y cada vez que nos enfrentamos a algo nuevo, la situación misma nos

obliga a encontrar nuevas respuestas cuando las viejas ya no nos sirven.

Esto no significa que siempre estemos experimentando y moviéndonos

sólo por tener nuevas experiencias, porque el organismo también necesita

un tiempo para digerirlas. Si no fuera así, se convertirían en introyectos o

desaparecerían de nuestra memoria igual que llegaron.

El aprendizaje más sólido es aquel que se produce a través de la experimentación,

mediante ensayo, acierto y error. El niño, el adolescente y el adulto tienen que desarrollar habilidades y descubrir que tienen en sus manos la posibilidad de crear nuevos recursos ante situaciones nuevas para salir de los atolladeros. Así aprenden que algo es posible y que se puede ir un poco más lejos, aunque el camino sea diferente y a menudo lleno de dificultades y/o peligros. Pero que la única forma de aprender es probando.

No es con la retirada ante la dificultad como crecemos (aunque

también es necesario encontrar los límites), sino probando distintas alternativas

y viendo si es posible transitar esos senderos desconocidos y

aprender algo nuevo en ese camino. Lo que realmente nos enseña es lo

diferente. Si pensamos igual al otro o a los otros, si actuamos de idéntica

forma o sentimos lo mismo que ellos, si coincidimos en todo, nos sentiremos

gozosos por esa especie de comunión que se da, pero no habremos

aprendido nada. Compartiremos ideas, sentimientos, acciones, etc., pero

habremos incorporado poco o nada a nuestra experiencia. El crecimiento y

el desarrollo humanos se dan cuando somos capaces de aceptar retos que

hasta ese momento o habíamos evitado o no habían aparecido en nuestro horizonte vital. Cuando nos arriesgamos a experimentar y convivir con lo

diferente y los diferentes, aprenderemos juntos que es posible ver la realidad

de una forma distinta y que esa diferencia puede ser enriquecedora.

Esta multiplicidad de miradas nos aporta flexibilidad y capacidad de

aceptación. Si el niño pequeño dejara de ponerse de pie y de intentar caminar

porque se cayó y se produjo dolor, nunca podría llegar a conseguirlo (y

tal vez la especie seguiría marchando a cuatro patas). Hay que intentar ir

un poco más allá y descubrir ese lugar hasta ahora desconocido, hay que

arriesgarse a contactar con el mundo aunque algunas veces no sepamos

cómo. Aprender habilidades que nos permitan desenvolvernos en diversos

lugares y circunstancias. Aceptar que las diferencias son las que nos permiten

aprender cosas nuevas. Muchas veces la rebeldía es necesaria para transitar

caminos que de otra forma no intentaríamos recorrer por miedo, por

indiferencia o porque están prohibidos no se sabe por quién.

Como dijo G. Bell: «No hagas el camino que hicieron otros porque esos

te llevarán a lugares conocidos». Cuestionar lo establecido puede darnos

otra visión de la realidad. Puede enseñarnos que, lo que hasta hace un

momento no pudimos ver ni comprender, es posible verlo desde otro lugar

y desde otra perspectiva, y que tal vez esto mejore nuestra visión, o cuanto

menos ampliará nuestra experiencia.

La mayoría de los miedos tienen que ver con introyectos, con inseguridades

y sentimientos de inferioridad. Por tanto, hay que desestructurar

esos mecanismos que hacen que se asuman sin digerir ideas, pensamientos

con los que el sujeto no está de acuerdo, y comprender con qué objetivo

fueron trasmitidos o impuestos por la sociedad, por la familia o por los

grupos próximos a los que pertenecemos. Muchos de esos introyectos tienen

funciones represoras que persiguen mantener asustados, sumisos y

sin conciencia a las personas.

Estos introyectos nos impiden pensar por nosotros mismos, nos dicen qué tenemos que hacer, cómo, cuándo y dónde, y a la vez nos inducen o prohíben

actuar de una u otra forma, pero de forma irracional, sin darnos la posibilidad de pensar e investigar si lo prohibido tiene razón de ser o hay

que desecharlo. Estos introyectos, más que proteger la libertad del niño, del

adolescente o del adulto, sólo sirven al que los impone de forma irracional.

A menudo los padres no entienden por qué los hijos se rebelan y hacen

lo contrario de lo que ellos les dicen o empujan a hacer. ¿Cómo es posible

que se rebelen, cuando sólo quieren lo mejor para ellos? Con esta actitud

protectora ignoran que sus hijos tienen que desarrollarse con su propio

aprendizaje, cometiendo sus errores y produciéndose sus propias heridas

en el recorrido a lo largo de su camino en la vida. Si los hijos tuvieran que

hacer el mismo camino que sus padres, ser obedientes y hacer las cosas tal

como ellos quieren que las hagan, serían meros clones e imitadores y no

podrían desarrollar su propia personalidad e individualidad. La evolución

no hubiera sido posible.

La evolución se fue dando en la naturaleza porque cada individuo eligió

su propio camino, no sólo en el pensar, sino en el actuar. Porque fueron

capaces de tomar caminos diferentes a los que siguieron sus antepasados.

La riqueza está en la variedad, en ver como posible que lo nuestro o lo de

los otros no son mejor ni peor, sino formas de ser, de pensar y de estar en

mundos diferentes, y que gracias a esas diferencias la evolución ha podido

producirse en la naturaleza, que, lo queramos o no, eso es lo que hay, y

negarse o enfrentarse a la diversidad o a lo que consideramos que atenta

contra nuestra forma de ser, vivir o concebir la vida y la existencia, es estar

cerrado a las diversas posibilidades que se producen en la vida; y que querer

que eso desaparezca y luchar contra ello, en primer lugar, es una acción

iatrogénica, en segundo es negarnos a ver y entrar en contacto con formas

que también, como la nuestra, tienen sus cosas positivas, y en tercero,

supone que cada vez que peleamos con algo externo siempre encontramos

esa misma pelea dentro de nosotros mismos.

Lo que estamos intentando destruir son esos aspectos que nos parecen inaceptables en nosotros y en los otros. La consecuencia más inmediata es

la negación de los mismos y la pérdida de identidad, de nuestra identidad completa, por negarnos a admitirlos y aceptarlos como unos elementos

más de nuestra individualidad y de la misma naturaleza de la que procedemos.

Todos participamos de todo. Evidentemente, hemos desarrollado

más unos aspectos que otros, no sólo debido a la educación y al entorno,

sino también como consecuencia de nuestra dotación genética. Y a pesar

de todo, en mayor o menor medida, todo está en cada uno de nosotros.

Cuando se trabaja con sueños o, en realidad, con cualquier tema que me

trae el paciente, siempre se tropieza con el mismo principio: «Las peleas

que llevamos dentro de nosotros son las mismas que arrastramos constantemente

en el mundo externo». Si miramos atentamente, vemos que el perfeccionista

está luchando dentro y fuera de él contra la imperfección. El

que no acepta algún rasgo de su personalidad, no solamente lo combatirá

o lo reprimirá en sí mismo, sino que se verá abocado a pelear contra ese

mismo rasgo en el mundo exterior y contra las personas que lo detentan.

La experiencia se repite incansablemente. «Ver la paja en el ojo ajeno, pero

no la viga en el propio». La persona que sólo ve los defectos en los demás

–actitud que la arrastra a la pérdida de sentimientos y a la falta de corazón–,

está más preocupada por limpiar y arreglar el mundo que por aceptarlo

tal como es. Esta persona es la misma que está muy preocupada en no

equivocarse. Para ella es más importante crear un mundo perfecto que

aceptar un mundo que se le escapa de las manos y no puede controlar, un

mundo donde los afectos, el amor y la comprensión desbaraten el orden y

lo que está «bien visto».

Sin embargo, esta forma de ver el mundo se convierte a la larga en una

forma paranoica de estar en él. El que fue persiguiendo y tratando de destruir

la imperfección, acaba sintiéndose perseguido a su vez (lo cual es

natural, pues el mecanismo de la retaliación es el propio de esta forma de

acercarse al mundo). La intolerancia, las guerras, las persecuciones acaban

volviéndose contra el que las inició. Pero lo que es más interesante, y que

deseamos que alguna vez pueda ocurrir, es que las guerras –como decían

los Polsters– no tendrían que hacerlas los soldados. Las guerras, cuando

están en juego asuntos trascendentales como las vidas de los seres humanos, tendrían que dirimirse por los grandes jefes, ya que ellos suelen ser los

inclinados a cometer cualquier fechoría dentro y fuera de sus países con tal

de mantener su preeminencia y sus intereses de poder y económicos, sin

importarles las vidas de millones de vidas humanas.

E. y M. Polster proponían que, antes de declarar una guerra, los dirigentes

de los países litigantes tendrían que ser encerrados en un lugar de

donde no pudieran salir hasta que alcanzaran acuerdos que la evitaran. Yo

estoy de acuerdo con ellos, en que ningún poderoso estaría dispuesto a

permanecer encerrado allí perdiendo años de su vida. En cambio, como

esto no ocurre, sí están dispuestos a permitir que pierdan la vida los jóvenes

de ambos países para satisfacer el ego de los poderosos y sus intereses

económicos.

Para recuperar los sueños y poderlos hacer realidad es imprescindible

recrearlos, perderles el miedo y vivirlos como un modo creativo del ser

humano de estar en el mundo. Pensar que en cualquier momento algo es

posible si le dedicamos el tiempo necesario y la ilusión mínima para poner

en marcha cualquier acción, ya que la energía y el deseo dan sentido al

empeño y lo prorrogan en el tiempo.

Cuando el niño descubre que algo es posible, si él interviene en su realización,

siente una energía y una autoestima que lo prepara para los siguientes

retos. Y esto es una maravilla, pues vuelve a llenarlo de energía para

sucesivos intentos encaminados a descubrir senderos que recorrer, conocer e

investigar. Cada camino abre nuevos horizontes y nuevas perspectivas llenas

de excitación y deseo, que son los motores de la vida y del cambio, de la

búsqueda y de los encuentros. La vida es movimiento. El día que el movimiento

se inició desde el interior hacia el exterior, ese día surgió la vida.

Hace unos años se publicó en Estados Unidos un libro que fue traducido

al castellano con el siguiente título: Aunque tengas miedo, hazlo. En otras

palabras, cuando algo te asuste, sigue adelante, muévete, no te paralices.

La parálisis es la muerte. Seguir adelante es descubrir que muchas cosas

son posibles.

Cómo trabajamos los sueños desde el enfoque gestáltico

Durante los procesos terapéuticos los pacientes nos refieren sueños

que les impactan o que les han dejado tristes o que sienten que son importantes

en ese momento de su vida y de su proceso curativo.

Cuando esto sucede, tenemos varias técnicas para trabajarlos, sin

embargo, la llamada «silla caliente» nos parece la más adecuada para desentrañar el sentido y mensaje que el sueño trae al soñante.

A veces soy yo quien elige el trozo de sueño que vamos a trabajar y

otras veces es el paciente el que se siente intrigado por alguna parte del

mismo. Sin embargo, nuestra experiencia nos ha demostrado que, trabajemos

el trozo que trabajemos, como el mensaje del sueño siempre es el mismo,

al final acaba haciéndose visible su sentido profundo.

En ambos casos, cuando la elección la hace el paciente o cuando la hago

yo, procuro no trabajar con personas, ya que muchas de ellas son conocidas

para el/la soñante y eso hace que el trabajo con ellas esté sesgado y los

diálogos se vean muy contaminados con frases muy conocidas y trilladas.

Sólo cuando percibo que el soñante ha traído a ese personaje a su sueño

porque tiene algún asunto pendiente con él, entonces hago un trabajo entre

ese personaje y el paciente para limpiar esa relación y sacar esos sentimientos

no expresados para poder cerrar esa situación inconclusa. En este caso,

el trabajo consiste en colocar enfrente ese personaje y expresarle todo lo

que sentimos, empezando por lo negativo, ya que, si esto no se expresa,

cuando llegue el momento de expresar lo positivo se quedará atascado y

no podrá salir. Y para quedar cerrado un asunto pendiente, ambos senti mientos tienen que ser expresados. Lo negativo se guardó porque la persona

no se atrevió a expresarlo en su momento por diversas razones: por

miedo a perder al otro, por temor a la retaliación y al rechazo o por cualquier

otro sentimiento que pudiera producirle ansiedad.

El sueño le trajo durante la noche un mensaje: cerrar este asunto pendiente

en el que invertía una energía que no podía utilizar en otras actividades

de su vida. Una vez cerrada está situación, la persona se sentirá más

fluida y liviana, así como más interesada por el mundo y por su entorno.

Después de los personajes, elegimos cualquier otro elemento que aparece

en los sueños, como animales, objetos, sentimientos. Cuando observamos

que hay elementos que están en conflicto u oposición, trabajamos con

ellos para descubrir los aspectos que el soñante rechaza de sí mismo y los

que están en pugna. Así encontramos las polaridades conflictivas, que se

hacen irreconciliables y que crean enfrentamiento dentro del soñante y, por

consiguiente, fuera de él. Como dijimos antes, las guerras que llevamos

dentro de nosotros son las mismas que llevamos fuera. La misma pelea que

establecemos en nuestro interior contra aquellas características que no nos

gustan en nosotros, para hacerlas desaparecer u ocultar, es la que entablamos

contra las personas que exhiben esos mismos rasgos. Verlos fuera es

como encontrarse a un espejo que nos dice que eso está en nosotros.

Cuando una polaridad está en conflicto dentro del paciente, porque un

extremo es rechazado y el otro aceptado, se produce un fenómeno, que

anteriormente ya mencionábamos, por el cual se reprime aquél y se da

mucho más espacio a éste. Esto produce un estrechamiento en nuestra personalidad,

pues, ante situaciones en que necesitamos una conducta del

tipo que ha quedado inhibido, no podemos echar mano de ella, porque la

consideramos no sólo no apta sino reprobable.

Esto forma parte de la neurosis. Como decía Perls, el neurótico es el

que no ve lo obvio. Es aquel que está en lucha o retirada permanentemente.

Y sabemos que toda pelea con un aspecto o rasgo del carácter dentro de

uno mismo es la misma pelea que tenemos con el mundo exterior. Tanto

dentro de nosotros como fuera estaremos peleándonos con ese rasgo en nosotros y en aquel que lo ostenta. El trabajo es asimilar el lado negado de

la polaridad y aceptarlo lo mejor posible. Evidentemente, no vamos a

actuar en nuestra vida con rasgos sádicos o asesinos o de cualquier índole

que destruya al otro por el mero hecho de aceptar en nosotros una parte de

esa energía. Tendremos que aceptar que en nosotros también está esa capacidad,

pero que hemos decidido responsablemente no ejercerla por el daño

que podemos causar al otro y a la vez a nosotros mismos, pero que en una

situación límite, en la que nuestra vida pueda estar en peligro, podemos

efectuar esas acciones y tenemos la energía para ello. Eso nos da fuerza y

libertad al mismo tiempo. Nos permite explorar ámbitos desconocidos y

acciones –aunque sólo sean mentales– y estados de conciencia nuevos,

aunque nos puedan parecer aterradores.

En nuestra labor como terapeutas, cuando descubrimos a través de un

sueño la existencia de polaridades conflictivas, que se está dando más

espacio e importancia a uno de esos rasgos en detrimento del otro o cuando

vemos la gran pelea que el soñante mantiene para destruir o hacer

desaparecer un extremo de la polaridad, nuestra tarea está en poner en

contacto ambos extremos, permitiendo que cada uno de ellos muestre lo

valioso que posee y ayudando a descubrir que cada rasgo tiene sus cualidades

positivas y necesarias en diversas situaciones, y que a veces la misma

situación puede ser encarada desde uno u otro lado y que podemos

actuar indistintamente, sin hacernos daño ni hacérselo a nadie.

Imaginemos que una persona rechaza su lado masculino porque es

mujer, o su lado femenino porque es hombre y considera que no está bien

visto que tenga aspectos tiernos, pasivos y dependientes. En cualquiera de

los casos, la persona peleará contra el lado que no acepta en sí misma, porque

no le parece adecuado para ella o aceptable para su entorno. La elección

de un extremo en detrimento del otro tiene sus consecuencias a nivel

tanto interno como externo. Así como no se acepta a sí misma con esos rasgos

y los reprime y lucha contra ellos, tampoco aceptará a las personas de

su mismo sexo que los exhiban. Es decir, luchará dentro y fuera contra

todo aquello que le recuerde esos rasgos.

Existe la idea de que, si uno no lo ve fuera, no existe, y si no existe tampoco

existe en él. Aquí hemos hablado del lado masculino o femenino, porque

quizás sean los más extendidos, pero cualquier extremo de una polaridad

es susceptible de ser rechazado en detrimento de su opuesto: tiranosumiso,

alegre-triste, pasivo-activo, simpático-antipático, torpe-listo, sádico-

masoquista, etc. Es importante que la persona pueda transitar libremente

de un extremo al otro de cada polaridad en función de cada situación

y cada momento. La riqueza estriba en poder moverse a lo largo de

esa línea. La integración, fruto de la aceptación de nuestros rasgos, produce

un estado de bienestar y una buena autoestima. Esto es síntoma de una

salud psíquica excelente, un estado de intercambio con el ambiente que

produce satisfacción y una homeostasis adecuada a las necesidades de

cada momento.

En el caso contrario, cuando la persona rechaza un lado de la polaridad,

este rasgo se retrotrae y se inhibe, dando lugar a que el opuesto tenga

una mayor expresión y valoración. Esto provoca que haya personas extremadamente

inhibidas, o tímidas, agresivas o sumisas, dependientes o que

viven aisladas con pocos contactos con el mundo, y así podríamos enumerar

centenares de rasgos aceptados o rechazados en función de los temores

y mecanismos de defensa que cada ser humano aprendió para sobrevivir

cuando era niño. En la medida en que el individuo inhibe uno o varios

rasgos de su personalidad, queda empobrecido. En su lugar queda un

hueco y cada hueco va provocando despersonalización. Nuestro esquema

corporal también queda afectado negativamente, y muchos de los problemas

a nivel corporal que existen en las personas tienen su origen en este

rechazo a partes de nuestro cuerpo que no se adecuan a lo que consideramos

ideal.

F. Perls nos habla de 5 polaridades básicas:

1. El perro de arriba y el perro de abajo, que corresponderían al mandón y al sumiso, al juez y al reo.

2. Masculino-femenino                                                                                                                        3. Introversión-extroversión.                                                                                                      4. Contacto-retirada.                                                                                                                    5. Autoapoyo-dependencia.

Las considera básicas porque muchas de las problemáticas actuales

tienen su origen en la pelea que se establece entre algunas de estas polaridades.

Si a un niño le han dicho repetidamente que los hombres no lloran, que

tienen que ser de una manera determinada y no de otra, o en el caso de las

niñas, que no tienen que jugar a juegos más o menos agresivos, que tienen

que ocuparse de la familia, que no pueden mostrarse con formas que se

supone son exclusivamente masculinas, etc., cuando esos niños y niñas

crecen, evidentemente evitarán mostrarse ellas de forma «masculina» y

ellos de forma «femenina». Todo esto va condicionando las conductas de

unos y de otras. Ellas reprimirán rasgos que les inculcaron que no eran

propios de su género y ellos harán lo mismo con los que se supone son propios

de la mujer. Toda esta distribución de roles está asociada a los introyectos

familiares y sociales que se van trasmitiendo de padres a hijos sin

tener en cuenta que los tiempos van cambiando y que poder ser y mostrarse

con todos los rasgos en función de la situación y el momento es mucho

más sano y enriquecedor que estar sometidos a dictados que no tienen en

cuenta la diversidad y pluralidad de los seres humanos.

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¿COMO HACER, UNA VEZ QUE TENEMOS IDENTIFICADA LA

POLARIDAD CONFLICTIVA EN LOS SUEÑOS?

Una vez que tenemos identificada la polaridad conflictiva, el siguiente

paso consiste en que el soñante represente ambos rasgos de forma alternativa.

Es decir, vamos a utilizar lo que en la terapia gestalt denominamos la

silla vacía.

El soñante va a ocupar ambos roles de forma alternativa. Para ello vamos

a hacer que se identifique primero con uno de ellos y se describa lo mejor

posible con todas sus características. Una vez que lo ha hecho, se cambia de

lugar y va a hacer lo mismo, pero ahora representando el otro rol. A continuación,

vamos a hacer que dialoguen ambas partes y que cada rasgo

defienda y exprese cuáles son los valores que tiene y para qué pueden servirle;

que trate de ver si alguien de su entorno, cuando era niño/a, descalificó

alguno de esos rasgos y valoró el otro. En definitiva, consiste en que dialoguen,

discutan, se echen en cara lo que no les gusta al uno del otro, que

vean que ambos son necesarios y que cada uno tiene su sentido y su finalidad

y su lugar y su momento de existencia y actuación.

El trabajo termina cuando ambos son capaces de reconocer la existencia

del otro y cada uno puede complementar y ser útil en cualquier momento

al soñante. No siempre tenemos que ser sumisos o mandones, ni jueces

ni reos, ni masculinos ni femeninos en todo momento. Podemos mostrarnos

de una u otra forma según lo requiera la situación. Un hombre puede

mostrarse tierno, cariñoso, afectivo y capaz de expresar sus sentimientos

más íntimos sin tener que avergonzarse por ello y una mujer puede mostrarse

fuerte, agresiva, con dotes de mando o cualquier otro rasgo, sin tener

que renunciar a ellos porque no están bien vistos porque se supone que

son masculinos.

Resumiendo todo este proceso, podemos describirlo en 6 o 7 puntos:

1. Localizamos la polaridad en conflicto.

2. Colocamos simbólicamente cada extremo de la polaridad en una

silla o cojín. En un lado colocamos el mandón y en el otro el sumiso, por

ejemplo.

3. Hacemos que el soñante represente y sea uno de los extremos de la

polaridad. Que nos diga cómo es, cómo se siente, cómo es su existencia con

esa forma de ser que le hace ser aceptado si es la polaridad positiva. Tratamos

de que nos dé la máxima información posible acerca de ese rasgo o

personaje. A mayor información, mayor riqueza del rasgo.

4. Después le cambiamos de lugar y le pedimos que represente la polaridad

no aceptada y que nos cuente todo lo que se le ocurra acerca de ella,

igual que hicimos con el otro extremo. Es una forma de presentarse un

lado al otro. (Cuando el soñante tiene dificultad en identificarse con el rasgo

rechazado, le pedimos que trate de encontrar alguna persona conocida

en la que predomine. Esto puede facilitar que pueda identificarse con ella

y hablar desde ese rasgo).

5. Después hacemos que se vaya cambiando de una silla a otra o, lo

que es lo mismo, que sea alternativamente uno y otro rasgo. Le pedimos

que se hablen expresando cómo son, para qué sirve cada uno de ellos,

cómo se sienten el uno con el otro, qué hace que sea necesaria la existencia

de ambos, por qué no se aceptan o por qué uno no acepta al otro, qué pueden

aportarse mutuamente y de qué forma podrían llevar una coexistencia

pacífica, dentro y fuera del soñante, que le aportara riqueza en lugar de

discordia y rechazo.

6. Lentamente, a través de este diálogo, se va produciendo un acercamiento,

una escucha y una comprensión que la mayoría de las veces acaba

en aceptación y reconocimiento de una parte por la otra y viceversa.

7. De este reconocimiento se deriva una sensación que muchos soñantes

reconocen como un estado de paz interna, a la vez que se genera una

nueva energía producto del desbloqueo. El trabajo ha quedado concluido

y un rasgo y una energía han sido recuperados por el soñante. Se completa

una gestalt. La persona se va completando.

Si nos fijamos en los pasos que seguimos para realizar este trabajo, nos

encontramos que éstos corresponden a los 7 pasos de una gestalt:

La primera fase, buscar la polaridad en conflicto, correspondería a la

fase de la sensación.

La segunda fase correspondería al darse cuenta, es cuando tomamos

conciencia de cuál es esa polaridad.

La tercera fase o fase de energetización se da cuando el soñante toma

conciencia de la energía que empieza a surgir en él como consecuencia de

la fase anterior o de darse cuenta. Hay una excitación interna que se moviliza

dentro de él.

La cuarta fase o fase de la acción se produce cuando la energía que se

produjo en la fase anterior pasa a la acción y comienzan a hablarse los dos

rasgos de la polaridad.

La quinta fase o fase del contacto se da cuando mediante los diálogos

se produce un verdadero encuentro entre ambas partes u opuestos.

La sexta fase o consumación es cuando ambas partes se aceptan y reconocen

la existencia una de la otra. Esta fase produce una sensación muy

agradable de paz, tranquilidad y sosiego, pues aparece la aceptación de los

dos extremos de la polaridad: padre-hijo, etc. O la satisfacción de una necesidad.

La séptima fase o de retirada se da cuando el soñante ha concluido el

trabajo, se ha producido el contacto en la etapa anterior y ahora ha llegado

el momento de la retirada de esa situación hacia el reposo o hacia otra

situación nueva. En general, se necesita un tiempo para pasar a una situación

nueva.

Sueños en los que aparecen personas desaparecidas por muerte, separaciones, divorcios…

Cuando una persona sueña con un padre o madre muertos, o con personas

importantes para ella que desaparecieron de su vida en momentos

cruciales, estos sueños son de especial relevancia, ya que traen a estos personajes

porque tiene asuntos pendientes con ellos que no pudo expresar –

tanto sentimientos amorosos como resentimientos o agresividad–, porque

no tuvo tiempo u ocasión para hacerlo.

La utilización de la silla vacía para hablar con la persona soñada es la

mejor forma para cerrar estas situaciones inconclusas. Para ello

tenemos que seguir los pasos que mencioné anteriormente. Y una vez que se

han expresado todos los sentimientos, negativos primero y positivos después

de uno y otro lado, tanto el soñante como el representado en la silla

vacía se despiden para seguir sus propios caminos. En estos trabajos lo que

hacemos es sacar o externalizar los sentimientos que anidan en el corazón y

que en su momento no se pudieron o no hubo oportunidad de expresar. A

veces no se pudieron sacar los sentimientos positivos porque la relación

estaba tan saturada de desamor, odio y agresividad que era imposible

conectarse con los sentimientos amorosos más profundos. En otras ocasiones

la única forma que las personas tienen de separarse sin sentir demasiado

dolor es permanecer en el enfado, la desvalorización y agresividad hacia

el otro.

Entonces, al poner al otro delante e iniciar una conversación, comenzamos

a disolver toda esa maraña emponzoñada que los separa. Estamos abriendo caminos de acercamiento y entendimiento, porque los seres humanos

(exceptuando los psicópatas) somos capaces de ponernos en el lugar del

otro y desde ahí encontrar razones para justificar y comprender cualquier

conducta por complicada que ésta sea. Si podemos encontrar buenas razones

y dejamos aflorar el amor que subyace en el interior y soltamos el odio y

el resentimiento, aparece un diálogo cariñoso y conciliador. Porque, evidentemente,

el amor sale a medida que vamos quitando las capas externas donde

se acumula el odio, la incomprensión y todo lo negativo que ha ido

cubriendo el corazón para protegerlo del dolor. A medida que vamos quitando

estas capas negativas, aparecen las tiernas y amorosas.

Ejemplo:

Sueño de Pedro

Sueño: De tanto en tanto, tengo un sueño en el que me aparece que mi padre no

está muerto. Que lo tengo abandonado en una residencia o que se ha curado, pero

nunca puedo hablar ni relacionarme con el.

El padre de Pedro murió en 1992.

T.: Bien, vas a cerrar los ojos y lo vas a traer aquí, a tu padre, tal como lo

hiciste en alguno de tus recuerdos. Vas a mirar qué actitud tienes con él

y qué es lo que sientes en este instante.

P.: Acabo de bañarlo, porque nos han llamado de urgencias. Estaba esperando

un doble trasplante: de pulmón y corazón y no se siente preparado…

Lo he tenido que bañar y lo he hecho a disgusto.

T.: ¿Por qué lo haces tú y no tu madre?

P.: Nos turnamos. Esa noche fue un coñazo. Yo tenía mis propias historias

y no las mostraba. La ambulancia se lo lleva y ni siquiera le doy un

beso. Esa noche nos llama mi madre, que nos va preparando para lo

peor, y después mis tíos nos dicen que ha muerto.

T.: Ahora lo vamos a traer aquí antes de que se lo llevaran, cuando estaba en la cama.

P.: Hay muchos sentimientos negativos posteriores a su muerte.

T.: Todo eso vas a sacarlo y expresárselo a él como si estuviera aquí delante

de ti.

P.: No soporto estar en casa fantaseando con tu muerte una y otra vez. Me

llamabas todas las noches a que te subiera el oxígeno, a que te bajara

esto o lo otro… no me gustaba atenderte, no me gustaba ser tu favorito

para bañarte. Cuando fui al instituto te enfermaste y me fue de mierda

el cambio.

T.: Continúa, dile de cuántas cosas te enteraste después.

P.: Nunca entendí por qué no os separasteis mamá y tú, que mi hermano

sea hijo de una relación anterior, que fueras de la policía secreta y

denunciaras a los rojos. No sé lo que pasaba esas noches en las que con

once años yo dormía en tu cama.

T.: ¿Cómo era eso de dormir en su cama?

P.: Yo quería dormir contigo; a veces no me dejabas y me sentía morir en la

cama. Y cuando me dejabas, me hacías caricias en la espalda y a mí me

gustaba acariciarte. He superado el miedo al sexo, pero te he odiado

muchísimo.

T.: ¿Por qué lo dices riéndote? Vamos a ver si podemos hacer una lista de

resentimientos, de todas esas situaciones que no te gustaron y en las

que te sentías mal.

P.: Estoy resentido contigo por amenazar a mamá con quitarle mi custodia.

Estoy resentido porque dejaste de ser ese amigo y me sentía muy

solo. No me podías ayudar, porque te ayudaba yo a ti. Estoy resentido

contigo porque te moriste cuando ya te tocaba el trasplante. Estoy

resentido contigo porque he tenido miedo al sexo durante mucho tiempo.

Estoy resentido porque no has estado para evitar las broncas entre

mi madre y mi hermano. Me gustaría darte un abrazo.

T.: Ya va a llegar su momento, primero tenemos que limpiarnos por dentro

de todos nuestros resentimientos y malos rollos. Vamos a seguir un

poco más.

P.: Tengo clavado un día en que me decías que sentías lo pesado que eras

con tu enfermedad, y me dijiste que me querías y yo no te dije nada,

porque yo no te quería, estaba muy enfadado contigo. Estoy enfadado

contigo porque te reíste de mi primer enamoramiento. Estoy enfadado

porque no tenía amigos, me quedaba en casa para cuidarte. Perdí la

adolescencia. Veía una ambulancia en el instituto y me volvía corriendo

a casa y no sabía si quería que pasara algo o no.

T.: Ahora te vas a cambiar de lugar y te vas a poner en el suyo, y desde ahí

le vas a contestar a Pedro como si tú fueras su padre.

P. (Hablando como si fuera su padre): Para mí no era fácil, Pedro. Yo me estaba

muriendo. Estaba separado de mamá y de tu hermano, que no era mi hijo.

Y toda la familia desapareció. Ya lo viste, no había nadie. Necesitaba apoyarme

en alguien, es muy jodido no poder respirar, sentir que te ahogas.

T.: ¿Y Pedro era lo único que tenías? ¿Por qué dejaron tus padres de cuidarte?

P.: Ya eran bastante mayores. Había muerto otro hijo hacía poco. Ya habían

pasado lo suyo. No entiendo por qué mis hermanos no vinieron.

T.: Tu hijo se convirtió en tu apoyo, en tu enfermero…

P.: Lo siento, Pedro, me estoy perdiendo tu vida. Aquí sentado no te veo

hacer lo que hacen todos. Si salgo bien, podré verte ser feliz. No sé, quizás

esa noche sentí que no podías soportar más mi carga y por eso me

dejé ir, pensé que sería una liberación para vosotros. Llevaba cuatro

años en la cama, Pedro.

T.: ¿Le quieres decir algo más?

P.: Que quería a tu madre, que siempre la he querido. Si me hubiese puesto

bueno, no la habría manipulado. Ya viste que fui cambiando, acabé

votando a Izquierda Unida

T.: Bien, cámbiate y sé Pedro y respóndele a tu padre. Él te ha contado lo

que le pasó, lo que hubiera sido de no enfermarse, o curarse, cómo se

entregó a la muerte. Debió sentir el cansancio de sí mismo y de todos.

¿Tú quieres decirle algo más?

P.: Fue muy raro. Me di cuenta de todo lo que te quería. Me sentí culpable

por mis fantasías, por el deseo de que murieras, por no atenderte con

cariño… Toda la tensión explotó de repente y las broncas fueron espantosas.

Cuando medito y pienso en ti, imagino que has renacido y tienes

catorce o quince años, y te deseo que seas feliz, que elijas bien y aprendas

a querer.

T.: Repítele eso.

P.: Deseo que aprendas a querer sin manipular, sin atar de esa manera, y

que, si no te quieren, permitas que no te quieran. Yo te quiero (aquí se

rompe y comienza a llorar).

T.: Saca a un compañero del grupo y siéntalo enfrente de ti. Tómalo de las

manos y dile eso mismo, imagínate que es tu padre que está aquí sentado

frente a ti, tómalo de las manos y dile lo que sientes en estos momentos.

P. (Coge las manos del compañero): Papá, en ese momento estaba muy dolido,

pero te quiero y quiero que te sientas libre, quiero que, estés donde

estés, no sientas carga por mí. Quiero perdonarte. papá.

T.: ¿Se lo puedes decir?

P.: Ahora mismo no siento que tenga que perdonarte nada, sé que lo hiciste

lo mejor que supiste. Me gustaría darte un abrazo. (Lo abraza y llora

un rato largo). Quiero que seas muy feliz, te perdiste cuando estaba creciendo.

Creo que te gustaría ver en qué me he convertido. Siempre me

gustó tu sentido del humor, y eso ha calado en mí.

T.: Vete despidiendo para que él pueda ir donde tenga que ir y tú puedas

seguir tu camino.

P.: Papá, yo siempre te voy a llevar conmigo. Estamos separados, pero

podemos seguir creciendo.

(El compañero que está haciendo de padre le dice): Estoy muy orgulloso de ti.

P.: Me siento muy bien, pero no sé dónde meterme. (Aparece un fuerte sentimiento

de vergüenza).

T.: En ningún sitio, quédate ahí, con las sensaciones, con el abrazo, con la

expresión de afecto y la ternura.

(Como veo que todo el grupo está muy conmovido, les digo que expresen cómo se

sienten, para que Pedro también pueda recibir un feed-back de sus compañeros y

ellos puedan exteriorizar sus sentimientos).

Alberto: Tengo un nudo en el estómago. No lo he pasado bien.

Joaquín: Como padre, creo que es inevitable hacer sufrir y me produce

angustia.

Carmen: Me ha llegado muy dentro. He estado llorando todo el rato.

Inés: Me costaba respirar, me ha gustado ver expresado el resentimiento y

el amor

María: Para mí tu padre estaba presente. Ese abrazo era sanador.

El compañero que hizo de padre: Apenas puedo hablar. Me parece que los

deseos son tan puros que no queda nada más que decir. Está bien.

P.: Me ha pillado el llanto sin esperarlo.

T.: Con tu risa del principio tratabas de escaparte. La sonrisa estaba tapando

tus sentimientos. Cuando te lo señalé, comenzaste a ser más auténtico,

a ser más coherente entre lo que expresabas con tu rostro y tu cuerpo

y lo que decían tus palabras. Esto te permitió limpiar, aceptar e integrar.

Gracias, Pedro.

Reflexiones

Poco queda por decir de este trabajo. Lo primero es traer a la sala la

figura de la persona fallecida, en este caso el padre. En segundo lugar, el

soñante tiene que expresar a la persona todos los sentimientos negativos

que tuvo hacia él a lo largo de su vida y, si es posible, revivir escenas en

las que se sintió agresivo y resentido con su padre. En tercer lugar, hacemos

que ambos se expresen alternativamente sus sentimientos, sus deseos y

cualquier otra emoción que surja en ese momento. Como es evidente, cuan do Pedro está ocupando el lugar del padre, respondiéndose a sí mismo, la

figura del padre que él está representando no es sólo el padre que él vivió,

sino el padre internalizado y, por tanto, un padre parcial y totalmente subjetivo,

basado en sus experiencias y las escenas que a lo largo de su vida él

seleccionó porque fueron las que le dejaron una huella más duradera.

Por tanto, para reparar y sanar a ese niño o púber, es necesario que saque

sus resentimientos hacia fuera, que se le dé la oportunidad de expresárselos

al padre interno por primera vez. En cuarto lugar, una vez que el soñante

expresa sus resentimientos, podemos acceder a la capa en la que permanecen

los sentimientos amorosos, y hacemos también que se los exprese de la

misma forma que hizo con los negativos. Todo este trabajo va a permitir

reparar al niño y al padre interno y va a producir nuevos sentimientos hacia

la figura paterna y también hacia sí mismo. Esto, inevitablemente, conduce a

la integración de aspectos propios con aspectos y características del padre.

Como consecuencia, cambia la imagen del padre y también la de sí mismo,

que se hace más tierna y más cercana. Todo este proceso fue experimentado

por los miembros del grupo, y por eso pudieron sentir lo que sintieron.

Estos trabajos producen una fuerte cohesión grupal y un aflojamiento

de las defensas, permitiendo que todos los participantes se conecten con

los diversos sentimientos que cada uno experimentó y compartió.

El grupo se colocó en una posición emocional, quedando todos sus

integrantes afectados por lo que allí aconteció.

Cuando el soñante se ofrece a trabajar y las resistencias no lo permiten

Sueño de Bárbara

Sueño: Estoy en Tarifa con mi terapeuta y dos niños. Él sale de la consulta. Va a

un restaurante y tengo que bajar por una escalera muy estrecha. Me agobia el sitio.

La bajada me produce mucha angustia y al recordarlo me he vuelto a angustiar. Él

baja enseguida y yo bajo casi tumbada y pienso que no voy a llegar. Cuando por fin

llego, ya han terminado de comer.

T.: Imagínate que tú eres esa escalera por la que desciende Bárbara con

dificultad y angustia.

P. (Haciendo de escalera): Soy una escalera casi vertical, soy muy rígida, soy

una escalera de difícil acceso.

T.: ¿Cómo te suena?

P. (Se ríe): Me va sonando bastante.

T.: ¿Cuál es tu función como escalera?

P. (Haciendo de escalera): Soy una escalera vertical, de difícil acceso. Soy

muy pendiente, muy violenta y muy agresiva. Soy rígida, estrecha,

violenta y difícil.

T.: ¿Te gusta cómo eres?

P.: Pero es así como soy.

T.: Háblale a Bárbara, que está muy angustiada porque tiene que pasar a

través de ti y cree que no va a poder.

P.: Te digo que según vas bajándome voy siendo menos estrecha y me voy

suavizando.

T.: O sea, que se lo pones difícil a los que llegan, pero, ¿según van entrando

vas siendo más suave? ¿Por qué se lo pones tan difícil?

P.: Se lo pongo difícil, porque ahí es donde están las cosas que quieres, las

cosas buenas. Y no se puede acceder tan fácilmente. No puede entrar

cualquiera.

T.: Sé ahora Bárbara.

P. (Se tumba en el suelo y se mueve por él como si bajara reptando): Qué angustia

me produces, pero voy a seguir bajando. A mi terapeuta se lo pusiste

muy fácil.

T.: Sé la escalera y dile por qué se lo pones tan difícil.

P. (Haciendo de escalera): Se lo pongo difícil porque tengo miedo a que

entre cualquiera. A que me descubran. Abajo en la cafetería se está bien

y es agradable estar.

T.: ¿Puedes entender algo de tu sueño?

P.: Sí, la rigidez y la violencia.

T.: Estás muy resistente. Cuesta mucho sacarte las palabras. Yo también

tengo la misma sensación, que no me dejas espacio para entrar. Sólo tu

terapeuta puede entrar sin dificultad. Debe ser la única persona con la que te abres.

Reflexiones

Sería interesante ver cuál es la función de la escalera. En general las

escaleras tienen como función comunicar la parte inferior de una casa con

la parte superior. Probablemente referido a las personas tendría que ver

con mantener unidas sin dificultad las cuatro zonas fundamentales donde se ubican: la base o sostén, que está en las piernas, el bajo vientre o zona

sexual, el pecho o zona emocional y la cabeza o parte intelectual.

Cuando la persona tiene una buena conexión entre estas cuatro zonas,

las escaleras que las unen no presentan dificultades para su ascenso o descenso.

Ella tiene tanto temor a que entren en su intimidad y puedan ver lo que

no quiere mostrar, que no se lo permite a nadie más que a su terapeuta.

Probablemente ni siquiera se lo consiente a sí misma. La estrechez, la agresividad

y la rigidez de las que se da cuenta son los mecanismos defensivos

que utiliza para impedir que la gente llegue donde ella no quiere.

Aquí dejamos el sueño. Ha sido un trabajo lento, dificultoso, que nos

ha llevado mucho tiempo. Había muchas resistencias a entrar, a mirar y a

mostrarse al resto del grupo

Al día siguiente, Bárbara dice que casi no ha dormido (está en una convivencia

de cuatro días, con lo cual los integrantes del curso duermen,

comen y hacen las actividades juntos). Nos comunica que anda mal del

estómago y le cuesta digerir. Creo que el sueño y el trabajo posterior han

movilizado más angustia en Bárbara. Mostrarse ante el grupo y abrirse,

aunque no fuera para nosotros excesivo, para ella fue demasiado. No obstante,

confiamos en que se autorregulara a lo largo del taller, como así fue.

Poco a poco se fue tranquilizando, aceptando la convivencia y compartiendo

con los compañeros.

Al final, la experiencia le aportó flexibilidad y pudo compartir esos

días con sus compañeros, disminuyendo su ansiedad y aceptando mayor

cercanía con el resto.

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Sueños recurrentes

Hay sueños que se repiten una y otra vez porque el soñante no puede

descifrarlos o no hace caso al mensaje que viene expresado en ellos. Entonces

actúan como actos obsesivos que se repiten con la finalidad de ser concluidos

positivamente, hasta que el soñante cierre una gestalt inconclusa

para despedirse de alguien a quien se aferra neuróticamente o para conocer

aspectos de su personalidad que necesita modificar. Esta forma de

dependencia o de situación inconclusa mantiene una parte de energía del

soñante retenida, que otras partes necesitarían para un mejor funcionamiento

general.

Los pacientes y alumnos nos cuentan a menudo sueños que se les repiten

durante grandes periodos de tiempo sin saber porqué, durante los cuales

tienen la sensación de que su energía es menor, porque su pensamiento

durante el día se ve invadido por escenas que no entienden y que les distraen

de lo que están haciendo, sobre todo cuando los sueños se hacen pertinaces

y continuados.

Pues bien, estos sueños están diciendo al soñante una y otra vez que

tiene que prestarles atención, le están dando el mensaje de que tiene

que comprender la situación que llevan implícita para ponerle remedio.

Los sueños recurrentes o sueños que se repiten pueden abarcar periodos

más o menos amplios de la vida de una persona y, a lo largo del tiempo,

pueden aparecer y desaparecer con pequeñas modificaciones. A veces aparecen

como simples sueños y otras pueden hacerlo en forma de pesadillas.

A veces el soñante puede considerarlos como una mera molestia.

Un sueño repetido es como un síntoma en la enfermedad que trata de

ser escuchado y entendido para poder desaparecer. Los sueños también

nos revelan situaciones de nuestra existencia presente y las diversas formas

que tenemos de resolverlas. También nos pueden mostrar los conflictos

que tenemos que solucionar en el día a día.

Los sueños recurrentes se asemejan a las obsesiones en el sentido de

que se repiten en un intento de encontrar una solución a conflictos que se

producen en la mente cuando dos ideas opuestas luchan por conseguir

cada una la supremacía sobre la otra. Estas ideas obsesivas sobrevienen

cuando un impulso trata de ser realizado, de ser satisfecho, y el super-yo,

según Freud, o el perro de arriba, según Perls, frenan su consecución por

considerar que lo que se esconde tras ese impulso está prohibido y no es

aceptable por la persona.

En esa batalla entre el perro de abajo, que representa el deseo, y el perro

de arriba, que representa al juez, se produce mucha ansiedad y lo que llamamos

actos obsesivos, que se convierten en un intento de anular la consecución

de ese deseo que mostraría al sujeto como una persona perversa de

acuerdo a los introyectos de su perro de arriba.

Cuando los deseos tratan de satisfacerse o al menos se hacen presentes

en la mente del sujeto, y antes de que éste sea consciente de ellos, la censura

interviene y se produce un movimiento tendente a anular la realización

de aquéllos.

El acto obsesivo es contemplado casi siempre como un movimiento hacia atrás, que trata de anular una acción que iba hacia delante. Es la repetición

de la anulación. En estos casos, el sentimiento de culpa subyace a

estas acciones y las matiza, inhibiendo cualquier acto que se dirija hacia su

realización. Es decir, cuando aparece una conducta o un movimiento por

parte del sujeto con la intención de satisfacer un deseo que su moral o sus

introyectos consideran que es reprobable, rápidamente se producen acciones

contrarias para reprimir tanto el deseo como su consecución.

Estos movimientos compulsivos son lo que llamamos actos obsesivos

u obsesiones, y anulan el deseo y su consecución (lavarse las manos, volver

hacia atrás para comprobar que se ha apagado la luz o el gas, o cualquier

cosa que el obsesivo considere que puede provocar peligro para los

otros). Por esta razón, muchos actos obsesivos, si los miramos detenidamente,

comportan un movimiento hacia atrás, que anula un pensamiento

o un deseo prohibido. Con este movimiento represivo el deseo volverá a

hacerse inconsciente y ahí permanecerá hasta el momento en que aparezca

otra vez la necesidad de satisfacerlo.

Por esta razón es tan importante destapar el contenido que subyace a

las obsesiones, para poder tomar conciencia de los introyectos y de la conducta

prohibida que conlleva en sí el deseo y su realización.

No obstante, esta tarea no es nada fácil debido a que los deseos están

envueltos por un sentimiento de culpa tan poderoso que el obsesivo –que

se considera a sí mismo como una persona con un fondo bueno y generoso–

no puede aceptar las conductas subyacentes.

El obsesivo no puede reconocer que dentro de sí puedan existir deseos

tan reprobables, perversos y/o sádicos. Los obsesivos suelen tener un

perro de arriba tremendamente culpabilizador, con unas normas muy rígidas,

que ante cualquier intento de satisfacer un deseo –que para otra persona

puede ser natural– interviene activamente para reprimir cualquier

conducta que pueda ser dirigida a ello.

De este modo, un sueño recurrente y un acto obsesivo tienen en común

que ambos implican asuntos pendientes. Ambos están diciéndonos que

hay algo que solucionar que el soñante o el obsesivo no quieren ver o no

quieren aceptar. Implican represión, negación y un constante ir hacia

delante y hacia atrás. Con un espacio de respiro hasta que el deseo o la

necesidad vuelven a hacerse presentes.

En ambos casos (en las obsesiones y en los sueños recurrentes), los

actos de anulación que implican los movimientos recurrentes o los rituales en las personas obsesivas, y la repetición de los sueños con escasas variaciones,

a lo largo de un periodo de tiempo, tienen también una función de

búsqueda de solución del problema, implica que ambos están en la tarea

de encontrar soluciones a esos deseos o asuntos pendientes, pero, en tanto

en cuanto no aparecen éstas para que se cierre ese asunto sin completar,

ambos fenómenos continúan.

La ventaja que tiene el sueño recurrente sobre las obsesiones es que en

sí mismo es sanador, ya que el conflicto se expresa con mayor permiso de

la censura, y por tanto la energía que está incluida en él se libera más libremente

y la situación que trata de emerger tiene mejores condiciones para

expresarse y encontrar espacios donde mostrar su mensaje.

En todo caso, en los obsesivos el conflicto es intrapsíquico; en cambio,

en los sueños, puede ser extrapsíquico, es decir, con otras personas con las

que se tienen asuntos pendientes, así como juntarse y entremezclarse sentimientos

aceptables con otros que no lo son, como sentimientos amorosos,

afectivos y cariños con otros agresivos, destructivos o violentos.

Los sueños son más fáciles de descifrar y comprender por el soñante.

En cambio, cuesta mucho entender el material subyacente a las obsesiones,

o, dicho en otras palabras, el sentido inconsciente que tiene la obsesión se

hace tremendamente difícil de dilucidar, porque sacarlo a la luz va en contra

de los principios, de los introyectos mantenidos por el super-yo o perro

de arriba, y de la moral del obsesivo; por otro lado, la culpa y la ansiedad

son los compañeros de viaje del obsesivo. En cambio, los temas de los sueños pueden ser muy variados y variopintos, y entre ellos se incluyen desde

los más lúdicos y creativos hasta los más prosaicos.

Ejemplo

Sueño de Manuel o «Mis padres y el mundo son responsables de mi

fracaso»

Sueño: Estoy en una cuesta de mi pueblo, estoy subido en una moto… cojo velocidad

y cuando llego a la parte llana se me va para atrás. Es de noche. La moto es de

mi hermano. Es potente, de 370 cc.

Éste es un sueño recurrente en Manuel. Se le viene repitiendo durante

años. Hay algo en su interior, como veremos más adelante, que no está

escuchando, y el sueño viene a recordárselo. Todo sueño recurrente es un

mensaje fallido para el soñante. Y mientras éste no lo escuche volverá de

forma reiterada durante las noches. Desaparecerá cuando lo comprenda o

cuando cambie su conducta en lo referente al mensaje.

T.: Imagina que eres esa moto potente sobre la que Manuel va a bastante

velocidad y descríbete cómo eres, para qué sirves, cuál es tu función,

cómo es tu existencia siendo esa moto, en fin todo lo que se te ocurra

con respecto a ser esa moto.

P. (Como si fuera la moto): … No me viene nada… Soy blanca y negra, me

gusta andar contigo (se olvida de la consigna y habla él a la moto, en lugar de

la moto con él), eres potente, a veces te calas y me la he pegado contigo.

(Luego la describe). Mi hermano se cansó porque se calaba y la dejaron

por ahí… Era un modelo desaparecido, no tenía arreglo.

T.: ¿Cómo te sientes diciendo esto?

P.: Estoy perdido, no veo la relación.

T: Olvídate de si tiene o no tiene relación contigo, deja el pensamiento a

un lado y dinos cómo te sientes y cómo eres siendo esa moto. Tan sólo

descríbete como si fueras ella.

P.: Tampoco anduve mucho con ella, y además me di un par de «leches».

La usamos poco tiempo porque enseguida tuvo averías. (Sigue ignorando

la consigna, hay una gran dificultad en escuchar a la terapeuta y obedecer la

consigna).

T.: ¿Tu hermano se cayó alguna vez?

P.: Yo, golpes tampoco tuve (de nuevo no responde a las preguntas de la terapeuta

y se contradice respecto a lo anterior), pero se calaba y te dejaba tirado.

T.: Explica un poco más eso.

P.: Me cagaba en todo… se calaba y no la podía arrancar y la tenía que llevar

a casa andando, una putada… Yo la cogía de extranjis.

T.: ¿No te la dejaban si la pedías?

P.: A mi madre le daba miedo y a mi padre no le hacía gracia. La moto

hacía mucho ruido y a mí me encantaba. (De pronto todo su rostro se pone

muy serio y tenso).

T.: ¿Qué te puso tan serio?

P.: No sé, igual estoy más en la cabeza.

T.: Algo has tenido que sentir o te vino alguna imagen.

P.: Con quince o dieciséis años tuve un par de veces con la moto… (Silencio.

Como no arranca, lo cambio de rol. No arranca, igual que la moto).

T.: Sé tú de nuevo la moto. Trata de sentirte como si fueras ella. Y háblale

a Manuel.

P. (Refiriéndose a la moto): Me recuerda una parte de mí… (Silencio).

T.: ¿Qué parte?

P.: La rebelde. Yo creo que representa mi parte rebelde, mis ilusiones o lo

que quería ser yo (resopla con fuerza). ¡Qué mogollón! Yo era muy rebelde,

ilusionado y potente, podía con todo, ahora no es lo mismo, aparece

algunas veces, pero no es lo mismo.

T.: ¿Qué pasó contigo?

P.: Pues eso, me decían: «Tú a trabajar de albañil y ya está». Y mi madre:

«Búscate una mujer»… y yo, como soy rebelde, he intentado no hacer

caso. Me marcaron mucho, y cuando estaba estudiando el último curso ¡a ponerse a trabajar! Yo estaba bien, encontré una chica a la fuerza, me

puse a trabajar y se me olvidaron las ilusiones, lo que deseaba.

T.: Dejaste a un lado tu rebeldía y cumpliste los mensajes de tus padres.

P.: Al principio, mientras estaba con la chica, bien, luego me faltaba algo.

(Dirigiéndose a la moto). No sé lo que pintas, moto, yo te tenía olvidada,

a veces apareces en mis sueños y me trastocas y no la quiero, no me la

creo, no creo que sea capaz de hacer mis sueños. A veces he sentido que

podía lograrlo. No lo sé. Mi padre: «Sé trabajador», y mi madre: «Búscate

una mujer buena», y ya está.

T.: ¿Cuando acelerabas ibas para atrás?

P.: Ahí era donde yo estaba a gusto, porque me sentía vivo y me enfrentaba

a todo, y ahora soy un sumiso. Igual me cansé de luchar.

(Vuelve a no responderme a la pregunta, es como si hablara solo, el otro está ahí

como un testigo que escucha, no como un interlocutor con el que está en contacto.

Ésta es la rebeldía y la sordera que desarrolló frente a sus padres).

T.: No creo. «El que tuvo, retuvo», como dice el refrán.

P.: No sé, además ya soy viejo, renuncié a hacer ruido. En el sueño estaba

acelerado, la calle para mí solo y el pueblo también.

T.: Pero el sueño lo tienes algunas veces. Muy pronto te has rendido. Eres

muy joven. Lo que pasa es que papá y mamá querían un niño bueno y

renunciaste a tus sueños. Y si el sueño se sigue repitiendo es porque esa

parte sigue viva en ti y te envía mensajes a través de ellos para que te

pongas en contacto con ella y la traigas, para que te conectes con tu

energía y te hagas dueño de tu vida. Y, por otro lado, te dice que no te

cales, que no pierdas tu energía, que vayas donde quieras y hagas lo

que quieras. Que los mensajes de los introyectos son de tus padres, son

de los deseos de ellos hacia ti, pero no son los tuyos y no responden ni

a tus deseos ni a tus necesidades.

(Un largo silencio).

T.: Tú quieres la moto potente como en tu sueño. Háblale a la moto con la

que te has identificado, que en el fondo eres tú mismo.

P. (Habla como la moto): ¡Muévete ya! Te has quedado atontolinado. Estás

como muerto.

T.: Dile lo que tiene que hacer.

P.: ¡Ponte de pie y haz algo!

T.: ¿Renunciaste a tus ilusiones?

P.: Sí, porque me volví un gilipollas.

T.: ¿Cuántas veces tiene que venir la moto a tus sueños para que te

enteres?

P.: La moto se ha hecho vieja, ya no tiene elecciones. Lo ha intentado

muchas veces y se aburrió. (De nuevo no responde a mi pregunta, vuelve a

dar respuestas que no tienen que ver con ella, y, como vemos, casi todas relacionadas

con la frustración y la rendición).

T.: ¿Qué cosas ha intentado?

P. (Habla como la moto): Está esperando que alguien lo salve. Como ha sido

bueno y sumiso, está pidiendo cuentas.

T.: Esperando que te compensen por tus renuncias. ¿Y a qué renunciaste?

P.: A algo creativo, como la pintura, por ejemplo. También aparejador,

aunque mejor arquitecto, pero eso ya pasó. Me gusta mi trabajo, pero a

veces me pillo con esa ilusión, no sé… (Sigue divagando, con una conciencia

difusa con respecto a sus deseos: puede ser la pintura, o aparejador o arquitecto…

pero también le gusta su trabajo, cuando anteriormente hablaba de su trabajo como algo frustrante).

T.: ¿Te has desinflado, has renunciado?

P.: Tal vez no es concreta la ilusión.

(Aquí nos encontramos con la imprecisión que aparece cuando las expectativas son

muy altas y los deseos superiores a la energía que uno quiere invertir en su realiza ción. Si el deseo hubiera sido fuerte, preciso, claro y con la energía suficiente, la

renuncia no se hubiera producido, la gestalt se hubiera hecho clara y el deseo hubiera

dirigido la acción. La energía se retira del deseo cuando el sujeto se considera

incapaz de realizarlo, cuando las expectativas son superiores a su interés o cuando

los introyectos familiares prevalecen en la conciencia de la persona y renuncia a él

para complacer a los padres. Pero esta renuncia se ha podido realizar mediante

mecanismos defensivos tales como la confusión y la disociación. Y las consecuencias

más inmediatas son la frustración, la desvalorización y la pérdida de interés y

energía para otros asuntos en su vida).

T.: Pero te pillas de vez en cuando con esta ilusión y con este sueño.

P.: Igual está la ilusión y me escapo. Que no sobresalga de mis hermanos.

Yo siempre sobresalía, y recibí tales palos que decidí no sobresalir y ya

está. Además me equivoqué con la chavala, hice cosas que no eran las

que yo quería y me he defraudado a mí mismo.

T.: ¿Por qué no te matriculas en algo que te guste y lo haces poco a poco?

P.: No sé si ahora estoy dispuesto a luchar. Pintar no lo he dejado, tal vez

la talla me iría mejor. Pero no me atrevo a coger la talla ni la pintura.

(Nuevamente aparece la confusión, no sabe por qué decantarse. Vuelta a

marear la perdiz. Que hago esto, que tal vez me vendría mejor lo otro, y al final

ni lo uno ni lo otro).

T.: ¿Puedes retomar alguna de esas actividades ahora que estás de baja y

no haces nada?

P.: Lo hice hace años y disfrutaba. Pero lo importante ahora es el trabajo.

(De nuevo no me responde a la pregunta. De nuevo la falta de energía, la

deflexión, la duda, la rebeldía. Se hace muy complicado mantener un contacto

con él. A cada pregunta, él da una respuesta indirecta o sale con algo que aleja

al interlocutor. Continuamente trata de confundir, es como un mecanismo instintivo

para escapar del contacto y del otro. Hay desconfianza y rebeldía. Aparenta

sumisión, pero nos topamos con su gran resistencia al contacto y una

rebeldía que resultaba irritante).

 Reflexiones

Usó primero la rebeldía para defenderse de sus padres a la vez que los

agredía. Devolvía la frustración con la misma moneda, frustración: se iba a

escondidas con la moto del hermano, se hacía ver y, de alguna manera,

conseguía estar presente y sentirse dueño del pueblo y de su vida. Después,

cuando la moto empezó a calarse e irse hacia atrás, cuando empezaron

a juntarse los introyectos con su baja autoestima y sus aspectos sumisos

e inseguros, comenzó a transformarse en una persona «obediente»

(pasivo-agresivo): se buscó novia y encontró trabajo. Se hizo aparentemente

dócil y la energía propia de su edad la invirtió de dos maneras, una parte

para reprimirse y reprimir sus deseos y otra para rebelarse. Al reprimir la

realización de sus deseos (ser artista, aparejador o arquitecto), evitaba

exponerse al fracaso si no le iba bien. Por eso no se dio el tiempo suficiente

para ello. En cambio, al renunciar, podía echar la culpa a sus padres.

Pero le queda resentimiento hacia su familia, a la que hace responsable

de su renuncia, y contra el mundo, que no reconoce su valía –como tampoco

hizo su familia–, y su propio fracaso le produce malestar y rabia.

Dijo que le iba bien en el trabajo, pero que está de baja por depresión.

No creo que esté contento con su trabajo cuando en su fantasía permanece

el recuerdo de lo que podría haber sido. Aparentemente se ha conformado

con los mínimos.

Si no comienza a tomar las riendas de su vida, a ser capaz de competir

con sus hermanos y superarlos si tiene capacidades para ello, si no se pone

a usar su energía a favor de sus deseos y hacer realmente lo que quiere, el

pronóstico a largo plazo no es muy halagüeño. La depresión, la baja

autoestima, la pérdida de energía y la culpabilización al mundo exterior de

sus fracasos dominarán su existencia.

Cuando finalizamos el trabajo con su sueño, le puse dos tareas (cosa

que raras veces hago y menos aún con un rebelde, porque sé que estoy

abocada al fracaso de antemano. Pero quise intentarlo. Quería comprobar su capacidad de dar y recibir): la primera, que me enviara una talla de las

que hiciera a partir de entonces, y la segunda, que se atreviera a competir y

sobresalir por su creatividad.

Sigo esperando. No se volvió a saber más de él. ¡Ojalá haya realizado alguno

de sus sueños y utilice su energía en actuar en lugar de reprimir sus

impulsos y terminar deprimido y culpando al mundo o a sus padres de su

fracaso!

Los sueños y el grupo de terapia

SUEÑOS QUE SE REPITEN AL ENTRAR EN UN GRUPO TERAPÉUTICO

Al inicio de una psicoterapia de grupo, sucede con cierta frecuencia

que los nuevos participantes que se integran al mismo producen sueños

cuyo contenido y forma guardan una gran semejanza.

Estos sueños, tienen como escenario lugares donde el soñante tiene que entrar en contacto con agua. (El agua, como ya sabemos, es un elemento que representa, según algunas escuelas, tanto la figura materna como la vida y las emociones). Muchos de estos sueños se desarrollan en piscinas, en un río o en el mar. La persona se encuentra ante cualquiera de los dos primeros con la intención de meterse y el temor a

hacerlo; los sueños con el mar tienen una connotación algo diferente, como

veremos más adelante.

Los sueños que produce el soñante están teñidos de cierta cantidad de

angustia que varía en función de los sentimientos que se movilizan: temor

a ser agredido, rechazado, excluido, desvalorizado, sojuzgado, etc.

Siguiendo a Bion, en un primer momento, que se corresponde con la

creación del grupo, la angustia de los integrantes se orienta hacia encontrar

un líder que les saque de esa situación de confusión.

La segunda fase que atraviesa un grupo es la denominada «ataquefuga», momento en el que la estabilidad y continuidad del mismo está en peligro por la gran cantidad de agresiones y de ataques defensivos que se generan. Este tipo de fenómenos han de ser sacados a la luz por el terapeuta en cuanto los detecta, para evitar la desintegración del grupo o la huida de alguno de sus componentes, porque la angustia que surge puede resquebrajar la todavía incipiente cohesión del mismo.

Exponerse frente a personas que el paciente no conoce desencadena

inquietud y ansiedad, máxime si tenemos en cuenta que se trata de personalidades

desestructuradas y/o con una autoestima deteriorada o insuficiente.

Sus interrogantes son: «¿Cómo voy a ser recibido? ¿Cómo van a reaccionar los otros frente a mi forma de ser? ¿Seré aceptado, tendré un lugar entre ellos?» Es decir, que no solamente entran en funcionamiento los temores frente a la aceptación o no de los demás, sino algo todavía más importante: la pertenencia, que nos da identidad y nos permite existir a la mirada de los otros.

Los miedos que se desatan se pueden enmarcar en dos categorías:

1. Temor a la agresividad y rechazo de parte de los integrantes del grupo

(fuga).

2. Temor a la propia agresividad hacia los otros (ataque).

Estas dos formas de reacción se intercalan, encontrándose que la una

sigue a la otra y a veces los mismos miembros del grupo adoptan alternativamente

ambas conductas.

En muchas ocasiones, las personas que temen la agresividad pueden

estar proyectando la suya propia en los demás, provocando en ellos mismos

una reacción de huida para protegerse de algo imaginario. Por otro

lado, hay personas que ante el miedo tienden a agredir al entorno como

una forma de mantener a distancia al enemigo (también pueden ser personas

con tendencias o rasgos psicopáticos que tratan de someter a los otros

para que les sirvan para la realización de sus deseos y necesidades). Estas dos formas de reaccionar ante las situaciones nuevas –ataque-fuga– las

encontramos en los procesos de formación de cualquier grupo.

Ambas formas de reacción son defensivas y de carácter instintivo e

inmediato. Los caracteres más psicopáticos reaccionan agresivamente ante

las situaciones nuevas. Desde muy pequeños aprendieron que la única forma

de sobrevivir en un ambiente agresivo era identificarse con las personas

que los agredían (es lo que se llama la identificación con el agresor), de

esta manera provocativa y desafiante consiguieron que los más débiles se

les sometieran pasivamente, creándose un nuevo modelo de dependencia-sumisión,

como forma de obtener protección de los más fuertes.

Estas personas con rasgos psicopáticos aprendieron que la intimidación

y la agresividad anticipadas ya van a proporcionarles poder frente a

los más débiles, y no sólo un poder inmediato, sino el apoyo de los que se

acercan a ellos para ser protegidos. Bajo esa apariencia de matón suele

haber un niño que fue muy asustado e incluso maltratado físicamente por

personas más mayores (padres, hermanos, familiares, etc.).

También nos encontramos personalidades abusadoras y manipuladoras,

algunas de ellas con rasgos victimistas, personas pasivas que aprendieron

a obtener del entorno lo que deseaban seduciendo y engañando y

aparentando ser débiles, frágiles y necesitados.

Vemos que el fin último de la conducta no es la autodestrucción ni

mutilación, sino todo lo contrario, evitarla o cambiarla por un mal que la

persona considera menor. A no ser que haya una perversión de fondo, el

instinto de conservación prevalece sobre todos los demás instintos.

De aquí la importancia que tiene en psicoterapia el llegar a comprender

el PARA QUÉ de la conducta en lugar del POR QUÉ de la misma.

Las personas que se incorporan a un grupo, ya sea uno que está funcionando

o uno que se reúne por primera vez, en las noches previas y posteriores a su ingreso, tuvieron sueños en los que se veían ante la alternativa de meterse en una piscina, un río o el mar. Sueños en los que las fantasías catastróficas de lo que podría ocurrir en caso de meterse en el agua –que se podría asimilar a «meterse en el grupo»– ponen en funcionamiento –y permiten ver y explorar al terapeuta– las distintas respuestas

defensivas que cada persona implementa ante las situaciones nuevas

y desconocidas.

Ejemplo

Sueño: Me veo en una piscina… había caminos que la atravesaban y yo andaba por

allí… eran caminos estrechos y blancos como de mármol… yo me iba tambaleando,

a punto de caerme para un lado y para otro… yo quería ya tirarme, pero había

algo… como una fuerza que me volvía al camino… caminaba otra vez y volvía a

tambalearme y tocaba el agua con la ropa… pero los pies me sujetaban al camino y

no llegaba a caer… y aunque tenía miedo yo pensaba «pero si sé nadar»… y salgo

siempre cuando me voy a caer. Yo oía voces como si me animaran a tirarme… Tengo

miedo a tirarme porque la piscina es profunda y el agua verde (la sala de terapia

estaba enmoquetada de verde, tanto el suelo como las paredes)… y además

iban animales muy abajo… al fondo. Cada vez que me inclinaba, al llegar a la

superficie del agua… el perro de X (su pareja en ese momento) salía de la piscina

y me volvía a poner en el camino, me sujetaba para que no cayera…

Como vemos en la transcripción, la paciente contaba su sueño de forma

entrecortada, como reviviendo el miedo que había experimentado

durante el mismo, que no había sido otro que el que había sentido durante

su primer día de grupo. Posteriormente veremos el significado de los diferentes

elementos, lo que representaban para ella y lo que había proyectado

en ellos de forma inconsciente.

Trabajamos el sueño con técnicas gestálticas, sobre todo la silla vacía,

para representar sus diferentes partes y así poder recuperar lo proyectado

y todo el simbolismo que encerraba en sí mismo. Al final haré un resumen

de lo trabajado y lo que representaba para la soñante.

T.: Háblale al perro de tu sueño.

P.: Gracias por sujetarme, no te vayas.

(Representando el rol del perro): Soy grande… vengo del fondo de la

piscina… estoy en un patio y no sirvo para mucho… soy juguetón,

revoltoso, pacífico… sirvo… bueno debería de servir para cuidar el

lugar donde estoy, pero hago lo contrario… no hago caso a Miguel

cuando me llama… no obedezco… ladro pero no muerdo… me alegro

de que te sujetes en mí, pero no puedo estar todo el tiempo de

pie sujetándote.

(Como vemos, el perro representa los aspectos agresivos de Miguel en los que ella

se apoya, pero también proyecta su propia rebeldía y sus aspectos infantiles: ser

revoltosa, juguetona y pacífica, con lo cual ella no se puede hacer cargo de sí misma.

Por eso busca que la protejan, ya sea Miguel o su perro, que en definitiva son

la misma persona).

P.: No te hundas porque me desequilibro… Tú eres un bastón para mí.

(Vuelve a aparecer lo que señalaba anteriormente: búsqueda de apoyos fuera,

haciendo responsable de su equilibrio a su pareja y sin tomar responsabilidad por

su autoapoyo).

(Representando al perro): Pero no puedo estar sirviéndote de bastón…

sólo puedo un ratito.

(Contesta ahora ella): Bueno, haz lo que quieras… estoy acostumbrada a

desequilibrarme… pero gracias a ti puedo volver a equilibrarme, aunque

cuando te vas vuelvo a caerme.

(Tiene cierta pericia en ir por la vida sobre la cuerda floja y volver al equilibrio fundamentalmente a través del apoyo de los otros).

(Habla como perro): Tienes que arreglártelas tu sola… yo disfruto estando

en el agua.

(El mundo y en este caso el representante de su pareja le incitan a que tome responsabilidad

por sí misma y su vida).

P.: (Otra vez contesta ella). No llego a caerme al agua y eso que estoy todo el

tiempo desequilibrándome… nadaría un poco… pero no… no quiero

caerme, los peces son como tiburones y si me caigo me comen.

(Proyecta en los otros su miedo a ser devorada. Vemos su fijación a la fase oral, por

eso sus defensas han caído y busca un papá en quien apoyarse, que la cuide y la

defienda).

T.: Háblale a los peces y tiburones.

P.: Iros a otra piscina, me asustáis… tú, pez negro, me asustas.

(Representando el papel del pez negro): Vete tú, nosotros estamos en nuestro

ambiente; eres la extraña. Vete tú.

(Ella entra en un grupo que lleva unos meses funcionando, por lo cual la respuesta

de los otros es coherente).

P.: (Contesta ella). No me gusta lo que me has dicho. Yo también tengo

derecho y tú me asustas y no puedo entrar. La piscina es para todos.

(Notamos que hasta el momento su miedo es fantaseado, de hecho todavía no

experimentó la reacción de los otros porque aún no se zambulló en el agua. Son

sus propios miedos, su propia agresividad proyectada en los otros miembros del

grupo, en especial al que representa este pez).

(Habla como si fuera el pez negro): Sí, pero tú has venido a esta piscina y

tienes que estar conforme, y si no te gustamos te vas.

(Contesta ella con voz firme): No me da la gana, la piscina es de todos. Fíjate,

no sólo me da miedo la piscina, sino que encima estáis vosotros… ¡Venid

de uno en uno!… aunque también me da miedo (lo dice con voz decepcionada)…

tal vez uno más claro y menos negro me daría menos miedo…. pero

creo que tampoco… mejor os vais todos y no venís ninguno.

(Se da cuenta de que no tiene que ver con el color sino con que todos, al ser desconocidos,

le dan miedo).

(Habla como si fuera un pez): Nosotros tenemos que estar aquí… no te

entendemos nada de lo que te pasa. Y desde luego no nos vamos.

(El grupo, desde su propia proyección, no entiende lo que le sucede, lo cual es normal,

porque en la primera sesión estuvo casi todo el tiempo en silencio).

P.: (Otra vez habla ella). Bueno, me voy a meter en el agua y no os vayáis…

pero no voy a mirar al fondo… ¡pero es que no me gustáis!, es que el

agua es tan profunda… es misteriosa y vais muy escondidos y muy

deprisa… yo me sentiría muy encerrada dentro. Y tú, negro, no me gustas…

debes ser muy terrible, aunque si puedo hablar contigo (después de

hablar con él, de entablar contacto y comunicación a través de lo verbal,

comienza a recuperar lo proyectado y a verlo más cercano y menos temible)…

pero me resultáis raros, feos, asquerosos… es el color, el que vayáis tan

deprisa y tan profundo… no sois como yo.

(Ella recalca el miedo que le da el que vayan a tanta profundidad. Durante la sesión

que tuvo con este grupo pudo vivenciar cómo la gente hablaba de sus cosas con

bastante profundidad y sinceridad y eso le asustó también bastante. También

recordamos que lo oscuro y lo negro tiene que ver con lo depresivo y lo triste, y de

alguna manera entrar en esa piscina y con esos peces –espacio terapéutico y compañeros

de grupo– es ponerle en contacto con su propia depresión y tristeza, que

lleva tiempo evitando desesperadamente).

T.: ¿Qué vas a hacer?

P.: Nadaré un poquito sin meterme al fondo y saldré a ver qué pasa… Ya

estoy harta de tanto desequilibrio y de hacer tanto esfuerzo para sujetarme

y no caer.

Después de este trabajo, dejo que, fantaseando y moviéndose por la

sala, haga «como si… nadara por la piscina». De esta forma y a través de los

diálogos, va enfrentándose a sus fantasmas con respecto a los demás

miembros del grupo (peces). Por otro lado, tratamos de conseguir que no necesite el apoyo del perro (como ya vimos, símbolo de su pareja, a la que

usa como bastón en su vida) y se arriesgue a profundizar en su autoconocimiento,

así como a ampliar sus relaciones y contactos con los otros para ir

deshaciendo proyecciones y fantasías catastrofistas.

La fobia expresada mediante la evitación de meterse en la piscina (grupo)

se va diluyendo progresivamente en la medida que hay diálogo y acercamiento,

ya que esto favorece el contacto y la integración no sólo dentro

del grupo sino también de partes suyas que teme y desconoce –fomentamos

la integración versus la alineación–. Deja de necesitar el apoyo del

«perro-pareja» y comienza a apoyarse en sí misma. La inhibición que la fue

arrastrando hacia conductas fóbicas fue cediendo terreno en la medida

que fue capaz de explorar el mundo, primero desde lo simbólico-verbal (a

través de los diálogos que hizo con la silla caliente) y después desde la

acción, ya que la hice representar y actuar su acercamiento a los otros peces

y experimentar desde la proximidad evitando fantasías catastrofistas basadas

en el desconocimiento y la lejanía de la realidad.

También, después de las verbalizaciones y terminado el grupo, pudo

identificar al pez negro con un hombre del grupo que por su edad y algunas

características de su conducta le recordaba a su padre, que durante su

infancia le provocaba bastante miedo, aunque no puede recordar porqué.

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