Adolescencia – Módulo I

LA ADOLESCENCIA

Para nuestro estudio de la adolescencia contemplamos este importante período evolutivo desde los 15/16 años (final de la pubertad), hasta los 20 años (inicio de la etapa adulta).

Definición y características de la adolescencia

Definir el periodo de nuestra vida que transcurre entre los 15/16 y los 19/20 años no es tarea fácil. Quizás una manera de acercarse a la comprensión de lo que ocurre sería describirla como la etapa de grandes cambios psicológicos, en contraposición a la etapa anterior de grandes cambios físicos. Pero veamos algunas consideraciones que nos acercan a comprender esta especial etapa:

Una crisis para los padres: Es indudable que la adolescencia es la etapa más temida por los padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad, se la considera como una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la edad difícil” o de “la rebeldía sin causa”, asociándose fundamentalmente al mal comportamiento y a los problemas en el hijo. Algunos padres consideran la adolescencia como una crisis de tipo patológico, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas del hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir y curar. Al ver la edad de la adolescencia como una enfermedad reprimen conductas de sus hijos que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal, como puede ser el de su actitud crítica y el defender sus puntos de vista, aunque sean equivocados. Aquí tienen su origen algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le “vaya de las manos”. Son padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc.) se dedican con la mejor intención a frenarlas. De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos, sino que además, provocan situaciones de incomunicación y de conflicto. Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden ser vistos como “defectos”: los adolescentes son imprevisibles, alocados, con reacciones inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a lo fácil, aplazan las tareas, desordenados y reacios a seguir planes y horarios. Conviene que los padres vean esos “defectos” y esas conductas inmaduras no como un retroceso en el desarrollo sino el paso previo de la pubertad a la adultez. Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con respecto a etapas anteriores, y así se dicen: antes era más aplicado, más obediente, más respetuoso, más ordenado, más hablador. En efecto, en la fase adolescente cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía sino porque está intentando “hacerse mayor”, en el sentido de actuar con más autonomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de los padres y con las reglas de la familia. Le cuesta más desenvolverse en esta etapa porque está intentando “valerse por sí mismo/a”, vivir sin la protección y exigencias de los padres, y esto requiere tomar “distancia de ellos” y reconsiderar la validez de las reglas establecidas en la familia, aunque lo hace cuestionándolo todo. Los padres necesitan conocer los cambios que surgen en la adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte de un proceso de crecimiento y así poder “acercarse” mejor a sus hijos.

Como crisis en el hijo: La adolescencia es la etapa del desarrollo evolutivo humano que implica un cambio cualitativo en el joven: la maduración de la personalidad, que consiste en la conquista de la adultez psicológica y social. El púber sale de la infancia e intenta entrar la edad adulta, es preciso que aparezcan dificultades de adaptación que podemos entender como crisis.

La superación de estas crisis es imprescindible para ir logrando la maduración progresiva para alcanzar la edad adulta.

Algunas crisis que se producen en la adolescencia:

– La crisis de la autoafirmación del yo (que se expresa como oposición y rebeldía a las figuras de autoridad).

– La crisis de las ideas (terreno moral, social…).

– La crisis de valores (se cuestiona la formación recibida durante la infancia y se la somete a prueba de las propias ideas y experiencias).

Estas crisis no convierten a la adolescencia en un periodo de ruptura con todo lo anterior, sino en un periodo de evolución y transformación hacia la etapa siguiente sobre una base recibida y ya adquirida

La adolescencia como transición. La maduración.

La adolescencia es un periodo de transición, es una continuidad en el desarrollo personal del ser humano. Es un periodo normal de transición entre edades donde confluye la estabilidad, la transformación y el cambio. La estabilidad viene dada porque la personalidad que se sigue construyendo en esta etapa se hace desde una historia previa y unos recursos que ya existen (por ej: los niños que aprenden a actuar con iniciativa y autonomía en etapas anteriores estarán mejor capacitados para realizar los ajustes correspondientes en la adolescencia). Una auténtica transición a la vida adulta no se reduce solo a la transformación del organismo infantil en un organismo adulto, tampoco consiste en imitar el mundo externo de la vida adulta, ni siquiera basta con adquirir el estatus social de adulto (los derechos y deberes correspondientes). Es algo más, es además lograr la emancipación respecto de la familia de origen, aunque el hecho de emanciparse de la tutela familiar no siempre significa ser plenamente adulto. Hay muchos jóvenes emancipados que no tienen bien definida todavía su identidad personal: quien soy, quien quiero llegar a ser; ni tienen una personalidad madura: carecen de estabilidad afectiva, poseen escasa tolerancia ante las frustraciones normales de la vida, les cuesta mucho tomar una decisión, no tienen capacidad de esfuerzo y sacrificio para lograr metas, etc. En estos casos no han conseguido aún la adultez psicológica y social, en otras palabras, no han acabado de madurar. A través del proceso de maduración el adolescente “se hace mayor”, se capacita para ser autosuficiente y asumir las responsabilidades propias de la vida adulta.

El proceso de llegar a la adultez psicológica se realiza a través de la maduración en diferentes planos:

– En el plano físico. Como ya vimos en la pubertad, la maduración se concreta en la transformación del organismo infantil en un organismo adulto que se da en esa fase.

– En el plano mental. La madurez se concreta en el paso del pensamiento concreto, típico del niño al pensamiento abstracto o pensamiento formal, propio del adulto. Con el desarrollo de este tipo de pensamiento, el adolescente se encuentra con la posibilidad de pensar por si mismo y acceder a la comprensión del mundo y sobre lo que le rodea.

– En el plano afectivo. La madurez se concreta en que los sentimientos apasionados muy  variados y con una gran fuerza operativa, se sepan controlar y manifestar. La maduración afectiva incluye tanto el aprendizaje del autocontrol de las emociones y sentimientos como el desarrollo de la capacidad para expresarlos.

– En el plano social. La madurez consiste en el paso de las relaciones que se dieron en el estrecho marco de la familia y de la escuela, a las relaciones en un contexto social más amplio (como es el grupo de iguales y el grupo de amigos). También se logra por el paso de la relación de tipo grupal a la relación personalizada, propia de la amistad íntima y del enamoramiento. Para madurar el adolescente debe aprender diversos comportamientos propios de la vida adulta, relacionados con las relaciones de pareja y con actitudes y hábitos de trabajo, de convivencia y de cooperación con los demás.

– En el plano de la personalidad. La madurez es un efecto del paso del “yo” hacia fuera, típico de la infancia, al “yo” hacia uno mismo. El centro de interés ya no son los objetos externos, sino uno mismo. El adolescente descubre su riqueza interior, su intimidad, que es uno de los rasgos esenciales de la persona. A medida que el adolescente profundiza en su intimidad y la comparte con otros (en las relaciones de amistad o de amor), está en mejores  condiciones de revisar la identidad personal elaborada durante la infancia y de construirse otra nueva, basada en nuevos modelos de identificación. La madurez de la personalidad incluye también el paso de la conducta dependiente a la conducta independiente y autónoma. Del modelo de vida inculcado por los padres a una forma de vida elegida personalmente en función de nuevos valores, y que no necesariamente tienen que ser totalmente opuestos a los de sus padres.

A partir de aquí el adolescente maduro comienza a tomar decisiones personales relacionadas con su vida futura y a elaborar un proyecto personal de vida.

Psicología de la adolescencia

El púber ya no es un niño, pero el adolescente no es todavía un adulto. De esta ambigüedad que vive el adolescente y de las transformaciones y cambios físicos que está experimentando resulta un complejo mundo de procesos psicológicos en los que éste se ve inmerso.

De estos procesos resumimos los siguientes:

• Manifiesta cada vez una mayor y más fuerte toma de conciencia de sí mismo. • Se produce un rechazo aparente de los modelos que tenía en la infancia (padres). Aparece un cierto distanciamiento y desapego de los padres que, en algunos casos, puede llegar al enfrentamiento.                                                    • Los modelos parentales son sustituidos por otros modelos (héroes, “ídolos”, e incluso, los padres de sus amigos).

• Se da un fuerte apego, solidaridad y fidelidad a los compañeros (creación del grupo, pandilla, etc.).

• Puede aparecer perturbaciones o conflictos emocionales y afectivos ligados a la rapidez de las transformaciones internas y externas.

• Muestra con vehemencia, y en muchos casos con una lucidez natural y franca, una actitud más crítica hacia el mundo que le rodea.

• Tiende a sentirse solo, único e incomprendido, por lo que puede encerrarse en sí mismo.

• La pulsión sexual se muestra con fuerza. Al tiempo que puede carecer de información suficiente sobre la sexualidad. Los padres deberían hablar abierta y sinceramente con los hijos sobre este tema, evitando que se convierta en tema tabú.

La maduración de la personalidad en la adolescencia

Aunque la personalidad se construye progresivamente durante toda la vida como resultado del desarrollo intelectual y de la experiencia, el momento más decisivo es, sin duda, la etapa adolescente. Parece que es cuando la personalidad explosiona. Ese despertar típico de la adolescencia está favorecido por algo que ya hemos visto más atrás, el desarrollo de nuevas capacidades como la capacidad para el pensamiento formal.

Hay cinco características fundamentales del desarrollo de la personalidad en la adolescencia:

1. La manifestación del yo. A diferencia de la etapa puberal donde el joven se identifica más con el grupo, tiene una identidad colectiva y compartida que le proporciona seguridad, el adolescente siente la necesidad de tener una existencia propia, personal, diferenciada de la de los demás. Ello es consecuencia de la “fuerza del yo”, de un yo que se presenta como una realidad única e irrepetible y que ya quiere manifestarse con convicción y fuerza. El yo rehuye desde ese momento, las situaciones de uniformidad y anonimato, el interés predominante es ahora cuidar y resaltar la propia singularidad y establecer diferencias con los otros. Este cambio se puede observar en el aspecto exterior; hasta los 15 años aproximadamente cada uno se peinaba y se vestía como los demás, después de esa edad se tiende a inventar un peinado y usar una vestimenta original que resalten las diferencias individuales. Y aquí puede surgir un motivo de enfrentamiento con los padres. Buscar ese equilibrio que permita realizarse el adolescente y sentirse tranquilos los padres es un reto para ambos. En ese descubrir del propio yo tiene un papel importante la introspección (proceso de mirarse hacia dentro), que responde a la necesidad de conocerse y comprenderse a si mismo, de captar y entender lo que le diferencia de los demás, de ahondar en la propia personalidad. Hay que tener en cuenta que el interés prioritario del adolescente es, en este momento, conocerse y comprenderse a si mismo, todo lo demás pasa a un segundo plano, como los estudios, los padres, la vida familiar, su futuro. Esta situación existencial hace que el adolescente preste cada vez menos atención a sus padres y hermanos, y más a “sus cosas”, lo que les produce a los padres una sensación de distanciamiento emocional, de falta de cariño y de comunicación del hijo adolescente. El adolescente pasa mucho tiempo dedicado al descubrimiento de sí mismo, en su soledad. Aparece una gran tendencia a aislarse en su mundo, a replegarse sobre si mismo, y los padres deben darse cuenta de estas características para respetar estos momentos de sus hijos.

2. La necesidad de la intimidad. A medida que el adolescente avanza en la exploración de su mundo interior siente una necesidad creciente de aislarse, de recogerse en sí mismo. Necesita espacios y momentos de silencio y de soledad para estar y encontrarse consigo mismo: así nace la intimidad personal. La búsqueda de la soledad no es como suelen creer los mayores, una conducta de rechazo del mundo ni un síntoma de inadaptación. El adolescente necesita aislarse para poder concentrarse en sí mismo, para buscar su mundo interior. En otros casos, por el contrario, se observan conductas excesivamente dependientes de las situaciones externas, lo que ocurre fuera de ellos les absorbe, dando lugar a comportamientos ambiguos, a una cultura del ocio hedonista, al consumismo, vestir a la moda, beber sin freno, compras, etc. La tarea de los padres en esta etapa es colaborar para que sus hijos lleguen a conciliar en cierta armonía estas dos vidas la exterior y la interior.

Otro aspecto importante a tener en cuenta en el desarrollo de la intimidad en el adolescente es que ésta se extiende a todo lo que lo define y caracteriza como persona: su cuerpo, su aspecto, su habitación, sus objetos.

Surge en esta etapa una acentuación o exageración de la necesidad de privacidad y de confidencialidad tanto en el hogar (su habitación, sus cosas) como en el cuidado de su persona (aseo, vestimentas, peinado) o en sus pertenencias (armario, escritorio, mochila, bolso). El mundo de la sexualidad y afectividad del adolescente hace más complejo, si cabe, ese mundo interior. La intimidad se convierte en una necesidad que hay que lograr y defender de cualquier intromisión del exterior. Esta intimidad no solo supone un respeto para sus periodos de soledad sino también de su espacio vital o territorio (puerta cerrada de la habitación y cuarto de baño, conversaciones telefónicas, ordenador personal, mensajes de correo electrónico, cartas, etc. El/la adolescente necesita tener su espacio de intimidad, saber que es inviolable, donde nadie debe ni puede acceder y donde es imprescindible que se sienta seguro/a. Lograr en un espacio como el hogar familiar, donde hay sus limitaciones de espacio, este objetivo es una habilidad de los padres.

3. La autoafirmación personal y la identidad personal. Uno de los efectos del desarrollo del yo es la necesidad de originalidad. El adolescente tras empezar a complacerse de que es diferente está muy interesado en acentuar y defender esa diferencia. El afán de originalidad impulsa hacia conductas singulares. Muchas veces esa originalidad la expresa en público y la actúa como inconformismo contra sus padres. Detrás del interés de ser original está la necesidad de romper los viejos lazos de dependencia de los padres y de distanciarse del modo de vida infantil. De este modo el adolescente se autoafirma como una personalidad única y adulta buscando la admiración y el reconocimiento de los demás. Muchas de las conductas típicas de los adolescentes que suelen ser consideradas por los padres como extrañas, negativas y absurdas no son otra cosa que recursos de autoafirmación de un “yo” diferente e independiente. Por medio de ellas el hijo trata de demostrar que no es como hace algunos años, que no es como los demás, que ya es capaz de pensar por sí mismo y de tomar sus propias decisiones.

En este contexto pueden surgir algunas conductas excéntricas, con las que el adolescente pretende llamar la atención de los demás y conseguir que se fijen en el, como por ejemplo:

– La vestimenta personal: forma muy particular, “rara” o inusual de peinarse, de vestirse, de adornarse.

– La utilización de un lenguaje propio. Cada generación y cada grupo de adolescentes tiene su jerga, no solo para comunicarse entre ellos, sino también para diferenciarse y distinguirse de los adultos. En su esfuerzo por diferenciarse y que se note pueden aparecer también ciertos comportamientos exagerados, especialmente los que denotan desprecio al peligro. Por ejemplo, conducir de forma temeraria una motocicleta, hacer con la moto “caballitos”, negarse irracionalmente a ponerse el casco de la moto, etc.

Otro aspecto que desespera a los padres en estos años son las rebeldías contra el tipo de educación y los modelos establecidos por los padres y, a veces, contra todo lo establecido, como recurso para subrayar y defender sus propios criterios.

Los adolescentes se suelen rebelar:

– Contra la imposición de criterios que les impidan pensar por sí mismos y aprender de forma autónoma. Esta actitud es considerada por los padres como una negativa desesperante a “recoger” la experiencia que le ofrece, así autoafirman la autonomía intelectiva. Es preciso dialogar tranquilamente y permitir que opinen y decidan sobre sus estudios, ocio, futuro, amigos, tratando de encontrar puntos de encuentro.

– Contra los proteccionismos afectivos de algunas/os madres/padres que pretenden sobreproteger al hijo/a. Así autoafirma la autonomía afectiva. Hay que tratar de negociar (dentro de lo razonable) y respetar los periodos de tiempo que necesita para estar con sus amigos, o solo, pero fuera de casa.

– Contra el autoritarismo de algunos padres, que pretenden hacerse obedecer por la fuerza. Así autoafirma su carácter. Es conveniente flexibilizar algo las conductas paternas de disciplina y negociar las normas y los límites con ellos.

El adolescente tiene una gran preocupación por la imagen. El deseo que pone el adolescente por conocerse a sí mismo no se debe solo a la curiosidad por todos los cambios y novedades que está experimentando, responde también a la preocupación por lograr un yo interesante y valioso para sí mismo y para los demás. Le importa mucho dar buena imagen, necesita encontrar en su interior algo que merezca ser estimado por sí mismo y por los otros.

Con la llegada de las transformaciones físicas de la pubertad el autoconcepto cambia y se basa casi totalmente en la imagen, es un periodo de gran inestabilidad para la autoimagen del joven y de oscilaciones importantes en la autoestima por los cambios bruscos en el desarrollo físico producidos en la pubertad.

Así pueden aparecer:

– Miedos, dudas,

– Complejos,

– Inseguridad.

– Baja autoestima.

Por esto los adolescentes necesitan aumentar considerablemente el reconocimiento externo, buscan la seguridad en el exterior en forma de elogios, de alabanzas de su entorno más próximo: padres, hermanos mayores, y sobre todo de los amigos.

La ayuda que le pueden prestar los padres en esta cuestión es favorecer la capacidad de su autoaceptación personal tratando de evitar que entren en el error de basar la autoestima en un concurso o carrera de logros y éxitos, es importante ayudarle a que modifique esta actitud equivocada y superficial basada en las comparaciones, en modelos publicitarios, estimulando mecanismos de tranquilidad y aceptación de su individualidad y de sus diferencias.

El autoconcepto y la autoestima son dos elementos importantes pilares de la identidad personal e indicadores de cómo se va formando esa identidad.

Una identidad personal apropiada se favorece y desarrolla con una autoimagen realista y asumida que ayude a alcanzar la aceptación y estima de sí mismo. El fracaso en la formación de un concepto de sí mismo aceptable y en consonancia con el yo real y con el mundo al que pertenece, al que el joven trata de gustar y en el que tiene que desenvolverse, suele provocar en el adolescente una crisis de identidad.

4. La búsqueda de la identidad.

A medida que el adolescente avanza en su etapa y se adentra en la vida adulta expresa la necesidad de buscar una identidad propia. Las intensas transformaciones físicas y psíquicas que experimentó en la pubertad pudieron dejar algo alterada la identidad construida a lo largo de la etapa infantil, creándose así un estado de vacío de identidad. El adolescente necesita definirse definitivamente para así mantener la continuidad y estabilidad en su vida.

La identidad es la sensación de continuidad de la vida personal en el tiempo (pasado, presente, futuro) y en el espacio (su ubicación en la vida: familia, sociedad, trabajo).

La búsqueda de la identidad personal es una actividad importante e intensa de la adolescencia, ya que abarca varias tareas:

1) optar por un sistema de valores;

2) elegir una ocupación laboral;

3) optar por un esquema de conducta sexual,

4) emanciparse de los padres.

5. El logro de la identidad. Este es el estado en el que el adolescente, tras haber superado una posible crisis de identidad, se plantea ya objetivos y metas bien definidas con respecto a una determinada forma de vida y una posible salida profesional.

Lograr la identidad satisfactoria tiene importantes beneficios en el desarrollo del adolescente y en su vida futura, como, por ejemplo:

– Mayor aguante ante la incertidumbre típica de la transición adolescente a adulto.

– Más resistencia a la pérdida de la autoestima.

– Menor conformismo ante las presiones sociales.

– Una mejor adaptación a la vida social de adulto.

La adolescencia en la sociedad actual

Aunque hay ciertos patrones característicos en el desarrollo humano que comparten las civilizaciones de todas las épocas, el proceso del desarrollo y madurez está ampliamente influido por las fuerzas socioeconómicas del momento. Esto se advierte sobre todo en la adolescencia, cuando el joven trata de aprender a vivir con las presiones sociales, a desenvolverse en el mundo del adulto y alcanzar un equilibrio entre sus valores y los de la sociedad que se encuentra. Los adolescentes son muy sensibles ante la sociedad que los rodea: sus valores, las tensiones políticas y económicas, sus reglas implícitas o sobreentendidas, las modas, etc.

Los adolescentes se encuentran en el proceso de formar planes y esperanzas sobre su propio futuro y tales esperanzas van a depender en gran medida de las condiciones sociales, culturales y económicas, que se encuentren, así como del momento histórico en el que vivan.

La adolescencia puede ser un período relativamente corto y fácil hacia la independencia o puede representar una prolongada y traumática dependencia de la familia.

Cada momento histórico ha tenido sus “problemas” para los adolescentes, pero el actual, recién entrado en el siglo XXI, es especialmente conflictivo para ellos por varios motivos: dificultades e inestabilidad laboral, cambios y pérdida de valores y falta de actitudes positivas frente a la vida (como el esfuerzo y sacrifico por conseguir las cosas, la falta de tolerancia a la frustración, un sentido hedonista -por encima del responsable- de la vida), una búsqueda de la diversión y “fiesta” sin límites, conducir corriendo riesgos que puede desembocar en una muerte accidental o una lesión permanente, sin olvidar el problema que preocupa mucho a los padres: la “explosión” actual (en variedad y cantidad) del uso de drogas para el ocio y el tiempo libre.

Este fenómeno de las drogas está haciendo que generación tras generación haya más jóvenes que se adentran en este terrible problema, comprobándose año tras año el tremendo drama individual, familiar y social que está representando las drogodependencias.

El papel de los padres en la prevención este problema es necesario, vital e insustituible. Cuidar de ese gran grupo de jóvenes que han decidido no entrar en el mundo de las drogas, bien por motivos personales sustentados en valores sólidos y profundos, o bien por los estragos ocasionados que han visto en jóvenes de otras generaciones –e incluso en la suya-, es un deber y un reto de toda la sociedad. Como lo es hacer lo posible porque aquellos que están dentro de ella se conciencien y se planteen salir.

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LOS CAMBIOS EN LA ADOLESCENCIA

El cuerpo, nuestra primera casa

Hay quienes piensan al cuerpo como una máquina. Un mero mecanismo, simple o complejo, pero autómata, casi independiente de nuestro pensamiento. Otros imaginan la existencia de un cuerpo sensorial que trasciende la dimensión mecánica o física, como un lienzo en blanco que iremos llenando de impresiones, colores, trazos, y claro, también de cicatrices, a lo largo de nuestras vidas. Y en esa manera de vivirlo, de habitarlo, deja el cuerpo de ser neutro y se vuelve algo totalmente personal.

Nuestro cuerpo es nuestra primera morada. La misma que nos acompañará día y noche mientras estemos vivos. Crece nuestro cuerpo y nosotros crecemos con él en una sintonía estrecha. Un diálogo continuo. Es que no hay un nosotros –o un yo– sin cuerpo.

Nuestras sensaciones tienen voz en el cuerpo, tienen espacio en el cuerpo. Cuando reímos nos tiembla la barriga y nos duelen las mandíbulas; cuando nos sentimos tristes se nos encoge el pecho y se tensan las cejas. Cuando amamos, nos brillan los ojos y nos erguimos para caminar. Nuestro cuerpo es más que un espejo de nosotros. Nuestro cuerpo es una parte gigantesca de nuestra identidad.

El cuerpo es también la casa de nuestros sentidos. Con el cuerpo escuchamos nuestra música favorita y también otros sonidos menos armoniosos o deseables. Con el cuerpo nos estremecemos mirando el primer rayo de sol del día. O el último. Con el cuerpo bailamos, amamos, corremos, viajamos, nos defendemos. A veces, el cuerpo se lastima o se enferma, y esas experiencias no son sólo físicas sino que van cambiando nuestras maneras de percibirnos a nosotros mismos y de estar en el mundo. El cuerpo sufre cuando alguien nos agrede: uno de los umbrales más humillantes de la violencia es el del propio cuerpo.

Con el cuerpo nos comunicamos con otros. Nuestra voz habita nuestro cuerpo y se extiende más allá del mismo. Nuestra voz tiene cantidades de posibilidades y matices, desde el susurro hasta el grito, pasando por el canto y la onomatopeya. También nos comunicamos a través de la piel que nos cobija de pies a cabeza, de frente y de espaldas. Nos comunicamos tocando, acariciando, estrechando otras manos. O con la mirada… Tenemos un cuerpo con infinita capacidad de gesticular. Mucho más allá del límite del rostro. Transmitimos emociones con las manos, con la expresión de nuestro andar, con nuestros brazos que abrazan para comunicar cercanía o amistad, para proteger o para amar.

Por eso decimos que el cuerpo es nuestra morada, nuestra casa. La primera y la que siempre tendremos. La más próxima, la más inmediata, la más propia y también la más pequeña que jamás tendremos. Pero también la que presenta un universo de posibilidades, en esa aparente expresión de miniatura.

En una sola mano, comenzando a contar desde la muñeca, tenemos quince articulaciones. Son cientos los movimientos que podemos realizar combinando las diferentes posibilidades de estas articulaciones. En todo el cuerpo, ¿cuántas serán? Tenemos partes redondeadas y partes puntiagudas a lo largo y ancho del cuerpo. Partes mullidas y otras más rígidas. Cada cuerpo es un universo pequeño por descubrir. Cada cuerpo es único y puede ser habitado y disfrutado como tal. Cotidianamente, circula demasiada información que parece pretender uniformar o domesticar nuestros cuerpos en un sentido limitado. Se indica cuál es el peso socialmente aceptable que tenemos que tener, o cuáles son las formas deseables, el color de pelo o de ojos, el tamaño de las “lolas” o de la musculatura de los brazos. Se indica cuál es el tipo de ropa que tenemos que usar para cubrir nuestro cuerpo del frío y del pudor. Y pareciera difícil escapar a esos mandatos con que los medios de comunicación nos inundan. A veces, nos sentimos feos al mirar ese arsenal de beldades en las revistas o la televisión y nos cuesta aceptar formas de belleza diferentes de las publicitadas. Pero, ¿acaso la belleza no se encuentra en su esplendor en una sonrisa sincera, una mirada cordial, un abrazo arrullador de un cuerpo querido? Disfrutar nuestro cuerpo tal como es supone también y sobre todo conocerlo y conocernos a nosotros mismos.

Eso es un proceso permanente, que lleva tiempo, que supone aprendizajes. Aprender a percibir nuestras sensaciones, nuestros deseos y nuestros miedos. Aprender a tomarlos en cuenta, a ser honestos con nuestras necesidades, que a veces son distintas de las de otras personas que queremos y de lo que algunas personas quieren de nosotros. Aprender a cuidarnos es también aprender a disfrutarnos.

Saber decir que sí mientras nos cuidamos y saber decir que no cuando algo que nos proponen es distinto de lo que deseamos. Habitar plena y conscientemente nuestro cuerpo nos ayuda a conocerlo y también nos ayuda a cuidarlo.

Para ello, es importante explorarnos, descubrirnos desde detalles como sacarnos los zapatos y mover los pies, sentirlos más libres, pisando la tierra o el piso de la casa o de la ducha, hasta en el encuentro más íntimo.

A veces, algunas personas tienen relaciones sexuales y no terminan de sentirse bien consigo mismas ni tampoco con el otro. Otras veces, otras personas se dan el tiempo junto a su pareja para ir encontrándose, conociéndose y disfrutando de una sexualidad cercana, cariñosa y, por qué no, apasionada.

Nuestra sexualidad es algo muy diferente del número de nuestras relaciones o de nuestros compañeros o compañeras sexuales. Cada cuerpo nos transmite una energía particular y son muchas las sensaciones que compartimos cuando compartimos nuestra intimidad con otra persona. También por eso es importante saber discernir cómo, cuándo y con quién compartirla.

Para cuidar consciente y amorosamente nuestro cuerpo, nuestra primera casa.

Conocimiento del propio cuerpo La apropiación del cuerpo y de sus cambios que caracteriza a la adolescencia es un proceso complejo. Esos cambios van generando vivencias de alejamiento y desorientación, pues el cuerpo, nuestra primera casa, se va habitando de a poco.

La autoestima es primordial para nuestra vida, para nuestro hacer diario. Es la forma con que una persona se siente con respecto a sí misma y también a los demás. Por eso, está ligada al entorno en el que nos movemos (familia, amigos, escuela, trabajo, pareja, etcétera). Hablar de autoestima es expresar los sentimientos e ideas que uno tiene sobre sí mismo, es reconocer nuestros valores y aptitudes para relacionarnos con los demás, es traspasar nuestras emociones, penas y alegrías, mostrándonos como realmente somos.

Cada día nos enfrentamos a situaciones que afectan nuestra autoestima; por ejemplo, si peleamos con un amigo o una amiga, si nos critica alguien que queremos, ello influye en lo que sentimos respecto de nosotros mismos. Los cambios en nuestro cuerpo y en nuestra manera de relacionarnos con los demás, generalmente, nos ayudan a crecer. Aunque a veces puedan angustiarnos, es importante vivir los cambios como algo positivo que nos permite conocernos y aceptarnos como somos.

De nuestra aceptación depende en gran medida la aceptación que recibimos de las demás personas.

Es importante conocer nuestro cuerpo y lo que nos gusta de él, para disfrutar de nuestra sexualidad. El placer incluye, además de la satisfacción sexual, la autoestima, la confianza en uno mismo, el conocimiento y la aceptación de nuestro cuerpo. Todo esto nos brinda más elementos para apropiarnos de nuestro cuerpo, de nosotras y de nosotros, y para construir una identidad íntegra, también ligada a nuestra sexualidad.

Durante la adolescencia, las mujeres y los varones podemos aprender a querer y cuidar nuestro cuerpo, y para ello es importante conocer los cambios que estamos viviendo. Es necesario que contemos con espacios (la familia, la escuela o las instituciones comunitarias) donde podamos aprender acerca del cuerpo y la sexualidad. Disfrutar de nuestro cuerpo también tiene que ver con la libertad y la responsabilidad de tomar decisiones sobre él. Por ejemplo, si tener o no relaciones sexuales, con quién tenerlas y en qué momento. Si bien lo hacemos durante toda la vida, la adolescencia es un momento ideal para explorar las cosas que nos hacen sentir placer y amor: en estas exploraciones, a veces nos vamos relacionando de diversas maneras con personas del sexo opuesto y con personas del mismo sexo.

Las modas también marcan la imagen que la sociedad espera que tengamos. Muchas veces la ropa que se usa no nos resulta cómoda; sin embargo, la usamos para conseguir la aprobación de nuestro grupo de amigos y de la sociedad en general. Cuando no podemos comprar la ropa que está de moda, muchas veces sufrimos porque nos sentimos “bichos raros” y en ocasiones nos discriminan. No es fácil estar conformes con nuestra apariencia física.

En general, en la adolescencia no nos gusta nuestro cuerpo y con los cambios nos sentimos “extraños”. Cambió nuestra casa y no la reconocemos. La valoración de una persona no depende de su cuerpo, pero en la adolescencia a veces creemos esto y, entonces, no nos valoramos si no tenemos un cuerpo “hermoso”. Como la belleza es subjetiva, creemos que si somos mujeres tenemos que ser altas y delgadas, si somos varones debemos ser altos y con musculatura desarrollada. Para parecernos a ese ideal de hermosura hacemos sacrificios enormes. Muchas veces nos embarcamos en dietas muy sacrificadas para vernos delgados o delgadas. En ocasiones, estas dietas atentan contra nuestra salud. La bulimia y la anorexia son trastornos de la alimentación que pueden causar graves consecuencias a nuestra salud e incluso la muerte. Otras veces hacemos ejercicios excesivos. “En primer lugar, tenemos que comenzar por aceptarnos o gustarnos, querernos y mimarnos.

La sonrisa, el pelo, la piel y nuestro cuerpo dependen en gran parte de una dieta equilibrada, del ejercicio y de la higiene. La higiene corporal es fundamental para el crecimiento y el desarrollo de un cuerpo sano. La ducha diaria trae beneficios a las mujeres y a los varones, tales como permitirnos reconocer los cambios y adaptarnos al nuevo cuerpo y quererlo. También es importante para evitar focos de infecciones, especialmente en las mujeres durante el período menstrual. Algo de lo que frecuentemente no se habla es de cómo higienizarse después de ciertos actos fisiológicos como orinar y defecar. Esto es algo importante en las mujeres dada las características de sus órganos genitales, tan cercanos a la salida de la orina y de la materia fecal.

Por ello, al higienizar su zona genital, es necesario que las mujeres lo hagan limpiándose de adelante hacia atrás, de lo contrario se corre el riesgo de promover infecciones como la cistitis en la vagina y en la orina.

En los varones es importante que no se acumulen secreciones entre el glande y el prepucio porque pueden favorecer algunas infecciones.

Por otro lado, la autoestima es central para el desarrollo de nuestra sexualidad. Querernos a nosotros mismos forma parte del proceso de querer a los demás, a los otros seres vivos y al mundo que nos rodea.

Necesitamos de un espacio para conversar sobre estos temas sintiéndonos libres de juicios, respetando a los demás y haciendo respetar nuestras necesidades y nuestras dudas.

Y se vienen los cambios

En la adolescencia, el cuerpo de los varones y las mujeres se modifica dando lugar al desarrollo del cuerpo adulto. El ritmo de desarrollo es distinto en cada varón o mujer, en algunos casos es progresivo, en otros, se presenta de golpe. En la mujer, los primeros cambios suceden con la aparición de vello en la región del pubis y debajo de las axilas, y el desarrollo de los senos que crecen de tamaño mientras se marcan la areola y el pezón. Simultáneamente, se produce un estirón de estatura, se ensanchan las caderas y se afina la cintura.

Finalmente, se produce la primera menstruación llamada menarca. La menarca se da más frecuentemente entre los 9 y 15 años, pero a veces es más tardía. La primera menstruación es difícil de identificar. Algunas adolescentes creen que se lastimaron sin darse cuenta y otras piensan que no lograron llegar a tiempo al baño, por su color muy oscuro y amarronado. En muchos lugares y culturas la menarca es un hecho importante y valioso, porque marca el inicio de la feminidad y la futura maternidad de las mujeres. Las adolescentes inician el camino hacia la madurez sexual. Muchas veces se dice que pasan de ser niñas a ser “señoritas” o “mujercitas”, y entonces se les otorgan otras responsabilidades dentro de la familia. Además, desde la primera menstruación, las mujeres tienen la capacidad de tener hijos. Lo importante es aceptar con naturalidad la primera menstruación, las ansiedades, los miedos y las expectativas por lo nuevo, ya que de alguna manera es comenzar a sentir y ver el convertirse en una mujer. Es conveniente estar informada de la menarca para no asustarse.

Existen algunos mitos acerca de la menstruación. Por ejemplo, que no se puede tomar sol, bañarse o tomar aspirinas porque “se te corta” o porque “la sangre se puede subir a la cabeza”; que no se debe hacer gimnasia porque “podés desmayarte”. Estas creencias son erróneas y no tienen bases científicas.

Los varones también crecen en estatura. Se les ensanchan los hombros; les aparece vello en las axilas y el pubis, así como en distintas partes del cuerpo, incluida la cara, donde ya hay una sombra de bigote y de barba. También les cambia la voz, que se hace más gruesa. Luego sucede la primera eyaculación que es la liberación del semen por el pene. Esta eyaculación puede darse como resultado de una estimulación voluntaria, pero también es común que suceda durante la noche mientras duermen. En esos casos se las llama “poluciones nocturnas”.

Estos cambios en los varones pueden empezar a los 11 años, pero también después de los 13 años.

Órganos sexuales y reproductivos masculinos

 Los órganos sexuales externos son el pene y los testículos. El pene es un órgano de forma cilíndrica constituido por dos estructuras musculares, los cuerpos cavernosos, y una estructura llena de venas, el cuerpo esponjoso. Con la excitación, estas estructuras se llenan de sangre y el miembro se erecta aumentando su tamaño. El tamaño del pene es variable y no es importante para la satisfacción sexual. La erección se produce por una excitación sexual directa o indirecta que puede ser visual, auditiva o imaginada. El extremo del pene se llama glande, es redondeado y está cubierto de una piel delgada llamada prepucio. Los testículos son dos glándulas del tamaño y la forma de una nuez contenidas dentro de una bolsa de piel, el escroto. El testículo cumple una doble función: la de producir las células reproductoras masculinas, los espermatozoides, y la de producir las hormonas sexuales masculinas, la testosterona. Los espermatozoides son producidos de manera ininterrumpida desde la pubertad y pasan por un proceso de maduración y capacitación para ser fecundantes, que se realiza en un órgano que está por encima del testículo que es el epidídimo. En este órgano se almacenan los espermatozoides hasta el momento de la eyaculación. Órganos sexuales internos: del epidídimo, los espermatozoides ascienden por los conductos deferentes hasta desembocar en la uretra. La uretra es un conducto que atraviesa el pene por donde salen la orina y el semen. Las vesículas seminales son dos bolsitas a cada lado de la uretra que elaboran el semen, que es un líquido blanco, algo espeso y pegajoso, que se elimina en la eyaculación y transporta a los espermatozoides. Cerca de las vesículas seminales está la próstata, una glándula que segrega nutrientes para los espermatozoides del semen.

Órganos sexuales y reproductivos femeninos

Están constituidos por los órganos sexuales externos e internos. Los primeros son los que vemos a simple vista y podemos tocar. Tocar nuestros órganos sexuales es saludable ya que además de darnos placer, nos da la oportunidad de conocernos mejor. El Monte de Venus es la parte cubierta de vello y acolchada por la grasa debajo de la piel que está por encima del pubis, que es el hueso anterior y bajo de la cadera. Entre el Monte de Venus y el ano está la vulva formada por dos pliegues más o menos carnosos: los labios mayores por fuera y los menores por dentro. En la parte anterior donde se unen los labios menores y por debajo del Monte de Venus está el clítoris, que es un pequeño órgano muy sensible, excitable y que con la frotación provoca sensaciones placenteras. Ambos labios de la vulva recubren dos orificios: el superior es el meato uretral por donde sale la orina; el otro orificio es la entrada a la vagina. Este orificio está rodeado de una membrana delgada llamada himen que tiene unos agujeros por donde se escurre el sangrado menstrual. Cuando tenemos las primeras relaciones sexuales, el himen se desgarra. Por debajo de la vulva se encuentra un tercer orificio que es el ano.

 La mujer tiene la mayor parte de sus órganos sexuales en el interior de la pelvis. La vagina es un órgano con paredes elásticas que mide de 8 a 10 cm de largo. Comunica el exterior con los otros órganos sexuales. A través de ella se menstrúa, se mantienen las relaciones sexuales coitales y es, además, la vía de parto natural. El útero o matriz es un órgano único muscular con forma de pera invertida. Su interior está recubierto por una capa delgada de tejido llamado endometrio que mensualmente se desprende y se expulsa al exterior como sangrado, lo que se llama regla o menstruación. El útero tiene gran capacidad de distensión y en él se alberga el feto durante el embarazo. Del fondo del útero salen dos conductos de 12 cm de longitud, llamados trompas de Falopio, por donde llegan los espermatozoides para ponerse en contacto con el óvulo y se produce la fecundación. Cuando ésta ocurre, el huevo se desplaza por las trompas hasta anidarse en el interior del útero. Los ovarios son dos pequeños órganos glandulares con forma de almendra situados a cada lado de las trompas. Tienen una doble función: contienen y maduran las células reproductoras de la mujer y producen las hormonas femeninas (estrógeno y progesterona) que regulan el ciclo sexual y la ovulación.

Ciclo menstrual

Se llama ciclo menstrual a la serie de procesos que suceden en el ovario y el útero entre el primer día de una menstruación y el primer día de la otra. El tiempo en que transcurre este ciclo es habitualmente de 28 días, pero en algunas mujeres este lapso puede ser más corto o más largo, e incluso la duración del ciclo puede ser diferente en una misma mujer. El ciclo menstrual comienza el primer día de la menstruación, es decir, el primer día de sangrado. En cada ciclo los ovarios inician la maduración de uno de los óvulos. A medida que el óvulo crece y madura se acerca a la superficie del ovario y alrededor de la mitad del ciclo, es decir, más o menos en la mitad entre el primer día de la menstruación y el primer día de la siguiente, un óvulo sale de uno de los ovarios y entra en la trompa de Falopio. Esto se llama ovulación y es la que determina los días fértiles de la mujer. A su vez, en el ovario se producen hormonas (estrógeno y progesterona) que regulan el ciclo menstrual y provocan cambios en la pared interna del útero que se llama endometrio (se hace más grueso y rico en vasos sanguíneos). Si el óvulo no se encuentra con una célula masculina (espermatozoide) en la trompa, en 24 a 48 horas después de haber salido, muere. En este caso, 14 días después de la ovulación, debido a los cambios hormonales se desprende el endometrio de la cavidad uterina y se produce la menstruación, momento en el cual se reinicia el ciclo.

Es normal que los primeros ciclos de una adolescente no sean regulares e incluso pueden faltar por varios meses. Generalmente, a los dos años de la menarca toman el ritmo habitual. El sangrado de la trompa vagina útero ovario cuello del útero menstruación puede durar de tres a siete días.

Como vimos anteriormente, la higiene personal es muy importante en estos días, siendo necesario recurrir al baño diario y a cambiar los paños o toallas absorbentes con una frecuencia regular (cada cuatro o cinco horas aproximadamente).

Luego de tantos cambios físicos, las mujeres y los varones inician una relación distinta con sus cuerpos. Los dos conocerán sus nuevas necesidades, gustos, deseos. En síntesis, la importancia de saber de qué manera se producen estos cambios en profundidad tiene varios beneficios: nos ayuda a cuidarnos, a no incurrir en riesgos para nuestra salud y nuestro desarrollo personal y social, y también nos ayuda a conocernos, a habitarnos, a apropiarnos de nuestros cuerpos y a querernos. Y eso será como un magnífico regalo que llevaremos puesto durante toda nuestra vida.

La sensibilidad corporal

A medida que se produce el desarrollo, se va tomando conciencia de la sensibilidad del cuerpo. Descubrir la propia sensualidad puede ayudar a disfrutar en plenitud, pues el place sexual incluye los órganos genitales y también el resto del cuerpo.

La piel está llena de receptores sensoriales que reaccionan al contacto.

Mediante las ramificaciones nerviosas los receptores están unidos a nervios sensoriales que llevan los impulsos al cerebro, donde tales señales provenientes de la piel se traducen en sensaciones táctiles, de calor o frìo.

Casi todas las personas tienen mayor sensibilidad en ciertas partes del cuerpo: lengua, labios, encías, ojos, dedos, la palma de las manos y los pies.

ZONAS EROGENAS

En otras partes del cuerpo, en cambio, los impulsos cutáneos enviados al cerebro resultan en sensaciones muy placenteras. Son las llamadas zonas erógenas, entre las cuales las principales son los órganos genitales, la parte inferior de los muslos, las tetillas o los pezones, el cuello y los lóbulos de las orejas. También hay personas que experimentan gran placer cuando son acariciadas en otras partes del cuerpo: pies,, talón.

Encontrar las zonas erógenas casi siempre corre por cuenta de la pareja.

Asimismo, no en todo momento surten efecto las mismas acciones sobre la piel: ello puede depender del estado de ánimo, de la tensión psíquica o de ciertos miedos ante el contacto, ya sean propios o ajenos.

¿Qué es la masturbación?

La mayoría de las personas se entera de la sensibilidad de sus genitales a través de la masturbación. Esto significa tocar o frotarse los órganos sexuales para obtener placer sexual y generalmente, llegar al orgasmo.

Suele ser la primera experiencia sexual. Es una forma natural e inofensiva de disfrutar de la sensualidad en forma individual. Hay personas que no sienten nunca la necesidad de hacerlo, y esto es también completamente normal.

Ideas erróneas sobre la masturbación

Muchas personas se sienten culpables. Los niños de menor edad encuentran placer al tocarse, pero suelen ser reprimidos por los adultos, lo que genera culpa y vergüenza. Estos sentimientos pueden entrar en conflicto con los impulsos sexuales cuando el chic@ llega a la pubertad.

Por lo general, a los padres les cuesta mucho hablar de la masturbación. O pueden afirmar que es algo repugnante o nocivo. Hasta hace pocos años se creía que causaba debilitamiento de la salud, parálisis y locura, y los adolescentes eran castigados por tocarse los genitales. Estos temores están probados que son erróneos, pero aun hoy es posible ori a gente decir que la masturbación puede llevar a la ceguera, provocar locura o perjudicar los órganos sexuales. Todas estas afirmaciones son completamente falsas.

Los llamados “sueños húmedos” son completamente normales, aunque no todos los chicos los tienen. Casi siempre son consecuencia de haber soñado con temas sexuales. Muchas chicas tienen sueños que las excitan y algunas veces experimentan orgasmos mientras duermen.

Actividad:

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CARACTERÍSTICAS DE LA PERSONALIDAD

Generalidades

Desarrollo psicológico: La adolescencia es una etapa fundamental en el desarrollo psicológico de una persona, pues es el periodo en el que se forja su personalidad, se consolida su conciencia del yo (adquirida en la primera infancia), se afianza su identidad sexual y se conforma su sistema de valores. Es una época de búsqueda, de oposición, de rebelión, de extremismo a veces; la edad de los ideales, de verlo todo claro para, al instante siguiente, verse inmerso en la confusión mental más absoluta; de transgredir normas y de ir en contra de todo y de todos; de revolución personal para, poco a poco, ir reconstruyendo el propio yo fragmentado. Desde el punto de vista fenomenológico, la psique del adolescente se halla en un proceso de consolidación en el que ha de producirse la integración psíquica del cuerpo sexuado púber y la progresiva emancipación de las figuras parentales:

• Frente a la impotencia de los cambios puberales (por efecto de la fisiología y no del poder del yo), el adolescente intenta ser dueño de su cuerpo mediante las modas o imprimir su marca y su derecho de propiedad sobre su cuerpo, por lo que recurre, por ejemplo, a tatuajes o a piercings.

• Siente la necesidad paradójica de, por un lado, romper el cordón umbilical y despegarse del cuerpo materno y de los objetos vinculares de la infancia, y por otro, apropiarse de la fuerza de los padres y acabar con las identificaciones paternas, por ejemplo, reivindicando su derecho a la diferencia.

Metas: Las metas que conseguir durante la adolescencia son: adaptarse a los cambios corporales, afrontar el desarrollo sexual y los impulsos psicosexuales, establecer y confirmar el sentido de identidad, sintetizar la personalidad, independizarse y emanciparse de la familia, y adquirir un sistema de valores respetuoso con los derechos propios y ajenos. Para alcanzar estas metas, según Arminda Aberastury, el adolescente tiene que afrontar cuatro duelos o pérdidas:

• El duelo por el cuerpo infantil perdido. En no pocas ocasiones, el adolescente contempla sus cambios como algo externo frente a lo cual él es un espectador impotente de lo que le ocurre a su cuerpo. De ahí las muchas horas que se pasa ante el espejo. Ha de despedirse de su cuerpo infantil, que hasta ese momento mantenía toda su imagen psicológica.

• El duelo por el rol y la identidad infantil. Debe renunciar a la dependencia de sus padres y asumir responsabilidades que muchas veces desconoce.

• El duelo por los padres de la infancia. Tiene que despedirse de la imagen idealizada y protectora de sus padres para obtener, si todo va bien, autonomía.

• El duelo por la bisexualidad infantil perdida.

Conflictos de dependencia infantil

Los procesos de duelo comportan para el adolescente la existencia de numerosas formas de angustia, ya que ha de destruir ataduras muy ancladas a su estructura personal; para no destruirlas, muchos adolescentes adoptan formas regresivas y actitudes infantiles. Esto hace que los padres no acaben de comprenderlos, porque esperan otro tipo de reacción. Esto se manifiesta sobre todo cuando los adolescentes, por instinto de defensa, adoptan actitudes agresivas hacia los padres. El adolescente en el fondo siente que los necesita, pero no lo quiere admitir. El amor se convierte en agresión. Esta agresividad provoca en el adolescente un sentimiento interior de culpa, que no acaba de aceptar, lo que lo lleva a culpar a los padres de todo lo que le está pasando, y como esto le provoca una angustia más fuerte, siente una mayor necesidad de ayuda (que, sin embargo, le costará mucho pedir y aceptar). Las luchas y rebeldías externas del adolescente muchas veces no son más que el reflejo de los conflictos de dependencia infantil que íntimamente aún persisten.

Superación de los duelos

Según John Bowlby, para superar los duelos el adolescente debe atravesar para cada uno de ellos las siguientes fases:

• Protesta. Se rechaza la idea de pérdida, lo que trae consigo una ruptura con la realidad de carácter defensivo, que implica irritación y decepción.

• Desesperación. Se admite la pérdida, con la consiguiente nostalgia y anhelo de lo que se ha perdido. Es una fase caracterizada por la desorientación.

• Desapego. Se logra la renuncia al objeto y la adaptación a la vida sin él, lo que posibilita el apego a nuevos objetos.

Desarrollo cognitivo:  En el desarrollo cognitivo cabe distinguir distintas dimensiones: la inteligencia, la capacidad crítica, la imaginación, el aspecto afectivo y la personalidad.

Inteligencia: El adolescente desarrolla la capacidad de razonar en abstracto. En la adolescencia se realiza el paso gradual a un pensamiento más objetivo y racional. El adolescente va adquiriendo una mayor habilidad para generalizar, una mayor capacidad para usar abstracciones; la posibilidad de aprender el concepto de tiempo y el interés por problemas que no tienen una implicación personal inmediata. Empieza a pensar abstrayéndose de las circunstancias presentes y a elaborar teorías sobre todas las cosas. Es capaz de razonar de un modo hipotético y deductivo (es decir, a partir de hipótesis gratuitas) y, procediendo únicamente por la fuerza del propio raciocinio, llegar a conclusiones. Los progresos del razonamiento están vinculados al descubrimiento de las ideas generales, que tiene lugar hacia los 14 años, al hallazgo de las trabazones lógicas que unen estas ideas entre sí, así como a la posibilidad de pasar de la simple verificación a la demostración teórica. Razonar es para el adolescente una necesidad vital, y si no puede satisfacerla hablando con adultos, la sacia dedicándose a múltiples actividades, que abandona a menudo en cuanto ha ejercitado su razón. Razona sobre todo lo habido y por haber, de forma gratuita, como si fuera un deporte. Antes de emplear la razón en su finalidad propia, comenzará por saborear la alegría de afirmarse como persona capaz de razonar. Es el despertar del pensamiento personal. Se trata de adquirir un dominio en la actividad intelectual y al mismo tiempo de afirmar la propia personalidad; de ahí la tozudez con que el adolescente defiende sus proposiciones, aunque a veces incluso él mismo es consciente de la falacia de su argumentación.

Edad de la crítica: El adolescente juzga y discute; no siempre lo manifiesta externamente, porque el temor puede impedírselo, pero al menos en su fuero interno opondrá objeciones a lo que se le inculca desde el exterior. Lo critica todo. Es una oportunidad más de tomar conciencia de sí mismo, midiéndose con cuanto lo rodea. Descubre que la verdad no depende de la intensidad afirmativa de los adultos, sino de la correspondencia con criterios intrínsecos. El criterio de certidumbre, que hasta ahora fiaba a la seguridad de sus padres o educadores, se le presenta brutalmente inseguro. La solidez de su círculo familiar y educativo, que hasta ese momento juzgaba como absolutamente indispensable, de ahora en adelante le parecerá un obstáculo que forzosamente ha de desaparecer si quiere desenvolver su actividad de una manera autónoma. El hecho de que se le presente una afirmación apoyada en una autoridad es motivo suficiente para que, por eso mismo, la considere peligrosa para su libertad y, por tanto, enojosa. Por eso, la mayoría de las veces no es el carácter dudoso de una aserción el motivo de las críticas que el adolescente lanza contra ella, sino la violencia de la autoridad que trata de imponérsela a su inteligencia. El mecanismo de la ultracompensación lleva al adolescente a negar o afirmar tanto más categóricamente las cosas cuanto más acentuada sea su sensación de inferioridad frente a los adultos.

Imaginación:

Edad de la fantasía: La imaginación del adolescente está tremendamente exaltada. La principal causa es su fina sensibilidad, siempre ávida de nuevas experiencias sensibles. Como el mundo real no ofrece bastante campo ni proporciona suficiente materia a las desmedidas apetencias de sentir que existen en él, el adolescente se refugia en un mundo fantasmagórico, donde se mueve a sus anchas y que le proporciona situaciones a su gusto, para poder sentir novedades o repetir experiencias ya vividas. Este ejercicio de la imaginación desempeña una función constructiva y creadora, ya que permite al adolescente pensar en el futuro, formarse una visión panorámica de su existencia, dando sentido y motivación a acciones que, en el presente inmediato, no parecen tenerlo. A veces, la imaginación puede ser también un peligroso mecanismo de evasión de la realidad. Para defender el concepto que tiene de sí mismo, el adolescente puede recurrir a procedimientos como la evasión en el sueño y en la fantasía, para tener ocupada la mente e impedir la reflexión sobre verdades que le resultan penosas.

Edad de los ideales: El adolescente se plantea la cuestión del significado del mundo que se ofrece a nuestros sentidos, lo que le lleva al mundo de los valores y de los ideales. El idealismo del adolescente es, ante todo, un irrealismo, una evasión hacia el ensueño, una huida del mundo real que le rodea, con el fin de construir en la imaginación un mundo donde se encuentre a gusto. La razón de esta evasión es que el adolescente se siente aplastado por un universo de dimensiones enormes, misteriosas, hostiles; su personalidad le parece extremadamente débil, pobre, embrionaria, frente a un mundo infinitamente complejo, hecho de ideas, de situaciones, de múltiples contradicciones, frente a un mundo que no se preocupa lo más mínimo de él y en el que, quiera o no, tendrá que integrarse.

Desarrollo afectivo

Emotividad y sensibilidad: La adolescencia es un periodo de riqueza emotiva y de intensa sensibilidad. La gama de emociones del adolescente se amplía, se diferencia, se enriquece de matices, se hace más interior y, gradualmente, más consciente. La sensibilidad avanza en intensidad, amplitud y profundidad. Mil cosas ante las que ayer permanecía indiferente harán patente hoy su afectividad. En este proceso influyen, entre otros, factores fisiológicos (cambios hormonales) e intelectuales (el pensamiento racional hace posible la aparición de nuevos sentimientos). La esfera sentimental es, por tanto, más rica y multiforme que en la preadolescencia, pero también es menos equilibrada y más reprimida. La dependencia en la escuela y en el hogar obliga al adolescente a rechazar hacia su interior las emociones que lo dominan. De ahí la viveza de sus reacciones emocionales: ante el menor reproche, a menudo se mostrará rebelde o colérico; por el contrario, una manifestación de simpatía, recibir un cumplido, hará que se sienta radiante, entusiasmado y gozoso. Así, es natural que el adolescente sea muy sensible a los juicios que se formulan sobre él. En cada uno de estos juicios halla un motivo de aliento o de inquietud. Propenso a los extremos, valora en exceso todo lo que proviene de los adultos. Por eso éstos deben sopesar bien sus palabras, cuyas repercusiones reales en el ánimo del adolescente ignoran a menudo en la vida ordinaria. Esta ignorancia de los adultos se ve facilitada porque el adolescente, al mismo tiempo que muestra atención a los juicios que se formulan sobre él, manifiesta expresiones de independencia y de oposición que llevan a creer en una perfecta indiferencia. Desconocer esta ambivalencia puede causar malentendidos o, lo que es peor, hacer que los adultos se muestren también indiferentes, cuando en realidad el adolescente necesita más que nunca ser animado y estimulado.

El factor social: Para comprender la vida emotiva del adolescente también es preciso tener en cuenta el papel que ha de asumir en la sociedad y las nuevas adaptaciones que deberá realizar para llegar al estado adulto. Numerosas circunstancias son capaces de provocar una descarga emotiva intensa, o al menos una cierta ansiedad, entre ellas los obstáculos que encuentra en la familia y en la escuela, el deseo cada vez mayor de independencia, la adaptación que debe realizar en relación con el sexo contrario, las mayores dificultades de la enseñanza secundaria, los compromisos no siempre fáciles entre el deseo de ser uno mismo y el de vivir con los demás, la elección de una profesión…

Las experiencias pasadas: No hay que olvidar que el adolescente ya tiene una historia emocional. Su afectividad puede verse abrumada por problemas y conflictos sin resolver que, incluso en circunstancias normales, hacen ardua su adaptación actual.

Desarrollo de la personalidad

Afirmación de sí mismo: La adolescencia es clave para la afirmación de uno mismo, para el descubrimiento reflexivo del yo y del mundo (el no yo); es la época más clara de oposición al ambiente. El adolescente tiene ante sí tres problemas vitales fundamentales: el trabajo, la vida social y el amor. Y, por encima de ellos, el problema de sí mismo. Las respuestas del adulto ya no lo satisfacen; es preciso llegar a una respuesta personal, a una toma de conciencia reflexiva y personal ante la vida. La personalidad se afirmará de forma negativa o positiva: en el primer caso, oponiéndose a otros, sobre todo padres y maestros, o mostrándose susceptible cuando siente que no se respeta su dignidad o no es «tomado en serio» o comprendido; en el segundo caso, manifestando su singularidad cuando menos de forma superficial en la indumentaria y el cuidado del cuerpo, en el gesto y en el andar, en el modo de hablar, en las costumbres y la conducta.

Desarrollo de la identidad: Los cambios físicos, intelectuales y sociales suscitan en el adolescente una crisis de identidad («¿quién soy yo realmente?»). Para resolverla, tiene que desarrollar tres vertientes de su nueva identidad:

a) la sexual, que no debe confundirse con la masculinidad o feminidad, adquirida mucho antes y que exige a la vez una buena concepción de su rol sexual y una cierta comprensión de su propia sexualidad;

b) la vocacional, y

c) la ideológica, basada en un sistema de creencias, valores e ideas.

En cierto sentido, el adolescente debe imaginar el papel que tendrá que desempeñar en la edad adulta. Si no llega a definir un rol apropiado, a concebir un sistema de vida, permanecerá en un estadio que Erikson llama de «dispersión de roles» o de «difusión de la identidad». Para Marcia, hay dos elementos clave en el desarrollo de la identidad, la crisis y el compromiso: «crisis se refiere al periodo que pasan los adolescentes intentando elegir entre alternativas significativas para ellos; el compromiso se refiere al grado de implicación personal que muestra el individuo».

Una identidad madura se logra cuando el individuo ha experimentado una crisis y se ha comprometido con una ocupación o una ideología. Según este autor, existen cuatro estados en la evolución de la identidad:

• Identidad difusa. Los sujetos no han experimentado un periodo de crisis ni se han comprometido con una ocupación, una religión, una filosofía política, con roles sexuales o con opciones personales de conducta sexual. No han experimentado una crisis de identidad en relación con cualquiera de estos puntos ni tampoco han pasado por el proceso de reevaluación, buscando y considerando alternativas. La difusión expresa o bien un estadio precoz de formación de la identidad (la persona no ha conocido un periodo crítico de puesta en cuestión), o bien un fracaso al término de la adolescencia (ha conocido una crisis, pero no ha tomado ningún compromiso).

• Moratoria. Se caracteriza por el conflicto sin toma de decisión. La persona está comprometida en la crisis, pero no toma decisiones, no hace elecciones.

• Identidad prestada o «forclusión». Es lo opuesto a la moratoria. El individuo no ha conocido crisis ni periodo de cuestionamiento, pero ha tomado decisiones y compromisos; simplemente ha asumido los valores de sus padres sin cuestionar los valores personales.

• Identidad realizada. La persona ha conocido un periodo de conflictos y ha asumido compromisos personales. Ha experimentado una moratoria psicológica, ha resuelto sus crisis de identidad evaluando detenidamente varias alternativas y elecciones, y ha llegado a conclusiones y a decisiones por sí misma. Está altamente motivada hacia el logro y es capaz de alcanzar el éxito, no tanto por su gran competencia como por haber logrado altos niveles de integración intrapsíquica y adaptación social. Los adolescentes que han desarrollado su identidad o se hallan en el estado de moratoria son más autónomos, logran mejores resultados escolares y tienen una mejor autoestima que sus iguales que se hallan en los estados de forclusión o de difusión. El estado de identidad prestada de los adolescentes es con frecuencia un síntoma de dependencia neurótica. Estos sujetos, muy dados al autoritarismo y la intolerancia, muestran un alto grado de conformidad y convencionalismo y generalmente se sienten satisfechos con su formación; sin embargo, en situaciones de estrés tienen un bajo rendimiento. Su seguridad consiste en evitar cualquier cambio o estrés. Al adolescente que no alcanza completamente el estado de identidad realizada, le resulta difícil entablar una verdadera relación íntima, lo que puede conducirle a replegarse en una forma de aislamiento social.

Para Erikson, la llave de la verdadera intimidad es la apertura total, la capacidad parcial de abandonarse al sentimiento de ser separado del otro y la voluntad de crear una nueva relación dominada por la idea de «nosotros» antes que por la de «yo». Un estancamiento prolongado en un estado de identidad difusa, sin mayor desarrollo, puede conducir a la desintegración de la personalidad y propiciar un trastorno psicopatológico que puede conducir a la esquizofrenia o al suicidio.

Tendencia grupal: En la búsqueda de la identidad, el adolescente recurre como comportamiento defensivo a la uniformidad (tendencia grupal), que le brinda seguridad y estima personal. Tiene lugar un proceso de sobreidentificación masiva, en que todos se identifican con cada uno, y que explica, por lo menos en parte, el proceso grupal en el que participa el adolescente. A veces el proceso es tan intenso que la separación del grupo parece casi imposible y el individuo pertenece más al grupo de coetáneos que al grupo familiar. El fenómeno grupal adquiere una relevancia crucial, ya que se transfiere al grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la estructura familiar, y en especial con los padres. El grupo constituye así la transición necesaria en el mundo externo para lograr la individuación adulta. Después de pasar por la experiencia grupal, el individuo podrá empezar a separarse y asumir su identidad adulta.

En ocasiones se produce «una identificación negativa», basada en el reconocimiento del adolescente con figuras negativas pero reales; es preferible ser alguien perverso, indeseable, a no ser nada. Esto constituye una de las bases del problema de las pandillas de delincuentes.

Contradicciones sucesivas en las manifestaciones conductuales: La conducta de adolescente está dominada por la acción, que es la forma más típica de expresión en este periodo de la vida. El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque muchas veces lo intenta y lo busca. A menudo se dice que la personalidad del adolescente es «esponjosa»; una personalidad permeable, que lo recibe todo y que también proyecta enormemente, es decir, una personalidad en la que los procesos de proyección e introyección son intensos, variables y frecuentes. Es el mundo adulto el que no tolera los cambios de conducta del adolescente, el que no acepta que pueda tener identidades ocasionales, transitorias y circunstanciales, y que por ende exige de él una identidad adulta, que por supuesto no tiene por qué tener.

Necesidad de seguridad, comprensión y confianza: El adolescente necesita seguridad, y para tenerla hace falta que llegue a dominar la anarquía de las tendencias, la confusión de los instintos. Revelar al adolescente tanto las riquezas como las debilidades de su ser en evolución supone enseñarle a aceptarse tal como es, con lucidez, es decir, proporcionarle bases sólidas, objetivas, sobre las que construir su personalidad. Mediante el conocimiento de sí mismo, el adolescente podrá disipar las inquietudes que nacen del brote desordenado de sus fuerzas interiores y ya no temerá sus bruscos cambios de humor y sus inestabilidades. Quien se conoce empieza ya a dominarse.

El adolescente encuentra también seguridad en la comprensión y la confianza que le demuestran. Le gusta que sean sinceros y leales con él, que contesten a sus preguntas, que le reciban bien y que le atiendan. Desea que se tomen en cuenta sus palabras, sus problemas, sus actividades. Precisa que se le anime y se le felicite. De esta manera, sabiéndose comprendido, atendido, apoyado por sus adultos de referencia, puede trabajar con mayor seguridad en el pleno desarrollo de su personalidad.

Como decía Mauricio Knobel: «Solamente si el mundo adulto lo comprende adecuadamente y facilita su tarea evolutiva, el adolescente podrá desempeñarse correcta y satisfactoriamente, gozar de su identidad, de todas sus situaciones, aun de las que aparentemente tienen raíces patológicas, para elaborar una personalidad más sana y feliz.

De lo contrario, siempre se proyectarán en el adolescente las ansiedades del adulto y se producirá ese colapso o crisis de enfrentamiento generacional, que dificulta el proceso evolutivo y no permite el goce real de la personalidad».

La presencia de adultos que sintonicen con esa necesidad de lealtad y de sinceridad, con la necesidad de libertad y acción, representa en sí misma una seguridad para los adolescentes. Si se sienten encuadrados (pero no avasallados), aconsejados cuando lo piden (pero no arbitrariamente dirigidos), los adolescentes se muestran deseosos de aprovechar la experiencia de los adultos. Reconocen la necesidad que tienen de guías seguros y desinteresados, que les quieran de verdad y que sepan dejarles tomar la iniciativa y hacerse responsables.

Distinguir lo normal de lo patológico

Es importante conocer cuáles son los síntomas que sugieren vulnerabilidad psicológica en un adolescente: respuesta emocional inadecuada, explosiones de irritabilidad o rabia, inquietud emocional, aplanamiento afectivo, comportamiento peculiar, suspicacia, retraimiento, cambios en el funcionamiento social (problemas en sus relaciones con amigos y familiares, aislamiento social), dificultades para concentrarse o en la memoria, alteraciones del estado de ánimo (depresión, ansiedad), preocupación por pensamientos extraños o ideas que son difíciles de ignorar (cree que hay personas que hablan de él o intentan hacerle daño), abuso de drogas, limitación en el desempeño de roles y/o realización de actividades habituales, descuido del autocuidado, alteraciones del discurso (pobre, disgregado, vago, abstracto, sobreelaborado), pensamiento mágico, experiencias perceptivas inusuales, falta de iniciativa, interés o energía, cansancio constante… Ante estos síntomas, en lugar de esperar y ver qué sucede, hay que conseguir una «fotografía» más amplia del comportamiento del adolescente y su entorno, explorar la presencia de factores de riesgo psicopatológico infantojuvenil (tabla 1) y procurar un seguimiento estrecho de la evolución, pues, aunque estos síntomas son inespecíficos, pueden ser pródromos de un trastorno mental grave.

PERSONALIDAD: DEFINICIÓN Y FACTORES DETERMINANTES

Se define la personalidad como la organización singular de formas de reacción individual que son relativamente permanentes y que, de alguna manera, generan formas de comportamiento ante la vida y ante los demás, e influye, a su vez, en las reacciones que los demás manifiestan hacia nosotros. Se han dado muchas definiciones de personalidad, pero todas coinciden en cinco características comunes: La personalidad es el más alto nivel de organización de los sistemas cognitivos, afectivos y conductuales del individuo. Se forma a partir, tanto de lo físico y lo psicológico, como de lo innato y aprendido a través de las interacciones dinámicas con las diferentes fuentes del desarrollo. Estas características individuales el sujeto las va desarrollando e integrando en su estructura a lo largo de su desarrollo y es lo que le confiere la esencia de ser único e irrepetible.

Factores determinantes de la personalidad: Los rasgos que constituyen el carácter y la personalidad de un individuo se forman y desarrollan como resultado de factores tanto genéticos como ambientales.

Tres son los factores que determinan la personalidad:

a) los genéticos que se manifiestan en la configuración orgánica y constitucional (estructura física),

b) los ambientales que son el conjunto de las experiencias vividas a lo largo de nuestro proceso evolutivo (prenatales, infantiles, adolescencia, etc.), y

c) las relaciones familiares. También se incluyen las influencias culturales, como la escuela y la sociedad, así como las que se resultan de pertenecer a grupos étnicos, religiosos y sociales; y en un sentido más amplio, también, lo relacionado con ambientes subculturales.

Prácticamente la totalidad de la propia herencia genética, junto con la historia vivencial del individuo, influyen (positiva o negativamente) sobre la personalidad.

 Los distintos estilos educativos o de crianza de los padres producen diferentes efectos formativos en la personalidad de los hijos. Se encuentran relaciones entre las prácticas educativas o formativas de los padres y el carácter y los rasgos de personalidad de los hijos.

Así:

1. La calidez de relación por parte de los padres y la privación (momentánea) de su afecto cuando el hijo tiene una mala conducta tiene relación con la fuerza de interiorización de las cosas por parte del niño. Los padres que mantienen relaciones próximas y afectuosas con sus hijos y que utilizan técnicas psicológicas de control conductual como el elogio, el razonamiento, etc., tienen niños con conceptos altamente desarrollados del bien y del mal y controles adecuados de la conducta. Desarrollan un mayor proceso de interiorización de las cosas.

2. Las recompensas materiales y los castigos físicos como principales instrumentos de disciplina, tienden a desarrollar niños manipuladores y agresivos, con conciencias pobremente desarrolladas sobre las cosas. Desarrollan un menor proceso de interiorización.

3. Existen pruebas considerables de que hay una relación estrecha entre el facilitar los padres una cada vez mayor autonomía personal (adecuada a su edad) y una fuerte motivación por parte del niño.

4. Procure dejar que su hijo haga en cada edad, lo que ya puede hacer por sí mismo, aunque con su apoyo si lo necesita. Apóyele, explíquele cómo hacerlo, pero no se acostumbre a hacerle sus cosas.

LA PERSONALIDAD COMO ESTRUCTURA. COMPONENTES

La personalidad podemos entenderla como una estructura que tiene dos partes constitutivas y un proceso desarrollador. Las dos partes constitutivas estarían formadas por:

  1. lo genético o heredado, es decir, las características individuales diferenciadoras (La inteligencia, la sensibilidad, el carácter –introvertido, lo físico, etc.),
  2. lo adquirido o componentes, que se adquieren a través de las condiciones ambientales, los estilos educativos, la cultura, etc. El proceso es el desarrollo de la personalidad a lo largo del tiempo.

Los componentes son las herramientas con las que el sujeto hace frente a la vida a través de sus conductas y comportamientos. A nivel gráfico podríamos representar la estructura de la personalidad de la siguiente manera:

A continuación, desarrollamos algunos de los componentes de la personalidad.

El autoconcepto y la autoestima: De todos los elementos que componen la personalidad este puede considerarse como uno de los más importantes y significativos, puesto que se considera que es generador de un buen desarrollo del sujeto como persona. Un buen autoconcepto y una buena autoestima es generadora de un buen desarrollo emocional, motivacional y personal.

Por ello conviene profundizar sobre ambos conceptos.

La autoimagen, y el autoconcepto, junto con los logros, actos o metas que alcanzamos, son los elementos previos y motores de la autoestima.

La autoestima: está formada por tres componentes básicos, al igual que cualquier otro comportamiento, es decir,

>por la dimensión cognitiva: pensamientos, ideas, creencias, valores, atribuciones, etc.;

>por la dimensión conductual: lo que decimos y hacemos y

>por la dimensión afectiva: lo que sentimos. Lo que sentimos es el valor que damos a las situaciones, cosas y personas que nos rodean y el valor que nos damos a nosotros mismos.

Todos estos elementos juntos constituyen lo que denominamos la autoestima personal o la evaluación que hacemos de nosotros mismos.

La autoestima: Después de saber quiénes somos y la idea que tenemos sobre nosotros mismos somos capaces de valorarnos, de estimarnos, de querernos en mayor o en menor medida. Eso es, pues, la autoestima, la valoración o agrado que se tiene de uno/a mismo/a. Diríamos que es la dimensión afectiva de nuestro comportamiento en la medida en que nos estamos gustando o no, agradando o no, valorando positiva o negativamente nuestro autoconcepto y nuestra autoimagen.

Las personas con una autoestima suficiente, buena, adecuada (también llamada autoestima alta), se sienten bien y a gusto consigo mismas. Están de acuerdo con su manera de sentir, de pensar y de actuar en relación consigo misma y con los demás. Se diría que es capaz de “ponerse una buena nota” ella misma como persona, porque cuanto hace, piensa y siente le produce la suficiente felicidad y bienestar.

La sana autoestima es el reconocimiento de lo positivo que tenemos en nosotros mismos y el reconocimiento de aquellas cosas o aspectos menos positivos que también tenemos y que no funcionan tan bien como desearíamos. Si somos conscientes de qué aspectos de nuestro comportamiento son los que debemos cambiar, estaremos en el camino de aumentar, mejorar y desarrollar la autoestima. En los niños, la autoestima puede tener un buen nivel de desarrollo a través de algunas actividades como, por ejemplo, valorarse mucho como un buen deportista, un buen hijo, o un buen amigo. Sin embargo, cuando se tiene un bajo autoconcepto en lo referido a la escuela o a las relaciones con los amigos, o incluso en las relaciones con los demás miembros de la familia esto puede generar una baja autoestima. Las personas con una baja autoestima tienden a sentirse a disgusto consigo mismas y proyectan en los demás ese estado de insatisfacción personal que les provoca el no valorarse adecuadamente.

La autoestima no se hereda, no es innata, sino que se aprende de igual modo que se aprenden otros muchos comportamientos, de acuerdo con las experiencias personales del niño. Si en el seno de la familia se vive un clima de comunicación afectiva adecuado entre los padres y hermanos se estará aprendiendo a desarrollar la autoestima. Si se le elogia y valoran las cosas positivas que dice, piensa o siente, se estará desarrollando su autoestima.

Si los hijos observan en los padres que ellos mismos poseen una autoestima alta y así lo transmiten en sus relaciones con ellos, estarán en condiciones adecuadas de poder “copiar” el modelo de los padres y aprender por esta vía a desarrollar su propia autoestima.

La autoestima supone reconocerse como uno es, pero esto no significa que no se haya de aceptar algunas de nuestras características (nadie es perfecto), o cambiar algunos de nuestros comportamientos con el objetivo de mejorar o crecer personalmente. Por ejemplo, cuando un niño es consciente de que se siente valioso para estudiar y sacar buenas notas en el colegio, puede también (y así debería ocurrir si es el caso) ser consciente de que es menos capaz o hábil para el deporte y divertirse con él. Asumir que se tiene esta menor habilidad en este aspecto de sí es un signo de madurez, y asumir que debe esforzarse por cambiar y mejorar sus habilidades en el deporte es motivo de autosatisfacción personal. En este caso diríamos que este niño posee una sana autoestima, que es capaz de valorar sus cualidades y de reconocer las limitaciones con el propósito de mejorarlas.

La autoimagen: Es uno de los elementos que tiene que ver con la autoestima. Se la define como: “la representación mental que hacemos de nosotros mismos”. Respondería a la pregunta ¿cómo te ves?, tanto a nivel físico como psicológico. Cada uno de nosotros nos vemos de determinada manera, y puede que tengamos una imagen de nosotros que aceptamos o no. En lo referido a nuestro modo de ser, nos vemos simpáticos o menos simpáticos, alegres o menos alegres, felices o menos felices, divertidos o callados, colaboradores o individualistas. En lo referido a nuestra imagen personal, nos vemos atractivos o menos atractivos, altos o bajos, rubios, moremos con “buena pinta” o con peor aspecto. Esta manera de percibirnos va a influir positiva o negativamente en la autoestima.

El autoconcepto: Es la parte cognitiva de la autoestima, es decir, lo que pensamos de nosotros mismos como personas. El autoconcepto respondería a la pregunta: ¿qué clase de personas somos? Se trata de puntos de vista sobre nosotros mismos que nos otorgan una imagen y un valor personal.

En resumen, sería: • Lo que yo sé y siento de mí. • Lo que otros piensan y sienten de mí. Lo que me gusta de mí, mi temperamento, mis habilidades, mi forma de hacer las cosas; lo que puedo hacer, cómo luzco, mi presencia física, la historia de mi familia y cómo me afecta a mí, mi pasado cultural, etc., son elementos del autoconcepto.

Ellos construyen y reflejan la imagen o el concepto que tenemos de nosotros mismos. Con frecuencia oímos hablar de personas tímidas, de personas con complejos a veces de superioridad, otras veces de inferioridad, conocemos personas que se arriesgan a hacer las cosas rápidamente, mientras otras piensan un poco o mucho más antes de arriesgarse, todo esto depende de la clase de autoconcepto o de la imagen que tengan de sí mismos. Los niños tienen sus propias ideas acerca de cómo se ven ellos haciendo las cosas que se les da bien, sobre sus preferencias o intereses, sobre las relaciones con los demás y sobre lo que piensan que son capaces de conseguir. Esas ideas propias forman su autoconcepto. Cuando esas ideas son satisfactorias el niño va formando un autoconcepto positivo de sí mismo, se valora favorablemente y da lugar a lo que llamamos una autoestima alta. El concepto de sí mismo se desarrolla poco a poco. No es apreciable en los niños pequeños, de los 4 a los 8 ó 9 años aproximadamente, dado que no poseen aún una suficiente consciencia de cómo son, aunque sí de qué hacen. Es a partir de los 10 u 11 años cuando, en el inicio de la pre-pubertad, los niños y niñas ya adquieren una mayor conciencia de quiénes son, cómo son y lo que quieren.

Cómo formar el autoconcepto en el niño: Todos los padres quieren para sus hijos lo mejor, quisieran obrar de la mejor manera posible, para lograr con ellos los mejores resultados, pero a veces en ese mismo afán de hacer las cosas de la mejor manera posible, se exceden y caen en el otro extremo, que es hacerlo todo por el niño y no le dan oportunidad de practicar por sí mismo. Esto es tan perjudicial como el no hacer nada por ellos. En este equilibrio de las acciones hay que trabajar bastante y con esto se contribuirá a formar un autoconcepto sano en el niño, que lo hará una persona con decisiones propias en el momento preciso: una persona capaz de resolver sus propios problemas y capaz de enfrentar las situaciones de la vida con realismo. Hay que dejar hacer al niño, hay que darle tiempo ante su inexperiencia, hay que esperar pacientemente a que termine de hacer las cosas por sí mismo y ayudarle en el momento justo.

Todos los miembros de la familia y más concretamente los padres, influyen poderosamente en la formación del autoconcepto del niño, especialmente a través de la calidad de las relaciones que se hayan establecido con el niño. El autoconcepto de un niño se forma a partir de sus conocimientos sobre sí mismo, incluyendo su ambiente familiar, su apariencia, sus habilidades, sus gustos y antipatías, su temperamento, su manera de aprender y sus preferencias por ciertas actividades y materiales. El conocimiento y los sentimientos del niño sobre sí mismo se forman por la manera como él asimila los resultados de sus acciones y las respuestas que recibe de otras personas, especialmente de sus padres, sus maestros y sus compañeros. Su autoconcepto se manifiesta en sus expectativas, nivel de aspiraciones y creencias sobre sí mismo. Un niño que tenga un autoconcepto saludable tiene creencias y expectativas sobre sí mismo que son realistas, es decir, que no son ni exageradas ni infravaloradas.

Los tres términos van necesariamente relacionados. Si pensamos que somos una buena persona (autoconcepto), nos podemos ver bien a nosotros mismos (autoimagen) y como consecuencia nos valoraremos como valiosos por lo que pensamos, decimos y hacemos (autoestima). No obstante, aclarados estos conceptos, en el uso diario solo empleamos la expresión autoestima para referirnos al sentimiento y funcionamiento de la persona cuando se atribuye un valor por su forma de sentir y de actuar.

Anexo Infografia PDF)

Actividad: Leccion 3 (PDF)

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CARACTERÍSTICAS DE LA SEXUALIDAD

El derecho a la salud sexual y reproductiva

“La salud sexual y la salud reproductiva son determinantes para la condición social de las mujeres y tienen un impacto decisivo en su desarrollo personal, su calidad de vida y sus oportunidades para integrarse plenamente a la vida social y política de una sociedad y ejercer de esta manera una ciudadanía plena. Aunque los marcos legales deben proteger la salud sexual y reproductiva de mujeres y varones, es innegable que las mujeres comprometen su cuerpo en la gestación, el parto y el puerperio, y están particularmente afectadas por los embarazos, especialmente si éstos no son planificados.”

Las Naciones Unidas han reconocido los derechos sexuales y reproductivos de las personas como derechos humanos. De esta manera, los derechos sexuales y reproductivos constituyen una ampliación del derecho a la salud integral y al desarrollo, e incluyen muchos otros derechos de los y las adolescentes.

Pero ¿qué implican estos derechos?

• El derecho a decidir tener o no relaciones sexuales libres de todo tipo de coerción y violencia. A ser uno mismo, con libertad de tomar sus propias decisiones y expresar lo que piensa. A no ser víctimas de violencia de ningún tipo, como tampoco a sufrir consecuencias no deseadas de las relaciones sexuales, como los casamientos forzados, los embarazos no planificados, el VIH/sida y otras ETS.

• El derecho a decidir tener o no hijos, qué número de hijos tener y cuándo tenerlos. Posibilidad de elegir con quién tenerlo/s. A criar y educar a sus hijos en caso de ser padres durante la adolescencia contando con el apoyo de la comunidad para tal fin.

• A recibir una educación sexual temprana y adecuada, principalmente en la casa y la escuela. El derecho a contar con información necesaria para evitar las consecuencias no deseadas de las relaciones sexuales: embarazos no planificados y enfermedades de transmisión sexual (ETS), incluido el VIH/sida. A no ser expulsados del sistema educativo y de ninguna otra organización en caso de estar embarazas o tener hijos o vivir con el VIH/sida.

• El derecho a alcanzar el más alto nivel de salud sexual y reproductiva. A participar en la planificación de programas o políticas relacionadas con sus derechos sexuales y reproductivos. El derecho a acceder a servicios de salud adecuados que garanticen un clima de confianza, privacidad y confidencialidad. Estos servicios deben garantizar también el consentimiento informado.

Defender el derecho a la salud sexual y reproductiva: una responsabilidad de todos

El Estado y la sociedad civil tienen la responsabilidad de promover los derechos sexuales y reproductivos de los y las adolescentes, aun cuando las obligaciones de cada uno son diferentes. En relación con las responsabilidades del Estado y su representación en las distintas instancias de gobierno, tomamos a continuación los conceptos de una reconocida investigadora en el tema de salud sexual y reproductiva y los adaptamos a la situación de los adolescentes.

Las diferentes instancias del gobierno con actuación en la temática de los adolescentes deben:

• reformar leyes y políticas para asegurar el acceso de la población, y en particular de las y los adolescentes, a información y servicios de salud reproductiva;

• implementar leyes y políticas que protejan la salud integral, especialmente la sexual y reproductiva, de los adolescentes;

• garantizar que todos los adolescentes tengan acceso a información precisa;

• ejercer el control y monitoreo del cumplimiento de las leyes y programas que protegen la salud sexual y reproductiva de los y las adolescentes.

Por su parte, la sociedad civil (principalmente las organizaciones no gubernamentales y otras organizaciones sociales, las asociaciones juveniles, etc.) deben:

• promover y respetar los derechos y libertades de los adolescentes de decidir sobre su propia salud y su propio cuerpo;

• ayudar a los varones a comprender el papel que desempeñan y las responsabilidades que tienen para evitar embarazos no planificados y enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH/sida;

• sensibilizar a los demás actores (gobierno, iglesias, medios de comunicación, empresas y otros) acerca de la importancia de promover los derechos sexuales y reproductivos de los y las adolescentes;

• vigilar y monitorear el cumplimiento de las leyes y programas que promuevan la salud sexual y reproductiva en todas las edades.

La confidencialidad implica que ningún miembro del equipo de salud (médico, psicólogo o trabajador social) difundirá ante otras personas sin nuestro consentimiento que concurrimos a consultar un servicio determinado, ni mucho menos el motivo de la consulta ni el diagnóstico.

El consentimiento informado incluye el derecho del “paciente” a dar su autorización para cualquier tipo de prácticas que se realicen en su cuerpo (por ejemplo, análisis de sangre, intervenciones quirúrgicas, etc.), previa una explicación clara del médico y demás profesionales de la salud (psicólogo o trabajador social) acerca de las implicancias de dichas prácticas.

Resulta indispensable el trabajo conjunto y coordinado de los diferentes actores sociales, como la única forma viable de lograr una respuesta más efectiva frente a los desafíos de: difundir la necesidad de los adolescentes con respecto a sus derechos sexuales y reproductivos, y emprender acciones para promover el ejercicio libre, informado, responsable y sin riesgos de estos derechos.

Situación de los adolescentes y los servicios de salud sexual y reproductiva

Los adolescentes tienen derecho a la información y la educación sobre sexualidad. También tienen derecho a acceder a los mejores servicios de salud sexual y reproductiva. Estos servicios deben garantizar la intimidad, la confidencialidad y la privacidad de los adolescentes. Pero ¿cuál es la situación real de los adolescentes en relación con su atención en los servicios de salud? En la Argentina, los adolescentes y jóvenes reclaman información para ejercer de forma placentera y saludable su sexualidad. Pero también piden analizar los aspectos sociales y comunitarios involucrados con los derechos humanos frente a la misma, para poder transformar los modelos sociales y sexuales rígidos y estereotipados, y facilitar la creación de ambientes más incluyentes y amigables.

Por otra parte, aunque “la información y concientización de las/os adolescentes es una necesidad sentida y francamente expresada, ni lo docentes ni los padres en general saben cómo cubrirlas por sus propias carencias de información, así como por sus propios tabúes y prejuicios. Los adultos docentes y/o padres expresan sus dificultades para brindar esta información de manera adecuada; la mayoría de las veces les transmiten informaciones incompletas, erróneas y/o cargadas de prejuicios. Las/os adolescentes reciben mensajes contradictorios, lo que dicen los/as adultos y los que dicen sus pares, lo que hace necesario que reciban educación sexual.”17 Así, vemos que la población adolescente se enfrenta día a día con algunas situaciones que dificultan el pleno ejercicio de su salud sexual y reproductiva, y que requieren de acciones concretas para su superación.

¿Cómo ejercer nuestro derecho a la salud sexual y reproductiva?

Todos los adolescentes tienen derecho a participar de manera activa con sus pares y con los adultos en temas relacionados con la salud sexual y reproductiva. Los adolescentes tienen un gran potencial, son creativos y tienen la capacidad de expresar sus necesidades reales. Pueden presentar ideas, propuestas o proyectos, opinar, tomar decisiones y desarrollar actividades sobre sus propias necesidades y demandas. Trabajar como iguales y respetarse unos a otros es fundamental para la colaboración mutua entre adolescentes y adultos. En sus relaciones con otros, es importante que hagan cumplir derechos básicos como el cuidado de embarazos no deseados y la prevención de enfermedades de transmisión sexual y el VIH-sida. También deben proteger el derecho a tomar decisiones sobre cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales y a que no se use la violencia contra ellos o ellas. Como usuarios de servicios de salud, es importante que detectemos servicios “amigables” en nuestro barrio o nuestra localidad.

Los adolescentes pueden acceder a los servicios de salud por los siguientes caminos.

• Los hospitales, centros de salud o las salitas sanitarias en los barrios son parte del subsistema público de salud. Estas instituciones se sustentan económicamente con los impuestos de toda la población, así que todos tenemos derecho a ser atendidos allí, sin pagar. Muchos hospitales cuentan con cooperadoras que a veces recaudan dinero por medio de “bonos contribución” que cobran a los usuarios. Es importante que sepamos que estos bonos no son obligatorios para acceder a los servicios de salud.

• Cuando un miembro adulto de la familia tiene un trabajo “en blanco”, generalmente tiene una obra social en la que puede incluir a otros miembros. Muchos adolescentes están incluidos en estas obras sociales, que cuentan con centros de atención propios, a los que pueden concurrir.

Algunas familias, pagan una cuota mensual para acceder a un sistema privado de salud, llamado medicina prepaga, que también tiene sus propios centros de atención.

• En algunas localidades del país las facultades de medicina cuentan con hospitales escuelas, con atención al público, mediando el pago de un bono de consulta. Es necesario considerar las posibilidades que tenemos de acceder a estos servicios de salud, según la cercanía geográfica, nuestras necesidades de concurrir solos o en compañía de otros, las características de los servicios y la comodidad que sintamos con el personal de salud que nos atienda.

Como vimos en el inicio de este Manual, la sexualidad incluye muchísimos aspectos de nuestra vida, relacionados con nuestra identidad. Por eso, cualquier tipo de discriminación que suframos constituye también una violación a nuestros derechos sexuales. Ante esta situación, resulta útil conocer los instrumentos legales para defendernos. También es importante que sepamos que, en caso de que no se respeten nuestros derechos, existen instituciones a donde recurrir. Las instituciones que se encargan de la promoción de nuestros derechos y que también pueden atendernos y recibir denuncias cuando se vulnera cualquiera de nuestros derechos son las Direcciones de juventud y de derechos humanos provinciales y municipales, las organizaciones no gubernamentales que trabajan por los derechos humanos de mujeres, niños y adolescentes y también las Defensorías del pueblo.

ANEXO defensorías

Actividad: Leccion 4 (a) (PDF)

La sexualidad también forma parte de la salud

El sexo, la sexualidad y el género son aspectos muy importantes de la vida de las personas. Están relacionados mutuamente, pero no son lo mismo. “El sexo no se elige, se transmite genéticamente. Es una condición biológica determinada en el momento en que se unen las células reproductivas de un hombre y una mujer para producir la fecundación.”

El sexo de una persona se reconoce por sus órganos genitales internos y externos: • en la mujer: vagina, útero, trompas de Falopio y ovarios; • en el varón: pene y testículos. Otras características que nos ayudan a identificar cada sexo son los que se denominan “caracteres sexuales secundarios”, que aparecen durante la pubertad y adolescencia.

Muchas personas creen que la sexualidad es sinónimo de relaciones sexuales. Otras piensan que la sexualidad tiene que ver con nuestros genitales. Sin embargo, el concepto de sexualidad es mucho más amplio. “La sexualidad es un proceso dinámico y complejo que comienza cuando nacemos y se manifiesta de manera diferente a lo largo de nuestra vida. A medida que vamos creciendo, incorporamos pautas y comportamientos vinculados a nuestra sexualidad.

La sexualidad se desarrolla por la interacción con los otros, en la familia, la escuela, los grupos sociales en los que actuamos y la sociedad en general.”

La sexualidad es algo distinto de las relaciones sexuales. La primera está muy ligada a nuestra identidad y, a pesar de su significado central en nuestra vida, muchas veces tenemos dificultades para hablar de ella. La sexualidad la vivimos, la sentimos: tiene que ver con la forma de movernos, vestirnos, expresarnos, relacionarnos con el entorno.

“Todas y todos tenemos sexualidad a lo largo de la vida, desde que nacemos hasta que nos morimos”, aunque se exprese de manera diferente en las distintas etapas vitales. Las y los adolescentes necesitan libertad para hablar y expresarse sobre su sexualidad y compartir ideas y puntos de vista. A menudo la sexualidad nos preocupa, nos inquieta; a veces nos atrae y otras no. Está relacionada con nuestro sexo y nuestro cuerpo, con nuestra salud, nuestras ideas y sentimientos. Cada persona vive su propia sexualidad de una manera diferente. La sexualidad es tan amplia y variada como personas hay en el mundo y se expresa de distinta forma según seamos mujeres o varones, chicos o grandes y también según nuestro grupo familiar y social.

La forma de expresar la sexualidad también varía según las distintas culturas, países y momentos históricos. Los varones adolescentes suelen aprender las formas de comportamiento consideradas “masculinas”: ser fuerte y dominante, no mostrar emociones y ejercer autoridad sobre la mujer, ser exitoso y competitivo. Al varón se le exige saber “todo” sobre sexo y tomar la iniciativa para tener relaciones sexuales. Incluso, a veces el grupo de amigos o sus familiares no ven con buenos ojos que a cierta edad los adolescentes varones no se hayan iniciado sexualmente. Las adolescentes mujeres, por su parte, aprenden que la mujer es considerada un ser más “emocional”. Muchas veces está mal visto que desarrollen ciertos deportes o actividades consideradas “masculinas” o que tomen iniciativas para acercarse a los chicos. A ellas se les enseña a ser obedientes, sumisas y que no es bueno tener muchos novios, que deben casarse o formar pareja y tener hijos. Muchas veces se dice que las mujeres no pueden sentirse “completas” si no se casan y tienen hijos. Estas expectativas sociales a menudo están muy lejos de nuestras expectativas personales y del futuro que soñamos para nosotros mismos. Por eso, en ocasiones, atentan contra nuestra salud porque nos hacen sentir tristeza y frustración. Debemos tener en cuenta que tenemos un abanico de posibilidades y potencialidades para construir nuestra vida, y vivirla según nuestros intereses y necesidades.

La salud sexual y reproductiva

La salud sexual y reproductiva incluye la capacidad que tenemos de disfrutar una actividad sexual responsable, satisfactoria y segura, y la libertad para decidir tener o no relaciones sexuales, con quién, cuándo y con qué frecuencia. Asimismo, la decisión de tener o no hijos, cuántos y cuándo tenerlos. También incluye nuestro derecho a recibir información adecuada para prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH/sida, y a acceder a servicios de salud adecuados. Para que los y las adolescentes puedan tomar estas decisiones, contando con información adecuada y sin ningún tipo de coerción ni violencia, las personas encargadas de elaborar políticas, los padres y las madres, los responsables de sistemas de salud y los educadores deben trabajar para promover que los adolescentes se desarrollen y se conviertan en adultos saludables, proporcionándoles un ambiente de apoyo y seguridad, orientación e información completa, capacitación para la vida y servicios de salud accesibles y de buena calidad. Inicio de las relaciones sexuales Las relaciones sexuales constituyen un aspecto muy importante de la vida y de la sexualidad de las personas. Es preferible no “apurarse” para iniciarse sexualmente. Aun así, muchas veces, durante la adolescencia ocurren los primeros acercamientos sexuales, que se manifiestan por la estimulación sexual entre dos personas mediante besos, caricias y palabras, es decir, por medio del llamado “juego sexual”, que en ocasiones termina en una relación sexual.

El comienzo de las relaciones sexuales debe ser una decisión completamente personal y libre. Pero contar con información adecuada no sólo es un derecho básico de todas las personas, sino que también es una manera de no correr riesgos innecesarios para nuestra salud y nuestra vida y nos ayuda a tomar decisiones más adecuadas. Para iniciarnos sexualmente es importante que nos sintamos seguros. Cuando tenemos miedo, nos sentimos obligados o no tenemos ganas, no podemos disfrutar y nos sentimos mal. Por eso, debemos hacerlo sólo si realmente queremos, sin que nadie nos fuerce u obligue. Ejercer la presión o coerción es no respetar los derechos de la otra persona. Cuando se pretende lograr una relación sexual a toda costa, o cuando éstas se concretan por la fuerza o contra la voluntad de la otra persona, nos encontramos frente a un caso de “acoso o abuso sexual”. “Lo ideal es que exista amor, afecto y atracción”, ya que ayuda a una iniciación sexual placentera y con mayor sensación de seguridad. Un inicio sexual precipitado, cuando dudamos o no estamos ni preparados ni convencidos es contraproducente. Las relaciones sexuales son actos que requieren el deseo y el acuerdo mutuo, dentro de un marco de respeto hacia el otro. En nuestros primeros acercamientos sexuales, no siempre “concretamos” las relaciones sexuales. A veces las personas se estimulan sólo con caricias y besos en diferentes lugares del cuerpo. Esto es lo que llamamos “juegos sexuales” o “juegos amorosos”. Durante la relación sexual puede producirse una sensación placentera que se denomina “orgasmo”. El orgasmo se produce de manera diferente en varones que en mujeres. Los primeros expulsan semen por su pene, es decir “eyaculan”. A las mujeres se les contraen involuntariamente una serie de músculos que se encuentran cerca de la vagina y segregan fluidos vaginales. Como todas las personas somos diferentes, es positivo que comuniquemos lo que nos gusta y lo que no cuando tengamos relaciones sexuales, cuáles son las cosas que más nos estimulan o excitan, como por ejemplo: qué tipo de caricias y en qué lugares del cuerpo. Los besos, las caricias, las palabras estimulantes constituyen un aspecto muy importante de la relación sexual. Si a este “juego sexual” no se le dedica el tiempo adecuado es posible que la relación sexual no sea placentera por igual para quienes la integran”.

Los mitos sobre la sexualidad

La sexualidad y las relaciones sexuales han dado lugar al surgimiento de muchos mitos en la sociedad, que fueron proliferando por el hecho de pensar la sexualidad como un tabú. Dichos mitos no reconocen bases científicas, sino que se basan en tradiciones y prejuicios que se han mantenido por generaciones.

Aquí les presentamos algunos ejemplos.

• Durante la menstruación las mujeres no pueden bañarse, hacer actividad física y/o practicar relaciones sexuales. Esto es FALSO, ya que ninguna de estas actividades perjudica al proceso menstrual ni la salud de las mujeres.

• El tamaño del pene de los varones es una señal de virilidad y otorga mayor placer a sus compañeras/os sexuales durante las relaciones sexuales. Esto es FALSO: no se es más ni menos “hombre” por el tamaño del pene, y el placer en las relaciones sexuales está ligado a otras cuestiones.

• Las mujeres son “naturalmente” pasivas durante las relaciones sexuales y los hombres necesitan físicamente practicar mayor cantidad de relaciones sexuales que las mujeres. Esto es FALSO porque la pasividad de las mujeres y la actividad de los hombres responden a patrones de conducta aprendidos por unos y otras.

• En la primera relación sexual no puede producirse una fecundación. Esto es FALSO y es importante saberlo para evitar embarazos no buscados.

• En la primera relación sexual todas las mujeres deben sangrar por su vagina. Esto es FALSO, porque el himen no necesariamente sangra con las primeras relaciones sexuales.

• La primera relación sexual es dolorosa para todas las mujeres. Esto es FALSO porque no necesariamente las mujeres experimentan dolor. Es importante que estén seguras de querer iniciarse sexualmente, que usen preservativos para estar tranquilas de evitar embarazos y enfermedades de transmisión sexual, que estén en un lugar privado y cómodo, que estén relajadas y felices.

• Durante la menstruación todas las mujeres andan malhumoradas o sensibles. Esto es FALSO porque, si bien durante el ciclo sexual y hormonal puede haber cambios en el cuerpo y en el humor, esto no les sucede a todas las mujeres ni en todos los ciclos.

• Si tenemos cuerpos lindos y delgados, tendremos mayor placer durante las relaciones sexuales. Esto es FALSO, porque la atracción sexual y el amor se manifiestan de maneras diversas. La apariencia física es uno de los elementos, como lo son también nuestra manera de sentir y de pensar, nuestra voz, nuestra mirada, nuestra manera de acariciar y otras muchas cosas más.

• Si usamos preservativos durante las relaciones sexuales, disminuye el placer. Esto es FALSO porque el látex del preservativo es muy delgado y no quita la sensibilidad. Además la capacidad de goce en una relación sexual sucede por diferentes cuestiones ligadas a nuestros sentimientos por la persona, nuestra capacidad de pedir y dar placer, nuestra tranquilidad de no producir embarazos no deseados o contraer una enfermedad de transmisión sexual, etcétera.

• El momento de la colocación del preservativo “corta el clima” de la relación sexual. Esto es FALSO, porque el preservativo puede incluirse en los juegos sexuales.

• Si el hombre se estimuló sexualmente debe tener una relacion sexual, si no se puede enfermar o enloquecer. Esto es FALSO. Los hombres, como las mujeres, no tienen necesariamente que tener contacto fisico si se excitan sexualmente.

Prevención y promoción de la salud sexual y reproductiva

¿Qué significa prevención?

Si bien cuando hablamos de embarazo adolescente generalmente nos referimos a las chicas menores de 19 años que están embarazadas, los varones de esa edad también pueden pasar por la experiencia de ser padres durante la adolescencia. Las mujeres adquieren la capacidad de reproducirse y pueden quedar embarazadas a partir de la primera menstruación. Los varones adquieren esta capacidad en la pubertad a partir de las primeras poluciones nocturnas. La mayoría de los embarazos adolescentes no son buscados ni deseados por ninguno de los integrantes de la pareja, al menos conscientemente. La ocurrencia del mismo puede deberse a múltiples factores, entre los que se encuentran una baja autoestima, la falta de proyectos personales, las malas relaciones familiares, una historia familiar de violencia y el abuso sexual y físico. No obstante, uno de los factores más importantes es la falta de información adecuada sobre los temas de sexualidad y sobre los métodos de anticoncepción. Esto último determina que haya muchos falsos conceptos en torno a las relaciones sexuales y su inicio. Uno muy frecuente es la creencia de que la primera relación sexual no puede causar un embarazo. Un embarazo en la adolescencia nos obliga a tomar decisiones y responsabilidades de personas adultas, para las que muchas veces no estamos preparados. El embarazo en la adolescencia tiene consecuencias psicosociales tanto para la mujer como para el varón. Sin embargo, el impacto en los varones está menos estudiado, dado que muchas veces ellos no se hacen cargo del bebé por nacer. Generalmente ser madre o padre en la adolescencia conduce a un cambio sustancial del proyecto de vida: la interrupción o el abandono de los estudios, la necesidad de salir a trabajar (a menudo obteniendo una menor remuneración), la mayor posibilidad de desempleo, las restricciones para salir con amigos y la disminución del tiempo de esparcimiento y recreación. Las mujeres suelen ser las más afectadas y perjudicadas por estas situaciones, ya que muchas veces deben asumir la responsabilidad de la crianza y nutrición sin contar con un apoyo sostenido por parte de sus compañeros. La familia y la comunidad cumplen un papel fundamental en estos casos, cuando logran brindar el apoyo necesario a las y los adolescentes para colaborar en la crianza y permitirles desarrollar una vida que no impida la continuidad de los estudios. Las chicas embarazadas deben tener claro que uno de los derechos humanos básicos de los niños, las niñas y los adolescentes es la educación. Por lo tanto, es ilegal que sean expulsadas de la escuela primaria o secundaria por el solo hecho de estar embarazadas. Pero las consecuencias del embarazo adolescente no son sólo sociales.

En las chicas, pueden presentarse durante el embarazo complicaciones físicas que debemos conocer: mayor frecuencia de anemias por una mala alimentación, presión alta, desnutrición, mayor incidencia de partos prematuros y riesgos de complicaciones en el parto por la inmadurez del aparato reproductor, especialmente en las menores de 15 años, lo que puede conducir a un parto difícil y a un mayor número de cesáreas. El control médico prenatal adecuado puede disminuir estos riesgos, así como la buena contención familiar y comunitaria disminuye los riesgos psicosociales. También los hijos e hijas de adolescentes pueden presentar algunas dificultades, como el bajo peso al nacer, el nacimiento antes de lo esperado y mayores probabilidades de desnutrición durante el primer año de vida y de recibir menos estímulos psicomotores. Ser madre o padre es una tarea hermosa pero también complicada, por lo que es necesario que podamos elegir responsablemente el momento en que queremos cumplir con esta función. A pesar de que mucho se habla del “instinto maternal”, la maternidad y la paternidad, más allá de ser un hecho biológico, son fundamentalmente un hecho cultural y social. Es por ello que no todos los hombres y mujeres desean ser padres y madres, y tampoco es necesario parir a un hijo para sentir el amor y el cariño de padres y madres. Las sociedades establecen pautas o modelos sociales que reglamentan la forma en que debe establecerse el vínculo madre-hijo. Se aprende a ser padre y madre mediante lo que hemos vivido como hijos e hijas, de lo que absorbemos de la sociedad y de lo que queremos modificar. Por ello, la maternidad y la paternidad tienen rasgos diferentes según el lugar geográfico y la época que vivimos.

Actividad: Lección 4 (b) (PDF)

Información y utilización de los métodos anticonceptivos (MAC)

Se llama método anticonceptivo a aquel que se utiliza para evitar un embarazo. El método usado debe adaptarse a la situación y la necesidad de cada pareja, a sus condiciones de salud y a sus creencias y valores. Es nuestro derecho decidir si queremos o no tener relaciones sexuales, si deseamos o no tener hijos y cuándo tenerlos, como también es nuestro derecho acceder a la información adecuada para hacer la mejor elección posible.

• Abstinencia periódica o métodos del ritmo: consiste en no tener relaciones sexuales durante los días fértiles de la mujer, cuando se produce la ovulación (salida del óvulo del ovario). La ovulación en una mujer que es regular sucede alrededor del día 14 del ciclo sexual, contando los días a partir del primer día de la última menstruación. Como el óvulo dentro del aparato reproductor femenino vive de 12 a 48 horas y el espermatozoide de 48 a 72 horas, y como es difícil establecer el día de la ovulación con precisión, no se debe tener relaciones sexuales cinco días antes y cinco días después de la fecha probable de ovulación. Las variaciones del moco del cuello de útero nos ayudan a conocer el momento cercano a la ovulación porque se modifica y parece clara de huevo. Este método es poco seguro por lo difícil que resulta establecer el momento de la ovulación, especialmente en las mujeres que son irregulares.

• Espermicidas: son sustancias químicas en forma de cremas, óvulos, geles o esponjas que, introducidos en la vagina antes del coito, matan los espermatozoides. Se deben usar junto con otro método anticonceptivo porque solos son poco efectivos. Se recomienda utilizarlos junto con el diafragma o los preservativos para garantizar su seguridad.

• Diafragma: está constituido por una semiesfera de látex con un aro flexible que a modo de capuchón cubre el cuello del útero impidiendo el ascenso de los espermatozoides hacia el interior del útero. El diafragma lo introduce la mujer en su vagina junto con una crema espermicida antes de la relación sexual, y no lo debe retirar hasta ocho horas después del último coito o relación sexual. Podemos saber si está bien colocado cuando tocamos el cuello del útero a través del látex y cuando no sentimos ninguna molestia. El diafragma es reutilizable, por eso cuando se retira se debe lavar y secar bien, y guardarlo con fécula para que no se dañe el látex. •

T de cobre o DIU (dispositivo intrauterino), también llamado espiral: es un pequeño objeto de plástico con hilos de cobre o plata que se coloca en el interior de la cavidad del útero. La colocación siempre la hace un profesional. Su acción consiste en dificultar el movimiento de los espermatozoides impidiendo que asciendan a las trompas de Falopio y de esa manera evitar la fecundación. Hay varios tipos de dispositivos y según la cantidad de metal que tengan pueden durar entre dos y cinco años. Es un método altamente efectivo pero también puede ocasionar algunas complicaciones como hemorragias, infecciones o bien puede desplazarse. Por ello requiere su indicación precisa y controles médicos periódicos.

• Anticonceptivos hormonales: las pastillas son productos farmacéuticos compuestos por hormonas femeninas (estrógenos y progesterona) sintéticas similares a las naturales. Su función es evitar que el ovario prepare y madure un óvulo para la fecundación, por lo que al no producirse la ovulación, no habrá un óvulo disponible para la fecundación. Este método es el más efectivo, pero no todas las mujeres pueden tomar las pastillas porque a veces producen complicaciones en el organismo o están contraindicadas para esa mujer. Las pastillas las debe indicar un médico y se deben llevar a cabo controles periódicos ya que se trata de un medicamento. Se pueden tomar largo tiempo (años) sin necesidad de intervalos a los meses. Estos productos hormonales también se presentan en otras formas como inyecciones o en un dispositivo subcutáneo (que no está disponible en nuestro país).

• Coito interrumpido: consiste en que el hombre expulse el semen durante la eyaculación fuera de la vagina (acabar afuera). Este método requiere un muy buen control por parte del hombre para retirar su pene en el momento del orgasmo, lo cual hace que sea poco seguro. Por otra parte, el hombre antes de eyacular segrega un líquido llamado líquido preseminal que puede contener espermatozoides. Tampoco es seguro en el caso de que eyacule cerca de la entrada de la vagina, ya que, por la alta movilidad de los espermatozoides, éstos pueden entrar y ascender hasta las trompas y encontrarse con un óvulo.

• Método de lactancia amenorrea (MELA): cuando la mujer amamanta a su bebé en forma exclusiva (sin ofrecerle agua, jugo o té) con mamadas muy frecuentes (ocho a diez por día) y no se presentan períodos menstruales, no ovulará hasta alrededor del sexto mes. Para este método la lactancia debe ser exclusiva; si la lactancia es parcial, no es un método anticonceptivo eficaz y la mujer puede quedar embarazada. Por otro lado, muchas mujeres reinician la ovulación sin advertirlo, antes de la primera menstruación luego del parto. Como todos los métodos, puede tener fallas, por lo que se recomienda consultar en el centro de salud sobre la conveniencia de agregar algún otro método anticonceptivo.

• Preservativos: existen dos tipos de preservativos: uno más conocido, usado por los varones, es el preservativo masculino, y también está el que utilizan las mujeres, el preservativo femenino. Ambos cumplen la misma función que es la de impedir la llegada de los espermatozoides a la cavidad uterina. Además de su efecto anticonceptivo, son los únicos que previenen las infecciones de transmisión sexual incluido el VIH/sida. La falla de este método se debe principalmente al mal uso o a la mala calidad de los preservativos, por eso es importante que tanto los varones como las chicas sepan cómo se usa. ¿Cómo se usan los preservativos? A veces se dice que los preservativos no son seguros; esto se debe a que no se saben usar correctamente. Por eso es muy importante aprender cómo se usan.

 – Preservativo masculino o profiláctico: En general se lo denomina “forro” y para usarlo correctamente se deben seguir los siguientes pasos.

1. Comprarlos preferentemente en farmacias o en lugares donde los preservativos no hayan estado expuestos al sol ni al calor.

2. Fijarse en el envase la fecha de vencimiento y, si son de fabricación nacional, que el lleven el sello IRAM. También debemos controlar que el envase esté cerrado herméticamente.

3. Abrir el envase cuidadosamente (no con los dientes) para evitar raspar o romper el preservativo.

4. Atención: ¡No debe desenrollarse antes de ser usado!

5. Fijarse si el color del látex es uniforme. Si está más oscuro en alguna zona, se recomienda tirarlo y usar otro preservativo.

6. Los preservativos vienen lubricados (mojados). Si no es así, agregarle un lubricante derivado del agua y no vaselina, porque daña el látex y el preservativo puede romperse.

7. Evitar todo tipo de penetración (vaginal, oral o anal) antes de tener puesto el preservativo.

8. Para ponerse el preservativo, el pene debe estar rígido. Ubicar el preservativo en la punta del pene y apretar la tetilla de la punta para que salga el aire. Desenrollarlo sobre el pene (manteniendo apretada la tetilla) desde la punta hasta la base del mismo. Recién cuando está colocado el preservativo puede realizarse la penetración.

9. Luego de la eyaculación y antes de que el pene deje de estar erecto, retirarlo y sacar el preservativo cuidadosamente para no derramar semen.

10. Después de sacarlo, se debe hacer un nudito para que no se derrame el semen y tirarse a la basura. Es peligroso dejar preservativos usados tirados en la calle o las plazas porque algún chico o adulto puede agarrarlos o pueden ser tocados por los recolectores de basura, y si el semen es fresco y tiene el VIH, puede transmitirse el virus a través de alguna herida en la piel.

11. Los preservativos masculinos no se reutilizan. – Preservativo femenino También se lo denomina “forro”. Su uso todavía no está muy difundido, sobre todo porque es muy caro. Tiene forma de tubo; no es de látex como el masculino, sino de otro material que se llama poliuretano, y es muy parecido a las bolsas de nailon. Este tubo tiene un extremo abierto y otro cerrado, con un anillo plástico muy flexible y blando, uno libre en su interior y otro adosado al extremo abierto. El anillo libre es más chico.

Para usarlo correctamente deben seguirse los siguientes pasos.

1. Presionar el aro más chico de manera de formar un ocho e introducirlo en la vagina hasta el fondo de la misma. Estará bien colocado cuando ya no se sienta ni cause molestias. Los preservativos femeninos vienen lubricados y la introducción en la vagina no duele ni causa molestias.

2. Controlar que el aro más grande quede por fuera de la vagina, cubriendo la vulva, para que el pene pueda introducirse sin problemas ni riesgos de embarazo o de transmisión del VIH.

3. Luego de la relación sexual, retirar el preservativo de la vagina apretando el aro que cubre la vulva, girándolo y tirando suavemente hacia afuera. Es conveniente retirarlo mientras la mujer está recostada para evitar que se derrame semen.

4. Igual que los preservativos masculinos, los femeninos no deben arrojarse en la calle o en plazas para evitar riesgos a otras personas.

5. Los preservativos femeninos no se reutilizan.

Las personas con VIH/sida deben usar preservativos en sus relaciones sexuales, no sólo para no transmitir el virus a sus parejas, sino también para protegerse a sí mismas del riesgo de “reinfecciones”, es decir que el organismo reciba más virus de otras personas.

Actos que no previenen el embarazo

– Lavados vaginales: lavar la vagina después de una relación sexual, con la pretensión de destruir los espermatozoides que hay en ella, no sirve pues los espermatozoides llegan muy rápidamente al cuello de útero.

– Tener relaciones sexuales vaginales durante la menstruación: hay pocas posibilidades; teóricamente no hay óvulos maduros en los ovarios, pero la ovulación puede producirse en cualquier momento.

– Tener relaciones sexuales cuando la mamá amamanta y refuerza la alimentación del bebé con leche maternizada o papillas. En este período la mujer puede estar sin menstruar durante unos meses hasta que se normalice la función hormonal después del parto. Cuando una mujer amamanta a su hijo puede ovular y producirse el embarazo sin haberse restablecido los ciclos menstruales.

– La primera relación sexual: siempre que haya eyaculación dentro de la vagina y se produzca durante la ovulación, puede originar un embarazo.

– Tener relaciones sexuales de pie, con la pretensión de que el semen se salga rápido de dentro de la vagina y no se produzca embarazo. Esto es FALSO: la posición no evita ni facilita los embarazos.

Actividad: Lección 4 (c) (PDF)

Enfermedades de transmisión sexual (ETS)

“Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) son enfermedades infecciosas producidas por gérmenes (bacterias, parásitos, hongos y virus) que se adquieren principalmente durante las relaciones sexuales.”

Estas infecciones se transmiten de una persona infectada a otra “a través de relaciones sexuales desprotegidas, es decir, sin el uso del preservativo o condón”.

“El uso del preservativo es el mejor modo de evitarlas y prevenirlas. La realidad muestra un importante aumento en el número de personas afectadas por las ETS. Es necesario superar muchos prejuicios con respecto a las enfermedades de transmisión sexual. Pese a que en la mayoría de las sociedades son los hombres quienes tienen mayor número de parejas sexuales, mucha gente aún considera, incorrectamente, que estas enfermedades son ‘enfermedades de mujeres’. Las enfermedades de transmisión sexual pueden afectar tanto a varones como a mujeres. La persona que padece una de estas enfermedades no debe sentirse culpable, sino asumir una conducta que la proteja e impida su propagación.”

“Actualmente, la mayoría de las ETS son tratables y curables. Es esencial que ambos miembros de la pareja realicen los tratamientos para prevenir reinfecciones.” Muchas veces las mujeres conviven con flujo vaginal durante largos períodos de su vida sin consultar y, aunque les pique, tengan feo olor, se sientan húmedas e incómodas, piensan que esta situación es “normal”. “La vergüenza es muchas veces la razón por la cual no se habla de estos temas y se demora la consulta y el tratamiento.”

En el siguiente cuadro se describen las características de las ETS.

VIH/sida ¿Qué es?

VIH quiere decir: virus de la inmunodeficiencia humana. Ahora veamos qué significa cada una de estas palabras. Un virus es un ser vivo muy pequeño, que sólo se puede ver en un microscopio especial. Para cuidarse de las enfermedades, el cuerpo humano tiene un sistema de defensas que se llama “sistema inmunitario”. El VIH lo ataca, dejando a las personas indefensas y favoreciendo que se infecten con otros virus y gérmenes. Cuando el sistema inmunitario comienza a tener estas deficiencias en su funcionamiento, hablamos de inmunodeficiencia. El VIH vive en los fluidos (es decir, en los líquidos) del cuerpo humano. Fuera de él sobrevive sólo unas horas. En una persona infectada por el VIH, la sangre es el fluido que tiene mayor cantidad de virus, seguido por el semen (si es varón) y el flujo vaginal (si es mujer). El VIH también vive en la leche materna. Si bien el virus también puede vivir en otros líquidos del cuerpo, como la saliva, la transpiración o las lágrimas, es tan poquita la cantidad que se encuentra en estos fluidos, que resulta imposible la transmisión del virus a otra persona. Por eso, es cierto lo que siempre nos dicen acerca de que el virus no se transmite por abrazos, besos, o por compartir el mate o la ropa.

¿Cuál es la diferencia entre vivir con el VIH y vivir con sida? Las personas infectadas por el VIH no sufren ningún síntoma. Se sienten saludables. Pueden hacer una vida normal, aunque deben cuidar su sistema inmunitario.

Evitando:

• acercarse a personas con enfermedades contagiosas (como la gripe);

• exponerse a situaciones de estrés o depresión;

• tener relaciones sexuales sin usar preservativos y compartir elementos cortantes o punzantes, para prevenir reinfecciones. Intentando:

• tener una dieta equilibrada; • cumplir con las horas de descanso adecuadas;

• gozar de una buena contención familiar y de los amigos;

• cumplir con un tratamiento y recibir asistencia médica, psicológica y social adecuada, para disminuir sus posibilidades de enfermar.

Las personas con sida sufren un conjunto de síntomas y signos que aparecen como consecuencia de la disminución de las defensas que produce el VIH en el organismo.

En esto influyen diversos aspectos: el tiempo transcurrido desde que entró el VIH en el organismo, el tipo de tratamiento que se haya realizado, la alimentación, el estado de ánimo, la situación económica y laboral, entre otros. Al quedarse el organismo sin defensas, aparece una variedad de problemas de salud. La pérdida de peso, la diarrea, la neumonía, la tuberculosis y algunos tumores son algunos ejemplos. La realización de un tratamiento adecuado puede evitar o disminuir estos síntomas. Más aún, gracias a los avances en materia de tratamientos, existen personas que viven con el VIH hace casi dos décadas sin desarrollar síntomas. La comunidad científica está investigando la posibilidad de que el VIH se convierta en una infección crónica con la que las personas puedan convivir toda su vida sin desarrollar los síntomas de la enfermedad.

¿Cómo se transmite? El VIH se transmite por tres vías: la sexual, la sanguínea y de madre a hijo. Debemos recordar que tanto las personas infectadas por el VIH como las que viven con sida pueden transmitir la infección. La vía de transmisión sexual ocurre por relaciones sexuales sin usar preservativos. El virus se transmite por relaciones sexuales vaginales (penetración pene-vagina), anales (penetración pene-ano) y orales (lamer los órganos sexuales). Las relaciones sexuales sin el uso de preservativos son la forma más habitual de contraer el VIH en la Argentina. En los últimos años creció muchísimo el número de mujeres jóvenes y adolescentes que se infectaron por esta vía. Al contrario de lo que se suele pensar, esto no obedece a que hayan tenido relaciones sexuales con muchos varones; a menudo las mujeres infectadas no se cuidaron porque no se animan a exigir a los varones el uso del preservativo, por miedo a ser abandonadas o a que desconfíen de ellas, o tampoco se animan a comprar preservativos porque les da vergüenza. Y menos todavía se animan a aprender la manera correcta de colocarlo, ya que muchas sienten que eso es “cosa de hombres”.

Por otro lado, la forma de los genitales femeninos hace que las mujeres sean más vulnerables que los varones a contraer el VIH por relaciones sexuales vaginales. La vagina tiene forma de recipiente y el semen queda alojado allí mucho tiempo; también aumenta el riesgo la presencia de lastimaduras en la vulva o vagina, algunas de las cuales no se sienten, pero constituyen una vía de entrada para el VIH. Las relaciones sexuales anales y orales sin preservativos son también riesgosas: el semen tiene mucha cantidad de virus y es común que en la boca existan pequeñas lastimaduras, debidas al cepillado de dientes o a problemas en las encías, o que durante el coito anal se produzcan lesiones en las paredes del recto. En los varones el riesgo es menor porque los genitales están “fuera de su cuerpo” y por ello, en las relaciones sexuales, no tienen tanto tiempo de contacto con el flujo vaginal de la mujer. Además, ven su pene todos los días cuando hacen pis y les es más fácil que a las mujeres percibir lastimaduras u otras anormalidades y consultar rápidamente a un profesional de la salud. La vía de transmisión sanguínea se produce cuando la sangre de una persona con VIH/sida entra en contacto con la de otra persona. Actualmente, la manera más habitual de transmisión por la vía sanguínea es el uso compartido de jeringas y agujas contaminadas entre las personas que consumen drogas inyectables. La vía de transmisión de la madre al hijo ocurre cuando la mujer embarazada transmite el VIH al bebé durante el embarazo a través de la placenta, o en el parto a través del paso por el canal vaginal, o bien más tarde durante el amamantamiento, en cuyo caso el bebé contrae el virus por la leche materna. Actualmente, entre dos y tres de cada diez bebés nacidos de mujeres infectadas por el VIH nacen con el virus.

¿Quiénes contraen el VIH?

Si bien toda la población está expuesta al riesgo de contraer el VIH/sida, la epidemia no afecta de la misma manera a todos los continentes, a los dos sexos, a todas las edades y a todas las condiciones sociales, económicas y culturales.

La relación entre la cantidad de varones y mujeres enfermas ha sufrido una gran variación a lo largo del tiempo. En los primeros años de la epidemia se registraban 13 hombres enfermos por cada mujer. En el año 2000, por cada tres hombres enfermos se notificó una mujer enferma. Estos datos dan cuenta del crecimiento de la epidemia entre las mujeres. Además, como consecuencia del aumento del VIH/sida entre las mujeres en edad fértil, la Argentina tiene, en América Latina, el número más alto de infecciones debidas a la transmisión de madre a hijo.

“¿Quiénes contraen el VIH/sida?”, las pruebas epidemiológicas demuestran que, si bien todas las personas estamos expuestas, hay poblaciones más vulnerables que otras.

La situación de pobreza constituye un factor muy importante de vulnerabilidad frente al VIH/sida porque en muchos casos resulta un obstáculo para: • acceder a la información adecuada; • asistir de forma periódica a la escuela; • acceder a los servicios de salud; • adquirir preservativos; • evitar que la prostitución (explícita o encubierta) sea una fuente de recursos para la subsistencia; • prevenir que el malestar social promueva el consumo de alcohol y el uso de drogas; • promover comportamientos preventivos del VIH/ sida cuando la situación de salud y las condiciones de vida en general son inadecuadas. Las mujeres niñas, adolescentes y jóvenes son especialmente vulnerables a las pautas culturales que obstaculizan la negociación con los varones sobre el uso del preservativo. Desde chiquitas, las mujeres en general aprenden que los hombres son los que toman las decisiones, y este aprendizaje se traslada también al terreno de las relaciones sexuales. Estas pautas hacen que muchas veces las chicas no se animen a solicitar a los varones el uso de preservativos y terminen teniendo relaciones sexuales que las exponen a riesgos de embarazos no planificados y a enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH/sida. Muchas veces, el “amor” que sentimos por una persona o el hecho de conocerla desde hace mucho tiempo nos hace sentir como imposible que esa persona pueda estar infectada por el VIH/sida. Sin embargo, hay que tener claro que esta posibilidad existe, como lo demuestra el crecimiento de la epidemia entre las mujeres en la Argentina. La propagación del VIH/sida entre las mujeres en edad de procrear aumenta la vulnerabilidad de los bebés y los niños a causa de la transmisión del virus de madre a hijo. Los adolescentes varones, en especial los que usan drogas inyectables, también constituyen un grupo vulnerable.

Por determinantes culturales, la sociedad espera que los hombres sepan asumir riesgos, y la misma sociedad no ofrece estrategias para que estos riesgos no se vuelvan en contra de la salud y la vida. Por otro lado, también resulta difícil modificar la cultura del uso de drogas inyectables, donde el compartir los elementos de inyección forma parte del ritual de consumo.

¿Cómo se previene?

La vía sexual • Usando preservativos masculinos o femeninos en las relaciones sexuales vaginales, anales y orales. Los preservativos no sólo previenen el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, sino también los embarazos no buscados. • Decidiendo de forma compartida el uso de preservativos. Muchas veces por “conocer” a la persona o por “amor” creemos que no hace falta usarlos o bien dejamos que el otro tome la decisión sobre el uso del preservativo. • Practicando relaciones sexuales “no penetrativas”. Esto quiere decir evitando las penetraciones vaginales, orales y anales. Las caricias, los besos y otros tipos de juegos amorosos constituyen importantes fuentes de placer con las cuales podemos experimentar sensaciones de plenitud, incluido el orgasmo. • Previniendo el consumo de alcohol y de todo tipo de drogas, que provocan “descontrol” y pérdida de conciencia, y nos exponen a relaciones sexuales sin el uso de preservativos.

La vía sanguínea • Evitando compartir jeringas y agujas para el consumo de drogas inyectables, o el tubito en el caso de las drogas que se aspiran. • Evitando compartir elementos cortantes, como cepillos de dientes u hojas de afeitar. • Asegurando las “medidas de bioseguridad” en los servicios de salud: la sangre y sus derivados deben ser adecuadamente analizados, y los elementos de uso médico y odontológico deben estar esterilizados. • Frente a una persona accidentada, lo ideal es llamar inmediatamente a un servicio médico, pero si es necesario brindarle los primeros auxilios con urgencia, es recomendable que usemos guantes u otra protección, como bolsitas de polietileno para cubrir lo más posible las manos y los brazos.

La vía de madre a hijo: Es recomendable que toda mujer que desee quedar embarazada se realice la prueba de detección. Los jóvenes constituyen el grupo más afectado. Para cuidarte y cuidar a quien está con vos, exigí el uso del preservativo. Pero si ya está embarazada, también es importante que se realice el análisis porque cuanto antes se detecte el virus y se comience el tratamiento, menos son las probabilidades de transmisión del VIH al bebé y mayores las posibilidades de las mujeres de mantener una buena calidad en su salud. Existe un tratamiento para las mujeres embarazadas con VIH/sida que reduce mucho el riesgo de transmisión al bebé y mejora las condiciones de salud de las mujeres. El nacimiento por cesárea reduce el riesgo de transmisión al bebé. Es conveniente evitar amamantar al bebé, reemplazando la leche materna por leches maternizadas. Si esto no fuera posible por no disponer de medios económicos o de agua potable, es importante saber que el virus se transmite más fácilmente con el uso combinado de leche materna y maternizada. Por lo tanto, si no es posible el acceso a leches maternizadas, se sugiere el uso exclusivo de leche materna. Ésta debería utilizarse sólo en los seis primeros meses de vida del bebé, para reducir los riesgos de transmisión del VIH.

Barreras contra el VIH/sida

Existe una barrera contra la transmisión sexual del VIH/sida. Se llama preservativo. Hombres y mujeres pueden conseguirlos, llevarlos consigo y exigir su uso en las relaciones sexuales. Pero hay otro tipo de barrera que tiene que ver con usar o no usar preservativos. Esta otra no es preventiva sino todo lo contrario. Se llama prejuicio. Si una chica lleva preservativos en el bolsillo ¿la sociedad considera este acto tan “normal” como si los llevara un varón? Es tiempo ya de deshacernos de la barrera del prejuicio y poner en nuestras manos la de la protección, tomando las precauciones que nos protejan a chicos y chicas en nuestros vínculos y utilizando preservativos en cada una de las relaciones que tengamos.

¿Cómo se detecta el VIH?

El VIH sólo puede detectarse con un análisis de sangre, ya que la aparición de síntomas puede demorar más de diez años. El análisis, llamado “Elisa”, debe realizarse transcurridas seis o más semanas de la situación en que sospechamos que estuvimos en riesgo de contraer el VIH. El análisis no detecta al VIH directamente, sino a los anticuerpos que éste genera. Al período que demora el cuerpo en producir estos anticuerpos se lo denomina “período ventana”. El resultado “positivo” o “reactivo” indica la presencia de anticuerpos, mientras que el “negativo” o “no reactivo” indica la ausencia de los mismos. El análisis debe repetirse pasados cuatro meses, sin haberse expuesto al riesgo de contraer el virus durante este período. De esta manera, si ambos resultados dan “negativo” o “no reactivo” la persona confirma que no está infectada por el virus.

Existe otro análisis más complejo, que detecta al virus directamente y se llama Westernblot. La realización del análisis de sangre para detectar el VIH constituye una decisión personal de cada individuo, amparada en la Ley Nacional de Sida. Para su realización se requiere el “consentimiento informado” de la persona a quien se le realizará el análisis. El consentimiento informado significa que la persona está adecuadamente informada del tipo de análisis que se le va a hacer y acepta que se lo realicen. Nadie puede ser obligado a someterse al análisis. Aunque a veces las empresas se lo soliciten a los aspirantes a un empleo, debemos saber que esto es ilegal. También es ilegal que en los hospitales se obligue a las mujeres embarazadas o a las personas que deben someterse a operaciones a realizar la prueba de detección del VIH. En otras palabras: la obligación de los profesionales de la salud es informar adecuadamente y dejar que él o la paciente decidan hacer el estudio y cuándo realizarlo.

¿Qué sucede con los tratamientos para el VIH/sida?

En la Argentina, las leyes 23.798, 24.455 y 24.754 establecen que el Ministerio de Salud de la Nación, las obras sociales y las entidades de medicina prepaga están obligados a cubrir los análisis para la detección del VIH, como también su atención y tratamiento, incluidos los medicamentos. El acceso al tratamiento del VIH/sida es un derecho humano básico de las personas, reconocido por diferentes convenciones y declaraciones internacionales, e incorporado en la Argentina en 1990. Seguramente, muchos ya han escuchado hablar de un tratamiento llamado “cóctel”. Se trata de una combinación de varias drogas que permite a las personas con VIH/sida mantener o mejorar su salud. La mayoría de las personas que sigue estos tratamientos lleva una vida normal y muchos científicos estudian la posibilidad de que el virus viva para siempre en el cuerpo de estas personas, sin causarles problemas de salud y mucho menos la muerte.

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