Orientación en Violencia

Tema 1:

Violencia

INTRODUCCIÓN

La violencia tiene muchas facetas y manifestaciones y puede ser ejercida por una diversidad de actores, en diferentes lugares y en diferentes contextos, a una multiplicidad de víctimas.

El objetivo de esta lección es, por tanto, conocer varias maneras de clasificar los actos violentos, ya sea por

(a) quien o quienes ejecutan la violencia,

(b) por el tipo de daños que causan,

(c) por las características de las víctimas o

(d) por el ámbito donde ocurren los hechos de violencia.

Este análisis es necesario para la toma de decisiones en relación con la prevención, para definir las estrategias más eficaces y priorizar las intervenciones.

El ciclo de la violencia

En 1979, Leonore Walker investigó los motivos que impedían que las mujeres víctimas de malos tratos creasen alternativas efectivas para salir de la situación de maltrato. Para ello, se basó en la “teoría del aprendizaje social”, de Martin Seligman, y en su concepto de la “indefensión aprendida”, según el cual, la víctima aprende a creer que no puede cambiar la situación de maltrato ni su situación de pareja, acostumbrándose a vivir con miedo. En sus investigaciones identificó una serie de fases que se daban en la mayoría de casos de maltrato y que repetían cíclicamente, por lo que llamó a esta situación el “Ciclo de la violencia”

El ciclo de la violencia se compone de tres fases las cuales pueden variar en intensidad y en duración tanto en el caso de la misma pareja como de distintas parejas, estas son (ver figura 4):

1. Acumulación de tensión: la persona agresora se empieza a enfadar por cualquier cosa, provocando un aumento de la violencia verbal. Al mostrarse como episodios aislados, la víctima cree que puede controlarlos y que acabarán por desaparecer, sin embargo, la tensión aumenta y se acumula.

2. Explosión o agresión: la acumulación de tensión acaba provocando una explosión de ira, en forma de violencia psicológica, física y/o sexual. Tras el episodio la víctima queda atemorizada y angustiada. Durante los primeros episodios es difícil que la víctima pida ayuda, de hecho es probable que tenga un fuerte sentimiento de culpa y vergüenza que hagan que oculte lo sucedido, distanciándose de sus familiares y amistades. Esta situación también provoca que la víctima se muestre distante con su pareja. (V) En esta guía se presenta el modelo original del ciclo de la violencia presentado por E. Walker.

3. Calma, reconciliación o “luna de miel”: La persona agresora intenta recuperar a la víctima mostrándose arrepentida, haciendo falsas promesas de cambio, mostrándose cariñosa y/o dándole regalos hasta conseguir ser perdonada. Tras esta fase la pareja vive un periodo de cierta tranquilidad, en la que la víctima se muestra ilusionada y esperanzada de que la situación no vuelva a ocurrir. Pasado un tiempo, cuando quien agrede considere amenazado su control y poder en la relación, por ejemplo, si la víctima intenta actuar de manera libre o autónoma (salir sin haberle pedido permiso, que quiera estudiar o trabajar sin que la pareja lo considere adecuado, realizar una compra sin su autorización, contestarle…), lo considerará un acto de rebeldía e iniciará de nuevo el ciclo.

Respecto a este ciclo cabe destacar tres ideas fundamentales:

  • Si decide pedir ayuda, lo más probable es que lo haga tras la segunda fase (explosión o agresión). Además, si cuando la pide no se le da es probable que luego esté en la tercera fase (luna de miel) y ya no quiera la ayuda, porque crea que su pareja va a cambiar. Esto mismo sucede con las denuncias, que suelen interponerse tras la segunda fase y en algunos casos se retiran posteriormente (tercera fase).
  • La fase de calma, reconciliación o luna de miel (tercera fase) es la mantenedora del ciclo, especialmente durante los primeros episodios de maltrato. En ellos, la persona que lo sufre se encuentra conmocionada ante algo tan grave como lo sucedido y necesita que su pareja se muestre arrepentida y le diga que no volverá a suceder. Para la persona agresora es también una fase muy importante, suponiéndole un refuerzo positivo, ya que su víctima le perdona algo tan grave como lo que ha sucedido y se mantienen en la relación, provocando su victimización completa. Además, conforme se van repitiendo los episodios, cada vez perdona ataques más graves o menos espaciados en el tiempo, aumentando su tolerancia hacia el maltrato y esta tercera fase del ciclo tiende a desaparecer.
  • La persona agresora, pese a sus promesas de cambio, no suele hacer ningún esfuerzo por parar el ciclo ni para cambiar la situación y cada vez la violencia es mayor. La ruptura es la única forma de romper con el ciclo y, para que la persona maltratadora cambie, hace falta una motivación real de cambio, que vendrá dada por un rechazo social y un cuestionamiento a su actitud. El mantenimiento en la relación únicamente refuerza la situación de poder de la persona agresora.

  • La inexperiencia hace que sea difícil saber qué les está pasando; las primeras manifestaciones de los malos tratos (celos, control y violencia verbal) suelen disfrazarse como muestras de amor y actitudes protectoras, provocando confusión y desorientación en la víctima. w Las muestras falsas de arrepentimiento, acompañadas de “detallitos” y muestras de afecto (junto al mito del amor romántico), hacen creer a la víctima que la situación va a cambiar, que mejorará si se vuelca más en la relación o que los problemas desaparecerán; sin embargo, lo único que consigue es que aumenten las posibilidades de que se dé un nuevo episodio de violencia.

Según quien comete el acto violento

Antes de iniciar, es importante que recordemos la definición de violencia que vimos en el módulo anterior. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia es el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones (OPS-OMS, 2003, p. 5).

La principal característica de la definición de violencia de la OMS, es el uso intencional o deliberado de la fuerza física, por lo que no se puede considerar como violencia a otro tipo de lesión o daño que se produzca de forma accidental o involuntaria. Además, la misma definición da pie para identificar distintos tipos de violencia. De acuerdo con la ilustración 1, existen diferentes tipos de violencia según las características de las personas que cometen los actos de violencia.

Violencia dirigida contra uno mismo o autoinfligida

De acuerdo con Arévalo-Mira (2011), la violencia autoinfligida hace referencia a las acciones que provocan daño en las personas, pero que han sido producidos por ellas mismas, o cuando el agente y el paciente son la misma persona. Dentro de este tipo de violencia se encuentran el suicidio, autolesiones o mutilaciones. El comportamiento suicida incluye pensamientos suicidas, intentos de suicidio y suicidio consumado.

Violencia interpersonal

El Informe sobre la Situación Mundial de la Prevención de la Violencia 2014 está centrado en la violencia interpersonal y la define como “la que ocurre entre miembros de una misma familia, en la pareja, entre amigos, conocidos y desconocidos, y que incluye el maltrato infantil, la violencia juvenil (incluyendo la asociada con pandillas), la violencia contra la mujer (por ejemplo, violencia de la pareja y la violencia sexual) y el maltrato de las personas mayores” (WHO, 2014).

Además, aclara la diferencia entre violencia juvenil y delincuencia juvenil, puesto que esta se refiere a las infracciones, en el ámbito penal, que son cometidas por menores de edad (es decir, menores a 18 años).

Por su parte, la OPS-OMS señala que la violencia juvenil es una de las formas de violencia más visibles en la sociedad y que en casi todos los países del mundo, los adolescentes y los adultos jóvenes son tanto las principales víctimas como los principales perpetradores de esa violencia ilustración 2 los factores de riesgo de la violencia juvenil.

Violencia colectiva

De acuerdo con la OPS, la violencia colectiva se define como “el uso de la violencia como instrumento por parte de personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo —ya sea transitorio o con una identidad más permanente— contra otro grupo o conjunto de individuos, para lograr objetivos políticos, económicos o sociales” (OPS-OMS, 2003, p. 235).

Además, señala diferentes formas de violencia colectiva:

· Las guerras, el terrorismo y otros conflictos políticos violentos que ocurren dentro de los estados o entre ellos.

· La delincuencia violenta organizada, como los delitos perpetrados por bandas de malhechores y las guerras de pandillas.

· La violencia perpetrada por el Estado, como el genocidio, la represión, las desapariciones, la tortura y otras violaciones de los derechos humanos.

Las organizaciones terroristas son aquellas agrupaciones provistas de cierta estructura de la que nacen vínculos en alguna medida estables o permanentes, con jerarquía y disciplina y con medios idóneos, pretenden la utilización de métodos violentos o inhumanos con la finalidad expresa de infundir terror, sistemáticamente los derechos inseguridad, alarma, arrogarse el ejercicio de potestades pertenecientes a la soberanía de los Estados o afectar fundamentales de la población o parte de ella, de uno o varios países.

Por su parte, la Ley contra El Crimen Organizado y Delitos de Realización Compleja, considera crimen organizado a “aquella forma de delincuencia que se caracteriza por provenir de un grupo estructurado de dos o más personas, que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos” (Art. 1, Decreto No. 190, 2007).

En un sentido similar, la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, define que un grupo criminal organizado es:

· un grupo de tres o más personas que no fue formado de manera aleatoria;

· que ha existido por un periodo de tiempo;

· actuando de manera premeditada con el objetivo de cometer un delito punible con, al menos, 4 años de encarcelamiento;

· con el fin de obtener, directa o indirectamente, un beneficio financiero o material.

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VIOLENCIA SEGÚN EL TIPO DE DAÑO CAUSADO

Esta tipología está bastante relacionada con la violencia en el ámbito familiar, de la pareja y violencia contra la mujer.

Al respecto abordaremos los siguientes tipos de violencia:

(a) Física,

(b) psicológica y emocional,

(c) sexual,

(d) económica o patrimonial y

(e) discriminación contra las mujeres.

 LA VIOLENCIA FÍSICA

Consideraciones generales:

La percepción de la violencia cambia de acuerdo con el campo social, económico, político y simbólico en el que se desenvuelva la persona. Por ejemplo, en el contexto colombiano también se pueden referenciar algunos casos en los cuales individuos que pertenecían a grupos al margen de la ley consideraban actos violentos físicos como tortura, secuestro, masacre, como parte de su “trabajo”.

En el caso de la violencia física se reconoce, una amplia gama de situaciones tales como, castigos corporales (golpes, azotes, pellizcos, palmadas, hasta lesiones penales o la muerte); permanencia forzada en lugares, encerramientos, inmovilizaciones o “amarramientos”; “ejercicios” físicos, individuales o colectivos, entre otros.

Conductas o manifestaciones de la violencia física:

Violencia física moderada – Indicadores

• Lo sacudiste

• Lo golpeaste en la cola con un objeto duro

• Le diste una palmada en la cola con tu mano descubierta

• Le pegaste con tu mano en su mano, brazo o pierna

• Lo pellizcaste

• Entre las formas de maltrato físico severo se incluyen los golpes de puños, los golpes con un objeto duro en alguna parte del cuerpo, las cachetadas y voltear o tirar al niño al piso. De todas estas prácticas, la más frecuente es la cachetada.

• En el estudio realizado se distinguen como formas de maltrato físico muy severo, aquellas que pueden poner en riesgo la vida del niño: palizas,

presión del cuello, quemaduras y amenazas con armas de fuego o cuchillos.

Causas y consecuencias:

Agresividad y violencia conceptos diferentes: “El agresivo nace, el violento se hace». «nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término; es una nota evolutivamente adquirida, mientras que la violencia es una nota específicamente humana que suele traducirse en acciones intencionales que tienden a causar daño a otros seres humanos».

Agresividad y violencia, por tanto, no son la misma cosa: La primera forma parte de nuestra esencia animal. Somos agresivos por naturaleza, por instinto de supervivencia frente a un entorno hostil, de la misma forma en que son agresivos el resto de los animales.

La violencia es producto de la evolución cultural, por tanto, es suficiente cambiar los aspectos culturales que la motivan para que ésta no se produzca.

Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Wisconsin (EEUU) que aparece publicado en la revista Science, «el cerebro humano está conectado con revisores y equilibradores naturales que controlan las emociones negativas, pero ciertas desconexiones en estos sistemas reguladores parecen aumentar notablemente el riesgo de un comportamiento violento impulsivo». Está comprobado que este tipo de actuaciones están relacionadas con una sustancia del cerebro denominada serotonina, sustancia que en estos individuos parece estar disminuida.

La violencia -insisten en señalar- no es una enfermedad, así que no se la puede tratar como tal. La solución vendría de la mano de la cultura, de la educación.

Aprendizaje social de la violencia (Albert Bandura).

El experimento de Bandura muestra como se aprende el comportamiento agresivo mediante la exposición a modelos. Esto no quiere decir que todo el que ve conductas agresivas va a cometerlas, pues no todos realizamos todo lo que aprendemos. Son las variables situacionales las que determinarán si el comportamiento aprendido se expresa o no. En otras palabras, el origen de la agresión puede encontrarse en el aprendizaje por observación o por la ejecución reforzada; sin embargo, para que esta se exprese se requiere de estímulos (instigadores como amenazas, insultos, asaltos físicos, instrucciones, entre otros) y reforzadores de la agresión (recompensa observada, castigo observado, justificación moral, deshumanización de la víctima, entre otros).

Algunas pautas de prevención:

Desnaturalizar la violencia:

A aquello que vemos y vivimos a diario, terminamos asimilándolo como: “lo normal”. La cotidianidad de un fenómeno, su repetición, lo convierte rápidamente en parte de “LA NORMALIDAD”.

Por habituación, la exposición repetida a cualquier grado de violencia, incluso los muy débiles, afecta y disminuye la conciencia crítica de percepción y de rechazo a la misma, distorsionando el umbral de tolerancia y constituyendo una especie de anestésico ante la violencia. Circunstancia agravada si además ha existido previamente una socialización infantil en un ambiente familiar violento, con una exposición muy antigua a situaciones de abuso. En estos ambientes, los niños y las niñas aprenden cómo cierto grado de violencia puede estar legitimado como método para resolver conflictos, y aprenden también la asimetría de la relación entre sus padres, entre los hombres y las mujeres. La niña, en este caso, crece «acostumbrada» a determinadas actitudes hacia ella en cuanto niña, en cuanto a mujer, y esto le hará percibir como normales situaciones que no lo son.

Una gran parte de la violencia resulta invisible para la sociedad, y también para las propias víctimas maltratadas. Esto se debe, por un lado, a que la violencia se instala en una relación de una forma gradual e insidiosa cuyos inicios, de baja intensidad, son muy difíciles de detectar, y por otro lado a que muchos de esos comportamientos iniciales están naturalizados y no pueden codificarse como nocivos o peligrosos.

Las instituciones no son ajenas a la construcción de significados que contribuyen a naturalizar la violencia. Sirva como ejemplo el hecho de que han pasado siglos antes que existieran leyes de protección a las víctimas de la violencia de género y contra niños. Las instituciones educativas durante gran parte de la historia han utilizado métodos disciplinarios que incluían (y en algunos casos todavía incluyen) el castigo físico. Las instituciones del sector Salud todavía se resisten a reconocer el efecto de la violencia sobre la salud física y psicológica de las personas. Los gobiernos todavía no incorporan el problema de la violencia doméstica a las cuestiones de Estado. Todo ello forma un conjunto de acciones y omisiones que tiene como resultado la percepción de la violencia como un modo normalizado de resolver conflictos interpersonales.

Una técnica eficaz para el cambio y la recuperación emocional de las mujeres que sufren este tipo de violencia consiste en una labor de visibilización de la misma, de detección de los riesgos y del daño al que están sometidas. Sólo de esta manera podrán atribuir su malestar a su verdadero origen, es decir, a la violencia sufrida, y aliviarse de la culpa y la confusión.

Educar, formar y ser ejemplo:

Actualmente se cree que las sanciones son sinónimo de autoritarismo, sin embargo, en su justa medida, resultan un mecanismo útil a la hora de señalar lo correcto de lo incorrecto. Junto al «NO» tiene que haber un espacio para dialogar y explicar al niño el porqué de la conducta inapropiada, y así permitirle que pueda construir él mismo sus propios límites a futuro.

El vacío de límites más que otorgar mayor libertad, desorienta a los chicos. Los límites estructuran y ayudan al niño. Nadie duda en decirle a un bebé que no toque un enchufe o que la obligación de los chicos es ir al colegio. El problema es que muchos otros límites cayeron en terrenos borrosos y poco claros al psicologizarse erróneamente la conducta de los niños. Intentando comprenderla olvidamos enseñar también que en la vida hay derechos y obligaciones y que, si el niño hace algo que no debe, no solo hay que entender por qué lo hizo sino que también se le debe señalar lo incorrecto; y así enseñarle que no debe volver a hacerlo.

Los niños de entre cero y tres años son las principales víctimas de maltrato infantil y, en ocho de cada diez casos, el padre es el agresor. Es un dato ya probado que el 90% de los niños maltratados el día de mañana transmitirá esa violencia a su entorno.

Estrategias de resolución de conflictos:

La creación de una cultura de paz y de resolución alternativa a la violencia para la resolución de los conflictos. El establecimiento claro de las reglas de convivencia, así como las consecuencias y la responsabilidad por los propios actos. Es una cultura que no es indiferente a la violencia, y donde los actos que violentan los derechos de los demás, tengan consecuencias y sanciones.

Violencia psicológica y emocional

La violencia psicológica es “cualquier acción u omisión directa o indirecta cuyo propósito sea controlar o degradar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de otras personas, por medio de intimidación, manipulación, amenaza directa o indirecta, humillación, aislamiento o cualquier otra conducta u omisión que produzcan un perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación, el desarrollo integral y las posibilidades personales” (Decreto 902, 1996).

La violencia psicológica y emocional es “toda conducta directa o indirecta que ocasione daño emocional, disminuya la autoestima, perjudique o perturbe el sano desarrollo de la mujer; ya sea que esta conducta sea verbal o no verbal, que produzca en la mujer desvalorización o sufrimiento, mediante amenazas, exigencia de obediencia o sumisión, coerción, culpabilización o limitaciones de su ámbito de libertad, y cualquier alteración en su salud que se desencadene en la distorsión del concepto de sí misma, del valor como persona, de la visión del mundo o de las propias capacidades afectivas, ejercidas en cualquier tipo de relación” (Decreto 520, 2011).

Violencia sexual

De acuerdo con OPS-OMS, 2003, p. 161, la violencia sexual se define como “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”.

Por su parte, la Ley contra la Violencia Intrafamiliar, describe con más detalles las maneras en que se emplea la fuerza o el poder en este tipo de violencia y la define como las “acciones que obligan a una persona a mantener contactos sexualizados físicos o verbales, o a participar en ellos mediante la fuerza, intimidación, coerción, chantaje, soborno, manipulación, amenaza u otro mecanismo que anule o limite la voluntad personal. Igualmente, se considerará violencia sexual, el hecho de que la persona agresora obligue a la persona agredida a realizar alguno de estos actos con terceras personas” (Decreto 902, 1996). La violencia sexual es “toda conducta que amenace o vulnere el derecho de la mujer a decidir voluntariamente su vida sexual, comprendida en ésta no sólo el acto sexual sino toda forma de contacto o acceso sexual, genital o no genital, con independencia de que la persona agresora guarde o no relación conyugal, de pareja, social, laboral, afectiva o de parentesco con la mujer víctima” (Decreto 520, 2011). Esta definición amplía el tipo de relaciones –o la inexistencia de ellas- entre el agresor y la víctima. En la ilustración 3 se refleja que los actos de violencia sexual pueden ser muy variados y producirse en circunstancias y ámbitos muy distintos, de acuerdo con OPS-OMS, 2003.

Violencia económica o patrimonial

En el ámbito familiar, la violencia patrimonial se refiere a la “acción u omisión de quien afecte o impida la atención adecuada de las necesidades de la familia o alguna de las personas a que se refiere la presente ley; daña, pierde, sustrae, destruye, retiene, distrae o se apropia de objetos, instrumentos o bienes”.

En el ámbito de la violencia específica hacia las mujeres, la violencia patrimonial son “las acciones, omisiones o conductas que afectan la libre disposición del patrimonio de la mujer; incluyéndose los daños a los bienes comunes o propios mediante la transformación, sustracción, destrucción, distracción, daño, pérdida, limitación, retención de objetos, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.

En consecuencia, serán nulos los actos de alzamiento, simulación de enajenación de los bienes muebles o inmuebles; cualquiera que sea el régimen patrimonial del matrimonio, incluyéndose el de la unión no matrimonial”

En ámbitos nacionales, la violencia económica “comprende los ataques por parte de grupos más grandes motivados por el afán de lucro económico, tales como los llevados a cabo con la finalidad de trastornar las actividades económicas, negar el acceso a servicios esenciales o crear división económica y fragmentación” (OPS-OMS, 2003, p. 7).

Discriminación contra las mujeres

La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, define la discriminación contra la mujer como “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera” (ONU, 1979, art. 1).

Se prohíbe toda forma de discriminación contra las mujeres, ya sea esta de derecho o de hecho, directa o indirecta, con independencia de sus condiciones socio económicas, étnicas, culturales, políticas y personales de cualquier índole. Esta ley define que la discriminación será directa, cuando por razón de sexo, la persona o el colectivo afectado ha sido tratado en desventaja frente a otro; e indirecta, cuando por razón de sexo, una norma, disposición, criterio o práctica produzca desventajas para las mujeres respecto de los hombres, aun cuando en su texto no exprese discriminación directa.

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VIOLENCIA SEGÚN EL TIPO DE VÍCTIMA

Esta clasificación responde al hecho de que algunos grupos de población son más vulnerables a ser víctimas de actos violentos, tales como las

(a) mujeres,

(b) los niños y niñas,

(c) las personas adultas mayores,

(d) las personas de la diversidad sexual,

(e) las personas con discapacidad y

(f) portadores de VIH.

(g) contra los padres y

(h) contra el hombre.

Violencia contra la mujer

La resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas 48/104 de diciembre de 1993, Declaración de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, define este tipo de violencia como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada” (ONU, 1993, art. 1).

Actividad identidad femenina

Violencia contra los niños y niñas

La Ley de Protección de la Niñez y la Adolescencia desarrolla una serie de medidas para garantizar el ejercicio y disfrute pleno de los derechos y facilitar el cumplimiento de los deberes de las niñas, niños y adolescentes. Establece que “las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a que se respete su integridad personal, la cual comprende la integridad física, psicológica, cultural, moral, emocional y sexual.

En consecuencia, no podrán someterse a ninguna modalidad de violencia, tales como el abuso, explotación, maltrato, tortura, penas o tratos inhumanos, crueles y degradantes (Decreto 839, 2009, Art. 37).

Además, se define el maltrato como “toda acción u omisión que provoque o pueda provocar dolor, sufrimiento o daño a la integridad física, psicológica, moral o sexual de una niña, niño o adolescente, por parte de cualquier persona, incluidos sus padres, madres u otros parientes, educadores y personas a cargo de su cuido, cualesquiera que sean los medios utilizados.

Se considera asimismo como maltrato el descuido en el cumplimiento de las obligaciones relativas a la prestación de alimentación nutritiva y balanceada, atención médica, educación o cuidados diarios y la utilización de las niñas, niños y adolescentes en la mendicidad”.

Maltrato o violencia contra las personas adultas mayores

De acuerdo con OPS-OMS, el maltrato de las personas mayores se refiere a “realizar un acto único o reiterado o dejar de tomar determinadas medidas necesarias, en el contexto de cualquier relación en la que existen expectativas de confianza, y que provocan daño o angustia a una persona mayor”.

De acuerdo con esta misma fuente, este maltrato se clasifica en:

(a) maltrato físico,

(b) psíquico o emocional,

(c) abuso económico o material,

(d) abuso sexual y

(e) descuido

Violencia contra las personas debido a su orientación sexual o identidad de género

De acuerdo con el Informe Violencia contra Personas Lesbianas, Gay, Bisexuales, Trans e Intersex en América de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH-OEA, 2015, pp. 37-40), la violencia contra las personas LGBTI se puede calificar como una violencia de género, motivada por prejuicio y tiene las siguientes características:

· Estos actos de violencia están basados en el deseo del perpetrador de “castigar” dichas identidades, comportamientos o cuerpos que difieren de las normas y roles de género tradicionales, o que son contrarias al sistema binario hombre/mujer.

· Se fuerza a trabajadores sexuales a abandonar ciertas áreas, en el marco de las llamadas campañas de “limpieza social” o para desincentivar a personas LGBTI de reunirse en ciertos lugares como bares o discotecas.

· En algunas ocasiones, esta violencia se justifica como “defensa por pánico gay o trans” cuando ocurre como reacción ante coqueteos o proposiciones por personas del mismo sexo.

Por su parte, según Médicos del Mundo, este tipo de violencia puede tener diferentes expresiones, “desde la discriminación para ejercicio de sus derechos como la negación del empleo o de oportunidades educativas, acoso, injerencias en su privacidad, agresiones sexuales, hasta torturas, malos tratos y asesinatos con motivos de odio. Todas estas con frecuencia se ven agravadas por la vivencia de otras formas de violencia, odio, discriminación y exclusión, como aquellas basadas en la raza, la edad, la religión, la discapacidad o la condición económica, social o de otra índole” (Médicos del mundo, s/f).

Violencia contra personas con discapacidades

De acuerdo con la Convención Interamericana para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad, la discriminación contra las personas con discapacidad significa “toda distinción, exclusión o restricción basada en una discapacidad, antecedente de discapacidad, consecuencia de discapacidad anterior o percepción de una discapacidad presente o pasada, que tenga el efecto o propósito de impedir o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por parte de las personas con discapacidad, de sus derechos humanos y libertades fundamentales (Organización de Estados Americanos, 1999, art. 1 numeral 2).

Por su parte, AIAS brinda algunos ejemplos de formas de violencia ligadas a la discapacidad, tales como “la falta de intervención a tiempo dirigida a la autonomía e independencia, la negación de una identidad sexual para los niños con discapacidad, la falta de autodeterminación y poder de decisión, falta de oportunidades de comunicación y falta de privacidad para los adolescentes y adultos con discapacidad, etc.

Mucha gente expresa actitudes negativas hacia la diversidad y la discapacidad a través de una discriminación abierta: la humillación, el miedo al contacto físico, el desdén…”

Violencia hacia las personas portadoras del VIH-Sida

La Ley de Prevención y Control de la Infección Provocada por el Virus de Inmunodeficiencia Humana, establece en su art. 4 que “las personas viviendo con VIH/SIDA, sus familiares y allegados tienen derecho a ser tratados de manera digna, sin discriminación ni estigmatización, en razón de su enfermedad” (Decreto 588, 2001).

Entre las acciones de discriminación y estigmatización por razón del VIH-Sida, se encuentran: maltrato físico y verbal; pérdida del hogar y del empleo; rechazo de familiares y amigos; episodios de violaciones de los derechos humanos básicos, así como de las libertades fundamentales (como en el caso de privados(as) de libertad); falta de acceso a servicios indispensables (salud, educación, créditos, seguros, otros); falta de confidencialidad o limitación de la misma en los servicios de salud, ya sea dentro o fuera del establecimiento de salud.

CARACTERÍSTICAS DE LOS IMPLICADOS EN VIOLENCIA FILIO-PARENTAL

Diversos estudios se han centrado en analizar si las agresiones hacia los padres son cometidas con mayor frecuencia por los hijos o las hijas, así como si es más probable que el sujeto agredido sea la madre o el padre. Igualmente, se ha examinado cuál es el momento de la adolescencia en que la violencia filio-parental se hace más patente. La edad y el sexo de agresores y víctimas son características a tener en cuenta para comprender el perfil de los implicados en esta problemática.

Perfil de los hijos maltratadores

La mayoría de las investigaciones indican que son los adolescentes varones los que más agreden a sus padres y sitúan el porcentaje de adolescentes varones agresores entre el 60% y el 80% del total. Si bien es cierto que esta mayor prevalencia en varones puede estar sesgada por los resultados procedentes del ámbito judicial, en tanto que parece ser más probable que los hijos varones sean denunciados. No obstante, existen otras investigaciones que no encuentran diferencias significativas entre sexos

En España, algunas investigaciones constatan que los chicos son quienes ejercen más violencia física y las chicas cometen más violencia psicológica (Ibabe y Jaureguizar, 2011). En la variable edad hay diversidad de resultados, aunque la mayoría de las investigaciones sitúan el comienzo de la VFP en la adolescencia, entre los 14 y 17 años, siendo la media los 15 años.

En la revisión realizada por Pérez y Pereira (2006) señalan la adolescencia temprana (alrededor de 11 años) como periodo crítico para su comienzo, con extremos que van desde los 4 a los 24 años y un pico en la curva de violencia en torno a los 15-17 años.

Perfil de los padres y madres maltratados

En cuanto al perfil de las víctimas de VFP la mayoría de los estudios afirman que las figuras femeninas de la familia, y en concreto las madres u otras cuidadoras (como las abuelas), son habitualmente el foco del maltrato.

Este hecho se puede explicar entre otras razones porque las madres suelen ser percibidas como débiles (Cottrell y Monk, 2004), suelen estar más tiempo a solas con sus hijos, o porque son las madres quienes habitualmente asumen el rol de la crianza (Gallagher, 2004). Finalmente, en relación con la edad de los progenitores, se ha observado que la franja de edad más prevalente se sitúa entre los 40-50 años.

En particular, el estudio de Romero et al. (2005) con madres agredidas en nuestro contexto nacional, indicó los siguientes datos orientativos por intervalos de edad: el 31.9% de las madres tenía entre 40-45 años y el 26.7% menos de 40 años.

PRINCIPALES FACTORES DE RIESGO PARA LA VIOLENCIA FILIO-PARENTAL

Con el objeto de seguir ahondando en el perfil de los hijos que agreden a sus padres, es relevante destacar los principales factores de riesgo que, desde diversos estudios, se han identificado como antecedentes o, al menos, variables relacionadas, con la VFP. En este sentido se toma como referencia el Modelo ecológico anidado de Cottrell y Monk (2004) basado en la perspectiva ecológica de Bronfenbrenner, quienes predicen que en los casos de VFP convergen diferentes variables de naturaleza multifactorial en los niveles Ontogenético, Micro, Exo y Macrosistema, o lo que es lo mismo: factores individuales, familiares, escolares-grupo de iguales y comunitarios.

Factores Individuales: Diferentes investigaciones ponen de relieve que los jóvenes que ejercen VFP presentan una baja capacidad  empática

Factores Familiares: Diferentes revisiones coinciden en que el estilo educativo utilizado por los padres es una de las principales variables a tener en cuenta en los casos de VFP. En términos generales, el estilo educativo democrático ha mostrado ser el más estrechamente relacionado con el ajuste emocional y comportamental de los hijos, mientras que la disciplina inconsistente, la crítica manifiesta, la presencia de frecuentes e intensos conflictos parentales y la baja cohesión afectiva en la familia son factores de riesgo frente a la VFP.

Los estilos educativos de socialización que comparten algunas de estas características se han identificado, por tanto, como precedentes a la agresión de hijos a padres. Así, diversos autores destacan el estilo negligente y el estilo sobreprotector o permisivo como climas familiares favorecedores de dinámicas agresivas en las familias y, en particular, en el comportamiento de los hijos.

En los últimos años se ha sugerido que el estilo parental excesivamente permisivo es uno de los más destacables en la base del problema. En estas familias con ausencia de normas y reglas, donde los padres no asumen su rol como educadores, se observa en muchas ocasiones la parentificación de los adolescentes, es decir, un grado muy elevado de autonomía y responsabilidad inadecuado para su edad y madurez.

En estos hogares no se han establecido límites claros bajo la premisa de “no frustrar a los hijos”, lo que conlleva una ausencia de supervisión durante los primeros años de crianza que implica, con llegada de la adolescencia, que los padres no sean percibidos como figuras de autoridad a respetar, provocando en ocasiones lo que conocemos como un comportamiento tiránico (Estévez, 2013).

Otro factor de riesgo importante es la existencia de violencia precedente entre los padres. Los estudios que analizan la variable “ser testigo de violencia en la familia” concluyen que entre el 50%-60% de los hijos que han observado este maltrato manifiestan un comportamiento agresivo hacia sus progenitores.

Las investigaciones sugieren que el hecho de vivir en un entorno violento aumenta la probabilidad de que los hijos identifiquen la violencia como un modo legítimo, útil y eficaz para controlar a los demás e imponer el propio criterio como forma de resolver los conflictos. Finalmente, también se han analizado variables como la estructura familiar y el nivel socioeconómico de la familia.

INTERVENCIÓN EN CASOS DE VIOLENCIA FILIO-PARENTAL

La VFP es una problemática pluricausal que necesita medidas profesionales rigurosas y eficaces. Algunas de las intervenciones que han mostrado un mayor éxito en el tratamiento de adolescentes que agreden a sus padres son la Terapia Familiar Funcional y la Terapia Familiar Sistémica.

Las principales características relacionadas con la eficacia de estos enfoques terapéuticos son las siguientes:

(1) su filosofía se basa en que la conducta del adolescente debe entenderse en su contexto, en el nicho ecológico en el que vive;

(2) sus objetivos son cambiar el patrón de interacción familiar ligado a la conducta violenta, incrementar la interacción recíproca, la claridad y la precisión de la comunicación, así como promover la colaboración entre los servicios implicados con el joven (justicia y sistema educativo, p.ej.);

(3) se fundamentan en la Teoría del Aprendizaje Social y en la Teoría de Sistemas;

(4) presentan buen nivel de protocolización, y

(5) implican la evaluación continua de los cambios y resultados por parte de profesionales de alta cualificación que realizan frecuentes supervisiones acordes con la complejidad del problema.

Violencia al hombre

A pesar de numerosos estudios informan sobre la preponderancia que la violencia domestica es perpetrada por los varones contra las mujeres otros estudios sugieren que los casos de violencia domestica de las mujeres y los hombres son casi equivalentes, marcando así que el índice de denuncia realizada es inferior en los hombres, pero no así el creciente informe clínico de terapeutas y profesionales del área de la salud. El no denunciar tienen raíces culturales, desde el origen del patriarcado el hombre se definió como un ser humano privilegiado, dotado de algo: más fuerte, más inteligente, más valiente, más responsable, más razón al implicarle una relación jerárquica con las mujeres o mejor dicho con su propia mujer.

El poder es el concepto fundamental a la hora de pensar en la masculinidad hegemónica, sus manifestaciones más negativas consisten en la imposición del control sobre las otras personas y las propias emociones. Igualmente, sugiere que el género no es algo estático … sino una forma de interacción permanente con las estructuras del mundo que nos rodea.

La primer violencia sufrida por el hombre es la adquisición jerárquica: el imperativo social inscripto en la subjetividad sería: el hombre implicando un esfuerzo, un trabajo, un desafío, exigiéndole pruebas de virilidad cómo reto permanente. Algunos autores indican que tanto en la violencia domestica contra las mujeres como en la que es realizada contra los hombres se pueden encontrar motivo similares, otros sostienen la idea de que el hombre pueda generar resistencias, opinando sosegadamente la idea de violencia física cómo la única forma de violencia realmente importante.

La violencia contra el varón o violencia contra los hombres es una expresión que aglutina diversos fenómenos contra este grupo de personas en varios contextos: violencia intrafamiliar, violencia en el noviazgo, violencia infantil, ataques o violaciones sexuales en prisión, prostitución forzada, explotación laboral, tortura en tiempos de guerra, tráfico de personas, patrones de acoso u hostigamiento, ataques homofóbicos hacia personas o grupos de homosexuales, bisexuales y transgéneros, entre otros.

La violencia contra el hombre es un problema social serio, pensemos que se ha prestado atención a la violencia ejercida hacia las mujeres instalando comisarías especiales para su atención, mientras que en el caso de los hombres golpeados o abusados psicológicamente lo que subyace está enmarcado en el tabú social y en la vergüenza.

Ejercicio los sentimientos y violencia masculina

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VIOLENCIA SEGÚN EL ÁMBITO DONDE OCURRE EL ACTO DE VIOLENCIA

En esta lección veremos que los actos violentos tienen diferentes características, de acuerdo al ámbito en el ocurren.

Específicamente, nos referiremos a la violencia que ocurre en los siguientes espacios de socialización de las personas:

(a) la familia,

(b) los espacios públicos,

(c) la escuela,

(d) el lugar de trabajo y

(e) medios de comunicación y el ciberespacio.

Violencia doméstica o intrafamiliar

La Ley contra la Violencia Intrafamiliar define este tipo de violencia como “cualquier acción u omisión, directa o indirecta que cause daño, sufrimiento físico, sexual, psicológico o muerte a las personas integrantes de una familia” y las formas en que se manifiesta pueden ser violencia psicológica, física, sexual y patrimonial. De acuerdo con esta ley, se entienden por familiares las relaciones entre cónyuges, ex-cónyuges, convivientes, exconvivientes, ascendientes, descendientes, parientes colaterales por consanguinidad, afinidad, adopción, los sujetos a tutela o guarda, así como cualquier otra relación interpersonal que pueda generar este tipo de violencia.

Ejercicio violencia familiar

Violencia en las comunidades, las calles y los espacios públicos

En ámbitos comunitarios son comunes las situaciones que atentan contra la convivencia pacífica de la ciudadanía y que generan violencia. Por esta razón, la Ley Marco para la Convivencia Ciudadana y Contravenciones Administrativas, sanciona un conjunto de deberes que deben cumplir las personas sobre diversas materias, como por ejemplo: el cuidado de los animales domésticos, no fumar en lugares públicos, disponer adecuadamente de los desechos, cuidar las zonas verdes y áreas de recreación, no emitir ruidos escandalosos y cumplir un conjunto de normas de comportamiento en relación con los vecinos y las comunidades.

Todo con el propósito de no generar conflictos que puedan derivar en actos de violencia. Por otra parte, la violencia en áreas públicas puede incluir delitos callejeros, asaltos, balaceras, violencia relacionada con pandillas, violencia vial o, incluso, violación, asalto sexual u homicidios. De acuerdo con el Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014, por delito callejero se entienden “los actos motivados por afán de lucro, como hurtos y robos de pequeña cuantía, que suelen ocurrir en lugares públicos y pueden involucrar, en algunos casos, amenazas de violencia, golpes o lesiones contra las víctimas (…) estos delitos son los que atentan con más frecuencia contra la seguridad de los ciudadanos”

Este mismo informe, señala que la inseguridad que las personas experimentan en la calle “genera el abandono de los espacios públicos en las ciudades, propicia la aparición de barrios cerrados y provoca desplazamientos de personas y comunidades”

Otra de las consecuencias de esta violencia es que los barrios, colonias y espacios públicos pueden ser tomados ilegalmente por delincuentes comunes, pandillas y otros grupos delictivos.

Violencia en la escuela

De acuerdo con el Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014, en relación con la violencia escolar, existe

(a) la violencia al interior de la escuela, como diversas formas de abuso y discriminación entre escolares; y

(b) aquella que se presenta desde la escuela hacia los jóvenes, como la que se produce por la imposición de modelos de disciplina violatorios de los derechos humanos.

Por su parte, el informe sobre Violencia Escolar en América Latina y el Caribe, de Plan-UNICEF señala diferentes tipos de violencia que ocurren en y entorno a las escuelas, las cuales se detallan en la ilustración 5.

Marco Conceptual

Definiciones: La violencia es una forma de interacción humana, intrínseca en nosotros, una manera de afrontar y resolver conflictos, aunque esto no indica que sea la manera adecuada, ya que trae consecuencias negativas, tanto personales como sociales, para quien la ejerce y para quien la recibe. Evidencia un fracaso del dialogo y la comunicación.

Definiciones: La violencia es una forma de interacción humana, intrínseca en nosotros, una manera de afrontar y resolver conflictos, aunque esto no indica que sea la manera adecuada, ya que trae consecuencias negativas, tanto personales como sociales, para quien la ejerce y para quien la recibe. Evidencia un fracaso del dialogo y la comunicación.

Concepto de conducta antisocial: “cualquier conducta que refleje el infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los demás”. Todo delito es una conducta antisocial, pero no toda conducta antisocial es un delito. Para la configuración del delito siempre la acción u omisión quebrantará la norma jurídica.

Concepto de violencia escolar: Es cualquier tipo de violencia que se da en contextos escolares. Puede ir dirigida hacia alumnos(as), profesores(as), o propiedades. Estos actos tienen lugar en instalaciones escolares (aula, patio, baños, etc.), en los alrededores del centro y en las actividades extraescolares

Concepto de acoso escolar (bullying): El acoso escolar (bullying) debe ser entendido como un fenómeno escolar, no tanto porque se genere en la propia escuela, sino porque ésta es el escenario donde acontece y la comunidad educativa es la que padece las consecuencias. Se define como: “Una conducta de persecución y agresión física, psicológica o moral que realiza un alumno o grupo de alumnos sobre otro, con desequilibrio de poder y de manera reiterada.

Es importante no confundir el acoso escolar (bullying) con conflictos que se producen comúnmente entre el alumnado, especialmente a lo largo de la etapa de la adolescencia y preadolescencia, dicho fenómeno tiene características propias que es necesario identificar para detectar si la situación de violencia en la escuela es sólo un hecho aislado o es acoso.

Diferencias entre acoso y violencia

Desde edades cada vez más tempranas, las niñas, niños y adolescentes  aprenden que la violencia es una forma eficaz para “resolver” conflictos interpersonales, especialmente si la han padecido dentro del hogar, ya sea como víctimas o como testigos. La violencia se transforma paulatinamente en el modo habitual de expresar distintos estados emocionales, como enojo, frustración o miedo; situación que no se constriñe al seno familiar, sino que se verá reflejada en la interacción de cada uno de los miembros de la familia con la sociedad.

“Se considera maltrato entre escolares, las conductas de maltrato (sic) e intimidación, discriminación entre estudiantes de una comunidad educativa. Asimismo, genera entre quien ejerce violencia y quien la recibe una relación jerárquica de dominación o sumisión, en la que el estudiante generador de maltrato vulnera en forma constante los derechos fundamentales del estudiante receptor del maltrato pudiendo ocasionarle repercusiones en su salud, bajo rendimiento en su desempeño escolar, depresión, inseguridad, baja autoestima, entre otras consecuencias que pongan en riesgo su integridad física y mental” .

El maltrato entre escolares es generado individual y colectivamente, cuando se cometen acciones negativas o actos violentos de tipo físico, verbales, sexuales, o a través de los medios tecnológicos, sin ser éstos respuestas a una acción predeterminada necesariamente, que ocurren de modo reiterativo prologándose durante un periodo de tiempo y que tienen como intención causar daño por el deseo consciente de herir, amenazar o discriminar por parte de uno o varios estudiantes a otro en el contexto escolar.

Acoso laboral y violencia en el trabajo

En el acoso laboral prevalece la violencia psicológica o moral, sin llegar a la agresión física, por lo que identifica el acoso laboral con acoso moral y define este como “toda forma de agresión sistemática y reiterada –maltrato psicológico habitual– de una o varias personas contra otra persona, incluso contra otras, en el medio de trabajo, constituida por una secuencia de actuaciones hostiles, degradantes o intimidatorias, dirigidas específicamente a –o que tienen como resultado– romper sus redes de comunicación en el medio, aislándolo de su ambiente para reforzar su posición de dominio, jurídico y social, y al margen de la lesión concretamente alcanzada respecto a su salud física o psíquica”.

El acoso laboral puede también manifestarse como una forma de violencia contra las mujeres. Se incluyen las agresiones físicas como parte del acoso laboral y lo define como “la acción de hostilidad física o psicológica, que de forma sistemática y recurrente, se ejerce sobre una mujer por el hecho de ser mujer en el lugar de trabajo, con la finalidad de aislar, intimidar o destruir las redes de comunicación de la persona que enfrenta estos hechos, dañar su reputación, desacreditar el trabajo realizado o perturbar u obstaculizar el ejercicio de sus labores”

Por otra parte, también se aborda la violencia laboral, la cual se define como las “acciones u omisiones contra las mujeres, ejercidas en forma repetida y que se mantiene en el tiempo en los centros de trabajo públicos o privados, que constituyan agresiones físicas o psicológicas atentatorias a su integridad, dignidad personal y profesional, que obstaculicen su acceso al empleo, ascenso o estabilidad en el mismo, o que quebranten el derecho a igual salario por igual trabajo”

De manera similar, para la OPS-OMS la violencia en el trabajo incluye no solo el maltrato físico sino también psíquico y afirma que “muchos trabajadores son sometidos al maltrato, el acoso sexual, las amenazas, la intimidación y otras formas de violencia psíquica” en muchas partes del mundo (OPS-OMS, 2003, p. 19).

Violencia a través de los medios de comunicación y el ciberespacio

La violencia que se da a través de los medios de comunicación está íntimamente vinculada con la violencia simbólica. Esta es definida como “mensajes, valores, iconos o signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales que se establecen entre las personas y naturalizan la subordinación de la mujer en la sociedad”.

Para evitar la difusión de este tipo de mensajes, es necesario que se garantice “que los anunciantes, medios de comunicación y agencias de publicidad, incluidos los electrónicos, informáticos y telemáticos, cuya actividad esté sometida al ámbito de la publicidad y comunicaciones, no difundan contenidos, ni emitan espacios o publicidad sexista contra las mujeres, considerándose ésta, cuando se promueva la agresividad, malos tratos o discriminación contra las mujeres, la salud, la dignidad y la igualdad”.

A través de los medios de comunicación también se difunden imágenes, normas y valores que instigan a la violencia en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. De acuerdo con OPS-OMS, “los nuevos tipos de medios —entre ellos los videojuegos, las videocintas e Internet— han multiplicado las oportunidades de que los jóvenes estén expuestos a la violencia (…) El predominio de las pruebas hasta la fecha indica que la exposición a la violencia mostrada en la televisión aumenta las probabilidades de comportamientos agresivos inmediatos y produce a más largo plazo un efecto desconocido en la violencia grave” (OPSOMS, 2003, p. 42).

El ciberespacio se ha vuelto un ámbito propicio y muy accesible para la difusión de mensajes que vulneran y ponen en riesgo a las mujeres, la niñez y la juventud.

La Guía sobre Adolescencia y Sexting: qué es y cómo prevenirlo, nos ofrece algunos ejemplos de este tipo de violencia:

§ El sexting que “consiste en la difusión o publicación de contenidos (principalmente fotografías o vídeos) de tipo sexual, producidos por el propio remitente, utilizando para ello el teléfono móvil u otro dispositivo tecnológico

§ El grooming, que son “las prácticas online de ciertos adultos para ganarse la confianza de un (o una) menor fingiendo empatía, cariño, etc. con fines de satisfacción sexual (como mínimo, y casi siempre, obtener imágenes del/a menor desnudo/a o realizando actos sexuales). Por tanto está muy relacionado con la pederastia y la pornografía infantil en Internet. De hecho el grooming es en muchas ocasiones la antesala de un abuso sexual”

§ El ciberbullying o ciberacoso entre iguales que “supone el hostigamiento de un menor hacia otro menor, en forma de insultos, vejaciones, amenazas, chantaje, etc., utilizando para ello un canal tecnológico

§ La sextorsión, que es el chantaje en el que alguien (menor o mayor de edad) utiliza fotografías o videos de contenido sexual para obtener algo de la víctima, amenazando con su publicación

RESUMEN

A lo largo de las lecciones hemos visto que la violencia es un fenómeno ubicuo que tiene múltiples manifestaciones y, por lo tanto, se puede clasificar de muchas maneras. Para fines de este curso, adoptamos una lógica de análisis ejecutor daño-víctima-ámbito en la que, como hemos visto, se entrecruzan diferentes tipos de actos que violentan derechos humanos reconocidos universalmente. La estructura adoptada, también nos muestra que, aunque existen violencias que amenazan a grandes grupos de personas, o a la sociedad entera, la mayor parte de las manifestaciones de violencia van dirigidas contra aquellos grupos poblacionales que son especialmente vulnerables debido a la predominancia de una distribución inequitativa del poder, esto es mujeres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos mayores, población LGBTI, personas con discapacidad y otros. También, vimos que, en los diferentes espacios de socialización de las personas, se presentan actos de violencia que adoptan características específicas que obligan a plantearse estrategias de abordaje apropiadas, incluyendo la definición de nuevas normas y pautas de conducta.

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