Orientación educacional y terapia de juego

Accesibilidad para discapacitados

El centro de las interacciones humanas exitosas radica en la manera en que comunicamos nuestras ideas y sentimientos. Los jóvenes y adultos contamos con el lenguaje verbal, la escritura y el entendimiento del lenguaje corporal, lo que nos permite entablar conversaciones recíprocas y coherentes.

Sin embargo, los niños no siempre logran expresar con claridad sus temores, inquietudes o ideas. Para ellos, esta tarea es más compleja y puede resultar frustrante. Por ello, una de las herramientas más eficaces para comprenderlos y abordar sus dificultades es la terapia de juego.

Al observar a un niño interactuando con su entorno, notamos cómo desea tocar y explorar todo a su alrededor. Para el niño, el juego es la base fundamental para su diversión, pero también un medio inconsciente de expresión. Por medio del juego, el niño comunica sus emociones, pensamientos y conflictos.

La terapia de juego es un enfoque psicoterapéutico que utiliza el juego como canal de comunicación. Analizando las conductas, decisiones y roles que el niño adopta en su juego, el terapeuta puede entender mejor su mundo interno. El juego, al ser un medio natural para el niño, le permite expresarse sin incomodidad ni amenaza, facilitando la manifestación de sus deseos y preocupaciones y ayudándolo a tomar conciencia de ellos.

Este tipo de terapia es un tratamiento sistemático que permite diagnosticar, prevenir y resolver conflictos psicosociales, promoviendo un desarrollo integral y saludable en el niño.

La terapia de juego interviene en diversas situaciones como:

  1. Déficit de atención con hiperactividad.
  2. Niños cuyos padres atraviesan procesos de divorcio o conflictos familiares.
  3. Víctimas o testigos de violencia intrafamiliar.
  4. Niños que han sufrido traumas o abusos físicos, emocionales o sexuales.
  5. Situaciones de estrés o presión familiar y social.
  6. Procesos de duelo.
  7. Niños hospitalizados.
  8. Accidentes graves o desastres naturales.

El éxito de la terapia depende de la dificultad que presente el niño, así como del acompañamiento profesional y familiar, que fortalece los vínculos y la comunicación. Entre sus beneficios se encuentran:

  • Apoyo emocional efectivo.
  • Herramientas para la resolución de conflictos.
  • Ayuda para entender y manejar las propias emociones.
  • Mejoramiento de la autoestima.
  • Reducción de ansiedad, estrés y depresión.
  • Asesoramiento conductual para alcanzar estados de bienestar.

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