AT Niñez – Módulo III

La puesta del cuerpo en la escena del acompañamiento terapéutico con niños.   

RESEÑA HISTÓRICA

Podemos vislumbrar el inicio del acompañamiento terapéutico en los años 60 bajo el nombre de “amigo calificado”, dado por E. Kalina, en un primer momento, para luego denominarse como actualmente se lo conoce. También se pueden encontrar menciones al uso de dicho dispositivo en el Hospital Borda en los años 60 de la mano del Dr. Badaracco. Dispositivo que toma de los Estados Unidos donde funciona desde hace muchos años en la terapia, como señalan Pulice & Rossi (1997): (…)Desde esta posición, el acompañamiento  terapéutico habría comenzado como una alternativa frente a la internación psiquiátrica, alternativa que se le planteaba a algunos terapeutas que en ocasiones eran psicoanalistas jóvenes, a los que se les solicitaba desde algunas familias un tratamiento de emergencias, para pacientes en crisis a los que-por diversos motivos-no se los quería llevar a una internación psiquiátrica(…). (p. 15) Por su característica, el hospital monovalente nace como una institución de encierro donde aquello que se desvía de la norma es aislado e invisibilizado. Donde las personas con padecimientos psiquiátricos toman un lugar de heteronomía y tutelaje.

Por lo cual, el acompañamiento terapéutico, desde su objetivo principal que es la integración social, viene a dar un giro que resulta indispensable para la terapia. Marisa Wagner, quien estuvo internada en la Colonia Montes de Oca, relata en una entrevista que le realizaron en el marco de la Resumen Los objetivos de esta investigación apuntan a dar cuenta de cuál es la función que despena el acompañante terapéutico en el trabajo con niños que padecen de patologías graves. Se abordará la problemática a través de un seguimiento conceptual que deje en evidencia las modificaciones que tuvo este rol en los últimos anos, para luego relacionarlo con nuestras experiencias en la clínica con niños. El análisis realizado permitiría concluir que el acompañante terapéutico despena un rol flexible en donde no hay pautas preestablecidas acerca de cómo proceder frente a determinadas situaciones, por tanto, es un rol que se construye a partir de la experiencia de la práctica. En el trabajo con niños el cuerpo del acompañante brinda un soporte en donde se depositan las ansiedades y miedos que surgen durante el proceso de integración social.

INTRODUCCIÓN

El siguiente trabajo nace de la inquietud de analizar el por qué debería existir una función llamada “acompañamiento terapéutico” en la clínica con niños. Tomamos el armado de este relato para poder conceptualizar dicha modalidad de trabajo y pensar su importancia en el marco de una estrategia terapéutica. Conceptualizar, reflexionar, teorizar sobre una práctica nos lleva a la idea de dos aspectos en permanente tensión e Inter juego. Al respecto, resulta interesante incluir a Morin (1998) y su paradigma de la complejidad, a través del cual nos advierte acerca de los peligros que acarrean las visiones unidimensionales que simplifican y “desfiguran lo real”, cayendo en reduccionismos.

Para este autor, la puesta en escena de un libro de su autoría, el cambio en su posición subjetiva, a raíz de esa experiencia. Así, describe con palabras exactas la subjetividad o desubjetivación que decanta del proceso de internación infinito e innecesario, diciendo: “(…) sucedió que la loca que tenía miedo de salir del manicomio por miedo al estigma, a la marca, a la condena, sintiendo o pensando que su hija iba a sentir vergüenza de ella, se dio cuenta de que se estaba haciendo cargo de la vergüenza ajena, y entonces cuando pude compartir y repartir, es decir partir mis miedos, mis vergüenzas, encontré el beneficio secundario del libro y de la obra de teatro”.

¿EL ACOMPAÑAMIENTO SIN ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO?

Tendríamos que hablar de acompañamiento y no de acompañante. Ya que una de las cuestiones que pretende abordar este trabajo es plantear el acompañamiento como una función a desempeñar por cualquier profesional de la salud o persona capacitada en el área. El acompañamiento terapéutico es un espacio flexible y posible de ocupar por otros. En general se produce un corrimiento del sujeto hacia la función, el acompañamiento puede realizarse por cualquiera de los miembros que estén dentro de un equipo de trabajo, siempre y cuando estén expuestos a los juegos transferenciales que se han construido con la persona que se acompaña. Uno de los grandes interrogantes que surge al momento de desempeñar este rol es. cómo intervengo?, no hay información que esclarezca dicha pregunta. Es un trabajo artesanal en donde nada se sabe sobre el proceder, las intervenciones surgen sobre la marcha, a prueba y error; y solo se sabe de sus efectos positivos a posteriori. Cuando uno comienza a trabajar en acompañamientos, lo único que sabe es lo que no sabe, realiza preguntas que nadie puede responder, y el saber comienza a construirse a partir de la experiencia de la práctica. Un saber que no puede transmitir sino ponerlo a funcionar, un saber hacer.

Retomamos la idea del acompañamiento como un espacio adaptable, permeable, móvil y para eso es necesario que no se reduzca a definiciones, ni a saberes preestablecidos. Es necesario que se intervenga no desde una teoría, sino desde situaciones. Podemos pensar entonces, que la imposibilidad de definir concretamente la función del acompañamiento terapéutico tiene que ver con la función misma, cuya característica como ya se ha mencionado seria la flexibilidad, en tanto introduce la posibilidad de creación de un lugar con un tiempo y espacio singulares, para así poder ir jugando una alternancia de adentros y afueras que permita la movilidad. Un modo de estar con el otro, que busca romper con la certeza, la rigidez o la coagulación, propias de los padecimientos subjetivos. Y ya sea que el acompañamiento se desempeñe exclusivamente en un ámbito institucional o por fuera del mismo, siempre funcionara en el ente, como facilitador del lazo social. Armando y desarmando se arma el sujeto en su practica en situación con su medio. ¿Pero, Cual es esta situación? . ¿Existe tal lugar? Una cuestión que nació entre los integrantes de esta investigación fue: ¿Cual es el lugar del Acompañante terapéutico? Pero al indagar se reformula la pregunta por.

¿Hay lugar para el Acompañante terapéutico? Este dispositivo artesanal que se va modelando con el paso del tiempo y la implicancia de los cuerpos, termina generando al mismo tiempo, esta salida del cuerpo de la escena. Un cuerpo que viene a ser testigo del sufrimiento del otro. Un cuerpo que se pone como límite. Un cuerpo que pone cuerpo. Un “ponerle el cuerpo” a fragilidad de la situación. Es justamente desde el lazo social con el otro donde se trabaja, y es por eso que creemos que es necesario un mínimo de permanencia en el acompañar a otro, teniendo en cuenta cada situación para posibilitar, sostener y preservar esa relación que se va construyendo con el paciente. Además, se destaca que el acompañante brinda su cuerpo como soporte donde se depositaran las ansiedades y miedos que surgen durante el proceso de integración social. Cuerpo que se construye con el juego y en el juego. La escena social del acompañamiento.

CONSTRUYENDO UNA ESCENA LUDICA, CONSTRUYENDO VINCULOS

Nuestra experiencia en niños con patologías graves nos permite distinguir dos etapas en el proceso de acompañamiento. Una etapa de acompañamiento individual o pre-acompañamiento y otra centrada en la integración social y el vínculo con el otro.

En la primera etapa, el acompañante debe construir un vínculo con el acompañado, es decir, su cuerpo debe quedar expuesto a los juegos transferenciales del niño. En casos graves de Autismo y TGD, en donde el niño no juega, se torna necesario construir una escena lúdica que haga de puente entre el acompañante y el acompañado. En la mayoría de los casos el paciente trae acciones repetitivas y estereotipadas que no apuntan a un objetivo determinado. Esta escena lúdica será la que les dé forma a esas acciones, por ejemplo: el abrir y cerrar una puerta comienza a adquirir una forma de juego cuando hay un otro que signifique, proponga y dirija esa acción. El acompañante podrá situarse del otro lado de la puerta, golpearla, esperar a que le abran y dotar de un contexto a la acción mecánica que trae el paciente. Sin embargo, conviene aclarar que la construcción de la escena de juego debe ser dirigida por el equipo tratante y no recaer bajo las decisiones individuales del acompañante.

En una segunda etapa, el acompañamiento deberá estar centrado en la integración social y el vínculo con el otro. El aspecto importante de esta etapa es el de los afectos transferenciales que se apropian del cuerpo del acompañante, propios de la construcción del vínculo entre el chico y el acompañante, tan necesario para el proceso terapéutico. Puede decirse que es condición excluyente que haya una tendencia de amor o cariño hacia el niño que se acompaña. Hay que construir un lugar con el niño para que luego él pueda desenvolverse en la sociedad.

EL ENCUENTRO DE LOS CUERPOS EN LA INTEGRACIÓN DEL NIÑO

La niñez es un momento fundamental en la vida de cualquier persona. El niño construye su mundo a partir del otro, quien le otorga un lugar, una identidad. Y es el jugar el que posibilita la constitución subjetiva. El juego construye subjetividad y ayuda al niño a elaborar sus angustias, sus miedos, sus diversas formas de procesar tanto a lo que acontece en su mundo interno como lo que sucede en su ambiente. Juego que también tiene que ver con el placer. Un niño que requiere de transitar por el dispositivo de acompañamiento terapéutico es un niño que está excluido del mundo de los niños. El juego es fundamental y es un derecho de la infancia. Pero al pensar el acompañamiento con chicos es inevitable pensar el acompañamiento a los padres quienes en su mayoría concurren al especialista porque su hijo no habla o porque tuvo una crisis muy fuerte. Padres que se sienten culpables por lo que les sucede a sus hijos, padres que no saben qué hacer y depositan sus angustias y esperanzas en el equipo de profesionales. El acompañamiento no es un dispositivo que quede por fuera sino, al contrario, el acompañante que venga a representar a dicha función será una de las personas que más trato tenga con el niño. Quien con el pasar de los días conocerá sus ansiedades, sus fortalezas, sus miedos. Conocerá aquella niñez oculta bajo el velo del padecimiento mental. Por eso mismo, se hará depositario de honor también de aquello que sienten los padres respecto al tratamiento y a la problemática en cuestión. Podrán sentir sus rechazos, sus sentimientos de culpas, sus esperanzas. Serán los testigos de la mortificación de los padres frente al padecer de su hijo, frente a la incógnita de que lo que le sucede y por sobre todo al ver que su hijo esta por fuera de lo que es esperable en un niño. Su propia herida narcisista. Un niño corre, salta, se lastima, llora, se levanta, vuelve a correr, demanda, te abraza, te sonríe, te mira… los chicos con patologías severas crónicas no. Un no tan rotundo y pesado que hace eco en los padres… en sus padres. La persona que encara el rol de acompañante será el responsable de acompañar, valga la redundancia, al niño en sus angustias al incluirse socialmente con otros niños.

Al fomentar su juego y así poder construir su autoestima, su ser. Calceta (2011) dice que “se puede concluir que habrá sujeto en la medida en que exista la posibilidad de transformar acontecimiento en historia, es decir de apropiarse, de ser activo y evitar sucumbir al trauma”. (p. 55) Transformar acontecimiento en historia y, en simultaneo, transformarse a sí mismo. El niño se constituye con el otro, en su juego. Pero no solo constituye su identidad, sino que también aprende a ser sujeto, a ser una persona en sociedad. Vigotsky desarrolla el concepto de Zona de Desarrollo Próximo en la cual centra su base en que una persona podrá hacer sola aquello que pudo hacer auxiliada por otro. El niño potenciara su desarrollo con la ayuda del otro. Y es importante tener en cuenta que en los juegos de equipo entiende la importancia del vínculo para llevar adelante tareas que solo no podría hacer. (Baquero & Limón Luque, 2001) El niño tiene derecho a jugar con otros niños, a tener amigos y concurrir a espacios propios de la infancia.

El acompañamiento viene a brindar este soporte positivo para que esto se lleve adelante con éxito. Y el acompañante brinda su subjetividad, su cuerpo, tan flexibles, para que esto sea posible. No se espera que el acompañante haga magia, pero si puede hacerla mejor. Sera un gran incentivo para fomentar su juego. El juego con el que luego se extenderá a otros niños.

DISCUSIÓN

Si hay algo que caracteriza el trabajo en salud mental es la respuesta al cambio. El Acompañante terapéutico siempre tiene un rol plástico frente a la rigidez de ciertos modos de funcionamiento, no solo subjetivos, sino también grupales, institucionales o incluso sociales, el intenta ofrecer algo distinto. Creemos que no hay pautas preestablecidas acerca de cómo actuar frente a determinadas situaciones, menos si se trata de situaciones clínicas en donde muchas veces el mismo encuentro con ciertas patologías nos llena de incertidumbres. Pero hay algo que sabemos: el acompañamiento terapéutico tiene que ver con una oferta. El acompañante ofrece un tiempo, un espacio, ofrece el cuerpo, palabras, ofrece juegos o escenas lúdicas, dibujos, objetos, risas, ofrece afecto, sostén, cuidado. Es encontrarse con el otro, aceptarlo e intentar construir algo compartido. El acompañante ofrece su cuerpo para el devenir del sujeto.

El Acompañante terapéutico, en tanto dispositivo, es un agente necesario para el trabajo de la integración social. Aunque, tomando lo anteriormente escrito, el lugar que se le brinda al mismo es dependiente del atravesamiento institucional.

El modelo de intervención en crisis

• Se recomienda trabajar una sesión semanalmente, aunque también pueden trabajarse dos sesiones semanales. Si no se tuviera la disponibilidad de tiempo necesaria, también pueden elegirse las sesiones o actividades que se consideren más importantes o necesarias de trabajar con un determinado grupo. En este caso sería adecuado establecer el plan de lo que se va a trabajar, antes de iniciar el proceso. Como ya se dijo, el modelo es flexible, pero siempre hay que cuidar que los distintos momentos y el objetivo de cada uno se respeten.

• Los y las facilitadores/as que lleven a cabo la intervención trabajarán en parejas, lo cual permite dar una mejor atención a los niños y niñas de cada grupo, y darse apoyo mutuo para la mejor realización del trabajo.

• Se recomienda que los/las facilitadores/as se reúnan con su compañero/a periódicamente, para planificar cada siguiente sesión y evaluar la anterior. Si fuera posible, también es muy útil realizar reuniones entre varias parejas de facilitadores/as, para discutir sobre las dificultades encontradas en el trabajo y cómo solventarlas, y sobre aquello que han experimentado como más efectivo. También es bueno hablar de cómo se van sintiendo, a nivel de la experiencia personal que para uno/una significa este trabajo, y los sentimientos que le despierta.

• Como instrumento adicional para conocer cómo se encuentra cada niña y niño al inicio del proceso, se incluye en el modelo una escala de síntomas (ver anexo 1). Los facilitadores y facilitadoras deberán tomarse un tiempo para llenarla con la ayuda de los padres o encargados del niño o niña. La misma escala deberá ser llenada de nuevo al final del proceso de intervención, para verificar los cambios que se hayan producido en cada niño y niña.

Estructura del modelo

Asamblea de apertura

Para poder desarrollar nuestro trabajo con mayores posibilidades de éxito es de gran importancia informar a la comunidad sobre el trabajo que pretendemos realizar. Por ello es necesario, como un primer paso, ponernos en contacto con la directiva de la comunidad o en el caso de que no exista directiva, con los líderes y personas que para la comunidad sean significativas y explicarles la importancia de nuestro trabajo y la necesidad que tenemos de ellas para que nos puedan apoyar frente a la comunidad. Debemos recordar que la población cree en sus líderes y que por lo tanto confía en ellos. Tenemos que establecer una relación estrecha y solidaria, pues ellos también necesitan de nuestro apoyo, ya que en estos momentos tienen una doble carga, la que es individual y familiar y, la demanda de la comunidad. Como un segundo paso, debemos planificar con los líderes una reunión con la comunidad, para poder compartir nuestros objetivos y plan de trabajo de manera amplia. Si hubiere planificada alguna reunión con otro motivo, podemos solicitarles que nos permitan un espacio dentro de su agenda.

En cualquiera de los dos casos, es importante que alguno de los líderes esté presente y sea él o ella quien nos presente. Una vez montada la asamblea, debemos ser claros en nuestra exposición, responder las dudas, aportes o comentarios que puedan surgir sobre el tema y, sobre todo, no crear ningún tipo de expectativas que estén fuera de nuestro programa. Esto quiere decir no comprometernos con ayuda que no podemos ofrecer. Debemos ser cuidadosos con el tiempo de nuestra exposición, ya que después de 45 minutos la atención se pierde.

¿Qué puntos vamos a tratar en la asamblea?

1. Saludo.

2. Presentación.

3. Naturaleza del fenómeno del desastre.

4. ¿Cuáles son las reacciones «naturales» en estos casos?.

5. ¿Cómo lo viven los niños y niñas?

6. ¿Cómo les pueden ayudar sus padres, madres y la comunidad?

7. ¿Cómo les ayudaremos nosotros?.

8. Preguntas, comentarios, aportes.

9. Cierre.

Ideas que nos servirán para desarrollar nuestro tema

• Saludo. Este momento es muy importante, pues de cómo iniciemos depende mucho la atención y participación que consigamos en la Asamblea. Debemos agradecer a los líderes por el decidido apoyo que nos brindan, ya que sin su interés el trabajo sería muy difícil. De igual forma y con mucho énfasis, agradecer la respuesta que ha tenido la población asistiendo a la reunión. Es el momento de aclarar los objetivos de la convocatoria, es decir, que pretendemos apoyar en el aspecto emocional y que es muy importante que si tienen alguna pregunta, comentario o aporte nos interrumpan para aclararlas desde el principio, ya que es siempre mejor preguntar que quedarse con dudas. • Presentación. Explicar claramente a qué institución o grupo representamos y cuál es nuestro interés al estar aquí. Es importante destacar que la ayuda material es vital pero que las personas humanas tenemos otras necesidades que son emocionales y afectivas: lo que sentimos, lo que nos preocupa y nos da temor, y que a eso también es necesario ponerle atención. No ofrecemos apoyo material, pero sí algo muy importante que es apoyo emocional a lo que estamos sintiendo.

• Naturaleza del fenómeno. Vivimos en un país en el que suceden muchos «desastres naturales», hay terremotos pues tenemos muchos volcanes, hay inundaciones cuando las lluvias son muy fuertes, y hay sequías cuando no llueve. Es importante explicar las razones naturales del desastre.

• Nuestras reacciones también «naturales» en estas situaciones. Así como se producen los fenómenos naturales, las personas humanas también tenemos reacciones que son «naturales y normales» frente a la fuerza de la naturaleza. Nos podemos sentir con mucha angustia y desesperación, impotentes, inseguros, sin esperanza. Podemos tener pesadillas, falta de apetito, otros creen que olvidarán lo sucedido con el alcohol o las drogas. También puede darnos cólera y andar peleando con todos y desquitándonos fundamentalmente con los niños. Otros tenemos mucho miedo que nos pone paralizados y queremos que otros nos resuelvan todos nuestros problemas y nos da pena poder decir lo que estamos sintiendo, pues «cómo nos van a ver los demás». Aquí es muy importante dar mensajes de aliento, que es necesario sacar lo que tenemos adentro, desahogarnos, pues ello nos aliviará y nos permitirá buscar de manera más adecuada la solución a nuestra situación. Es importante señalar que debemos ayudarnos los unos con los otros, pues la carga compartida siempre es menos pesada.

• ¿Qué sienten los niños y las niñas? Nuestros problemas y sentimientos no nos dejan ni imaginar qué sienten los niños y las niñas, olvidamos que ellos/as dependen de nosotros y que al vernos sufrir sufren mucho, pues por su edad no pueden expresar como nosotros los adultos lo que sienten. Al igual que nosotros los grandes tenemos reacciones ante una situación de desastre, los niños/as también. Ellos/as pueden volverse muy llorones, comportarse como si fueran más chiquitos de su edad, querer estar siempre con los mayores, ponerse enojados, ser desobedientes, peleoneros, dejar de jugar con sus amiguitos, no dormir en la noche, despertarse llorando, tener mucho miedo cuando llueve, hacerse pipí en la cama y otras cosas. Estas respuestas de los niños también son «normales», pero, ¿cómo podemos ayudar?. Ustedes que son sus padres, permítanles que les digan cuáles son sus miedos, que hablen de lo que sienten. Díganles que ustedes los entienden y que los van a proteger, que los quieren mucho, acérquense a ellos, acarícienlos, ellos lo necesitan mucho y será de gran beneficio para los niños. Entendemos que los mayores tenemos grandes preocupaciones para buscar salida a los problemas y no nos queda tiempo para atender a nuestros niños, y lo que es peor, en muchos de los casos nos desquitamos con ellos/as pegándoles y maltratándoles, lo cual no ayuda a nadie. Es importante que en estos momentos saquemos fuerzas y que tengamos mucho amor, paciencia y comprensión con nuestra familia. No podemos olvidar que los niños/as son parte de nuestra familia, y esta es parte de la comunidad, por ello nos debemos ayudar entre todos.

• Y nosotros ¿Qué queremos hacer? Queremos apoyar a los padres para que juntos ayudemos a los niños y niñas, los papás y mamás en sus casas, y nosotros trabajando con los niños/as. Explicar aquí la modalidad de la intervención.

• Ahora preguntemos. Es necesario motivar a las personas para que hagan preguntas. De la claridad que tengan los padres y madres, depende en gran medida el cumplimiento de nuestros objetivos. También es necesario que al final de la reunión nos quede claro que los padres y madres están de acuerdo con la intervención que pretendemos hacer.

• Cierre de la reunión. Debemos agradecer la atención prestada y motivar a la colaboración.

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Intervención en crisis en casos de desastres

1. ¿Qué es un desastre? Los desastres son eventos extraordinarios que originan destrucción considerable de bienes materiales, y pueden provocar muerte, lesiones físicas y sufrimiento humano. Pueden ser causados por el ser humano (incendios, conflictos bélicos, disturbios civiles, actos terroristas, contaminación química) o por la naturaleza (inundaciones, terremotos, tornados, huracanes). Muchos de los considerados «desastres naturales» son en realidad ocasionados por la acción destructora del hombre sobre la naturaleza. Los desastres son considerados como parte de un grupo más amplio de situaciones de estrés colectivo, que surgen cuando muchos miembros de un sistema social no reciben las condiciones de vida que esperan en dicho sistema. Tal estrés colectivo puede provenir de fuentes externas al sistema o de este mismo.

A partir de esta consideración, la intervención debe tomar en cuenta las tres fases del desastre:

• Fase de preimpacto Abarca etapas que preceden al desastre mismo, incluidas las de amenaza y advertencia, donde las tareas deben encaminarse hacia la prevención de daños mayores a la población.

• Fase de impacto Comprende el período en que la comunidad se ve afectada por el desastre y el período subsecuente, en que se organizan las actividades de ayuda. El miedo es la emoción predominante, el pánico solo se presenta cuando el escape es imposible. Surgen también las conductas altruistas donde las personas actúan en forma heroica para salvarse a sí mismas y a otros.

• Fase de postimpacto La tercera fase es la de postimpacto, que comienza varias semanas después de ocurrido el desastre, y suele incluir las actividades continuadas de ayuda, así como la evaluación de los tipos de problemas que experimentan los individuos. Esta fase puede prolongarse durante el resto de la vida de los afectados; en ella surgen los problemas personales a largo plazo, caracterizados por apatía o desgano, depresión y ansiedad crónicas.

2. ¿Qué es una crisis?

Una crisis es un estado temporal de trastorno y desorganización en una persona. Se caracteriza, principalmente, por la incapacidad para enfrentar una situación, utilizando los métodos que ya se conocen para resolver problemas.

Podemos mencionar los siguientes aspectos importantes que contemplamos al definir una crisis:

• Hay un suceso precipitante (es decir, un suceso que causa la crisis).

• Es una situación imprevista.

•Hay pérdida del equilibrio emocional (de la forma acostumbrada de sentir y de expresar lo que se siente).

• Causa sufrimiento (dolor, tristeza, terror, inseguridad, enojo, rabia, impotencia…)

• Genera cambios: la crisis puede ser un peligro y desencadenar en enfermedad, pero también puede ser una oportunidad para crecer y aprender.

• Es temporal: después se recupera nuevamente el equilibrio.

• Las formas habituales en que el individuo resuelve sus problemas no funcionan en esta situación. No solo situaciones desagradables generan crisis (por ejemplo: muerte de un ser querido, desastres naturales, guerra…), sino que también hechos agradables y hasta deseables (por ejemplo: un matrimonio, el nacimiento de un/a hijo/a) pueden provocar una crisis, ya que implican cambios para los cuales quizá no estamos preparados (o creemos que no lo estamos).

Así, no todas las crisis son indeseables, algunas son necesarias para el desarrollo del ser humano. El estado de crisis es un proceso en el que la persona atraviesa por diferentes etapas, las cuales podemos describir como sigue:

• Al principio, la tensión se eleva debido al impacto que causa el suceso ocurrido; al mismo tiempo, el suceso provoca que el individuo ponga a trabajar sus habituales formas de solucionar problemas.

• Estas formas habituales para la solución de problemas no funcionan. Este fracaso, sumado al impacto del suceso, hace que la tensión aumente y que surjan sentimientos de trastorno y de ineficiencia.

• La tensión sigue creciendo. Esto provoca que el individuo busque otras formas para la resolución de problemas. En este momento, la crisis puede tomar diferentes caminos: que disminuya la amenaza externa, que haya éxito en las nuevas formas de resolver el problema, que se vuela a plantear el problema tomando en cuenta otros aspectos o que se renuncie a metas que no son alcanzables.

• Si ninguna de las propuestas anteriores ocurre, la tensión sigue en aumento hasta el límite, y da lugar a una desorganización emocional grave.

Ante una crisis, la persona reacciona de diferentes maneras, de acuerdo a la etapa de la crisis en que se encuentre:

 • Desorden: la primera reacción de una persona en estado de crisis es el desorden, el cual incluye una serie de reacciones emocionales como llanto, angustia, gritos, lamentos o desmayo. En algunas personas, estas reacciones son visibles y los demás las notan; en otras, pueden no ser tan visibles. Por ejemplo, una persona puede sentir sensaciones en su cuerpo como un nudo en la garganta, vacío en el estómago, mareos, dolor de cabeza o la necesidad de llorar.

• Negación: como su nombre lo indica, es una negación de lo ocurrido. La persona puede preferir no pensar en lo que ocurrió o planear actividades como si nada hubiera pasado. La negación ayuda a hacer menos fuerte el impacto del suceso.

• Intrusión: en esta fase, la persona siente el impacto pleno de lo ocurrido; es invadida por abundantes ideas y sentimientos de dolor acerca del suceso. Las pesadillas e imágenes constantes sobre lo que ha pasado son comunes en esta etapa. Algunas personas no pasan por la fase de negación, sino que después del desorden pasan inmediatamente a la fase de intrusión; otros se mueven durante algún tiempo entre esta etapa y la de negación.

• Translaboración: es el proceso en el que se expresan, se identifican y se exteriorizan los pensamientos, sentimientos e imágenes de la experiencia de crisis. Algunos individuos logran hacer esto naturalmente, otras necesitan de ayuda externa.

• Terminación: es la etapa final de la crisis y lleva a integrar la experiencia dentro de la vida del individuo. El suceso ha sido enfrentado, los pensamientos y sentimientos se han identificado y expresado, y la reorganización se ha dado ,o sé está iniciando. Puede haber recuerdos que provocan tristeza y pensamientos como «esto pudo no haber pasado», pero la característica principal de la desorganización emocional ya no está.

3. ¿Qué es ‘intervención en crisis»?

Es el proceso que sirve para ayudar a una persona o familia a soportar un hecho traumático, de modo que haya menos consecuencias poco saludables o desorganizantes, y haya una mayor probabilidad de crecimiento.

Metas de la intervención en crisis

• Restablecer el equilibrio psicológico de las personas y así mejorar la capacidad de enfrentar la situación.

• Crecer y aprender debido a la crisis, integrar el incidente a la estructura de la vida y continuar con el asunto de vivir.

• Aprender nuevas formas de enfrentamiento de problemas, concebir la vida de diferente manera, a fin de poder planear nuevas direcciones para el futuro.

Submetas de la intervención en crisis

• Proporcionar apoyo: las personas no deben estar solas cuando soportan cargas muy pesadas. Consiste en permitir que la gente hable, mientras se muestra interés y cordialidad, y proporcionar un ambiente en el que los sentimientos puedan ser expresados.

• Reducir la mortalidad: salvar vidas y prevenir el daño físico. Esto implica tomar medidas para reducir al mínimo las posibilidades de autoagresión o agresión a otros.

• Enlazar con fuentes de asistencia: proporcionar los vínculos apropiados (remisión a terapia individual, asistencia legal, auxilio de agencias de servicio social…), de modo que la persona pueda comenzar a dar pasos concretos para superar la crisis.

4. Pasos para llevar a cabo la intervención en crisis

• Realizar contacto psicológico: invitar a las personas a hablar, escuchar los hechos y los sentimientos, mostrar interés por comunicarse, tocar/abrazar de manera física.

• Analizar el problema: examinar el pasado inmediato, presente y futuro inmediato de las personas. El objetivo de este segundo paso es conocer cuáles son los conflictos o problemas que necesitan manejarse de forma inmediata y cuáles pueden dejarse para después.

• Analizar las posibles soluciones: averiguar qué es lo que las personas han intentado hacer hasta ahora, qué es lo que pueden o podrían hacer y proponer nuevas alternativas.

• Ejecutar la acción concreta: ayudar a las personas a realizar una acción concreta para manejar la crisis. No es más que dar el mejor paso próximo según la situación.

• Dar seguimiento: especificar un procedimiento para que el/la facilitadora y las personas estén en contacto en un tiempo posterior.

Cómo viven las crisis los niños y las niñas

Reflexionemos ahora sobre la manera particular como los niños y las niñas viven las crisis, y cómo los adultos y adultas podemos apoyarles en esas circunstancias.

Empecemos pensando: ¿qué es un niño/a? Escribe tu idea de lo que es un niño/a en estas líneas: Ahora revisa esta idea: Un niño/a es una persona. Se parece a las personas adultas en que tiene derechos, necesidades, sentimientos, capacidades, responsabilidades y se está desarrollando. Es diferente de las personas adultas en lo que puede hacer, sentir y necesitar, porque está en un momento de desarrollo anterior al de los adultos. Comparte con el grupo tu idea y discutan la idea que les hemos ofrecido. ¡¡Muy bien!!

Hemos dicho antes que un/a niño/a es «una persona en desarrollo».

Veamos qué es eso de «en desarrollo». Que una persona esté en desarrollo quiere decir:

• Piensa en tu propia experiencia. Piensa en una cosa que no podías hacer, o no hacías bien hace años, y que ahora ya puedes hacer bien:

• Piensa en cómo te hacían sentir y qué pensabas de los cuentos que dan miedo hace años, y lo que piensas y sientes ahora al oírlos:

El desarrollo depende de la herencia, de las condiciones físicas, sociales y psicológicas en que vive la persona. El desarrollo anterior está ligado al que sigue.

Es decir, lo que se vive y aprende en el pasado ayuda o dificulta al presente y al futuro.

• Piensa en algo que aprendiste y que te sirve muchísimo ahora: Piensa en algo que no aprendiste y que te serviría mucho ahora: Piensa en algo que sí aprendiste y que sería bueno cambiar, porque te hace daño o no te sirve ahora: ¿Sabes algo? iiTodos nosotros somos personas en desarrollo!!

 Es decir, todos y todas vamos cambiando, a lo largo de nuestra vida:

• En lo físico (¡si no, mira bien las canitas y arrugas que nos van apareciendo… y si no tienes espera y ya verás!).

• En el pensamiento (piensa cómo entre más pequeños las cosas parecen más simples, y cómo a medida crecemos nos damos cuenta que hay que tomar en cuenta varias cosas para comprender las situaciones).

• En la manera de expresar lo que se siente (¿o todavía hacés berrinches?).

• En la forma de relacionarse (cuando nacemos somos totalmente dependientes -si no le dan de comer al chichi, se muere de hambre. A medida crecemos nos vamos haciendo más independientes. Los/as niños/as necesitan al adulto. Las personas adultas son responsables del bienestar de los/as niños/as.

• ¿De qué manera una persona adulta es responsable del niño/a? ¿En qué cosas? Ojo: Entonces, somos responsables:

• De pensamiento: Según lo que piense del niño/a así lo voy a tratar. Por eso debo pensar bien.

• De palabra: El/la niño/a aprende y siente según lo que le digo.

• De obra: El/la niño aprende mucho de mi ejemplo. Hay muchas cosas que debo hacer por el/la niño/a.

Por omisión: Sin lo/la descuido, puedo dañar su desarrollo. Que los/as adultos/as seamos responsables NO quiere decir que los/as niños/as sean «chuecos» o inútiles.

Veamos entonces algunas características que tienen los/as niños/as y niñas:

En el pensamiento Sí se dan cuenta de las cosas que pasan a su alrededor, pero las entienden de manera diferente según la edad. Por ejemplo:

• Antes de los 6 años piensa que las cosas están vivas. Puede creer, por ejemplo, que el huracán puede volver y perseguirlo a él/ella. Piensa que las cosas tiene que ver con algo que él/ella hizo (sentirse culpable). Puede darse cuenta de lo que ve, pero no entender que las cosas podrían ser diferentes (no logra entender «el futuro» como algo posible, el tiempo no significa lo mismo que para los adultos). Necesita reproducir el mundo en el juego, para poder entenderlo. No podemos pedirle a un niño o a una niña que haga las cosas igual que una persona adulta, hay que valorar y apreciar las que hace como niño/a.

Los niños/as tienen capacidades Es decir, no son como «sillas» o muebles en la casa, pueden hacer cosas; claro, las pueden hacer según el desarrollo que tengan.

Entre los 7 y los 12 tiene una mayor comprensión de lo que le rodea, pero sigue teniendo una forma diferente de la del adulto para entender eso del futuro, de lo que «podría ser» y sigue necesitando JUGAR para entender el mundo.

Después de los 12 ya comprende casi como el adulto eso del «futuro», pero puede no darse mucha cuenta de las limitaciones que pone la realidad.

• En lo social y el afecto

• Los/as niños/as expresan sus sentimientos de manera más espontánea.

• Son muy sensibles a los afectos o sentimientos que expresan los/as adultos/as, en forma verbal pero sobre todo no verbal (gestos, tonos de voz, etc.).

• Entre más pequeño, depende mucho de la gente mayor para experimentar sus emociones (si su mamá se asusta, él/ella también).

• Necesita de la seguridad que le da estar cerca o contar con su papá y/o mamá.

• Entre más apoyos sociales tenga (escuela, iglesia, directiva, etc.) se siente que vale más y se siente mejor.

Reacciones de los niños y niñas

• Niños menores de 6 años Pueden mostrar algunas de las siguientes manifestaciones:

• Pesadillas

• Miedos

• Fantasías y juegos repetitivos sobre amenazas y rescates

• Volver a hacer cosas que había ya dejado de hacer, por ejemplo: orinarse en la cama, hacerce pupú en la ropa, chuparse el dedo, pedir pacha, etc.

• Tener malestares físicos (dolores de cabeza y de estómago, por ejemplo).

• Querer pasar «pegados a la falda de la mamá»

• Volverse más inquieto/a, molestar más

• Hacerse enojón/a agresivo/a ¿Cuáles otras has notado en los/as niños/as de tu comunidad?

• Niños mayores de 6 años Pueden mostrar algunas de las siguientes manifestaciones:

• Tener menor interés por las actividades habituales

• Compartir menos, o dejar ver menos sus sentimientos

• Desgano, tristeza

• Tener pensamientos sobre calamidades que vienen, miedos

• Volverse más desconfiado/a

• Volverse más agresivo/a, molestar más

• Tener fantasías y juegos repetitivos sobre amenazas y rescates

• Tener malestares físicos (dolores de cabeza y de estómago, por ejemplo)

• Tener sentimientos de ser vulnerables y desvalidos/as

• Ser más irritables que de costumbre (poca tolerancia a la frustración) ¿Cuáles otros has notado en los/as niños/as de tu comunidad?

• Adolescentes Pueden mostrar algunas de las siguientes manifestaciones:

• Pasar más tiempo con sus amigos/as o bien aislarse

• Usar drogas y alcohol

• Tener peleas con papá, mamá y/o hermanos/as

• Tener malestares físicos (dolores de cabeza y de estómago por ejemplo)

• Conversar repetitivamente sobre el evento que ocasionó la crisis

• Tener sentimientos de ser vulnerables y desvalidos/as

• Ver su futuro como incierto

• Sentirse confundido/as

• Sentirse afligidos/as, ansiosos/as

• Tener desinterés por la vida, mostrar apatía, desgano

NO todos/as los/as niños/as desarrollan las mismas reacciones. Unos reaccionan más, otros menos y otros no se afectan casi nada.

¿Por qué unos sí y otros no, por qué unos más y otros menos?

Existen diferentes «Factores de riesgo», es decir, condiciones que hacen que los niños estén más propensos a desarrollar reacciones ante la crisis.

Los más importantes son:

• Falta de apoyo social cuando se da el evento. Sobre todo, falta de apoyo de los padres/madres.

• Amenaza contra la vida y/o gran destrucción de las propiedades.

• Angustia del padre/madre o incapacidad para hacer su función de padre/madre después del evento.

• Darse cuenta o pensar que la vida de los adultos/as significativos para él/ella estaba amenazada.

• Falta de comunicación de/la niño/a con su papá/mamá sobre lo que siente y piensa mientras vive la crisis.

 • Exposición significativa y directa a un evento amenazante.

• Problemas emocionales anteriores al evento. Se nota cuando el/la niño/a no está superando la crisis si:

• El juego es demasiado repetitivo, por mucho tiempo y no pasa de lo mismo.

• El/la niño/a deja de jugar.

• El/la niño/a evita hablar, pensar, oír todo lo que tenga que ver con el evento que generó la crisis, los lugares en que se dio, cualquier cosa que se le parezca o se lo recuerde.

Necesidades de los/as niños/as que viven una crisis Cuando las personas adultas pasan por una situación que les genera crisis, tienen la necesidad de contar y volver a contar lo que les pasó. Hacer esto les ayuda a asimilar la experiencia. Por su parte, los/as niños/as tienen la necesidad de volver a reproducir de manera activa, en el juego, las cosas que les sucedieron o que vieron. Esto equivale a contarlo una y otra vez.

En este juego, los/as niños/as suelen hacer una o dos cosas:

• Repetir lo que sucedió para vivirlo con algún control, y así asimilarlo (el/la niño/a es quien domina el juego, o bien lo pone como le habría gustado que sucedieran las cosas).

• Sacar sus sentimientos en el juego. También, por medio del juego, el/la niño/a puede aprender nuevas formas de enfrentar los peligros o bien de entender el peligro. Si no logra hacerlo por sí mismo/a, el/la adulto/a puede participar en el juego y dar ejemplo, a manera de juego, de nuevas alternativas o formas de enfrentar el peligro. Entonces, el juego ayuda al/la niño/a a superar la crisis cuando: El/la niño/a experimenta control de la situación en el juego. Le puede poner un final satisfactorio. Se siente libre para expresar y liberar los sentimientos negativos que tiene. Demuestra una nueva forma de ver el evento que le generó la crisis.

Además de JUGAR, los/as niños/as tienen otras necesidades, cuando enfrentan una crisis.

Entre ellas podemos mencionar:

Seguridad, en la forma de apoyo y acompañamiento de su papá, mamá y otras personas adultas significativas, explicaciones sobre el peligro y cómo se va a enfrentar.

Estabilidad, volver a tener una rutina, un horario, hacer las cosas cotidianas que antes hacía con la familia y comunidad.

Amor, ¡no solo cuando este en crisis!, sin embargo especialmente cuando ha pasado por una situación difícil, hay que expresarle amor con gestos y palabras.

Comunicación, de nuevo no sólo cuando está en crisis, pero especialmente cuando ha vivido una situación difícil es importante que pueda compartir sus miedos, sentimientos, necesidades y conocer las de los/as adultos significativos para él/ella.

Aceptación y comprensión, es decir, poder expresar sus sentimientos tanto positivos como negativos (tristeza, agresividad, miedos). Por ejemplo, en vez de decirle «no llorés», «no seás miedoso, si no pasa nada», «no seás tan bravo», le ayuda más que le digamos «como que te sentís triste, por eso estás llorando», «parece que eso te da miedo, pero aquí estoy contigo», «te ves bien enojado, querés que hablemos de eso».

Cambiar sus pensamientos y creencias equivocadas sobre lo que pasó, conocer y desarrollar ideas y explicaciones más adecuadas, por ejemplo: «cada vez que haya lluvia con truenos, se va a inundar y nos vamos a morir todos», se puede corregir con la explicación «es cierto que hubo una inundación, pero es más bien raro que eso suceda, y podemos tomar estas medidas para protegernos ….» ¿Cuáles otras necesidades has notado o crees que tienen los/as niños/as tu comunidad?

Cómo las personas adultas pueden dar apoyo a los niños y niñas que han vivido una crisis.

Como facilitador/a, cuando trabajes con los padres y madres de los/as niños/as debes tener en mente lo siguiente:

• Los papás, las mamás, la gente de la directiva, el sacerdote, los/as maestros, los pastores o líderes religiosos, los/as otros adultos/as de la comunidad son un recurso para los/as niños/as, hay que ayudarles a ser un buen recurso.

 • Hay que tratar con mucho respeto a las personas adultas responsables del/la niño/a (¡ojo! ¡también al niño/a!), no imponerles nuestras ideas sino más bien compartir las nuevas ideas e información con ellos/as, esperando puedan servirles.

• Permitirle jugar esos juegos que necesita para asimilar lo que ha vivido. Si se ve que se ha quedado «trabado/a» en el juego (¿recuerdas?, cuando no pasa de lo mismo por mucho tiempo) hay que ayudarle ofreciéndole nuevas alternativas dentro del juego.

• Darle confianza y seguridad. Se puede hacer permitiéndole que esté cerquita si eso es lo que necesita, o bien haciendo contacto físico (besos, abrazos, ponerle la mano en el hombro, etc.), con palabras que le hagan sentir que cuenta con el/!a adulto/a.

• Ayudarle a volver a una rutina, a una forma de vida en la que hayan actividades que conoce y que disfruta hacer, actividades necesarias para el diario vivir.

• Procurarle tiempo y espacio para que pueda tener recreación.

• Darle muchísimo AMOR.

• Escucharle.

• Darle explicaciones apropiadas sobre lo que sucedió y sobre lo que se piensa hacer después del evento,

• Permitirle que sienta lo que siente (tristeza, miedo, enojo), y mostrarle formas apropiadas de expresarlo (enojo en gestos y palabras, pero no con golpes).

Guía

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Anexos

Escala de síntomas

Esta ficha va a servirnos para conocer cómo están los niños y niñas con los que trabajamos antes de empezar y al terminar con todas las sesiones. Para recoger la información vamos a platicar con los papás y/o mamás de los niños y niñas cuando los inscriban al grupo y al terminar con todas las sesiones.

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