Lección 3
Trauma y elementos transgeneracionales
¿Por qué lo transgeneracional a menudo está ligado en nuestras fantasías, en la literatura, a historias patológicas? ¿Por qué nos interesamos en la historia de la familia de origen, sobre todo con los pacientes más graves?
¿Por qué, pudiéndose verificar mil historias posibles desde el mismo punto de partida, ocurrió justamente esa? Los temas de la muerte, del incesto, del matricidio o del parricidio, del abandono, del cambio de persona, de la culpa inconfesable por un delito o crimen sexual, son los términos recurrentes ya sea en las leyendas o en los mitos familiares, pero también en otras dimensiones transgeneracionales.
Sería de poca utilidad que nos pusiéramos a hacer una lista puesto que el aspecto importante no es la naturaleza del trauma en sí mismo, sino más bien la incapacidad del sujeto o del grupo que lo rodea para elaborarlo, pudiéndose generar así, de la angustia que lo subtiende, dos caminos; uno hacia la compulsión de repetición, que vuelve inútil el paso del tiempo y el desempeño de las generaciones, y el otro, que abre la historia a la solución y a las reparaciones creativas, motivadas por la angustia que habría caracterizado la
elaboración del trauma.
Si tuviéramos que plantearnos la pregunta: “¿Por qué ocurrió esto siendo posible que las cosas resultaran distintas?”, tendríamos que invocar una multiplicidad de factores, algunos atingentes a la organización afectiva de la familia, otros, a la constitución individual, otros en fin, a lo imprevisible del caso.
En los mitos, en las leyendas y en las tragedias, el crimen nunca ha sido un evento aislado de un individuo singular. Al contrario, ello está en el centro de un nudo colectivo de múltiples acciones en las cuales cada uno juega una parte precisa.
Para comprender estos fenómenos debemos remitirnos a algunas distinciones importantes. Sabemos que nuestra mente puede estar equipada para enfrentar
el dolor mental por medio del pensamiento, la remoción, la proyección o la negación, pero también hay otros mecanismos más primitivos tales como la escisión, la desmentida o la identificación proyectiva masiva y evacuadora. Sin embargo, podemos preguntarnos si la transmisión transgeneracional no utiliza otros mecanismos, en parte aún desconocidos.
“Existen otros métodos potentes y verificables en las situaciones más patológicas, para liberarse del dolor, tales como transportarlo o transferirlo a varios objetos del mundo externo, a otros fuera de nosotros o incluidos en nosotros” (Meltzer, 1979). Este mecanismo es una defensa transpersonal que podríamos describir como una suerte de inducción en el otro, por ejemplo en uno de los miembros de la familia o de la pareja, de estados de ánimo, sentimientos y fantasías hasta incluso verdaderos y propios comportamientos
que son posibles de individuar, sobre todo si observamos el contexto y el clima que rodea a las particulares interacciones.
Sufrir en otro, sufrir en lugar de otro, llega a ser posible desde este punto de vista, sobre todo si el otro es un miembro de otra generación.
Pero ¿qué tienen de característico estos traumas cuyos efectos sobrepasan el límite generacional? ¿Depende de la intensidad del trauma, del período de la vida y de la maduración del Yo del sujeto? ¿Y qué podemos conferir a las múltiples pero impalpables situaciones traumáticas (el trauma acumulativo) que
también caracterizan la historia de muchos pacientes?
Del examen de los mitos y de las leyendas o de las historias familiares de muchos pacientes, se evidencia la incapacidad de operar un duelo de estos eventos traumáticos que han caracterizado la historia familiar y que
el mito testimonia. La distinción entre culpa depresiva y persecutoria asume una relevancia central puesto que esta última, la culpa persecutoria, hace que el duelo sea complicado y no posible de elaborar.
La imposibilidad o la incapacidad de desarrollar una enfermedad depresiva para uno de los miembros de la generación precedente puede ser el elemento central que causa también la incapacidad para todos los otros de dejar el campo y se traduce en la generación siguiente como defensa contra una depresión que ni siquiera se puede contactar, en un traslado de la pena psíquica, en una introducción inconsciente en el otro, en un
enfermarse en el otro que a veces tomará formas diversas y muy concretas.
Podríamos decir que desarrollar una enfermedad depresiva es una suerte de capacidad y sólo un yo suficientemente capaz de tolerarla puede enfermarse de ello, pena el pánico, la confusión y la angustia psicótica.
La permanencia del sentido de culpa persecutoria hace que paradojalmente el objeto, si bien muerto, esté siempre vivo y capaz de amenazar el resto de sí mismo.
La función de estos elementos es repetir compulsivamente, impidiendo en realidad el recuerdo asimilable del evento; tienen por lo tanto una función anti-memoria (A. de Mijolla, 1986).
En su versión positiva son ocasionalmente una ayuda transitoria en determinadas fases de la existencia.
Transmisión transgeneracional y procesos de identificación
Desde luego, es evidente que el tema transgeneracional está estrechamente ligado a la constitución de los procesos de identificación. En este sentido quizás remitir lo transgeneracional a los trabajos sobre el negativo, a aquello que se organiza a partir de un vacío o de una falta, es importante, pero restrictivo a la vez.
¿Qué determina al interior de la economía psíquica la identificación con un antepasado nunca visto o tan solo conocido a través de la memoria de los otros? ¿Puede, en este caso, mantenerse el nombre de identificación o más bien este es un proceso del todo peculiar?
H. Faimberg (1985) habla al respecto de identificaciones “mudas y no audibles”, que pueden manifestarse en un momento clave de la transferencia y que devienen audibles sólo si se devela la historia secreta del paciente.
Dado que este particular proceso identificatorio condensa una historia de más generaciones, por lo menos tres, Faimberg (1985) lo define como Telescopal generationnel ,término sugerente para expresar la experiencia de ver de cerca y al presente, como si usáramos un telescopio, lo que perteneció a generaciones pasadas.
La pareja como “respuesta” al árbol genealógico

En el estudio del transgeneracional se indagan los miedos y conflictos que ambas partes de la pareja trae, de sus propios linajes de origen, al vínculo que los une. Algunas parejas se tratan «como hermanos» (muy cercanos pero sin sexo o como perro y gato pero sin poder separarse). Esa situación sucede cuando ambos son dobles entre sí y el inconsciente lo lee como incesto simbólico. ¿Y por qué se han elegido? Tal vez porque ambos han decidido interrumpir la descendencia, cortar ese árbol, no tener hijos. Ese podría ser un programa posible, uno de los motivos.
«Pareja» es un término que viene del latín y significa «semejante», «iguales», «en partes iguales». Así, una pareja es el vínculo de dos semejantes, un vínculo entre dos que van a la par, es decir, al mismo tiempo. ¿Cuántas parejas pueden dar cuenta de este significado? ¿Estoy dispuesto/a a esperar para ir a la par de mi compañero/a? ¿Qué me permito y qué no tolero de la relación? ¿En cuántos aspectos siento que va «cada uno por su lado»? Lo que yo necesito…En «el almacén» de la pareja está lo que hay en la actualidad y también el vacío de lo que no desarrollamos en nuestro clan de origen. Al elegir al otro/a, reparamos el déficit de origen y proyectamos un cierto «poder» a esa persona que exhibe la parte (emocional, material, físico, comportamental) no desarrollada por nosotros. Un niño que vive una infancia de vaivén y falta de estabilidad porque sus padres son actores y las giras los llevan de un pueblo a otro (situación que angustia al pequeño por el permanente deambular, sin barrio, escuela o amigos fijos), de adulto escogerá a una mujer sedentaria, sin afición al viaje y al movimiento, cuanto más «casera» mejor: esto tranquilizará su temor a volver a pasar por la intemperie de no tener raíces. Pero nada es tan matemático: al cabo de un tiempo de relación, lo que al principio fue confortable se torna asfixiante: ¿qué hará ese hombre que lleva en su alma la semilla de un andariego, un curioso, un explorador de mundos? Ha heredado y vivido en situación de «hoy acá, mañana allá» y deberá encontrar cómo encauzar ese estilo de su personalidad, aunque haya armado una pareja quieta, segura y sin mudanzas en el horizonte… Tal vez con un hobby: estudiando sobre la historia del teatro ambulante, o quizá con un trabajo que lo «obligue» a estar viajando unos días al mes…
Me importas tú…Tal vez la chispa se encienda tan solo por escuchar la respuesta a: «¿Cómo te llamas?» Y entonces, al oír el nombre de ella/él, nuestro inconsciente registra: ¡Igual que mi amado abuelo!, ¡Igual que mi madrina a quien tanto extraño…! Los nombres de los otros tienen un eco particular en la historia de un clan y se ponen en acción a la hora de fijar la mirada en la pareja. Un buen ejercicio es marcar en el genosociograma (el árbol genealógico comentado) con un color los nombres masculinos que se repiten y, con otro, los femeninos que se repiten. Cuidado con los nombres «trampa», ocultos, traducidos o reversibles. Veamos ejemplos: es el mismo nombre José María/María José, Margarita/Margot, Juan/Iván… ¿Y el tuyo? ¿Con cuál resuena o repite? Si no aparece en tres generaciones anteriores hasta los bisabuelos), se puede considerar un nombre «libre» de cargas genealógicas.
En psicogenealogía, el nombre del otro/a puede resonar profundamente en sentido positivo o como amenaza, según funcione como palabra familiar.
Ejercicio de toma de conciencia: ¿A quién evocaba por su apodo o nombre ese primer novio/a de la adolescencia? A veces, la memoria afectiva nos lleva hasta un niño perdido en el clan, a la rivalidad con un hermano, a un personaje idealizado, a un familiar admirado, violento o excluido… El sistema de creencias en el cual crecimos orienta la brújula: se puede/se debe/ se espera son los mandatos escritos en un cartel invisible que «leemos» en el otro/a al elegir pareja. Lo que de niños se aceptó, se prohibió, se excluyó marca un territorio cuyas fronteras son móviles: a medida que crecemos vamos cercando, con más o menos trincheras, el acercamiento al otro. La manera de mirar el mundo es la herencia transgenealógica más pesada: se trata de un legado al que somos fieles de manera inconsciente y repetimos el modelo familiar cuando escogemos pareja, a modo de seguir perteneciendo al clan de origen. Una fantasía gobierna este mecanismo: «aunque me vaya de la casa, sigo estando en la tribu».
Al realizar la propia autonomía amorosa, salimos de la casa original con recursos y capacidades, pero también con los ingredientes de todo lo vivido en el hogar y los contextos que nos permitieron desarrollar: los componentes adquiridos en cada experiencia (social, educativa, laboral) conforman un lenguaje que -ya sea más visible o menos- se exhibe en el almacén…
Reunir dos árboles, dos estilos de vida, dos menús para la noche de Navidad, dos desarraigos, dos gustos musicales, dos concepciones políticas, dos álbumes de recuerdos, dos maneras de concebir la libertad o la responsabilidad o la descendencia (y podríamos seguir enumerando), reunir en diálogo, sin ironías, sin deudas, sin desprecios, sin frustraciones ni venganzas, es una tarea ciclópea. Reunir esas mitades en afán de complementariedad es como mapear zonas de la personalidad inalcanzables con cualquier aparato de última generación. La clínica nos ayuda a corroborar que eso que me gatilla (me provoca) el otro es mío. Es de mi linaje. Es de mi arcaica historia de búsquedas y desasosiegos. Hasta no resolver lo personal, la pareja parece estar en entredicho, pero aún no ha entrado a escena… La lógica transgeneracional gobierna, tanto la elección de una pareja como su ruptura. Darse cuenta. Conjugar la historia personal, en vaivén con la memoria transgeneracional, y «oír» el eco de esas historias parentales en un ciclo vital particular y riquísimo para autodescubrir cómo y cuándo nos enamoramos, de quién y por qué. Y sobre todo, para qué…
La toma de conciencia de los puntos de alianza o de coalición evita crisis de identidad que se manifiestan como «contradicción a mis creencias, a lo que aprendí en mi tribu». Dos árboles se unen cuando se arma una pareja: dos modos diferentes de un amplio universo que va desde cómo se concibe el mundo hasta cómo hacer tarta de manzanas… Dos árboles con una historia y un potencial que podrán enriquecerse en sus dones o estallar por los frutos… Ya dialogan, ya se oponen, ya se complementan. Si reconocemos que no se consigue alcanzar lo que primero no se sueña, si no se puede enseñar lo que primero no se aprende, si no se logra dar lo que no se tiene, ¿cómo no iniciar la indagación sobre mis expectativas sobre el otro/a, sobre la construcción del encuentro amoroso sin partir del propio sujeto? ¿Qué estoy dispuesto a soñar? ¿Qué deseo aprender? ¿Qué tengo para ofrecer? ¿Con quién quiero compartir mis dones? ¿Cuánto estoy dispuesto a dar, y cuánto pretendo recibir en consonancia?

Wibe Veenbaas cree que es muy evidente cuando un cliente está en paz con su sistema de origen y toma a sus padres tal y como son. Está en sintonía con todo lo que ha vivido. Su entorno siente que está enraizado y desprende una luz de autenticidad y unidad habiéndose convertido en ‘parte del entorno’. Veenbas continúa escribiendo:
Los siguientes patrones son dañinos para el amor entre los padres y sus hijos:
· Los hijos rehúsan tomar a sus padres tal y como son.
· Los padres dan a sus hijos algo que es dañino y los hijos lo toman por lealtad.
· Los padres toman de sus hijos y los hijos están dispuestos a dar a sus padres.
Los hijos que rehúsan tomar a sus padres tal y como son, han dejado de hacer un movimiento hacia ellos, a veces como resultado de un divorcio, adopción o abandono en un hogar de niños.
Cuando se trata de maltrato o incesto, los padres dan a los hijos algo que les daña; los hijos por ser niños pueden únicamente soportarlo. A veces los hijos dan a sus padres y los padres toman de ellos; los papeles están invertidos. Se crea una abertura cuando el hijo aprende a dejar entrar a los padres y los padres asumen su papel de padres nuevamente. Entonces el orden se recupera.
Tomar a los padres tal y como son
Veenbaas dice que no solamente es importante tomar a los padres como son, sino que es esencial para los hijos que tomen a sus padres tal y como son. En el trabajo sistémico se hace justamente hincapié en ello en detalle. Lo importante es que el hijo – ya adulto – comprenda y experimente que debe aceptar a sus padres tal y como son.
Cuando un hijo acepta a sus padres como son, el amor de los padres puede fluir libremente hacia los hijos. El hijo tiene un papel activo en este proceso de amor.
Un hijo no puede darle o quitarle algo a sus padres. Es importante que él se dé cuenta de que sus padres son los mejores y los únicos para él. Únicamente entonces el hijo puede tomar completamente la vida tal y como se le ha dado. La cuestión para el hijo es no ver críticamente lo que le ha sido dado o no dado por sus padres, sino tomarlo. Tomar la vida honrando a sus padres.
La testarudez hace que a veces un cliente rehúse honrar a sus padres, hacer una reverencia ante ellos. Si en realidad no acepta lo que son, continuará necesitando más de lo que no tiene. La carencia continúa existiendo internamente.
En el hijo los padres se unen. El hijo no puede vivir una vida completa cuando rehúsa a una parte de sus padres. A veces los hijos temen tomar a los padres.
El terapeuta puede sentir el pánico que tienen durante la constelación. Los hijos rehúsan aceptar a los padres por el miedo a su adicción, a su locura, a su depresión o a sus traumas. Pero justamente al aceptar a los padres de una manera selectiva es cuando se corre el riesgo de adoptar lo que internamente rechazan.
Cuando un hijo se comporta como el juez de sus padres, instala en sí mismo el patrón de persecución.
En la constelación el cliente le puede decir a sus padres:
‘Vosotros sois los únicos justos para mí.’
‘Yo tomo la vida tal y como la he recibido.’
‘Yo los tomo como mis padres, tal y como vosotros sois.’
‘Es exactamente lo bueno.’
‘Yo soy vuestro hijo.’
‘Vosotros podéis tomarme como vuestro hijo.’
‘Exactamente como soy.’
De acuerdo con Veenbaas el punto de partida para el terapeuta debe ser que no existen mejores padres que los padres que el cliente tiene. El terapeuta que respeta el origen del cliente no puede trabajar basado en una queja. Con el reproche el cliente se alinea con la carencia y no con el amor, la atención y la dedicación que ha recibido. El sentimiento básico es no hay nunca suficiente. La solución está más allá de la queja. Al empezar la constelación, el terapeuta debe notar que la pregunta esté enfocada al futuro. Una pregunta esencial apunta hacia una solución a un nivel profundo: la recuperación del vínculo.
Es importante que el cliente experimente que sus padres y abuelos le apoyan; esto le dará fuerza y el sentimiento de estar enraizado. El terapeuta que puede ver detrás del cliente a los padres y también a los abuelos, le percibe desde sus raíces. De esta manera se hace evidente la grandeza que envuelve al cliente y observamos una imagen completa. Al honrar a los padres y a los abuelos el terapeuta va más allá del cliente hasta llegar a los principios de padre y madre.
Los hijos, de una manera natural, tratan de moverse en dirección a los padres. Esto significa que buscan contacto con los ojos, extienden sus manos hacia ellos para ser acariciados o ser tomados en brazos, están abiertos para entrar en contacto con ellos. Su confianza en el adulto no tiene limites. Los niños también necesitan confirmación de sus sentimientos y la protección de los padres.
Movimiento interrumpido significa que el niño no se dirige hacia el padre para obtener lo que necesita. Ha perdido la confianza básica en que el padre estará allí para darle lo que él necesita. El movimiento interrumpido es la consecuencia de experiencias traumáticas como un parto difícil o un ingreso en el hospital por lo que el contacto padre-hijo se interrumpió. Después de tal experiencia, la confianza en el padre debe ser recuperada.
Cuando los niños experimentan que los padres no tienen ‘alimento’ para ellos, por ejemplo, cuando se sienten descuidados, dejan de dirigirse a los padres.
Si los niños experimentan muchas veces que los padres están ausentes emocionalmente, lo que pueden notar a través del contacto con los ojos, no piden más lo que necesitan, retiran el contacto.
Visto a partir del orden sistémico los padres deben dar y los hijos tomar. Cuando el pedir del niño a los padres se interrumpe, se perturba este orden.
Recuperar el contacto
Un niño rompe el contacto con sus padres no porque lo quiera, sino porque lo asocia con una experiencia traumática y tiene una profunda desconfianza. Permitir nuevamente el contacto con los padres; es reparar el vínculo con la vida.
El terapeuta une la reparación del contacto con el momento de la interrupción en la niñez. La meta de entonces – el deseo de contacto – debe salir a la superficie. Es el niño de aquel entonces que desea ir hacia la madre y al mismo tiempo desea la madre de aquel entonces.
En el trabajo sistémico se puede trabajar de diversas maneras para reparar el movimiento Interrumpido:
• En la constelación el cliente se coloca enfrente de sus padres en la posición de hijo y les dice: “Por favor, abrazadme” y extiende sus brazos hacia ellos. La vida se constela simbólicamente, para que el cliente se haga consciente de su posición con respecto a la vida y pueda nuevamente conectarse con ella. El cliente puede experimentar lo que realmente significa abrirse a la vida.
• El terapeuta trabaja en una sesión separadamente con el cliente y utiliza generalmente la técnica conocida como ‘bonding’. Abraza al cliente fuertemente mientras este respira profundamente y le mira a los ojos. Este mirar – donde el cliente nuevamente como niño mira a los ojos al padre – es esencial para reparar el contacto al igual que el abrazo. Lo que se trata de conseguir con el ‘bonding’ es que la parte de niño del cliente aprenda a tomar nuevamente la vida. Bonding puede ser también una parte de la constelación. El cliente adulto, que en la realidad es independiente de sus padres para encontrar sentido a su vida, es emocionalmente dependiente de ellos para tomar la vida. Es importante que sea consciente de su independencia – al contrario del niño de aquel entonces. Entonces puede decidir nuevamente avanzar y tomar la vida tal y como es.
También un padre puede tomar parte en la reparación del acercamiento con un hijo si este rehúsa el contacto con él. En lugar de un acercamiento físico, los padres pueden formar una imagen de ellos mismos como padre o madre de aquel entonces junto con el hijo de entonces. Esta imagen se puede repetir muchas veces, por ejemplo, siempre a la hora de dormir. Este movimiento interno del padre tiene efecto en el alma del hijo.
Dentro del trabajo sistémico el acercamiento se hace de diferentes maneras. El cliente hace contacto con los ojos del padre y al mismo tiempo un gesto de acercamiento con las manos abiertas.
Video Movimiento Interrumpido
El vínculo con un padre que ha fallecido
Los padres que pierden a su pareja debido a la muerte prematura tratan con toda su fuerza de sustituir al progenitor que fallece. Tratan de ser padre y madre al mismo tiempo por el amor a los hijos y esta es una tarea imposible de hacer. Para el hijo es importante mantener una relación con el progenitor que ha fallecido. Esto se hace muy difícil cuando el progenitor que sobrevive trata de llenar el vacío que deja el que fallece.
El vínculo con un padre divorciado
Para un hijo de padres divorciados es muy importante que el progenitor que le cuida sea respetuoso con el otro. Únicamente entonces el hijo tiene la oportunidad de tomar a ambos padres completamente.
Si un padre no se respeta o inclusive se rechaza, al hijo no le queda otra opción que ser solidario con él. Al fin y al cabo es una parte inseparable de ambos. El hijo que escoge a la madre a nivel consciente, se identifica a nivel inconsciente con su padre porque no puede otra cosa. No puede ni quiere abandonar el 50 por ciento de sí mismo.
Cuando los padres no resuelven sus conflictos, estos terminan en los hijos. Entonces se ven las peleas entre hermanos y hermanas porque un hijo vive de acuerdo a lo que dice un padre y el otro hijo no puede debido a la lealtad al otro padre.