Con el mindfulness aprendemos a tolerar el impulso de seguir patrones que no nos sirven. Cultivamos un espacio entre el pensamiento y la acción, y con la práctica, poco a poco, aumentamos nuestra capacidad de estar en este espacio y en este momento. Reaccionando de forma menos compulsiva, considerando las opciones de las que disponemos y funcionando menos en piloto automático, de esta forma podremos tomar decisiones de forma libre y adecuadas a cada situación, sin dejarnos llevar por los automatismos que se disparan con las prisas.
A lo largo del año lidiamos con tareas y responsabilidades que nos generan mucho «ruido mental». ¿Has observado cómo te hace sentir todo?, ¿eres consciente de lo que esas experiencias te han generado?
Aparecen estresores cotidianos, nuestra mente orientada al futuro y a la previsión, planificación … En ocasiones seguimos tendencias que nos hacen reaccionar ante los acontecimientos sin tener la percepción que estoy eligiendo hacer eso.
Son estas y otras muchas, las experiencias cotidianas que se tiñen por ese parloteo constante donde los pensamientos invaden nuestra atención. Y nos llevan a cualquier sitio menos a la experiencia que está sucediendo es ese mismo instante. Lo que genera emociones y sentimientos quizá, a veces, encontrados y que cuesta gestionar.