Pareja y Familia-Módulo I

Conceptos teóricos

En esta primera parte se aborda el proceso de convertirnos en personas, seres sociales, y de la importancia de la familia en ese proceso.

El proceso de socialización a través de la familia

Socialización y culturización

James W. Varder define la socialización como “el proceso por el cual los individuos en su interacción con otros, desarrollan las maneras de pensar, sentir y actuar que son esenciales para su participación eficaz en la sociedad”. Por tanto, la socialización es el proceso por el que el ser que nace con unas capacidades, unas características biológicas y psicológicas individuales y diferenciadoras se desarrolla y convierte en un ser social. Nacemos sujetos y poco a poco nos convertimos en personas, a través de la interacción social (primero con nuestros padres, después con el resto de agentes sociales, entre ellos la escuela). La socialización es, pues, un proceso que dura toda la vida, en el cual las personas aprenden a convertirse en un miembro de un grupo social, trátese de una familia o de una comunidad. En la socialización un individuo adquiere creencias, actitudes, costumbres, roles y valores propios de una cultura o de un grupo social, así como conocimientos e información, es decir, saber. Las relaciones con esos agentes socializadores, dependiendo de si son tensas y generadoras de ansiedad o tranquilas y seguras, pueden determinar la naturaleza y eficacia de lo que se aprende. La socialización también nos sirve para saber afrontar situaciones nuevas que se producen a lo largo de nuestra vida: los niños nacen en el seno de una familia, los pequeños van a la escuela, las familias se pueden trasladar a otra ciudad, los adolescentes empiezan a salir con amigos y amigas, la gente se casa y forma un hogar, las personas mayores se jubilan, los amigos y parientes enferman y mueren. Una parte importante de la socialización consiste en adaptarse a los cambios principales por los que todo ser humano va pasando a lo largo de su vida. En ocasiones la socialización de un niño es fácil y otras veces requiere muchísimo esfuerzo, constancia, paciencia, comprensión…, y un poco de tiempo. La socialización aporta dos aspectos fundamentales para la vida humana:

  1. Facilita las bases y estructuras actitudinales para la participación adecuada y eficaz en la sociedad en la que vive. El sujeto necesita ser adaptado y adaptarse (en sus aspectos básicos) a su medio social.

2. Hace posible la sociedad. A través de la transmisión de valores y principios éticos de convivencia de generación en generación se construye y mantiene la sociedad.

La cultura son las pautas, normas o guías que construye y dirige una sociedad y la hace característica, y se transmite a través de la socialización. Por tanto, la socialización es el proceso, mientras que la cultura son las normas, las pautas y los valores que se transmiten en ese proceso. Hay dos aspectos necesarios para la transmisión de la cultura y para la socialización:

a) Que el sujeto tenga unas condiciones psicológicas mínimas para percibir, comprender, interiorizar y aceptar lo que se le transmite.

b) Que el sujeto cuente con un ambiente adecuado, que esté en un contacto comunicativo, afectivo y normativo favorecedor del desarrollo de la socialización.

La socialización no es una cuestión genética o biológica exclusivamente, sino también, y fundamentalmente, consecuencia de la relación con el ambiente. Es decir, el sujeto nace y luego se hace a lo largo de su vida y en función de sus relaciones con la familia y con el ambiente. La socialización se adquiere a través del aprendizaje y se transmite a través de las pautas y estilos educativos, siendo la infancia el período clave para su inicio y adquisición. A lo largo de este manual iremos viendo todos estos aspectos.

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FAMILIA: DEFINICIÓN Y TIPOS DEFINICIÓN

Familia es la unión de personas que comparten un proyecto vital en común, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, afectividad, reciprocidad y dependencia. Inicialmente se trata de dos adultos que concretan intensas relaciones en los planos afectivo, sexual y relacional. El núcleo familiar se hace más complejo cuando aparecen los hijos, entonces la familia se convierte en un ámbito en el que la crianza y socialización de los hijos es desempeñada por los padres, con independencia del número de personas implicadas y del tipo de lazo que las una. Lo más habitual es que en ese núcleo haya más de un adulto y lo más frecuente es que ambos adultos sean los progenitores de los niños a su cargo, pero también hablamos de familia cuando alguna de esas situaciones no se da. Lo más importante en la familia no es el compromiso legal o las relaciones de consanguinidad entre sus miembros, sino:

1. La interdependencia, la comunicación y la afectividad que se da entre los adultos que la forman.

2. La relación de vínculo afectivo estable entre quien cuida y educa, por un lado, y quien es cuidado y educado, por otro.

3. Esta relación está basada en un compromiso personal de largo alcance de los padres entre sí y de los padres con los hijos.

Dos criterios en los que se basa la familia son: uno de orden natural, como la necesidad de cooperación para sacar adelante a los hijos, y otro de índole cultural como las creencias religiosas, filosóficas y las tradiciones transmitidas de generación en generación. En la familia es fundamental la conducta de apego que tiene una importante función en la supervivencia, porque asegura la proximidad y la protección de los padres a los hijos durante un período prolongado de tiempo en que la debilidad del nuevo ser requiere de la asistencia directa y continuada de los adultos. El papel fundamental de los padres consiste en asegurar la supervivencia de los hijos y también su integración sociocultural. La familia constituye en si misma un contexto sociocultural a través del cual llegan a los niños muchas de las actividades y elementos que son característicos de esa cultura, logrando así que la mente infantil se llene de contenidos, normas y reglas de convivencia que le permita desarrollarse como ser social. El tipo de familia en la que nace y se cría un niño afecta significativamente a las creencias, valores, expectativas, roles, comportamientos, e interrelaciones que tendrá a lo largo de su vida.

TIPOS

La familia es una institución históricamente cambiante, sólo en el último cuarto de siglo se han ido acumulando grandes transformaciones demográficas, sociales y culturales que han afectado a su configuración. Aquí examinaremos tres estilos básicos de familia:

1. Familia nuclear se describe como un agrupamiento compuesto por el padre, la madre y los hijos tenidos en común, todos bajo el mismo techo.

2. La familia extensa incluye al resto de parientes y a varias generaciones en estrecha relación afectiva y de convivencia. Históricamente podemos hablar de la existencia de estos dos modelos tradicionales de familia.

3. Familias actuales. Hoy en día debemos incluir en la definición de familia los nuevos elementos que la conforman y sobre todo la diversificación, como, por ejemplo:

• Además de a través del matrimonio se ha ampliado el concepto de familia a uniones no matrimoniales o consensuadas dando lugar a la formación de nuevas familias.

• Uno de los progenitores puede faltar, quedándose entonces el otro solo con los hijos; tal es el caso de las familias monoparentales, en las que por muy diversas razones uno de los progenitores (frecuentemente la madre) se hace cargo en solitario del cuidado de los hijos.

• Los hijos del matrimonio pueden llegar por la vía de la adopción, por la vía de las técnicas de reproducción asistida o proveniente de otras uniones anteriores.

• La madre, ya sea en el contexto de una familia biparental o monoparental, no tiene porqué dedicarse en exclusiva al cuidado de los hijos, sino que puede desarrollar ya actividades laborales fuera del hogar.

• El padre no tiene porqué limitarse a ser un mero generador de recursos para la subsistencia de la familia, sino que puede implicarse muy activamente en el cuidado y la educación de los hijos.

• El número de hijos se ha reducido drásticamente, hasta el punto de que en muchas familias hay solamente uno.

• Algunos núcleos familiares se disuelven como consecuencia de procesos de separación y divorcio, siendo frecuente la posterior unión con una nueva pareja, constituyendo nuevas familias con la incorporación de los hijos de ambos.

Funciones de la familia

La familia desempeña, entre otras, dos funciones psicológicas esenciales para el ser humano: la socialización y la construcción del autoconcepto y la autoestima. A través de la socialización familiar las personas se convierten en seres sociales, asumen las reglas del juego que necesitan para enfrentar la vida, aprenden a entenderse a sí mismos y se forman una imagen de lo que son y del mundo que les rodea. La familia crea en el niño las bases de su identidad y le enseña cuáles son las normas de convivencia que ha de asumir, proporcionándole un sistema de creencias que, aun no siendo inmodificable, sí se mantiene, en gran medida, a lo largo de toda la existencia del individuo.

Paternidad Responsable

Este capítulo trata de la responsabilidad que el padre y la madre tienen en la educación y formación de sus hijos.

Qué es ser padre o madre

El trabajo de padres es, sin ninguna duda, el más hermoso, generoso y gratificante, pero al mismo tiempo el más complejo y sufrido de cuantos haya. Y los padres lo tienen que afrontar con la preparación que disponen y han aprendido. Algunas ideas les puede ayudar a cumplirlo lo más satisfactoriamente posible.

Preparándose para la paternidad/ maternidad

Todos los padres desean lo mejor para sus hijos. Lograrlo no depende solo del trabajo que ellos hagan como padres sino también de otros muchos factores que les ayudará o dificultará en su función. Pero si preguntamos a los padres, como dice Wayne W. Dyer, en su libro La felicidad de nuestros hijos: ¿Qué deseas por encima de todo para tus hijos?, se pueden recoger algunas de las siguientes respuestas: – Quiero que mis hijos sean felices. – Quiero que sepan cómo disfrutar de la vida y apreciar cada día como algo maravilloso. – Quiero que se sientan satisfechos e importantes como personas. – Quiero que tengan sentimientos positivos sobre sí mismos y sobre la vida. – Quiero que crezcan sabiendo cómo enfrentarse a los problemas y, que estos, no les derroten. – Quiero que no se sientan deprimidos e inseguros. – Quiero que tengan un arraigado sentido de la paz interior, que los sustentará en épocas difíciles. – Quiero que sean sensibles, responsables y respetuosos con la naturaleza y con la humanidad. – Quiero que descubran y ejerciten sus capacidades, se sientan satisfechos y tengan el estímulo de un propósito en la vida. – Quiero que se sientan queridos y sean afectuosos. – Quiero que gocen de buena salud, tanto física como mental. Tratar de lograr todo eso en vuestros hijos es importantísimo y un reto, pero hay que trabajar para conseguirlo. Esa es la función de los padres: trabajar haciendo de padres.

Los buenos padres no nacen, se hacen: aprender a ser padres

El trabajo más hermoso, admirable y gratificante, pero también el más complejo y difícil es, sin duda, el de padres. A pesar de lo que mucha gente cree, pocas madres y padres saben, sólo por instinto, cómo actuar y resolver las situaciones con sus hijos. Aunque los progenitores que han tenido más experiencia con niños –ya sea por sus hermanos, sobrinos o por haber hecho de canguros– se sienten algo más “capacitados” con los pequeños, todos tienen que aprender a actuar como padres como las muchas cosas que los humanos tenemos que ir aprendiendo a lo largo de nuestra vida a leer, a conducir, a montar en bicicleta o a llevarse bien con los demás.

Ser mejores padres Hoy en día es muy difícil ser padre/madre, sobre todo un buen padre/madre. Con el aumento de los cambios sociales y avances tecnológicos que vivimos, las nuevas formas de vida, las aspiraciones personales que nos planteamos, así como las familias en las que el padre y la madre trabajan fuera de casa, el tiempo que queda para los hijos es muy escaso. Sin embargo, independientemente del ritmo de trabajo o de la situación vital de cada miembro de la familia, es posible ser mejor padre de lo que se es. Siempre hay tiempo para mejorar. Se puede ser mejor padre, aunque no sea sencillo conseguirlo, siguiendo unos pocos principios que hay que poner en práctica a diario. Se los proponemos a continuación:

Guías prácticas:

  • Recuerde junto con su hijo las dichas de su propia niñez a través de cada nueva experiencia con él. Hay tantas cosas que un niño tiene que ir descubriendo que no todas se las podemos compartir. Muchas las experimenta por sí y el mismo. Viéndole podemos rememorar nuestra propia infancia. Cuando acaricie usted a un perro delante de su hijo de 18 meses, le verá primero echarse con precaución hacia atrás, alargar fascinado la mano para tocarle, sonreír respondiendo a la actitud amistosa del animal y sentirse orgulloso de su valentía. Comparta con su hijo/a experiencias como éstas, que él/ella tenga la oportunidad de sentirle cerca, de sentir su apoyo y protección. Es muy importante para él. Visite con su hijo parques, zoológicos y museos, vayan al circo, organice excursiones al campo, ríos y playas. No es necesario planear excursiones complicadas para que el niño quede encantado y para que los padres disfruten de sus reacciones. A veces basta con hacerlo de forma natural y espontánea y utilizar el entorno en el que vive. El observar a un gusano o a un insecto en el patio o en el parque puede proporcionar una gran diversión durante media hora. Léale a su hijo cuentos en voz alta. No olvide el sencillo placer, tanto para él como para usted, de leerle en voz alta. Los cuentos fascinan a los niños de todas las edades y de todos los caracteres. Las bibliotecas rebosan de libros infantiles. Todo lo que tiene que hacer es acostumbrarse a leer en voz alta. Pero no olvide que para pasarlo bien con su hijo Sugerencias • Reviva junto con su hijo las dichas de su propia niñez a través de compartir cada nueva experiencia para él. • Visite con su hijo parques, zoológicos y museos, vayan al circo, organice excursiones al campo, ríos y playas. • Léale a su hijo cuentos en voz alta. • Trabaje con su hijo en alguna afición: carpintería, costura, construcción de maquetas, pesca, pintura, dibujo, cocina, etc. • Trabaje junto con su hijo en las tareas de la casa. • Converse con su hijo, escúchele con atención. Descubrirá lo mágico de su mundo. Permítale que le haga preguntas. Repítale una página si así lo desea o léale todo el libro por segunda vez. Ese es el camino para que saque del cuento lo que quiere y para que ambos se mantengan en armonía. Trabaje con su hijo en alguna afición: carpintería, costura, construcción de maquetas, pesca, pintura, dibujo, cocina, etc. Compartir una afición puede ser fuente de amistad muy satisfactoria. Es una manera más de ir construyendo el vínculo afectivo entre Ud. y su hijo. Pero no caiga en el error de fijarle metas muy altas, ejercer un control estricto o mostrarse excesivamente crítico. Comprenda que su hijo está aprendiendo y descubriéndose a sí mismo. Sea comprensivo y tolerante con su “torpeza” y dificultades y anímele en lo que hace. Lo importante ahora es el hacer, no el resultado. Trabaje junto a su hijo en las tareas de la casa. De este modo, incluso las tareas más rutinarias pueden ser agradables para padres e hijos. Pero no olvide que los niños prestan atención a las cosas únicamente durante un tiempo limitado, por lo que conviene repetir aquello que desea que aprenda. Hágale vivir con frecuencia experiencias que puedan enseñarle comportamientos que quiere que aprenda. Se podrá esperar más de ellos a medida que vayan haciéndose mayores. Converse con su hijo, escúchele con atención. Descubrirá lo mágico de su mundo. La conversación entre padres e hijos puede ser tan placentera como entre dos personas de la misma edad. El hecho de que no siempre resulte tan divertida está en que los padres se dedican con frecuencia a ordenar, dirigir y reprender, mientras que los hijos se dedican a pedir y a lamentarse. El mejor modo de mantener una conversación agradable es ponerse en sintonía con el otro, escuchando atentamente y con simpatía, mirándole a los ojos y reflejando en la cara su humor, sea cual sea, placentero, indignado o admirativo. Luego, cuando le llegue el turno de hablar, haga referencia a sus observaciones, demostrando que reacciona a ellas en pensamiento y sentimiento y así, escuchando con empatía, se entreteje una conversación entre dos personas que sienten que se comprenden. No olvide que uno de los aspectos más agradables de la niñez es la originalidad y sencillez de las cosas que dicen los niños, especialmente durante los años preescolares. Preste atención a esos tesoros de perspicacia y no reprenda a sus hijos por utilizar un lenguaje no convencional. Recuerde que está empezando a construir su lenguaje y la comprensión del mundo que le rodea. • Un buen método para comunicarse con sus hijos, que usted puede poner en práctica, es ver con ellos algunos de los programas infantiles de la televisión. De esta forma: – En primer lugar: Se enterará de lo que ven sus hijos y podrá prohibirles los programas violentos o inadecuados para su edad. – En segundo lugar: Encontrarán más fácil entablar una conversación natural, sin críticas, sobre los programas y los temas que se tratan en ellos. Los niños aprovecharán la ocasión para hacerles preguntas que no tienen lo bastante claras y ustedes como padres disfrutarán al poder aclarárselas.

Qué es ejercer de padres

El trabajo de padres dijimos que es uno de los más complejos y difíciles de ejercer. Es una función de ambos progenitores: del padre y de la madre. Algunos padres, bien por falta de tiempo o por desconocimiento de cuáles son sus roles como padre, se limita su ejercicio de padre a lo mínimo, cuando no consideran que cumpliendo con el deber del sustento económico de la familia han cumplido sus funciones. Y esto no es así. Las funciones de padre o madre van más allá de satisfacer las necesidades básicas del hijo, aun cuando sean muy importantes. Además, la incorporación de la mujer al mundo laboral ha cambiado esta situación. Cuando su hijo se incorpora a la familia, algunos padres, como invitados de piedra de esta historia, esperan a que crezca el hijo para poder llevarlo al fútbol o a que crezca la hija con la que se puede presumir. Claro que no siempre la culpa es del padre. A veces, es la propia madre que, en su afán de “madre”, acapara al niño para sí como si tuviera que justificar de ese modo su existencia en este mundo: “Anda, dame al niño. ¡Mira cómo lo coges! Si es que no tienes ni idea, en cuanto lo coges se pone a llorar.” Pasan los meses y el hijo se convierte en un perfecto desconocido para el padre. El paso de los meses se ha llevado la primera sonrisa del niño, los primeros balbuceos y canturreos, los primeros dientes, las primeras palabras, los primeros pasos… Y algunos padres, como siempre están tan ocupados y llegan tan tarde a casa, se lo han perdido. Algunos padres ignoran casi todo lo referente a su hijo. El padre ignora que su hijo tiene que vacunarse a los tres meses, a los cinco, a los siete, a los quince, a los dieciocho, a los seis años y a los catorce. Lo mismo ignora la temperatura del agua para el baño y cómo darle el puré de verduras o cómo cambiarle el pañal o cómo acunarle y cantarle para que se duerma. También ignora lo que hace su hijo/a en la guardería. Y en el colegio. Y por culpa de esa ignorancia se está perdiendo una de las cosas más apasionantes que hay: ver crecer y desarrollarse una vida: la de su hijo. Mientras, la madre se enfrenta cada día a nuevos retos, nuevas dificultades. Porque el niño ya anda y arrasa con todo lo que encuentra a su alcance. Pero también le crece la inteligencia. Y la madre revive su infancia de nuevo. Y aprende a ver con ojos de niño. Y aprende a desarrollar la imaginación. Y cada día aumenta su capacidad de comprensión y entrega. Sin embargo, disminuye su salud y su interés o promoción profesional, incluso, a veces, su autoestima. Muchos padres tienen su tiempo perfectamente programado. En cambio, las madres tienen que arreglárselas como puedan para recoger al niño de la guardería, para quedarse con él en casa si está enfermo, para ir a ver la función de Navidad y la de fin de curso. Tiene que llevarlo de cumpleaños, al dentista, al pediatra o a cualquier emergencia que surja. Así que, aunque las madres se empeñen en decirles a sus hijas que tienen los mismos derechos que los hombres y a sus hijos que tienen las mismas obligaciones que las mujeres, algunos niños saben que eso no es verdad porque ven a su padre en su “rol de padre” y a su madre en su “rol de madre”. Afortunadamente, esto está cambiando, en parte debido a la incorporación de la mujer al mundo laboral, en parte a que desde diversos frentes se le está concienciando al padre de lo importante y amplia que es su función, lo que hace que experimente y disfrute de la enriquecedora experiencia de ejercer de padre.

Roles tradicionales frente a roles actuales

Se entiende por “rol” el conjunto de ciertas características o papeles que representamos en función de la situación que vivimos: niño, adolescente, adulto, padre, estudiante, trabajador, etc. Los roles familiares son el conjunto de actividades necesarias para cumplir las funciones de la familia, que realiza cada miembro de la misma. Es decir, el papel que se desempeña dentro del grupo familiar. La mayoría de las tareas o funciones podrían ser llevadas a cabo por cualquiera de los miembros del grupo familiar, pero debido a influencias culturales, se espera que alguna de ellas la cumpla un miembro de la familia en particular. Así han surgido los roles tradicionales de esposo, esposa, padre, madre, hijo, hermano… Además, algunas tareas se han asignado históricamente al sexo, sin que esta circunstancia haya sido siempre relevante (sí para amamantar, no para alimentar), pero así se han ido conformando los roles masculino y femenino. Hoy en día los roles tienden a ser flexibles. Por ejemplo, ya no es sólo la madre la que se dedica al cuidado de los hijos pequeños, el padre también interviene; de este modo el niño recibe una estimulación más rica y variada y se favorece el desarrollo de la independencia y la exploración. De este modo, la flexibilidad de roles supone consecuencias positivas y tiende a favorecer una interacción adecuada en las relaciones padres-hijos y de pareja. No obstante, aunque conviene que los roles sean flexibles, no lo son siempre ya que hay algunos característicos de la idiosincrasia de cada género. El estilo de relación de una pareja no sólo depende del afecto que se profesen y del tipo de comunicación sino también del reparto de roles. En una sociedad que cada vez tiende más a la igualdad de sexos en lo que al reparto de trabajo o desempeño de funciones se refiere, la mujer ha ido asumiendo nuevos papeles (sostenimiento económico de la familia) pero parece que algunos le estuvieran reservados exclusivamente a ella cuando no tiene por qué ser así (ej.: crianza de los hijos o mantenimiento del hogar). Aunque existe un reconocimiento de la igualdad legal del hombre y la mujer, no podemos decir lo mismo de la equiparación social. Por ejemplo; aunque la participación del varón en el hogar y la crianza de los hijos es cada vez mayor, a los varones se les suele asignar tareas domésticas: – Esporádicas (reparaciones) – Secundarias (cuidado de animales de compañía) – Vinculadas al espacio público (compra, pasear al niño). Mientras, se le siguen reservando a la mujer las tareas domésticas: – Pesadas – Vinculadas al espacio privado (la casa) Cuando aparecen nuevas obligaciones (como la paternidad), la pareja debe acordar el reparto de funciones, y necesitará reorganizar su tiempo para seguir cumpliendo con las tareas que realizaba antes de que apareciera la nueva situación. Nuestro entorno social está cambiando en relación a la paternidad y muchas parejas están ya adaptándose a él. Así se insiste:

• Que muchas funciones sean compartidas por la pareja: “educar a los hijos es cosa del padre y de la madre”.

• Que la pareja pueda intercambiar las tareas; la delicada situación laboral de hoy en día siempre permite decidir quién trabajará fuera de casa o si lo podrán hacer los dos.

Algunos roles paternos característicos

Rol de padre Se entiende por “rol” de padre el conjunto de ciertas características propias o que suele desempeñar el padre. El papel que representa o interpreta el padre y que de alguna manera lo determina. De entre las muchas características que tradicionalmente definen el rol de padre podemos recordar las siguientes:

Rol de madre

Por “rol” de madre se entiende el conjunto de características típicas que ha desempeñado la madre. Aunque tipificar no es bueno para vivir creemos importante ofrecer a las madres la ocasión de reconocer algunos perfiles. Por si todavía estamos a tiempo (y siempre lo estamos) de mejorar nuestro perfil personal a continuación veremos algunos tipos de madres: Mostramos cuatro prototipos de caracteres (según Le Gall) que nos pueden servir de puntos de referencia para extraer los dos tipos de madres que presentamos después:

• Las madres posesivas: con las notas dominantes de autoritarismo, intransigencia, búsqueda de éxito, explotadoras de los demás en provecho propio, que imponen todo, desde los puntos de vista hasta los gustos…

• Las madres tiránicas: dominadoras como reacción de autodefensa o autoafirmación: lo que necesitan es un dominio total sobre el hijo, no tanto el éxito del hijo o que el éxito del hijo se deba a ellas.

• Las madres quisquillosas: desconfiadas, escrupulosas, inquisidoras, infatigables, incapaces de confianza abierta y franca, arruinadoras de todo diálogo por convertir todo intento de diálogo en un interrogatorio inacabable y valorativo, y casi siempre amenazador.

• Las madres blandas: súper protectoras, sin frontera entre los caprichos y el mimo, incapaces e incapacitadoras para el sufrimiento y el esfuerzo. Estos tipos característicos no cubren todos los tipos de madres, pero nos servirán de punto de referencia para las dos que ahora presentamos, señalando lo más representativo de cada uno.

Dos tipos de Madres

1. Las Madres angustiadas: están angustiadas, preocupadas, intranquilas, temerosas. Son personas agobiadas que presentan a sus hijos una imagen agitada, insegura, llena de inestabilidad. Que, en vez de mecer la paz de sus sueños infantiles, tiemblan, pronostican siempre posibles desgracias y llenan el sendero de la vida de señales de peligro. Madres preocupadas por la salud del hijo hasta el exceso. Cualquier síntoma es alarmante, cualquier medida de protección insuficiente. Auténticas madres-farmacia, satélites y tortura de los médicos más complacientes. Madres angustiadas por los resultados escolares de los hijos: por sus fracasos reales o por su falta de brillantez.

2. Las Madres maduras: Por otra parte, están las madres maduras. Son madres que han superado definitivamente su infancia. Con una vida rica en experiencias, y mostrando serenidad en las diversas circunstancias de la vida. Confían en que sus hijos también sabrán ir viviendo con serenidad, y comprenden que los errores también forman parte de la aventura del aprendizaje. Aprendieron a tomar decisiones personales válidas, y por eso no van a decidir por sus hijos, sino que saben esperar, respetar y comprender las decisiones de los hijos, contando con los comportamientos inmaduros, las reacciones obcecadas y las explosiones apasionadas y equivocadas. Madres que tienen cada día la preocupación de crear el clima feliz y en el que cada uno sea el mismo, preocupándoles eso más que el que todo esté en orden y que todo el mundo sea razonable. Madres que descubrieron lo que era querer y que han comprendido que sólo el amor merece la pena. Madres que entregaron la vida, aplauden la libertad, acompañan en los éxitos y en los fracasos, que comprenden sin juzgar y quieren sin pedir nada a cambio. Su personalidad realizada no necesita extraer de la vida de sus hijos compensaciones para sus propios vacíos. Son felices siendo madres de los hijos que tienen, no de los que soñaron haber tenido. Madres que no necesitan ni documentos ni medallas de la madre. Porque los ojos, las manos, la vida y las palabras de sus hijos son su monumento. Y se consideran definitivamente compensadas cuando cualquiera de sus hijos nos dice al presentárnosla: “Esta es mi madre”.

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Pautas y estilos educativos

Este capítulo trata de cuatro criterios educativos: la interiorización, el respeto, la autoridad y la afectividad elementos básicos para abordar la educación de los hijos; de las herramientas para educar: las pautas y los estilos educativos y de tres principios importantes que hay que lograr en los hijos: la disciplina, las normas y los límites. Se incluye también una técnica de resolución de problemas.

Criterios educativos

Los criterios son la base en la que se sustentan los padres para abordar el trabajo educativo, al tiempo que le da significado a la formación de las pautas y estilos educativos. Contemplamos los siguientes:

*Interiorización: La interiorización es un proceso fundamental en la socialización y en el aprendizaje. Consiste en que el sujeto perciba, comprenda, asimile y acepte, “haciendo suyo”, el mensaje que se le transmite. De esta forma lo incorpora a su mundo de conocimientos, ampliando con ello la percepción de la realidad. La interiorización es lo opuesto a la imposición. Los padres no pueden estar siempre presentes para decir a sus hijos lo que está bien y lo que está mal, para recordarles cuáles son las reglas de comportamiento y asegurar su cumplimiento. De modo que las “guías” del buen juicio y las reglas que tienen verdadera importancia deben llegar a inculcarse de tal modo que los niños las comprendan, tengan su propio criterio y una conciencia que les “recuerde” lo que está bien y lo que está mal. Con la interiorización, la disciplina (primer paso en el aprendizaje de normas) pasa a la autodisciplina (paso de rango superior). Cuando la autodisciplina empieza a asumirse, los niños llegan a portarse cada vez mejor, aun cuando no haya nadie presente para indicarles lo que deben hacer. Naturalmente, todo esto no se consigue de la noche a la mañana. Es importante lograr primero el vínculo o apego del niño pequeño a sus padres: una relación creciente de afecto, sentimiento, respeto e incondicionalidad. Los padres que alimentan ese vínculo son las personas más importantes en ese mundo del niño, y los toma como modelos con los que se identifica y a quienes imita. Cuando los padres critican o desaprueban lo que los hijos hacen mal, con respeto y cariño, pero con decisión, si estos toman en serio lo que se les dice, y comienzan a considerar ellos mismos su mala conducta, entonces incorporan el juicio sobre lo que es conducta inadecuada (“interiorización”), un paso importante en el camino que lleva a la formación de su propia conciencia. ¡Y qué paso tan importante es éste! El ajuste a la sociedad (adaptación) comienza a producirse cuando los niños tratan de controlar sus impulsos porque saben que otros los desaprobarán. Los niños que se sienten apartados o no queridos, por el rechazo de los padres como efecto de un castigo continuo y severo, no se identifican con el punto de vista de sus mayores cuando se les aplica la disciplina y, por consiguiente, es menos probable que acepten las críticas que se les hacen y que “interioricen” lo transmitido. Pero cuando se sienten queridos y aceptados y los mensajes se les dan con cariño, respeto, y, con claridad, seriedad y autoridad, se facilita el proceso de comprensión del mensaje y su interiorización. La interiorización de reglas, valores y juicios es una parte importante del desarrollo social y moral. Por una parte, están las reglas convencionales de las buenas costumbres, las normas básicas de convivencia y la conducta correcta, es decir, los aspectos sociales; por otra las reglas que conciernen a la amabilidad y el respeto por los demás, a mantener las promesas, a ser honesto, etc. Estos últimos corresponden a los aspectos morales. La interiorización es lo opuesto a la imposición. A veces los padres tienen que recurrir a métodos educativos impositivos. Probablemente en los primeros años de vida de una persona éste sea el método más común, dado que el niño/a aún no “razona” suficiente todavía. Pero no se olvide, el niño empieza a comprender y a razonar más pronto de lo que se imagina. Por tanto, trate de utilizar el método de la interiorización tan pronto como le sea posible. Trate siempre de hacerle razonar y comprender lo que desea inculcarle. Y, no obstante, cuando lleve un tiempo prudencial intentándolo y se encuentre agotado, no se preocupe, impóngaselo (si de lo que trata es razonable y urgente), si no, no pasa nada si lo aplaza para otro momento. En el proceso mediante el cual el niño llega a actuar de acuerdo con las reglas y los valores de la sociedad, llegando a convertirse en un miembro de la comunidad que sabe auto dominarse, uno de los primeros pasos es el desarrollo del autocontrol. Los niños aprenden a autocontrolarse como parte del proceso de aprender los valores y las normas de la sociedad en que habrán de convivir. Comienzan a asociar ciertas acciones prohibidas y situaciones peligrosas con la desaprobación o el castigo, de modo que los evitan; temen enfadar a sus progenitores o hacerse daño. La interiorización es fundamental para lograr el control. Los niños, y posteriormente los adolescentes, tienen que aprender a ponerles un freno a sus impulsos, a dominar sus deseos y a tolerar su frustración. El autocontrol es un aspecto importante de la personalidad. Usted puede ayudar a su hijo/a a lograrlo.

*El respeto: El respeto es muy importante, ya que consideramos que está estrechamente relacionado con las pautas educativas que debe ejercer la familia y que condiciona, en gran manera, la forma de comportarse del niño, tanto individual como socialmente, con los adultos y con su grupo de iguales. El respeto debe estar presente en todas las situaciones, en todos los comportamientos y en todas las circunstancias, empezando por los padres entre sí. Desde pequeño, el niño debe comprender que ante todo debe respetar los hechos, las personas (y sobre todo a las personas mayores), los objetos. La madurez será posible cuando se comprenda que la propia actuación tiene unos límites y que sólo se actúa adecuadamente cuando se comprende el entorno que le rodea y se es capaz de defender las ideas y razones con respeto, estableciendo unas pautas de reacción que tengan presente al otro y no sólo el yo. Esta percepción del respeto lleva a adoptar formas positivas, como dialogar y defender lo propio, pero manteniendo siempre unos límites de corrección, de validez, lo que hará que sea posible ser respetado.

Pautas educativas

Las pautas son los medios de que dispone la familia para, a través de la práctica educativa (estilos), lograr los fines de la educación familiar. La familia como núcleo primario donde el niño llega al mundo, donde va a establecer sus vínculos afectivos y va a despertar a cuanto le rodea, es el grupo social que va a tener más trascendencia para su desarrollo y equilibrio durante toda la vida. Por estos motivos la familia, además de garantizar los cuidados necesarios para la salud física, debe ofrecer unas pautas educativas que permitan adquirir una madurez psicológica, emocional y personal evitando impulsividades, egocentrismos (interés en sí mismo), facilitando la reflexión y valoración de las situaciones en las que se debe vivir, haciendo posible la comprensión del mundo, de los demás y de las normas sociales, así como del papel personal que se debe desempeñar. Para que las pautas educativas sean válidas, deben:

• El respeto por las personas, el entorno en el que vive, los objetos…

• El diálogo como elemento básico de relación.

• La autonomía personal que haga posible la solución de determinadas situaciones.

• Un hábito de reflexión que lleve a analizar, valorar y aceptar voluntariamente las normas reconocidas como positivas para todos, evitando ser rebelde negativo, para poder ir adquiriendo, paulatinamente, una objetividad signo de madurez.

• El compartir con los demás sus cosas y su tiempo.

• La comprensión del punto de vista del otro y de los procesos de la vida.

Hay dos comportamientos, que se suelen dar entre hermanos, que los padres deben tener en cuenta:

• Los celos

• Las agresiones

Los celos: Hablar de celos es hacer referencia a una situación vivida por una persona, frecuentemente de corta edad, la cual reacciona negativamente ante un cambio provocado por la llegada de alguien, un hermano, vivido y sentido como un intruso. El niño reacciona negativamente a esta nueva situación de forma impulsiva y emocional, ya que teme perder el lugar que ocupa en el seno familiar, a la vez que teme perder el afecto de quienes le rodean o la forma como le quieren. Evidentemente el niño pasará un período de adaptación como cualquier persona ante un acontecimiento parecido, pero si las pautas educativas se mantienen, la adaptación está, en la mayoría de los casos, garantizada. Usted como padre debe evitar a toda costa la comparación entre sus hijos, así como procurar tratar a los niños en función de la edad que éstos tienen y no por su condición. En este sentido el niño, sea cual sea el lugar que ocupa en la familia, no se verá tratado ni con • Ser la práctica de unos criterios educativos que los justifiquen. • Ser fundamentales. No deben someterse a modas ni estar caducas, ya que, para garantizar la madurez del niño, deben ser permanentes y universales en nuestra cultura, no variando con el tiempo. • Ser aplicables a cualquier individuo. No importa la edad, sexo y situación familiar o social. • Tener como objetivo la estabilidad emocional de los individuos, la comprensión de la realidad y la adaptación de todos a unas situaciones en las que el individuo podrá adaptarse con seguridad.

Es necesario que los niños dispongan de unas pautas o normas educativas que les van a servir como punto de partida y referencia para poder establecer sus propios juicios. Algunos ejemplos de pautas que la familia debe transmitir y que determinarán el comportamiento del individuo tanto en relación a sí mismo como en relación a las personas que le rodean pueden ser: más exigencia ni con más privilegios, con lo que se facilita la adquisición de actitudes positivas hacia los hermanos ya que, todos a la misma edad, han tenido los mismos privilegios y las mismas obligaciones, pudiendo evitarse así los síntomas de: hijo único, del pequeño, del que está en medio, etc.

Las agresiones y las peleas: La agresividad infantil es, frecuentemente, la manifestación de un estado de tensión que lleva al niño a reaccionar ante las respuestas de los demás porque las siente como agresiones de las que hay que defenderse. Evidentemente en toda relación se producen momentos de tensión, ya sea en el juego, entre amigos, en el trabajo, etc., ya que la relación implica adaptarse mutuamente por lo que supone de comprensión, renuncia y diálogo. También son frecuentes las discusiones y peleas entre hermanos, pero lo que no debemos es justificarlo, sino procurar que vayan superando esos conflictos naturales utilizando las pautas educativas de la comprensión, del respeto, el diálogo, la reflexión, y el compartir. Las pautas educativas que se deben transmitir han de basarse en la tolerancia, el diálogo y la capacidad de respetar y comprender al otro y no sólo a uno mismo. Cuanto más equitativas sean las reacciones de ustedes como padres, dando a cada uno la razón que tiene en cada momento o situación, al margen de la edad, más fácilmente estimulará la capacidad de análisis objetivo, a la vez que facilitará la comprensión de las situaciones, favoreciendo con ello a todos, ya que se evitarán favoritismos, consentimientos absurdos en función de unas variables que no los justifican (edad, condición, etc.), potenciando con ello la madurez de todos. Estos dos comportamientos deben llevarse con tiento, con reflexión y de forma equitativa para así evitar las reacciones infantiles inadecuadas o no deseables y potenciar como normales las que deben ser. Transmisión vivencial Todas estas pautas educativas y estos criterios no debe recibirlos el niño como un aprendizaje teórico. El único medio para recibir este aprendizaje y que verdaderamente tenga eficacia es, fundamentalmente, mediante la práctica: la transmisión vivencial como modelo a seguir. Esta transmisión vivida por el niño de sus padres se podrá lograr a lo largo de la infancia y adolescencia con:

– El modelo parental.

– La coordinación padre-madre.

El modelo parental

El modelo parental es aquel que ofrecen los progenitores a los hijos. Es realmente importante que el niño, desde su nacimiento, vea el comportamiento de los padres como reflejo de sus ideas y, por tanto, en consonancia con ellas. Este modelo es importante en las primeras edades ya que el niño, al no comprender aún todos los posibles argumentos, va captando lo que debe ser, cómo debe comportarse, viendo cómo son y se comportan sus padres. A medida que crece, al poder comprender ya los argumentos, podrá constatar la relación entre lo que sus padres le explican y lo que hace cotidianamente. De aquí la necesidad de que este modelo sea fiel a los criterios e ideas, ya que, de lo contrario, éstas perderán toda su credibilidad y validez, llegando a poder ser rechazadas y criticadas por los hijos si no son coincidentes con la actuación. A través del modelo parental se puede lograr más fácilmente la interiorización de los comportamientos y las pautas educativas.

Coordinación padre-madre

La coordinación entre el padre y la madre es otro elemento fundamental para garantizar la transmisión de las pautas educativas que se tienen, a la vez que evita la desorientación de los pequeños. El niño, en cualquier momento, ante una situación dada debe recibir el mismo tipo de respuesta, sea cual sea el adulto que tiene delante. Así comprenderá que hay unos criterios que están por encima de las personas y que tienen una fuerza debida a su validez y no dependen de los posibles cambios de humor, tensiones u otras causas o circunstancias de los padres. Ante la educación de los hijos debe haber una planificación, un respeto a los criterios y a las pautas que se puedan establecer como los mejores para ellos y una coordinación entre ustedes como padre y madre para no desautorizarse entre sí. Es necesario que los padres no discutan entre sí, delante del hijo, por discrepancias en los criterios educativos, puesto que esto puede facilitar la desobediencia y la manipulación del niño/a. Las diferencias entre los padres deberán ser abordadas y resueltas en privado. El respeto hacia la decisión tomada por uno de los padres, por parte del otro, delante del hijo, deberá ser una norma básica de pauta educativa. Eso no significa que siempre se tenga que estar de acuerdo en todo, sino que las discrepancias se deben abordar fuera de la presencia del hijo. Cuando el niño sea mayor, esta regla podrá revisarse planteándose ya las posibles divergencias y que sea él quien pueda elegir.

Estilos Educativos Paternos

Los estilos educativos son los medios de que dispone la familia para, a través de la práctica educativa, lograr los fines de la educación familiar. Los estilos educativos paternos pueden definirse como esquemas prácticos que reducen las múltiples y minuciosas pautas educativas paternas a unas pocas dimensiones básicas, que, cruzadas entre sí en diferentes combinaciones, dan lugar a los diversos tipos habituales de educación familiar.

Las dimensiones básicas a las que nos referimos son:

– Control firme en contraposición a control relajado.

– Aceptación y empatía en contraposición a rechazo e indiferencia.

– Calor afectivo en contraposición a frialdad-hostilidad.

– Disponibilidad de los padres a responder a las señales de los hijos en contraposición a la no disponibilidad.

– Comunicación padre-hijo bidireccional frente a unidireccional.

– Comunicación padre-hijo abierta frente a cerrada.

Propuesta de “Estilos Educativos Paternos” de E. E. Maccoby y J. A. Martin

Aunque existen varios diseños de estilos educativos paternos vamos a exponer el presentado y explicado por E. E. Maccoby y J. A. Martin. Se toman en cuenta dos dimensiones básicas: 1. Exigencia paterna (control fuerte/control relajado). 2. Disposición paterna a la respuesta (reciprocidad, afecto/no reciprocidad, no afecto). Estas dos dimensiones son reinterpretadas y cruzadas ortogonalmente dando lugar a cuatro estilos educativos paternos, siendo:

Aclaraciones previas sobre los estilos educativos

a) La “Exigencia paterna” significa rigor en el control por parte de los padres. Aparece en el estilo autoritativo-recíproco como “firmeza” y en el autoritario-represivo como “rigidez”. El polo opuesto “no exigencia paterna” es control relajado o laxo y aparece en los estilos permisivo-indulgente y permisivo-negligente.

b) La “Disposición paterna a la respuesta” es la tendencia habitual de los padres a responder a las necesidades detectadas en los hijos e incluye también la accesibilidad e implicación afectiva de los padres, reciprocidad y comunicación abierta padres-hijos. Aparece en el estilo autoritativo-recíproco y permisivo-indulgente. Su polo opuesto “No disposición paterna a la respuesta” tiene características contrarias y sería una “educación centrada en los padres”, aparece en el estilo permisivo-indulgente y en el permisivo-negligente. c) Estos estilos educativos paternos son “tipos puros” de modo que los padres se acercarán a ellos más o menos, según los casos. Son guía para la investigación y, a la vez, una especie de espejo práctico en el que ustedes como padres pueden verse aproximadamente reflejados en uno u otro estilo. Se los ofrecemos como una aportación y un estímulo para la reflexión.

Estilo Autoritativo-Recíproco:

Estilo Autoritario-Represivo:

Estilo Permisivo-Indulgente:

Estilo Permisivo-Negligente:

Principios educativos

Al ejercer ustedes como padres deben considerar tres principios importantes que deben inculcar a sus hijos: La disciplina, las normas y los límites.

Disciplina: Disciplinar es guiar con decisión, hacer cumplir estimulando y razonando, construir autoestima y a la vez corregir el mal comportamiento. El objetivo de la disciplina es enseñar a los niños a hacer las cosas bien; el objetivo del castigo es enseñarles a no hacer las cosas de forma incorrecta. La educación requiere también que los niños experimenten las consecuencias de su mal comportamiento, y eso incluye castigos esporádicos, pero el castigo es sólo un elemento más para disciplinar, el razonamiento y la seriedad al decir las cosas son otros. Cuando les enseñan disciplina estableciendo límites, les dan responsabilidades, estimulan su amor propio y les enseñan a resolver problemas y a decidir correctamente. A través de la disciplina, los padres son profesores. Los seres humanos venimos a este mundo indefensos en el aspecto físico, también nacemos social y emocionalmente desvalidos. Los niños ignoran que no pueden tener todo lo que quieren cuando lo quieren, y de la forma que quieren. También desconocen la forma de relacionarse con los demás o cómo resolver sus propios problemas. Ni tan siquiera saben cómo sentirse con respecto a sí mismos. De la misma forma que podemos enseñarles a procurarse sus necesidades fisiológicas, es posible también enseñarles cómo salir adelante emocional y socialmente. Esta es, precisamente, la tarea más importante de los padres, en la que se convierten en profesores de sus hijos, educándoles para la vida. Pero es fundamental que los padres tengan en cuenta la importancia de la unificación de criterios educativos, en lo esencial, para ejercer su función. Las contradicciones, discrepancias constantes, los enfrentamientos u oposición entre ustedes pueden impedir su labor educativa y perjudicar el desarrollo de la personalidad de sus hijos. Los tiempos han cambiado Hoy, muchos padres comparten las responsabilidades domésticas, muchas madres trabajan fuera de casa y muchos niños viven con sólo uno de sus dos progenitores. Muchos padres no disponen ya de la familia extensa, como antaño se tenía, que les echen una mano en momentos de necesidad. Los padres y los hijos de hoy en día sufren mucha más presión, tanto respecto al tiempo como a la responsabilidad. Los padres muy ocupados necesitan imperiosamente que sus hijos se comporten de forma responsable, tanto cuando están con ellos como cuando no. Además de los cambios sociales y domésticos, los niños también están cambiando. En la actualidad, incluso los más pequeños, han dejado de ser infantiles, inocentes y obedientes. Lo pueden ver todo en la televisión, a veces mucho más de lo aconsejable. Los niños no están ni mental ni emocionalmente capacitados para asimilar todo lo que les llega de la “caja tonta”. Muchos están sobre estimulados y se muestran nerviosos, irritables y miedosos. Como consecuencia de ello, se portan mal. En el pasado, la disciplina se basaba en la autoridad. Los niños no la cuestionaban, no pedían ser escuchados. Hoy, ellos saben que tienen derechos y no temen expresarse. La aplicación de la disciplina se ha convertido en un desafío en la familia. Ante esto los padres deben explicar y justificar lo que hacen y ser más receptivos a las preocupaciones de sus hijos. Dar voz a los individuos en una sociedad democrática hace que esta mejore. Pero los padres tienen que saber que también tienen sus derechos como personas y sus obligaciones como padres y, desde estas premisas, deben aplicar la disciplina y conservar el derecho de ser la autoridad última en la familia. Todos los niños necesitan aprender disciplina. Enseñar a los niños qué se espera de ellos a su edad, enseñarles a comportarse, enseñarles las normas y los valores de convivencia es una de las muchas cosas que los padres tienen que hacer a la hora de educar a sus hijos. La disciplina es una herramienta educativa que ayuda a corregir el mal comportamiento. A medida que crezcan, los niños cometerán errores, algunos más, otros menos; pero todos se harán un lío en un momento u otro y se portarán mal. Hay muchas razones por las que los niños se portan mal: inmadurez, desconocimiento y rebeldía, entre otras. Sea cual sea la causa, los padres tienen que enseñar disciplina a sus hijos; necesitan aclararles y establecer las consecuencias de su mal comportamiento y enseñarle a no repetir el mismo error. El mal comportamiento del niño no debe contemplarse como un problema grave o como un fracaso en el proceso educativo. Es lo que es: un aspecto del proceso por el que pasa el niño hasta completar su madurez. Cada caso de mal comportamiento brinda la oportunidad de practicar la disciplina para alcanzar con el tiempo el aprendizaje de la autodisciplina.

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Normas y límites:  Las normas son reglas que determinan nuestro comportamiento, nuestras relaciones sociales y de convivencia. Los límites marcan hasta donde deben llegar nuestros comportamientos para que no interfieran en los de los demás. Cada edad o periodo de la vida de su hijo requiere de unas normas y de unos límites. Lógicamente no deben ser las mismas para un niño que para un adolescente: no le podemos pedir a un niño de un año que colabore en la dinámica de la casa y se comporte de determinada manera en la mesa, lo que sí se debe hacer con un adolescente. Por tanto, las normas y límites se irán estableciendo a medida que su hijo avanza en su proceso de desarrollo, así como la exigencia del cumplimiento de las mismas. ¿Por qué establecer normas y límites? Establecemos normas y límites por diferentes motivos: – por motivos de salud, – por motivos de seguridad, – por motivos de convivencia, – para vivir en armonía, – por valores morales y religiosos. Elegir las propias normas Ustedes deben establecer las normas que deben regir su vida familiar y la de sus hijos. La elección estará basada en las que le han transmitido sus padres y hayan ido elaborando a lo largo de su vida, así como las de la sociedad en la que viven.

Qué hacer después de un mal comportamiento

A veces se puede prevenir el mal comportamiento. Otras veces, sin embargo, tendréis que intervenir después de que vuestros hijos se hayan portado mal. Cuando un niño se porta mal, normalmente, tendréis que responder a ese mal comportamiento. Por fortuna, hay veces en que no tendréis que hacer demasiado al respecto. Al referirnos a esas ocasiones hablamos de disciplina flexible. Otras veces tendréis que reaccionar con más firmeza, utilizando formas de disciplina más elaborada, hablamos entonces de disciplina fuerte. Disciplina suave Cuando un niño se porta mal, a veces se puede hacer algo de forma fácil para atajar el problema. A este tipo de respuestas les llamaremos disciplina suave o flexible. Algunas cosas de las que se pueden hacer son: Recordar la norma A veces, el mero hecho de recordar una norma o límite al niño o joven bastará para evitar un mal comportamiento: “recuerda, a jugar al balón afuera, dentro de casa no”, o “recuerda que tienes que volver a las doce” Advertir de las consecuencias Advertir a un niño qué pasará si hace lo mismo de nuevo puede ser efectivo, a veces: “la próxima vez que me contestes cuando hables por teléfono con tus amigos, te quedarás sin poder usar el teléfono un tiempo”, o “La próxima vez que llegues más tarde de las doce te quedarás sin salir un tiempo”. Las advertencias funcionan sólo si se dan una o dos veces. Si advierte una vez tras otra sobre lo mismo y usted no actúa, su hijo sabrá que no lo dice en serio. Si su hijo se sigue portando mal después de la advertencia, tendrá que tomar medidas más serias y decididas. Ignorar el comportamiento En algunas ocasiones ignorar cuando el niño o el joven hace algo mal es una media prudente. “No oír” una palabrota, un comentario negativo o de rechazo a alguna norma que se les escapa, puede ser la mejor solución, a veces. Pero no la utilicen como “norma”.

Elogiar por un comportamiento

Elogiar a su hijo cuando hace algo bien, aunque otras veces lo haga mal, puede estimularle a hacer lo correcto más a menudo: “has limpiado tu habitación muy bien, hoy, estoy orgulloso de ti”, “has cumplido tu compromiso de llegar a la hora fijada, estoy contento de ti”. Ponga el acento en lo positivo, no en lo negativo. Disciplina más fuerte A veces la disciplina suave no funciona y se necesita algo más contundente, un enfoque más directo y persuasivo que enseñe a vuestros hijos a no infligir de nuevo las normas y límites establecidos. Lo que significa averiguar por qué se da el mal comportamiento y establecer cambios que eviten que se repita. Dichos cambios incluyen averiguar los motivos de ese mal comportamiento y establecer consecuencias o castigos si el comportamiento lo requiere. Para eso tenga en cuenta lo siguiente: ¿Por qué se portan mal los niños y los jóvenes? Primero conviene saber que los niños, habitualmente, se portan mal para satisfacer sus propias necesidades, o porque no saben hacerlo mejor aún, no para molestarles. A veces, los niños se portan mal porque todavía no están preparados mentalmente para enfrentarse a las situaciones. Un niño de tres años cruzará la calle porque no entiende el peligro que entraña su acción. Si la inmadurez física o mental es la causa del mal comportamiento, usted debe asumir el control para asegurarse de que su hijo no sufra daño. La curiosidad normal en el ser humano es, muchas veces, la causa del mal comportamiento de sus hijos. Un niño de dos años puede derramar la leche para descubrir que pasa. Uno de diez años romperá un reloj intentando entender cómo funciona. Si la curiosidad es causa de mala conducta, una acción que obligue al niño a arreglar el daño y una explicación de qué ha hecho mal serán lo más adecuado. Muchas veces, los jóvenes se comportan de forma inadecuada para satisfacer sus propias necesidades: sentirse importantes, ser cabecillas, saberse aceptados, demostrar su fuerza, o para que la gente advierta su presencia. Éstos son los problemas relacionados con la disciplina que constituyen el mayor desafío para los padres. Hacer que experimenten las consecuencias de su mal comportamiento y descubran qué hacer para evitar que se repita es un enfoque que resulta efectivo.

Tenga en cuenta

• A sus hijos enséñeles cómo convertir sus sentimientos en palabras en lugar de en acciones. Practique con ellos que expresen lo que piensan o sientan, y escúchelos, y no que lo actúen con actos de rabia o violencia. Déjeles simplemente que se expresen.

Consecuencias o castigos por los comportamientos: Necesitamos mostrar a los niños que sus acciones tienen efectos, y que cuando estos producen un daño o rompen acuerdos de normas establecidas hay que aplicar consecuencias o castigos. Cuando vuestros hijos se porten mal de forma deliberada, tenéis que hacer que conozcan las consecuencias de sus acciones para que no las repitan. Una consecuencia o castigo adecuado enseña a los niños a no cometer el mismo error de nuevo. Las consecuencias o castigos, para ser eficaces deben cumplir las siguientes reglas:

– Deben ajustarse a la edad del niño.

– Deben adecuarse en intensidad al comportamiento a corregir.

– Centrarse en el comportamiento no en el niño como persona.

– Tener algún significado y valor para el niño, sino no cumplirá función correctiva alguna.

– Ser aplicable lo más cercanamente posible al comportamiento que lo ha provocado.

– Servir para enseñarles por qué no deben cometer el mismo error, no para ofender o humillar al niño.

 – Explicar y razonar del porqué de las consecuencias o castigo aplicado.

Una aclaración entre consecuencia y castigo: La consecuencia es la aplicación de un efecto, por una conducta inadecuada, que trata de enseñar al niño por qué no debe cometer el mismo error de nuevo. El castigo trata de que con ese efecto el niño se sienta incómodo y tema portarse mal nuevamente. La combinación de ambos modos es un buen recurso educativo para los padres. Un ejemplo nos puede ayudar a comprender la aplicación de las consecuencias y los castigos.

Introducción a la escucha activa

En este capítulo abordaremos la escucha activa. Escuchar a vuestros hijos es una de las experiencias más gratificante que podéis vivir como padres.

Aspectos a tener en cuenta en la escucha activa

Hay una serios de aspectos que son necesarios saber para comprender la Escucha Activa, entre ellos:

a) Lo emocional frente a lo racional • Hay dos aspectos psicológicos en el ser humano: – Nuestra parte RACIONAL: conjunto de ideas, pensamientos, creencias, conocimientos, etc. – Nuestra parte EMOCIONAL: conjunto de sensaciones, sentimientos y emociones. • La Escucha Activa atiende primero a la parte emocional del mensaje, posteriormente lo escuchado se racionaliza. La Escucha Activa atiende a la parte emocional del que habla.

Con los siguientes ejemplos se puede captar la forma activa de escuchar.

Ejemplo 1.º Un niño/a llega a casa de la escuela diciendo: “Odio la escuela, no voy a ir más”. La reacción típica de los padres suele ser: “¡Cómo, que dices! Cómo que no quieres ir, a la escuela vas, aunque te tenga que llevar yo. Es por tu bien”. (Aquí los padres han racionalizado el mensaje del hijo/a. Su respuesta es racional). La reacción desde la Escucha Activa podría ser: “Parece que hoy has tenido un día malo en la escuela, ¿no es cierto, hijo/a?, cuenta, ¿qué ha ocurrido?” (Aquí los padres “escuchan” el mensaje emocional del hijo/a y responden emocionalmente). A partir de aquí se puede seguir escuchando lo que se va exponiendo y haciéndole frente.

Ejemplo 2.º Un niño/a les comenta a sus padres: “Me han castigado hoy en la escuela”. Una reacción frecuente en los padres suele ser: “¿Qué es lo que hiciste tú?”; o esta otra: “Probablemente te lo merecías”. (Respuesta racional). La reacción desde la Escucha Activa podría haber sido: “Me imagino que te sentirías mal, ¿quieres contarme lo que ocurrió?”. (Reacción emocional). A partir de aquí se puede seguir escuchando lo que se va exponiendo y haciéndole frente.

Podemos DEFINIR la Escucha Activa como la forma de escuchar en la que el receptor (el que escucha) trata de entender lo que siente el transmisor (el que habla), o lo que significa el mensaje. Posteriormente expresa con palabras lo que comprendió y lo transmite para que el transmisor lo verifique. El receptor no manda un mensaje propio, como sería el caso de una evaluación, opinión, consejo, reproche, análisis, etc., sino que transmite lo que piensa que significa el mensaje del otro.

b) La forma y las actitudes de la Escucha Activa Resumimos algunos aspectos de la forma y las actitudes que hay que tener para escuchar activamente al otro:

c) La aceptación: Para poder realizar una escucha activa es necesario tener una buena capacidad de aceptación del otro. Todos los padres tienen dos diferentes clases de sentimientos hacia sus hijos: aceptación y no aceptación. Esto lo podemos reflejar en la “ventana de la aceptación”

El grado de aceptación que muestra un padre hacia su hijo está influido por: – Las características del padre (“aceptante”/“rechazante”). – Las características del niño. – El estado de ánimo de los padres en un momento dado y la situación en la que se encuentran. Aceptación falsa Se da cuando algunos padres fingen aceptar parte de la conducta de sus hijos. Gráficamente sería:

El lenguaje de la aceptación y su comunicación

La aceptación es algo que surge de adentro, pero para que influya en la otra persona debe comunicarse o demostrarse activamente. De este modo, el padre eficaz debe aprender a comunicar esta aceptación y adquirir la misma habilidad para comunicarse. Debe aprender a hablar en forma “constructiva”. La aceptación la podemos comunicar por medio de formas verbales y no verbales: a) Formas no verbales. La aceptación la podemos comunicar por medio de dos formas no verbales, siendo éstas: – La no intervención. – El silencio. b) Formas verbales. A la hora de expresar la aceptación verbalmente podemos utilizar respuestas negativas o positivas sobre la relación padres-hijo, siendo:

Cuando se rechazan los sentimientos del otro (por críticas, descalificaciones etc.) produce efectos destructivos para su personalidad, así como para las relaciones, por cuanto que el rechazado: – Hace que se calle. – Se pone a la defensiva, se resiste a hablar. – Le hace discutir, contraatacar. – Le hace sentirse inadecuado, inferior. – Le hace sentirse enojado, resentido. – Le hace sentirse culpable, frustrado. – Le hace sentirse incomprendido. – Hace que disminuya su autoestima.

d) Padres aceptantes – Padres rechazantes: Tomando como elemento comprensivo el cuadrado de la aceptación podemos dibujar el cuadrado del padre aceptante y el del padre rechazante

e) Aclaración al tema “frente unido de los padres”: En la relación con los hijos, los padres pueden mostrar algunas diferencias en la aceptación. Sin embargo, deben mostrar criterios unificados en lo que se refiere a: Los comportamientos deben mostrarse unidos, con criterios unificados respecto a la conducta de los hijos.

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