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CF – Módulo V – Lección II

Las sesiones de terapia habituales son generalmente ente 45 minutos y una  hora.  En  cualquier  caso  no  conviene  alargar  la  sesión  de constelaciones más allá de la hora y media o las dos horas puesto que el objetivo es alcanzar una nueva mirada que permita dar un pequeño paso hacia la solución, y no se trata de arreglar la vida del cliente. Se pueden esbozar varios asuntos emergentes y programar a lo largo de  un  periodo  de  tiempo  una  secuencia  planificada  de  trabajos mediante  constelaciones.  En  este  caso  es  conveniente  dejar  el suficiente espacio de tiempo entre trabajo y trabajo y tener sesiones de apoyo o la posibilidad de hacerlo en caso que el cliente necesite aclarar o consultar algo sobre los efectos experimentados. Hay  que  tener  especial  cuidado  con  la  interpretación  y  la manipulación porque los muñecos no hablan. De la misma forma, sobre todo a la hora de trabajar con anclajes en el suelo, debemos prestar mucha atención a los puntos ciegos puesto que la capacidad de percepción  de  las  sensaciones  corporales  puede  verse  impedida  o sesgada  por  las  expectativas  o  creencias  previas  tanto  del  cliente como del terapeuta. En sesión individual también aparecen los movimientos del alma ya que tanto el terapeuta como el cliente pueden, en un momento dado, percibir con claridad un cambio que resuena en todo el campo y que señala  o  alcanza  una  solución.  Sin  embargo,  no  se  asociarán  a movimientos  espontáneos  de  los  representantes  sino  a  cambios propiciados  por  la  actitud  del  terapeuta  (focaliza  su  atención  y energía  a  la  solución  respetando  los  Órdenes  de  la Ayuda)  y  del cliente (renuncia al problema y toma la responsabilidad de la solución respetando los Órdenes del Amor). En el trabajo con muñecos la limitación es evidente puesto que no podemos esperar simplemente a que los representantes sigan sus impulsos. Ya que no se puede trabajar con  los  movimientos  del  alma  de  la  misma  forma  que  con representantes, la exigencia respecto a la actitud terapéutica es aún mayor. Respecto a los movimientos del alma, en el trabajo con anclajes si es posible  sentirlo  a  través  el  impulso  iniciado  en  alguna  de  las posiciones señaladas aunque: necesitamos distinguir si es un impulso hacia el problema (movimiento de la conciencia) o hacia la solución(movimiento del alma); por otra parte, conviene que haya cierto “consenso”  entre  lo  que  el  cliente  y  el  consultor  sienten  en  esa posición pues si no es probable que el cliente se sienta manipulado o no tome la solución. En este sentido, suele ser más fácil para los consultantes aceptar como “verdaderos” los movimientos realizados por un representante que no le conoce personalmente y que no sabe de la problemática ni del sistema (lo que sucede en un taller grupal).Algunas  veces,  un  cliente  puede  sospechar  de  los  movimientos sugeridos por el terapeuta, atribuyéndolos a un intento de persuasión o  manipulación  para  llevarle  hacia  una  solución  que  el  terapeuta considere válida pero que al cliente le cuesta tomar. Se puede trabajar con más elementos del sistema simultáneamente. El hecho de disponer de tiempo de dedicación exclusiva para el cliente así  como  de  un  mayor  número  de  elementos  de  representación(comparado con el habitual número de participantes en un taller),permite  desplegar  ampliamente  el  sistema  y  poder  colocar generaciones enteras en caso de considerarlo conveniente.

Aunque  se  haya  extendido  el  uso  de  los  Playmobil  como  figuras  de representación, muchos otros muñecos y objetos pueden utilizarse con el mismo fin. Pequeñas piedras o cantos rodados, fotos o dibujos, piezas de ajedrez o incluso chapas pueden ser igualmente útiles. Hay terapeutas que construyen su propio set con bloques de madera o combinando madera, alambre y tela para vestirlos. En este sentido, lo realmente importante es la técnica y el trasfondo teórico-existencial de los órdenes y no tanto la forma que tome la herramienta. Puede que algunas de las características que si convenga tener en cuenta con los objetos de representación es que sean relativamente neutros para que puedan representar o expresar cualquier atributo o posición. Por ello si utilizamos dibujos hay que tener cuidado de que no expresen de manera unívoca  un  rasgo  (por  ejemplo  el  dibujo  de  un  padre  enfadado)  pues dificultará el movimiento hacia la solución (en el caso del dibujo del padre enfadado será difícil hacerle ver que “le mira con buenos ojos” por ejemplo).Relacionado con la idea anterior de “neutralidad” conviene estar atentos a las proyecciones del cliente y no interferir con las nuestras. Así, los colores o las formas de los muñecos elegidos como representantes nos pueden  dar  mucha  información  siempre  que  no  la  confundamos  con nuestras  propias  proyecciones  o  interpretaciones. 

La elección de figuras grandes (adultos) o pequeñas (niños): respecto a la elección  de  las  figuras  se sugiere  que  elijan  figuras  grandes  para representarse a sí mismos o a otras personas en el momento actual en caso de que sean adultos o mayores de 16-18 años; para trabajos con la familia de origen, si lo que interesa es observar una dinámica vivida en la infancia,  es  conveniente  que  el  cliente  configure  la  constelación eligiendo un muñeco pequeño para sí mismo y para sus hermanos. En algunas ocasiones puede resultar interesante, si el cliente ha elegido un niño para representarse, pedirle que elija también un muñeco grande para sí mismo “en el momento actual” y mantener ambos personajes (el yo-niño y el yo-adulto) en la constelación de manera que se puedan facilitar determinados procesos. Por ejemplo, la renuncia por parte del niño de que su madre le dé algo que nunca le dio puede verse apoyada por el compromiso  del  adulto  de  dárselo  al  niño  (sería  como  obtener  un compromiso a cuidarse de sí mismo y de sus necesidades como adulto y no transferirlas a sus padres o seguir justificando su problemática en lo que no le dieron).

Es importante, que el constelador pueda transmitir que la enfermedad es un mensaje del inconsciente. De esta forma, esconde una serie de condicionantes (emocionales, mentales, biológicos, fisiológicos, familiares, hereditarios, etc.).

Una Constelación familiar puede ayudar al consultante a tomar contacto, con sus síntomas y dolencias. Teniendo una perspectiva amplia de su enfermedad. Sin dramas, para recobrar poco a poco, el equilibrio en diferentes aspectos de su vida. Porque la enfermedad es un indicativo, de que en algún aspecto de nuestra vida algo se ha desequilibrado. Así mismo cuando la enfermedad, se muestra es porque hemos acallado, negado o ignorado algo importante.

¿Qué debe tener en cuenta un constelador familiar para abordar la enfermedad?

Todo constelador tiene que reconocer que detrás de toda enfermedad o síntoma, existen múltiples causas: Biológicas, espirituales, mentales, emocionales, etc. Y existe el gremio de la medicina que se encarga del aspecto biológico. Un terapeuta, tiene que respetar el gremio médico que ha realizado grandes aportes al área de salud.

Es cierto, que todavía hay mucho que se  puede mejorar. Aún así, no es nuestra área de competencia. De manera similar, se debe respetar cualquier tratamiento médico que estén llevando nuestros consultantes.

Desde el punto de vista terapéutico, podemos influir directamente en el área (mental, emocional, familiar y espiritual) de la enfermedad.

Existen dos áreas específicas, desde el punto de vista sistémico. Que nos pueden ayudar a comprender la enfermedad. Y que debemos tomar en cuenta en el acompañamiento del consultante:

  • Situaciones inconclusas en el sistema

Se refiere a los patrones o dinámicas familiares que nos empuja a un lugar sin darnos cuenta. Crean continuidad y pretenden crear cierta estabilidad. Por lo tanto, son difíciles de cambiar. Con todo esto, se quedan enquistados en el sistema durante mucho tiempo.

A consecuencia de esas dinámicas familiares podemos encontrar diferentes situaciones que afectan la vida del individuo, llegando a ocasionar síntomas y enfermedades:

  • Duelos abiertos en el sistema. No se ha superado la pérdida de un ser querido.
  • Abortos o accidentes o muertes prematuras
  • Excluidos en el sistema familiar.
  • Asesinatos no resueltos
  • Conflictos entre dos bandos
  • Movimiento interrumpido con uno de los padres
  1. Actitudes o hábitos personales. Los hábitos son comportamientos arraigados, que se disparan de manera automática e inconsciente. Y pertenecen al ámbito personal y no al de la familia.

Algunos de ellos pueden ser:

  • Resentimiento con los padres o familiares
  • Rechazo o resentimiento con una ex pareja
  • Pérdidas importantes (trabajo, hijos, parejas, ruinas)
  • Fijaciones o compulsiones
  • Actitud pesimista y derrotista ante la vida (Victimismo)
  • Falta de un propósito de vida o de motivación personal
  • Soberbia ante los padres o un ancestro

Cuando como constelador estás lleno de soberbia. Y crees que puedes SANAR la enfermedad. Y te posicionas, con una actitud de superioridad ante el consultante y la vida. Irrespeta los tratamientos médicos del consultante.

Así mismo, cuando se critica el trabajo de otras áreas de conocimiento o bien el trabajo de otros terapeutas.

Quieres dar un orden determinado al sistema del consultante y te consideras con la potestad de hacerlo.

Todo trabajo sistémico según los principios de Bert Hellinger, debe basarse en el respeto. Pero cuando no se hace desde ese lugar, el propio constelador puede tener síntomas físicos o incluso llegar a enfermar.  En consecuencia la SOBERBIA, es castigada duramente por la vida. No podemos jugar a ser Dios o Todopoderosos.

La enfermedad es el camino de vuelta a la salud. Es un movimiento del espíritu que abre un reencuentro profundo con la vida y el amor. Es el final de un movimiento circular de reconciliación, que puede atravesar varias generaciones.

No hay curación sin sanación.

La vida es bifásica, dual, de dos fases complementarias, una negativa y una positiva. Todo lo que existe es energía y la estructura de la energía es bifásica.

La enfermedad es el resultado de nuestro rechazo a la vida, y a la vez, una propuesta de solución tanto de nuestro sistema familiar como de nuestro sistema corporal. La misión de la enfermedad es llevarnos a la curación; pero no nos dejamos guiar. No entendemos la enfermedad, hemos olvidado el lenguaje de los símbolos, de las señales.

La enfermedad nos muestra siempre a alguien o algo que fue excluido. Su mensaje es: “el espíritu, que te lo dado todo, te pide que reincluyas a alguien que fue excluido por ti y por ancestro, para poder seguir adelante con plenitud.”

Como todo sistema vivo, la conciencia familiar busca mantener su equilibrio y utiliza mecanismos “ciegos” de compensación cuando el equilibrio está en peligro. Cuando alguien se coloca por encima de la conciencia familiar, rechazando a otro con su desprecio y sobre todo cuando este desprecio ha causado la muerte, la conciencia familiar crea un fenómeno que recuerda esta exclusión, que materializa el desprecio y lo pone a la vista de todos para que se pueda reparar. Y uno de estos fenómenos es la enfermedad.

El dúo enfermo-enfermedad muestra, varias generaciones después si hace falta, el desorden que trabó la transmisión de la vida en esta conciencia familiar.

La capacidad de superar la repetición nos es regalada. Una vez que la fuerza interna que nos habita, heredada de tantas generaciones nos haya permitido asentir a las condiciones de nuestra vida, entonces la conciencia familiar se vuelca con amor hacia nosotros, a la vez que somos abarcados por un poderoso movimiento del espíritu que nos conecta directamente con la Conciencia Creadora y su energía.

Esa energía de sanación viene de fuera del campo. Cuando alguien decide abrirse a la vida como es, se abre a la conexión con el espíritu. Esta persona dice si a todos como son, si a los buenos y a los malos, si a su vida como es, si a sus conflictos, si a la enfermedad como es.

En ese momento la fuerza de sanación llega a la persona. El enfermo se transforma en canal de la energía del espíritu única capaz de producir transmutaciones. Y gracias a esa fuerza de sanación se produce una mutación que es integrada por el campo y transmitida para siempre.

La mala conciencia es una reacción hormonal, como todas las emociones, que se pone en marcha cuando nos alejamos de algo o alguien que hasta ahora nos daba seguridad. La supervivencia humana se debe, entre otros fenómenos, a que juntos, en tribus, fue más fácil defenderse del entorno hostil. Cada vez que un individuo quería alejarse del grupo, su sensación interna de mala conciencia era tan desagradable que hacía lo posible para regresar y olvidad sus anhelos de individuación. Seguridad o autonomía. La autonomía tiene un precio: el sentimiento de culpa y soledad.

Estos, desde su buena conciencia, le van a despreciar. Pero si el que se ha separado asume el daño que esta realizando y los sigue amando, si su nuevo proyecto será ir con la vida, todo estará bien. Y a la vez será una oportunidad de crecimiento y cambio para los que se quedan. Por el contrario, si esta persona no es capaz de asumir lo que hace, reprochará a los que se quedan su enfado. Todos irán a menos y la nueva experiencia se convertirá más de lo mismo, en una nueva dependencia.

Cuando alguien obedece a su conciencia moral es para ser fiel a la tribu. Al actuar con la conciencia moral, se siente alivio. Estamos en paz con el superego, que es la interiorización del campo de creencias de los antepasados con quienes estamos más vinculados. Solo los niños pueden hacer daño, el adulto no. Precisamente uno se hace adulto al dejar de someterse al superego y a la tiranía de la conciencia moral.

Así pues, la raíz de la enfermedad es nuestra buena conciencia, nuestra conciencia moral, que nos permite decir que alguien es malo y excluirlo tranquilamente. Cada vez que juzgamos creamos un síntoma o una enfermedad.

La primera manifestación de nuestro amor y agradecimiento por nuestra conciencia familiar, nuestros padres y antepasados, es nuestra conciencia moral. Todos hemos sido inocentes y morales; por amor ciego, todos hemos sido perpetradores. Para liberar el futuro hemos de asumir ese daño, sin culpa, y aceptar con amor que cada uno está bien donde está y como está.

La otra faceta de nuestra buena conciencia es ese amor ciego que hace que un hijo diga inconscientemente a su padre o a su madre: “Yo me hago cargo de tu enfermedad” Amor ciego responsable de las mal llamadas enfermedades “hereditarias” o de “transmisión genética”.

Con mi cuerpo pertenezco al campo de mi sistema familiar. Mi cuerpo es el escenario de la polaridad en la que vivo, dividido;  entre mi amor arcaico a mi pasado, por quien estoy dispuesto a dar la vida, y mi agradecimiento a la vida. En el cuerpo se señalan los esfuerzos del sistema familiar por reordenarse: dolor de cabeza, picores, inflamación … Cada sín­toma es la señal de una relación, nuestra o de algún antepasado, que contravino los órdenes del amor y pide su compensación. Nuestro cuerpo es el teatro de las dinámicas sistémicas con las que estamos especialmente vinculados. El cuerpo es la interfaz entre el individuo y su sistema. Es donde nos habla nuestro inconsciente, que  no es más que el mo­vimiento del espíritu individualizado.

En las constelaciones la aparición de un dolor o de una sensación particular en alguna parte del cuerpo pide la frase que le sanará en el acto: por ejemplo, el representante frente al dolor en el hombro derecho, el constelador le pide que diga «asumo mi culpa como pareja», la relación con la pareja se sana y el dolor desaparece. Nuestro cuerpo, a imagen de nuestro sistema, disfruta de un nuevo orden, una nueva salud y plenitud.

En los conflictos que la vida nos presenta vamos a revivir los enfrentamientos fatales que hubo entre un excluidor y un excluido, por la incapacidad del excluidor de adaptarse al presente y vivir con amor al otro. La enfermedad va a presentar entonces una solución en general metafórica a ese desencuentro.

Durante la fase activa, nuestro estrés es la energía del excluidor-perpetrador que se negó a mirar la vida como es. Cuando maduramos y por fin resolvemos el conflicto, entramos en fase de resolución. El estrés desaparece y en su lugar el cuerpo inicia su recuperación con mucho cansancio, siguiendo al excluido, que hasta ahora no veíamos. Ese cansancio nos permite recogernos y darnos cuenta de lo que ha de cambiar en nuestras vidas.

Las emociones son señales internas que nos permiten adaptarnos al entorno cada vez que algo cambia. Ejemplo:

Vemos en la primera reacción la emoción de ira ha puesto coto a la agresión, la emoción subyacente de dolor se puede expresar, todo ha durado menos de un minuto y ambas personas han crecido y su relación ha mejorado. Esta ira y este dolor son emociones primarias totalmente adaptadas a la situación, ay que, precisamente, permiten reaccionar en el momento a algo que surge inesperadamente en el campo.

Solo las emociones primarias son saludables.  Por el contrario, en este ejemplo, la risa, la queja o la impasibilidad no resuelven nada, para ninguno. Son emociones secundarias cuya característica principal es la manipulación y el no actuar. Las emociones que no han sido expresadas se acumulan en los órganos a los que corresponden, modificando su química, restándoles energía hasta acabar en una somatización, síntoma o enfermedad.

La emoción primigenia es el amor, unido a la alegría y su corolario, el dolor y la tristeza cuando el amor es herido. Toda la información de nuestro entorno se registra primero en el corazón.

Si el dolor no se puede expresar, entonces la emoción primaria que se vivirá será miedo o ira. Dura el tiempo suficiente para actuar y después regresa el amor y la alegría. Se reconocen estas emociones primarias por ser eficaces, breves y crear empatía.

Una emoción secundaria es cualquier emoción no motivada por la situación presente. Por ejemplo, sonríe en lugar de estar triste, enfadarse en vez de llorar, agredir para evitar sentirse culpables. Son emociones que duran mucho, incluso se transforman en rasgo de carácter.  Crean malestar tanto en la persona como en los que la rodean. Son un rechazo vivo y permanente de la realidad como es. Y nuestro cuerpo se hace testigo de ello para ayudarnos a salir de esa no-vida.

A veces puede ocurrir que vivamos emociones, primarias o secundarias, sin relación con la realidad: desesperación aun cuando todo nos va bien, ira injustificada, culpa constante e irracional. Son emociones que solo toman sentido a través de una constelación, en la que aparece la vivencia y la emoción de un antepasado, al que imitamos desde nuestra fidelidad inconsciente y ciega. Son las emociones “adoptadas”.

Cuando los aspectos positivos de sus vidas han compensado los aspectos negativos han compensado los aspectos negativos, los positivos se han convertido en patrimonio del sistema familiar.

Cuando los negativos de un antepasado superan a los positivos, lo que no pudo asumir lo tiene que vivir un descendiente de ella.

Los campos mórficos de los sistemas familiares están al servicio de la vida. Están animados por dos movimientos de amor del espíritu: la memoria ordenada inherente, (todo lo existió una vez, existe para siempre), y el movimiento de compensación inherente a los campos. Este movimiento sigue la ley de la energía que rige el universo: toda fase positiva es equilibrada por una negativa.

La VIDA nos viene de los padres.

Todo nos es regalado al tomar a la madre y al padre. Al amar Incondicionalmente a nuestra madre, nos vinculamos con todo nuestro pasado, con el origen de la vida, con la abundancia de vida, que se traduce en nuestra existencia en todas sus formas: salud, dinero y amor.

La madre es un puente entre el pasado y el presente, y con el parto nos ensena el morir para renacer. De ella recibimos ser transmisores de los valores pasados. Al amar a nuestro padre, nos abrimos al futuro, al mundo, a la realización profesional. De él recibimos la fuerza de superación, de supervivencia y de entrega y un proyecto.

Nuestra madre ha tenido un padre y una madre, nuestro padre ha tenido una madre y un padre, por lo que en sus vidas cada uno ha sido una simbiosis de sus propios padres, portador, por lo tanto, de ambas energías, masculina y femenina.

Al fundirse nuestros padres en el momento de nuestra Concepción, ya sea por vía natural como por concepción asistida, se produce una doble simbiosis: simbiosis del ovulo con el espermatozoide y simbiosis de las dos ramas del sistema familiar.

Esto significa que, al tomar a mi madre, abrazo a toda mi rama materna, hombres y mujeres. Cuando tomo a mi padre, tomo simultáneamente a los hombres y mujeres de toda la rama paterna.

Madre, padre y vida son sinónimos; aceptar la vida es aceptar a nuestros padres como son y fueron. Rechazar algún aspecto de la vida es rechazar a uno de los progenitores o quizás a ambos, Y viceversa, aceptar a nuestros progenitores es tomar la vida como es.

Aceptar la vida es hacer frente a sus retos. es enfrentar los conflictos, es resolverlos por mucho que nos cueste. Bloqueamos frente a un conflicto es rechazar la vida como es, es rechazar al padre, a la madre o a ambos, es privamos de la fuente de la abundancia y de la fuerza.

Hemos visto anteriormente como la enfermedad es la consecuencia de una exclusión. El gran excluido señalado en primer lugar por la enfermedad es la madre o el padre, según el tipo de dolencia que nos afecte.

En efecto, la salud física nos viene a través de la madre; la salud mental nos viene a través del padre. Las enfermedades físicas graves se desarrollan en personas que sufrieron exclusión o ausencia de madre en un mínimo de tres generaciones. Las enfermedades mentales se desarrollan en personas que no tienen acceso al padre desde un mínimo de tres generaciones.

El movimiento básico de las enfermedades es un movimiento interrumpido con la madre o con el padre. Movimiento interrumpido que existe debido a una implicación con un antepasado que sufrió una separación trágica de uno de sus padres, o porque el mismo enfermo vivió un alejamiento dramático con uno de sus progenitores. El conflicto desencadenante de la enfermedad no es más que la consecuencia de este movimiento interrumpido que se caracteriza tanto por la imposibilidad de acercarse al progenitor, como por el rechazo al mismo, al no poder asumir el dolor provocado por la distancia.

Al tomar incondicionalmente a la madre, abrazamos la salud. Los nueve meses de gestación son el periodo en el que cada persona ha vivido la abundancia más completa, con todas las necesidades atendidas, ya que el feto llegó a término, pese a cualquier adversidad. Abrirnos a la madre es abrir las compuertas de este periodo, es vincularnos de nuevo con la abundancia y con la bondad de la naturaleza: el regalo de la naturaleza es la vida, la salud.

El rechazo de la madre o la imposibilidad de tomarla provoca la enfermedad, y si este alejamiento de la madre existe en tres generaciones seguidas se producirá una enfermedad grave.

Para comprenderlo, tomemos el ejemplo de María, enferma de cáncer. Es muy protectora con su madre. Al hacer de madre de su madre no ha podido tomar a su madre. Esta última estaba aterrorizada por su propia madre, la abuela, y por ese miedo se niega a tomarla como madre. La abuela, a su vez, estaba reemplazando a una novia de su padre, con lo cual tampoco había tomado a su madre, sino que más bien odiaba a todas las mujeres que la rodeaban, incluyendo a su hija, madre de María. Y si seguimos investigando, probablemente lleguemos a más generaciones sin madre.

Del padre nos viene la fuerza de la supervivencia y de la adaptación a la realidad, la fuerza del compromiso, de la responsabilidad y de la realización profesional.

¿De dónde le viene esa fuerza al padre? El hombre tiene en su vida dos grandes momentos. Su renuncia que no tiene la mujer, renuncias que le hicieron fuerte y hombre. Hacia los tres o cuatro años, el hijo enamorado de su madre siente que su seguridad está en acercarse a su padre y renunciar para siempre al amor con mama. Cierra el periodo de la fusión amorosa con la madre que existía desde la concepción y empieza a vivir, a cambiar en el hacer y socializarse.

Para la niña la renuncia al amor con papá tiene una compensación mucho más suave ya que le permite volver a la relación iniciada desde el principio de su existencia: la relación con su madre.

El segundo periodo de renuncia es cuando, siendo un joven padre, se da cuenta de que, una vez acabada su contribución a la concepción del hijo, la simbiosis biológica madre-hijo es tan autosuficiente que no le queda otra que marcharse. Su papel de apoyo está en el exterior de esta fusión. En cuanto asiente a esa nueva renuncia de poder seguir con lo femenino como antes, encuentra su papel en la sociedad, poniéndose al servicio tanto de la fusión madre-bebe como de la sociedad, gracias a su trabajo.

La supervivencia y realización del hombre se hace a través de la ruptura con el elemento femenino, materno y emocional, con el pasado, con lo más placentero. De ahí su fuerza y su mirada a la acción y al futuro. Mientras que la realización de la mujer se hace a través de la continuidad y simbiosis con lo primigenio y lo emocional.

El padre es un puente entre el presente y el futuro; nos enseña la adaptación al medio, nos enseña a salir al mundo, a renunciar para beneficio del grupo; nos enseña a actuar y a comprometemos en el servicio a la vida.

La ausencia de un padre respetado por la madre durante varias generaciones crea el marco de las psicosis. El excluido en la enfermedad mental es el padre; el excluidor, una o varias madres. De allí la importancia de un terapeuta varón al lado de un cliente psicótico.

El padre puede ser una figura clave. Su fuerza permite compensar una madre ausente. A menudo, en la fase de resolución, la presencia del padre, honrado y tomado incondicionalmente, compensa el alejamiento o la fragilidad de la madre permitiendo llegar a la vida de nuevo.

Agradecer y honrar a la Conciencia creadora de vida.

Agradecer la vida recibida.

Agradecer el amor

Honrar a los humanos como son, con su incapacidad de amar.

Honrar a las fuerzas de sanación.

Tomar a la madre y al padre.

Tomar al antepasado excluido.

Honrar y agradecer a la enfermedad.

Reconocer y agradecer los pensamientos negativos propios.

Devolver estos pensamientos al antepasado.

Asentir a la vida con salud.

Elijo un representante para la enfermedad, otro para un ser humano y otro para el sistema familiar de este humano. No los coloco; desde el instante en que son escogidos están abarcados por el movimiento de sus dinámicas.

La enfermedad está totalmente al servicio del sistema de la persona, le da la mano como una niña pequeña y va donde se le diga. Sin embargo, el ser humano no tiene conciencia de ello, solo ve la enfermedad, y aunque la enfermedad sea muy pequeña al lado del enorme sistema, el humano no percibe el sistema. Este humano se siente más grande que todo lo que existe. La enfermedad se acerca a él, le coge de la mano y lo coloca frente a su sistema familiar. Por primera vez el humano toma conciencia del sistema y se siente totalmente descolocado: aunque aún se sienta más grande que el sistema, nota que ya no es dueño de su destino ni de sus decisiones, que la presencia de este sistema le ha quitado el poder sobre su vida. Siente un gran desconcierto, ha perdido sus referencias. Ya no sabe lo que se espera de él, ni que puede hacer.

Mientras, la enfermedad va menguando a la vez que mira al ser humano con mucho amor.

El ser humano, cansado de no sabe qué hacer, decide alejarse, irse a la vida, pasando de ellos. Entonces el sistema hace ruido para que el humano le mire de nuevo. A la vez el sistema ordena a la enfermedad, con sus gestos, que vuelva a crecer. Esta vez la persona se gira hacia la enfermedad y el sistema y se rinde a este último, postrándose ante él. La enfermedad se va desplomando despacio.

La persona se incorpora y va conectando espontáneamente con Algo Mas Grande, mirando a lo lejos, hasta que se siente impulsada a volver a la vida, ligera, despejada y con ganas de acción.

El sistema siente una ligera mejoría. Sin embargo, es insuficiente, por lo que va en busca de otra persona viva, acompañado de la enfermedad.

Esta constelación se realiza a pedido de un médico que quiere ver cómo puede abordar la enfermedad de sus pacientes desde el enfoque sistémico y es una excelente forma de constelar las enfermedades.

Otro método es elegir un representante para el consultante, otro para la enfermedad, otro para el miembro del sistema familiar que trae la enfermedad y no debe faltar un representante para la salud.

Se le pide al consultante que coloque su dedo índice (catártico) sobre el muñeco y vivencie a cada uno de los representantes. ¿Qué siente? Qué le diría a….? (interactuar entre todos los actores). Finalmente, el representante del consultante mira solo a la salud, la honra y le dice una frase sanadora y agradece y toma en ella a su padre y a su madre.

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