Adultos Mayores – Módulo I

Introducción

Pensar en la realidad social en el inicio de la gestión producirá recuerdos dolorosos relacionados con derechos perdidos y vulnerados. El trabajo ya no es un lugar de pertenencia y tolerancia. Es necesario considerar el comportamiento que permite que la acción sea más necesaria y excluida. El directo impacto de la población.

Hoy podemos decir con orgullo que ya no hablamos de necesidades, sino de derechos, y hablamos de derechos, lo que significa que todos somos ciudadanos de un país, y garantizamos brindar productos y servicios de alta calidad para la salud y la sociedad. seguridad, y para asegurar Participar en la construcción ciudadana.

Nos enfocamos en la organización familiar, laboral y social para lograr un desarrollo integral, lo que significa que la política social es un factor clave en nuestra búsqueda de la ética y la equidad y un concepto holístico.

Familias argentinas:

Las familias son el eje básico de la planificación y formulación de la política social, porque son organizaciones sociales encargadas de reproducir la vida en la biología, la psicología y la sociedad. Es un espacio privilegiado de construcción subjetiva y soporte identitario. Es por ello que el objetivo principal del eje es el fortalecimiento de las familias y las comunidades, la participación ciudadana y la promoción y protección de los derechos.

En definitiva, es un modelo nacional inclusivo e incluyente, que promueve la reconstrucción de vínculos sociales en el lugar del desarrollo humano, a través del trabajo y el fortalecimiento de los ingresos familiares.

Considerando que este fenómeno está transformando la sociedad actual, debemos adaptar nuestras acciones a las personas mayores para asegurar una mejor calidad de vida.

El Adulto Mayor

El envejecimiento es el conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que aparecen como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos. Supone una disminución (no pérdida) de la capacidad de adaptación en cada uno de los órganos, aparatos y sistemas, así como de la capacidad de respuesta a todos los agentes que pueden afectar al individuo (caídas, ambiente, enfermedades, estilos de vida no saludables, viudez, jubilación, etc.)

Envejecer bien depende de muchos factores

La capacidad funcional de una persona aumenta en los primeros años de vida, alcanza la cúspide al comienzo de la edad adulta y, naturalmente, más tarde empieza a declinar. El ritmo de esta declinación está determinado, por muchos factores relacio­nados en parte al comportamiento (estilo de vida) y los hábitos a los que se expone a lo largo de la vida; por ejemplo, fumar, realizar actividad física, mantener una alimentación saludable, el estrés, entre otros.

Rol del cuidador domiciliario

El rol “(…) es un modelo organizado de conducta, relativo a una cierta posición del individuo en una red de interacciones ligado a expectativas propias y de los otros”.

Se denomina “rol” al desempeño de una persona en una situación dada, a la manera en que demuestra lo que se espera de su posición.

Podemos decir que el rol es el papel que se representa. Es la conducta esperada en el seno de un grupo, de una sociedad, e implica un interjuego entre el conjunto de conductas adjudicadas y asumidas, las que se esperan y las que se demuestran.

El rol del cuidador domiciliario, como otros roles, requiere de una construcción, y para ejercerlo se necesita la presencia del otro que demande sus servicios. En esta construcción e interrelación entre cuidadores y personas cuidadas, necesariamente deben aparecer el ajuste recíproco de comportamientos, y la asociación para que se produzca la concreción del rol.

Video presentación cuidador domiciliario

Podemos decir que es un rol nuevo, que su aparición se relaciona con el envejecimiento poblacional y la necesidad de generar estrategias de atención al adulto mayor evitando, o retrasando, su institucionalización residencial.

El buen ejercicio del rol del cuidador domiciliario requiere de la incorporación de conocimientos y de una fuerte motivación vocacional y actitudinal. “Cuidar” es diferente a “asistir”, ya que requiere una particular implicación y compromiso técnico.

En la construcción de su rol, el cuidador domiciliario recibe la demanda de sus servicios por parte del adulto mayor, es decir que no produce bienes materiales, sino que realiza prestaciones de apoyo al desarrollo de las actividades de la vida diaria de las personas.

En el imaginario social este rol suele asociarse con la demanda de tareas suministradas por el personal de los servicios doméstico o auxiliar de enfermería. En este sentido es importante afirmar que el rol de cuidador domiciliario es aquel que se halla inserto en servicios de atención domiciliaria de baja tecnología.

Es un rol que en su ejercicio brinda apoyo al adulto mayor en las actividades de la vida diaria, manteniéndolo en su hogar el mayor tiempo posible y conveniente, inserto en su comunidad y conservando sus roles familiares y sociales, con el fin de mejorar su calidad de vida.

Cuidador formal y cuidador informal

Otro aspecto a distinguir en el ejercicio del rol de cuidador domiciliario, es diferenciar si quien lo ejerce es un cuidador informal o un cuidador formal.

Los cuidadores informales, representados generalmente por familiares, amigos o vecinos, no disponen de capacitación, muchas veces no perciben remuneración, o si las perciben son insuficientes, tienen un elevado compromiso afectivo y por lo general no tienen límite de horario.

Dentro de este grupo suelen identificarse el cuidador principal (cónyuge o familiar femenino más próximo) y los cuidadores secundarios que no tienen la central responsabilidad del cuidado del adulto mayor, sino que secundan al principal.

El cuidador formal, en cambio, es quien recibe una capacitación teórico práctica desde una concepción bio-psico-social de la vejez y del envejecimiento en interacción con su entorno, que apunta a generar estrategias de autovaloración y autocuidado, desarrolla habilidades a través de las tareas diarias como cuidador domiciliario -toma de decisiones, prevención de situaciones de riesgo y derivación profesional ante circunstancias que lo excedan.

Esta formación se realiza desde una mirada interdisciplinaria de la vejez y el envejecimiento. Apunta a la apropiación de conocimientos y prácticas, destinadas a promover la autonomía de las personas mayores, a través del acompañamiento, apoyo y sustitución (en el caso que la situación lo requiera) en las actividades de la vida cotidiana.

Un aspecto fundamental a tener en cuanta en los sistemas de cuidados domiciliarios es el detenerse en el reconocimiento e identificación de las funciones del cuidador y en especial en su perfil, determinando dos niveles bien diferenciados del mismo: el perfil laboral y el perfil técnico.

El cuidador formal no lo es sólo a partir de la capacitación específica que recibe, sino también a partir de las funciones que desarrolla y de la construcción de su perfil técnico y laboral.

Utilizaremos aquí la palabra función en el sentido de una realización o el ejercicio de una profesión, cargo o actividad.

El concepto de perfil se define como la expresión de cada una de las cualidades que define a una determinada persona. Es el conjunto de condiciones o rasgos propios de una persona o cosa.

Detallamos a continuación las funciones del cuidador domiciliario y sus perfiles técnico y laboral.

Funciones del cuidador domiciliario

A partir del rol del cuidador domiciliario, es posible hacer una identificación de las funciones inherentes a su tarea, agrupándolas y categorizándolas en cuatro competencias:

• Prevención: accionar del cuidador domiciliario que permite advertir y detectar de manera precoz aquellas situaciones que se presenten como mediadores y/o conducentes a deterioros en los aspectos bio-psico-social de las personas que reciben el cuidado domiciliario. Palabras clave: advertencia, alarma, detección.

• Promoción: centrar la mirada en la identificación y la optimización de las posibilidades existentes que presenta cada persona cuidada, de las conductas rescilientes y promover acciones de estimulación que permitan o fortalezcan, según corresponda, la integración social a fin de lograr una mejor calidad de vida. Palabras clave: resiliencia, optimización, estimulación.

• Educación: esta función pretende que el cuidador domiciliario sea el interlocutor para difundir aquellos conocimientos específicos incorporados, a quien cuida y a su grupo familiar. Transmitir conceptos acerca de cuidados y autocuidados; proveer información sobre la disponibilidad y acceso de recursos existentes a nivel comunitario; incidir en la desmitificación de prejuicios y estereotipos. Palabras clave: información, comunicación, difusión, formación.

• Asistencia: proveer apoyo y entrenamiento en el desenvolvimiento de las actividades de la vida diaria del adulto mayor, en el cuidado de la salud, en la rehabilitación posible en cada caso y situación particular, y en todo aquello que incida en una mejor calidad de vida, de aquellas personas que reciben el cuidado. Palabras clave: apoyo, adiestramiento, calidad de vida.

Perfil técnico del cuidador domiciliario

El perfil técnico es “el conjunto de aptitudes, conocimientos y experiencia laboral de una persona”. Se entiende como el conjunto de requisitos requeridos, cualidades y conocimientos que deben incorporar los educandos o potenciales cuidadores, con el fin de proveer en forma óptima y adecuada servicios de cuidados.

Establecer y regular el perfil técnico del cuidador implica la necesidad de coherencia y concordancia con las funciones y las tareas que se requieren para dar cumplimiento al perfil laboral de quien se desempeña como tal. Es necesario, por lo tanto, detallar los requisitos a tener en cuenta al momento de valuar y evaluar la pertinencia del perfil técnico.

Describir y delimitar este perfil incluye, por lo tanto:

la necesidad de conocer objetivamente datos como la edad, el nivel de educación y la experiencia,

como así también los aspectos relacionados a las características de la personalidad que influyen directamente en la aptitud, habilidad o destreza de quien se formará como cuidador,

y en igualdad de importancia la correspondiente capacitación e incorporación de saberes y conceptos, requisito fundamental para la formación y el desarrollo de recurso humano calificado e idóneo para la tarea.

Los requisitos mencionados deben concentrarse en cuatro variables, que pue-den enunciarse como las de índole personal, socio-económica, psicológica y formativa.

Variables de índole personal

La primera variable incluye los indicadores correspondientes a edad, sexo, y salud.

La edad se transforma en un indicador de relevancia al momento de determinar el perfil técnico del cuidador domiciliario, la franja etaria que se propone y se considera adecuada es la de 25 a 50 años, y se corresponde con los requisitos madurativos de los cuidadores.

Personas de poca edad podrían tener dificultades al momento de la toma de decisiones o en situaciones en las que se ponen en juego relaciones intrafamiliares. Y aquellos que tuvieren una edad cercana a los adultos mayores que cuidan, seguramente tendrían un alto grado de involucramiento emocional que no les permitirá mantener la distancia óptima y obstaculizaría el desarrollo de la tarea.

De todas maneras, estas consideraciones no pretenden ser categóricas, será incumbencia de quien valora este indicador, proponiendo en cada caso particular la flexibilidad necesaria, sin dejar de visualizar que su modificación no incidirá en la realización de la tarea de cuidados domiciliarios de manera eficaz y eficiente.

El sexo es un indicador de poca incidencia al momento de evaluar el perfil técnico de quien recibirá la capacitación, no es excluyente y no existe diferenciación alguna. Mujeres y varones tienen capacidades y están en condiciones de prestar servicios de cuidados domiciliarios a pesar de ser ésta una tarea asociada a la competencia femenina.

La salud sí se convierte en un indicador fundamental, pues permite determinar las condiciones adecuadas y necesarias que el cuidador debe tener para el desarrollo de su tarea. Tener un buen estado de salud, implica la evaluación de los aspectos físicos y psíquicos del cuidador.

La variable socioeconómica

Esta variable concentra indicadores objetivos tales como los sociales y los económicos. Los indicadores sociales deben ser evaluados en profundidad, pero para nada deben considerarse excluyentes.

Si bien la persona que se propone para la tarea de cuidador asume un rol social que implica un gran compromiso y responsabilidad en el ámbito comunitario, seguramente son personas que tienen una carga familiar importante, poca disponibilidad y flexibilidad horaria y situaciones imponderables a resolver en el día a día.

Cuestiones que por supuesto requieren de una evaluación profunda y deben ser consideradas relevantes pero nunca determinantes de la exclusión, pues una buena intervención de los profesionales evaluadores puede contribuir a la identificación y organización de estos aspectos, contribuyendo no sólo la posibilidad de aplicar paliativos a las dificultades planteadas, sino especialmente propiciar la inclusión social a partir de la formación, permitiendo no sólo la incorporación de conceptos sino propiciando la elevación de la autoestima y autovaloración de las personas que participen de la capacitación.

Los indicadores económicos cumplen un rol relevante, pues ponen en juego aspectos bien diversos, relacionados con la remuneración o pago que van a percibir por la tarea como cuidador, la satisfacción por el desempeño del rol y sus funciones, y la capacidad para el trabajo. Este indicador también asume un carácter relevante, pues nos obliga a diferenciar y valorar si la elección de formarse como cuidador domiciliario está más motivada por la posibilidad de generar recursos e ingresos económicos que optar por una razón verdaderamente vocacional. O bien la confluencia de ambas.

Cuidados Domiciliarios que prioriza la inclusión de personas desocupadas o aquellas titulares de derechos de planes nacionales, provinciales o municipales, proyectando su inclusión sociolaboral.

La variable psicológica

La variable psicológica concentra aspectos claves en la constitución del perfil técnico del cuidador domiciliario, pues influye sustancialmente en la construcción de vínculos con la persona que recibe el cuidado, su entorno y grupo familiar y sus redes sociales de apoyo. Esta variable considera los siguientes indicadores: cualidades personales y cualidades actitudinales.

Las cualidades personales son aquellas que representan al cuidador domiciliario en el desempeño de su tarea y se relacionan con las características de personalidad. La responsabilidad, el compromiso, la autoestima, la autovaloración, la integridad ética y moral, son algunas.

Las cualidades actitudinales se refieren a aquellas capacidades cognitivo-afectivas que respaldarían una adecuada atención al destinatario del servicio de cuidados. Son el conjunto de valores, creencias, conocimientos y expectativas propias de cada individuo. Representan lo que una persona considera como verdadero-falso, bueno-malo.

La variable formativa

Implica el aprendizaje desde tres perspectivas o ámbitos: el conocimiento, el desarrollo de habilidades y la presencia de valores y actitudes. Este proceso producirá como resultado final mejor rendimiento, nuevas habilidades, nuevos conocimientos y nuevas actitudes.

El análisis de esta variable debe considerar indicadores relativos a la instrucción y a la experiencia. En el desarrollo de la misma, las capacidades básicas para la formación como la educación formal, la educación no formal y la experiencia ocupan un lugar destacado, por ende son los indicadores de la variable enunciada.

La educación formal resulta un indicador importante, se valora el nivel primario completo como el adecuado, teniendo en cuenta que es necesario que quien va a recibir la capacitación específica de cuidador domiciliario cuente con herramientas tales como lectura fluida, comprensión de textos, redacción coherente y otros.

La educación no formal, concentra el recorrido de las personas en áreas por fuera del sistema educativo formal. Este indicador permite inducir al momento de evaluar a personas con deseos de capacitarse, la motivación que presentan en relación a la temática y la iniciativa para la formación.

La experiencia es un factor motivador de importancia, e insta a las personas que realizan esta actividad de manera empírica a transformarse en un recurso humano calificado para la tarea.

Su formación, desde una perspectiva integral e integrada de la vejez y del envejecimiento, busca potenciar aquellos aspectos ligados a la relación cuidador domiciliario-persona cuidada, priorizando la flexibilidad en el trato personal, la adaptación al desempeño de sus funciones, el acompañamiento con una actitud de comprensión y escucha, respetando la autonomía y favoreciendo la autoestima de la persona atendida y la madurez para superar situaciones de pérdida o duelos.

En síntesis, la búsqueda del perfil técnico óptimo del cuidador domiciliario debe potenciar aspectos ligados a la relación cuidador – persona cuidada.

En la construcción del perfil técnico, será importante trabajar aspectos relacionados a sentimientos de omnipotencia y su contracara de impotencia  o frustración ante la imposibilidad de dar respuestas a todas las demandas que puede realizar el adulto mayor. Por lo tanto, será importante que el cuidador domiciliario pueda con la supervisión de los profesionales trabajar en la identificación y delimitación de metas posibles.

Otro aspecto que contribuye al perfil técnico es el motivacional, en la elección de este rol; el por qué desea y elige ser cuidador domiciliario.

¿Tiene en su familia alguna persona adulta mayor, discapacitada o con una enfermedad que requiere o ha requerido cuidados y se profesionaliza para ofrecer sus servicios?

¿Ve su tarea como un acto de solidaridad y conmiseración con el otro? ¿Cree que se trata de un perfil asistencial basado en la compasión y en la satisfacción personal que da ayuda al prójimo?

¿Entiende que esta capacitación se convertirá en un facilitador para su inclusión sociolaboral?

Las respuestas a estas preguntas servirán también como insumos para los profesionales que coordinan o supervisan los sistemas de cuidados. Les permitirá trabajar específicamente en la apropiación del rol por parte del cuidador domiciliario para poder a través del mismo trasmitir la especificidad de su tarea, plasmar en cuidados idóneos y adecuados la prestación, e identificar, cuando se posee, la vocación.

Y, además, advertir la ventaja y el deseo de organizarse en cooperativas, herramienta fundamental para su desarrollo personal y del grupo.

Perfil laboral del cuidador domiciliario

El perfil laboral es el conjunto de las tareas, funciones, acciones y características de una ocupación o trabajo determinado.

En el perfil laboral del cuidador domiciliario deben considerarse las tareas se espera que él desarrolle en correspondencia con los conocimientos y saberes adquiridos durante la formación. Se refiere a las tareas, rol y funciones, relacionadas a las características propias del desenvolvimiento de la vida diaria del adulto mayor.

El logro de un perfil laboral adecuado debe ser prioritario en la escala de objetivos de quienes tienen la responsabilidad de capacitar y formar recurso humano para la atención domiciliaria.

Calificar a este grupo requiere de un gran compromiso académico para la implementación del programa educativo y por supuesto implica la necesidad de generar aquellas herramientas necesarias, que permitan, en proyección, visualizar la inclusión sociolaboral de los cuidadores en el mercado formal de trabajo.

Tareas inherentes al perfil laboral del cuidador domiciliario

Se detallan a continuación aquellas tareas inherentes al perfil laboral del cuidador domiciliario, que deben ser propuestas en el marco formativo desde un enfoque integral (bio-psico-social) de la vejez y basado en el paradigma de derechos:

Acompañamiento y asesoramiento en todas las actividades de la vida diaria.

Administración de medicamentos por vía oral y de uso externo, indicados y prescriptos por profesionales.

Preparación de alimentos. Ingesta asistida.

Higiene y arreglo personal y del hábitat.

Acciones preventivas de accidentes.

Actividades recreativas y ocupacionales acorde a sus posibilidades.

Colaboración en las prácticas indicadas por el profesional.

Difusión de acciones de promoción de la salud y reinserción social.

En resumen

La conjunción del perfil técnico y laboral en el perfil “cuidador domiciliario” implica formación, idoneidad, responsabilidad, compromiso, disposición para trabajar en equipo, aceptación de indicaciones emanadas de los profesionales intervinientes, capacidad para realizar aportes criteriosos, confidencialidad, ética. Requerimientos excluyentes, entre otros, que debe reunir una persona para desempeñarse en los servicios de cuidados domiciliarios.

El cuidador domiciliario, cualquiera sea su ámbito de actuación, ya sea bajo relación de dependencia, como integrante de una cooperativa, o como trabajador independiente, necesitará desarrollar sus actitudes personales, sus conocimientos, su experiencia, y sus habilidades y destrezas adquiridas a fin de afianzarse en su desarrollo laboral.

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Vínculo cuidador – adulto mayor

El término vínculo, del latín vinculum, significa unión o atadura de una persona o cosa a otra.

Partiendo de esta definición, debemos cuidadosamente dar cuenta de la implicancia del vínculo que se construye entre el binomio cuidador-persona cuidada.

Un vínculo implica la presencia de dos, y por supuesto el reconocimiento de un otro diferente y diferenciado. En ese reconocimiento está la necesidad de trabajar progresivamente en la construcción de este vínculo que supone la posibilidad de un encuentro intergeneracional que derribe estereotipos, que permita un enriquecimiento mutuo y genere un espacio genuino de acercamiento y escucha.

El vínculo se fundamenta en la relación con el otro y en las emociones que se ponen en juego. Exige ponerse en la piel del otro, explorar qué siente, qué piensa, escuchar atentamente y responder a sus necesidades con flexibilidad, aceptando sus diferencias. Pero además exige calidez y asumir que, en el cuidado, tan importante como la actividad a realizar, lo es la forma en que se lleva a cabo.

Cuando lo que las personas mayores reclaman es apoyo, comprensión, o alivio, los cuidadores no pueden responder exclusivamente desde la teoría o el marco conceptual. Cuidar exige compromiso con la persona, exige sensibilidad humana, exige vinculación.

Este vínculo se construye en una relación de asimetría, es decir el cuidador domiciliario aporta su saber, sus habilidades y destrezas en relación al cuidado que requiere el adulto mayor.

Sin embargo, esta asimetría no implica una relación de poder. Por el contrario, debe ser una relación de complementariedad a fin de propiciar el desarrollo de potencialidades. Se trata de no imponer la suplementariedad, no suplir al otro (a excepción de situaciones que así lo requieran y de manera transitoria) a fin de propiciar su autonomía.

Este vínculo debe estar atravesado por el paradigma de derechos.

El adulto mayor no es un beneficiario sino un titular de derechos.

Este vínculo implica procesos de empoderamiento, de crecimiento y de aprendizaje para ambos actores.

Distancia óptima

La existencia de una distancia óptima, constituye un factor fundamental en la fórmula cuidador – persona cuidada. No proveer a través del cuidado una actitud paternalista, tampoco brindar un apoyo despersonalizado, el equilibrio: humanizar la tarea. Ni muy cerca ni muy lejos.

Se advierte que el paternalismo mantiene cierta vigencia en la relación de los profesionales, técnicos y cuidadores con las personas mayores y esto no sólo dificulta la promoción de su autonomía, sino que favorece su infantilización.

Si bien al momento de trabajar en esta construcción y proceso de poder, encontrar la distancia adecuada entre el cuidador y quien es cuidado, no podemos negar que la autonomía de los mayores que reciben la prestación de cuidados domiciliarios puede verse razonablemente limitada, pero esto no justifica que no se les consulte, pregunte e informe sobre aquellos procedimientos que se pondrán en práctica.

Quizás esta actitud tenga que ver con que frecuentemente se confunde su incapacidad para realizar las actividades de la vida diaria con la incapacidad para tomar decisiones.

Lograr una distancia óptima en esta interrelación opera directamente en el adulto mayor y su entorno familiar brindándoles mejores posibilidades de ayuda, apoyo y cuidados. Esta relación equilibrada, posibilita verdaderos cambios emocionales y permite una mayor conciencia de la situación y la posibilidad de acceder a una herramienta fundamental: la prevención.

De ahí que surja este intento de reflexionar acerca de lo que denominamos distancia óptima en el cuidado, un intento de sentir y pensar qué nos ocurre cuando estamos frente a un otro que nos necesita. Lograr la distancia óptima implica una construcción, un proceso en el vínculo entre el cuidador domiciliario y el adulto mayor.

Pensar la distancia como una elaboración artesanal, que permite el encuentro, el surgimiento de las singularidades, de un vínculo satisfactorio, que esté relacionado con la comunicación y el aprendizaje, no con la estereotipia o reproducción de modelos.

Ni muy cerca ni muy lejos es la consigna. Mucha distancia o mucha cercanía puede generar problemas en esta relación. El grado óptimo de distancia o cercanía varía de una persona a otra e incluso, en la misma persona a lo largo del día.

No resulta una tarea sencilla ya que requiere capacidad de reflexión, autocrítica y flexibilidad. Implica en definitiva estar atentos para que la extrema cercanía o distancia emocional con la persona cuidada no impida ver a esa otra persona como un otro diferente, y se provoque desde una incorrecta intervención su fragilización o bien no se identifiquen necesidades y potencialidades.

Dignidad, respeto, intimidad, información y confianza en la tarea de cuidados domiciliarios

He determinado agrupar estos aspectos y no definirlos aisladamente, pues considero que cada uno de ellos guarda interrelación con el otro, o bien se encuentra contenido en otro, y todos juntos dan cuenta de la construcción del rol del cuidador domiciliario, aspirando a la consumación de los valores éticos y morales concebidos en la tarea.

Dignidad deriva del término latino dignus y se traduce como “valioso”. El concepto de dignidad se basa en el reconocimiento de la persona como valiosa en sí misma por el mero hecho de su condición humana. De este concepto se desprende la idea de trato respetuoso hacia uno mismo y hacia los demás.

Todo ser humano, independientemente de sus características personales en cuanto a sexo, edad, etnia, situación económica, social, cultural, y creencias, es merecedor de respeto.

Las personas en situación de dependencia o necesidad de recibir cuidados son especialmente vulnerables a recibir un trato que no respete su dignidad.

El trato digno a las personas mayores destinatarias de servicio de cuidados, se traduce en aspectos muy concretos de la atención cotidiana, y sobre las cuales se debe prestar una especial atención, como:

a) la protección y garantía de la intimidad y la privacidad,

b) la protección de la propia identidad y el cuidado de la imagen personal,

c) evitar los sentimientos de exclusión,

d) el respeto a la edad adulta y

e) el respeto y apoyo al desarrollo del proyecto de vida propia.

Asimismo, la dignidad y el respeto están presentes en los espacios de participación de la persona mayor en los procesos cotidianos de su cuidado; el cuidador debe propiciar estas situaciones promoviendo su autonomía, instándolo a que opine, elija y tome decisiones. La participación de las personas mayores debe reconocerse como actos únicos y diferenciados, y no estandarizar acciones y personas en iguales o distintas situaciones o actividades.

La participación en la toma de decisiones o elecciones puede verse facilitada por el cuidador, ofreciendo posibilidades y oportunidades diversas como el acceso a una información inteligible sobre cuestiones inherentes a la tarea o relacionadas con su atención directa o estado.

Los adultos mayores tienen que ver posibilitada la expresión de sus deseos, preferencias y opiniones, y de esta manera poder ejercer el control sobre aquellas actividades de su vida cotidiana, como el aseo, la comida, etc. Es necesario remarcar que estas condiciones sólo pueden darse si el cuidador propone y facilita tiempos de escucha activa, despojado de todo prejuicio.

Una adecuada gestión informativa que se da en esta relación interpersonal cuidador – persona cuidada conlleva, desde el cuidador, a relatar qué acciones o cambios se pretenden promover, explicar cómo se va a proceder, despejar miedos e inseguridades, alertar sobre resistencias previsibles, ajustar expectativas y plantear metas posibles, así como propiciar espacios y canales que permitan una comunicación fluida.

Lo expuesto permite considerar que la dignidad se pone a prueba diariamente en la relación entre cuidadores y personas destinatarias del cuidado. Dar respuestas moralmente adecuadas a través del cuidado, no debe asociarse únicamente al respeto estricto de los derechos de las personas mayores, sino que además debe atender sus necesidades tal y como ellos las sienten, perciben y expresan.

Un aspecto esencial para valuar, la dignidad y el respeto, no puede ser la ausencia de negligencia al momento de encarar la tarea, sino corresponde identificar la presencia de diligencia y excelencia. Aspiración esta que deberá construirse en la relación que se establezca con la persona mayor receptora del cuidado y en la habilidad para dar soluciones a las necesidades en su vida cotidiana.

La excelencia se pone en juego en cosas tan sencillas como escuchar a los mayores, llamarlos como les guste ser llamados, comunicarse con ellos, mantenerlos informados, ayudarlos o vestirlos dignamente, respetar su intimidad, en definitiva, considerar que la persona que recibe los servicios de cuidado es ante todo un titular de derechos.

La ausencia de estos valores, resultan una amenaza a la dignidad de las personas mayores.

Es cierto que, al igual que muchos cuidadores, las personas mayores no han sido educadas en este modelo de relación y frecuentemente solicitan de su ayuda a la hora de tomar decisiones. Esta solicitud es también una forma de ejercer su autonomía, no una renuncia a la misma, y no puede servir de pretexto para obviar el deber de informar.

Otro aspecto fundamental en esta relación interpersonal, es la confianza.

Para visualizarla es necesario formular algunas preguntas: ¿Cuál es el comportamiento en situaciones críticas y/o concretas? ¿Cuál es el grado de compromiso en el cuidado? ¿Qué valores se hacen presentes y qué tipo de relación mantienen cuidadores y personas mayores? ¿Se trata de una relación meramente contractual, o se avanza en una relación basada en la confianza?

Si se pretende realizar la tarea de cuidados de manera eficaz y eficiente, resulta imprescindible dar respuestas a estas preguntas.

Si el cuidador parte de prejuicios que catalogan a las personas mayores como demandantes, poco colaboradoras o personas incapaces, que no se enteran ni saben nada, solo podrán establecerse relaciones distantes y basadas en la desconfianza, que provocarán actitudes defensivas y obstaculizarán la tarea de cuidar.

El cuidado sólo puede sustentarse en relaciones en las que exista confianza mutua.

Conclusión

A través de estas líneas se ha pretendido contribuir y colaborar con profesionales, alumnos y cuidadores, evidenciando la importancia que tiene, no sólo la identificación de las características personales al momento de seleccionar los perfiles adecuados para el cuidado domiciliario, sino también acercar algunos criterios de orden orientativos que den cuenta el adecuado ejercicio del rol del cuidador.

Todo ello en sintonía con las preferencias de las personas destinatarias del cuidado, permitiéndoles la continuidad y el desarrollo de sus proyectos vitales y respetando el derecho de elegir envejecer en sus hogares, con una mejor calidad de vida.

Cuidado del Cuidador

Qué es cuidar

Cuidar es un acto natural, es un acto de vida. Cada acto que hacemos cuando cuidamos a alguien es simple, pero tiene efectos muy importantes para quien es cuidado.

Es una atención integral a la persona en todos sus aspectos, dirigida a la salud, a mantener la vida. Ayuda en la satisfacción de las necesidades básicas, requerimientos indispensables para mantener la vida.

El cuidado implica comunicación, confianza, compromiso y amor. Lleva a una transformación profunda y cualitativa.

Muchos son los condicionantes que se ponen en juego para poder cuidar: historia vincular, apego o cercanía con adultos mayores, personalidad del cuidador, disponibilidad horaria, condiciones físicas y emocionales, edad, facilidad para la realización del tipo de tareas que se requieren, etc.

Es por eso que, en cada uno o varios de estos condicionantes, podríamos encontrar tanto fuentes de estrés, como elementos para fortalecer o apoyar al cuidador.

El buen desempeño

La posibilidad del buen desarrollo personal y de las tareas del cuidador tienen que ver con factores asociados con la aparición de situaciones de desgaste o estrés, por un lado, y con factores que funcionan como protección o compensación que disminuyen el impacto de esas situaciones.

El buen desempeño estaría determinado por el equilibrio relativo entre los factores de riesgo (factores que incrementan la posibilidad de que aparezcan síntomas de estrés) y factores de protección o compensación (son aquellos factores que disminuyen dicha posibilidad).

Los podemos agrupar, según el aspecto a que se refieren, en los siguientes niveles:

Consecuencias del estrés en el cuidador

Efectos de la tensión emocional que podemos observar en las personas que cuidan:

Problemas de sueño.

Pérdida de energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo, etc.

Aislamiento emocional y/o social.

Consumo excesivo de medicamentos.

Problemas físicos: palpitaciones, temblor de manos, trastornos digestivos, ginecológicos.

Dificultad en la atención, percepción y memoria.

Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto de interés.

Aumento o disminución del apetito.

Actos rutinarios repetitivos como, por ejemplo, limpiar continuamente.

Enojo, malhumor.

Accidentes.

Sentimientos de depresión o nerviosismo.

No admitir la existencia de síntomas físicos o psicológicos que se justifican mediante otras causas ajenas al cuidado.

La persona que debe cuidar le empieza a resultar una molestia.

Desborde emocional, angustia, llanto.

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Autocuidado. Prevención

Las múltiples y variadas responsabilidades del cuidador dificultan que en ciertas oportunidades pueda disponer del tiempo y fuerzas necesarias para cuidarse a sí mismo.

No obstante, los cuidadores que quieran disfrutar de un mayor bienestar tanto emocional como físico, así como desarrollar un óptimo rendimiento en las tareas relacionadas con el cuidado, necesitan darse cuenta de la importancia que tiene cuidar de sí mismo y aprender cómo hacerlo.

¿Cómo cuidarnos?

Reduciendo la frecuencia de aparición de factores de riesgo, impactando en su duración, colaborando en la implementación de estrategias para abordar problemas que se les pueden presentar a los cuidadores e impedir que se presenten, potenciando, manteniendo, introduciendo factores de protección que actúen compensatoriamente a las situaciones estresantes.

El punto de partida del proceso de aprender a cuidar de uno mismo es tomar conciencia de la necesidad de cuidarse más.

¿Por qué razones un cuidador tendría que cuidarse más?

Tal vez por dos motivos: para cuidar mejor, y para mantener la propia salud y bienestar y, por tanto, aprender a respetarse a sí mismo de manera que llegue a ver su vida tan digna como la de la persona a la que cuida.

Aspectos Generales del envejecimiento

La transición epidemiológica

Junto con el envejecimiento de la población se produce un cambio denominado transición epidemiológica, lo que significa que las enfermedades agudas se convierten en crónicas, lo que disminuye su mortalidad, pero se prolongan a lo largo de toda la vida del individuo, con sus consecuentes limitaciones de secuelas o invalidez.

En relación con esto, según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del 7% al 10% de la población general padece algún tipo de discapacidad, es decir que existen en el mundo aproximadamente más de 500.000.000 de personas con discapacidad, de los cuales las 4/5 partes corresponden a países o regiones en desarrollo.

La situación en nuestro país

La Argentina es uno de los países mas envejecidos de Latinoamérica, mostrando signos de su envejecimiento desde 1970. En la actualidad, según cifras aportadas por el INDEC (2001), presenta un 13,4% de personas mayores de 60 años, representando las mujeres casi el 60% de esta cantidad.

No sólo aumenta el número de personas mayores sino que, a partir de los 75 años, este crecimiento se acelera aun más. Las personas mayores de 75 años, en nuestro país, representan un 30% de la población mayor, denominando a este grupo “vejez frágil”.

Nos encontramos entonces con mayor población de personas mayores que irá francamente en aumento, con el consecuente aumento de la población mayor que presenta alguna discapacidad.

Personas mayores con discapacidad

En referencia a la situación de discapacidad, la Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad en nuestro país (ENDI 2002-2003) nos muestra que el 28% de las personas de 65 años y más, presentan algún tipo de discapacidad, y el 37,8% en los mayores de 75 años.

La Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad (ENDI) nos permite saber que la mayoría de las personas de 65 años y más presentan solo una discapacidad (63%), y un porcentaje menor pero importante presentan dos (28%) y tres discapacidad (9%), por lo cual se hace sumamente necesario el apoyo a las familias a través de sistemas de cuidados domiciliarios.

Veámoslo gráficamente.

En referencia al tipo de discapacidad que presentan las personas mayores de 65 años la más frecuente es la motora (46%), le siguen las visuales (23%) y auditivas (22%) y en menor proporción las mentales (6%) y las del habla.

 Necesidad de cuidados

Aunque no todas las personas mayores presentan discapacidades, muchas tienen dificultades para realizar las tareas de la vida diaria si no encuentran quien las ayude.

La ENDI nos muestra que el 9% de las personas mayores de 75 años necesita apoyo para comer y beber, el 27% para lavarse y cuidar su aspecto personal, el 31% para realizar las tareas domésticas, y el 38% para salir de su casa.

Si bien estos apoyos generalmente los realizan los miembros de las familias, no siempre están en condiciones de hacerlo. Los cambios en las familias de los últimos años han sido realmente muy importantes. Las mujeres, principales cuidadoras en el núcleo familiar, han ido conquistando derechos, y han irrumpido en el mundo público, dedicándose a una tarea profesional, a la actividad política, social, o ejercer una ocupación laboral, lo que deja un vacío en la familia para el cuidado de las personas mayores.

Es por ello que resulta imprescindible la capacitación de personas que desarrollen la tarea de cuidados en el hogar de este grupo poblacional,

y así brindar a las personas mayores una alta calidad en la atención, y a las familias el apoyo necesario para que puedan seguir manteniendo a las personas mayores en casa, y evitar así la institucionalización.

¿Qué es el envejecimiento?

El envejecimiento es un proceso largo que comienza cuando nacemos y finaliza con la muerte. Desde el punto de vista individual, es inexorable, todos envejecemos.

La edad física (cronológica) es una variable importante, pero no la única, puesto que no todas las personas envejecen o cambian físicamente al mismo tiempo sino que la historia de vida, su salud, educación, trabajo, nutrición, relaciones familiares, etc., diferencian a las personas en la vejez.

Por lo tanto, debemos distinguir entre la definición cronológica de la vejez (la edad en años) y la construcción social que se realiza de ella.

Por ejemplo, en el Siglo XIII, se era viejo o vieja a los 30 años y en el siglo XVIII, a los 40, y hoy, ¿a qué edad se convierte uno en una persona mayor? Naciones Unidas propone que la edad que determine la vejez para los países desarrollados (por ejemplo: EE.UU, España, Francia Reino Unido, etc.), sea a partir de los 65 años y para los países en vías de desarrollo, (Argentina, Brasil, Uruguay) a partir de los 60.

Tomamos entonces para la Argentina y para Latinoamérica la edad de 60 (sesenta) años.

La esperanza de vida se alarga, y esto debe ser considerado un logro de la humanidad.

Video que es el envejecimiento normal

La gerontología

Esta división de la edad nos permite establecer políticas gerontológicas, entendiendo por gerontología a la disciplina encargada de estudiar la vejez y el proceso de envejecimiento.

La palabra Gerontología procede del griego “geron/ gerontos” que significa los más viejos/ notables de la sociedad griega y “logos” que significa tratado/ conocimiento. Distinguimos a la geriatría de la gerontología, dado que la geriatría  es la rama de la ciencia médica que se ocupa de los aspectos clínicos, terapéuticos y preventivos relacionados con el proceso salud-enfermedad de las personas mayores.

La gerontología es más abarcadora e incluye a la geriatría.

La gerontología es un saber multidisciplinario en la medida en que se nutre de las ciencias biológicas, sociales y psicológicas, puesto que el envejecimiento impacta en la vida individual de las personas, y también en los distintos sectores e instituciones de la sociedad (economía, seguridad social, salud, educación, etc.).

Es importante tener en cuenta que no es lo mismo envejecer en Jujuy que en Tierra del Fuego, o en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que no es lo mismo envejecer en un contexto de pobreza que en un contexto de riqueza, que no es lo mismo envejecer con plena salud que con múltiples enfermedades, que no es lo mismo envejecer teniendo una familia continente, que envejecer sin familia.

Cuando trabajamos con grupos de personas mayores estas diferencias son realmente significativas debemos tenerlas presentes.

La Dra. Rocío Fernández Ballesteros, en su libro Gerontología Social1, ejemplifica los campos de la gerontología en el siguiente gráfico:

La atención domiciliaria

La atención domiciliaria se define como el conjunto de servicios de apoyo sanitarios y sociales prestados a las personas en su hogar, manteniéndolos en sus casas el mayor tiempo posible y conveniente, insertos en su comunidad y conservando sus roles familiares y sociales, con el fin de mejorar su calidad de vida.

Asimismo, intenta evitar internaciones innecesarias, generando habilidades remanentes y promoviendo nuevas redes solidarias de contención. Para que las prestaciones de estos servicios sean eficientes, deben brindarse de manera continua y planificada, y responder a un trabajo interdisciplinario.

Los servicios de apoyos domiciliarios surgen después de la II Guerra Mundial, como respuesta a la gran cantidad de personas con discapacidades que resultó de la misma, y como pilar de los servicios sociales.

De esta manera cada año aumenta significativamente la cobertura de los cuidados domiciliarios, entendidos como una prioridad a la hora de brindar servicios sociales a las personas mayores.

Atención domiciliaria y servicios de apoyo domiciliarios

Queremos distinguir entre la atención domiciliaria y los servicios de apoyo domiciliarios: la atención domiciliaria contiene a los servicios de apoyo, dado que es un concepto más amplio.

Presentan cuatro categorías, según el tipo de problemática bio-psico-social que atiendan y el estado de gravedad que presenten los usuarios del sistema.

Estas son:

• Servicios de alta tecnología. Dirigidos a personas que presentan una patología que requiere para su tratamiento de tecnología compleja. Ejemplo de estos servicios son las diálisis renales, la nutrición enteral o parenteral, el uso de respiradores, la farmacoterapia avanzada, etc. Se basan fundamentalmente en atención de especialistas apoyados con tecnología de alta complejidad en el domicilio.

• Servicios especializados. Estos servicios se basan, no sólo en el profesional médico, sino principalmente en el personal de enfermería, en el fisioterapeuta, en el terapista ocupacional, en el fonoaudiólogo, y en el nutricionista, entre otros.

• Servicios de baja complejidad. Se brindan a personas que, por razones biológicas, psicológicas y/o sociales, no pueden realizar las tareas de la vida diaria por sí solos y necesitan ayuda para desarrollarlas. Se apoyan en personal técnicamente capacitado (cuidador) para realizar actividades como: organización del hábitat, higiene y arreglo personal, preparación de alimentos, prevención de accidentes, administración de medicamentos por vía oral, colaboración con prácticas indicado por profesionales, acompañamiento y asesoramiento en todas las actividades de la vida diaria, realización de trámites a las personas atendidas y actividades de recreación y de reinserción laboral y social. Corresponde a los servicios de baja complejidad denominamos cuidadores domiciliarios o servicios de apoyo domiciliarios.

• Servicios para pacientes terminales. Incluyen todos los servicios mencionados anteriormente, incorporando los de asistencia espiritual, psicológica y legal.

Se observa en consecuencia, una variedad de conceptos, que van desde prestaciones amplias a otras más restringidas de la ayuda a domicilio, entendiéndose esta última como la prestación de servicios básicos de apoyo a la subsistencia en el propio hogar basados en criterios de prevención y promoción.

La prestigiosa gerontóloga española Pilar Rodríguez define a los servicios de cuidados domiciliaros (apoyo domiciliario), como:

… un programa individual, de carácter preventivo y rehabilitador, donde se articulan técnicas de intervención profesional consistentes en atención personal, domésticas, de apoyo psicosocial, y familiar a las personas que tiene dificultades en su autonomía personal.

¿Por qué individual?

Porque no debe ser concebida como una prestación estándar, sino por el contrario debe planificarse de manera individual para cada caso, de acuerdo a cada situación personal, familiar y social.

¿Por qué preventivo?

Porque intenta prevenir situaciones que aumenten el riesgo de pérdida de la autonomía, crear hábitos y estilos de vida saludable, prevenir caídas, o accidentes en el hogar al adecuar la vivienda y utilizar ayudas técnicas o apoyos, así como fortalece los vínculos familiares y sociales.

¿Por qué rehabilitador?

Porque pretende recuperar capacidades funcionales perdidas, mediante el entrenamiento de habilidades para las actividades de la vida diaria tales como vestirse, desvestirse, comer, beber, asearse, realizar tareas domesticas, comunicación con el exterior, realizar actividades lúdicas y recreativas.

Cuando hablamos de técnicas profesionales, queremos enfatizar dos aspectos, por un lado, que cada actividad que se realice debe ser planificada, supervisada y evaluada por un equipo profesional. Y por otro que los cuidadores que realizan la tarea planificada deben haber recibido una formación especializada antes de realizarla.

Los servicios de cuidados domiciliarios tienen como objetivo fundamental favorecer e incrementar la autonomía personal.

Derechos de las personas mayores

Plan de acción internacional sobre envejecimiento

En el año 2002 Naciones Unidas realizó en Madrid, España, la Segunda Asamblea Mundial Sobre el Envejecimiento en donde se aprobó la Declaración Política y el Plan de Acción internacional de Sobre Envejecimiento.

El Plan de Acción Internacional Sobre Envejecimiento presenta 3 Orientaciones Prioritarias (líneas de acción):

I- Personas de edad y el desarrollo.

II- El fomento de la salud y el bienestar en la vejez.

III- Creación de un entorno propicio y favorable.

La Orientación Prioritaria III, establece la importancia de los servicios comunitarios para mantener la independencia de las personas mayores, promoviendo servicios de cuidados domiciliarios.

Conclusiones

Nuestra sociedad ha sufrido cambios fundamentales en sus roles familiares, hemos pasado de una familia en la que convivían dos o tres generaciones, a la familia nuclear (padre, madre e hijos). La incorporación de la mujer al mercado laboral ha provocado que los cuidados que las familias brindan a sus miembros, a través de las mujeres, tengan que ser suplidos por personas ajenas a ellas.

Los cuidados domiciliarios juegan un papel fundamental en la atención de las personas mayores frágiles, o con dificultad en su autonomía y deberá seguir cumpliendo este papel para una cifra cada vez mayor de personas dado el envejecimiento poblacional. Es la piedra angular de los servicios de asistencia comunitarios.

Debemos destacar la importancia de las redes informales (familiares, amigos, vecinos) como principales suministradores de asistencia para las personas, pero ese asistente informal debe ser apoyado. De esta forma se resalta el importante papel, a menudo ignorado, de la asistencia a domicilio en cuanto a la prevención de dependencias y traumas, tales como el derrumbamiento del cuidador informal.

Ejercicios sobre el rol del cuidador

Acerca del rol del cuidador

Reflexionando sobre el rol del cuidador, les proponemos pensar sobre las siguientes afirmaciones. Justifique a partir del verdadero o falso:

“… El cuidador domiciliario se encuentra preparado para acompañar y asesorar las actividades de la vida diaria…”

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“…El cuidador domiciliario se encuentra capacitado para administrar la medicación…”

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“…El rol del cuidador es igual al del enfermero…”

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“…Una de las tareas el Cuidador domiciliario es realizar las tareas domesticas…”

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“…El cuidador domiciliario coloca inyecciones…”

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“…El cuidador domiciliario no puede bajo ninguna circunstancia tomar la presión…”

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“…El cuidador domiciliario realiza los mandados del Adulto Mayor y de su grupo familiar…”

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“…El cuidador domiciliario no se ocupa de actividades de recreación y tiempo libre para el Adulto Mayor…”

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“…El cuidador domiciliario toma decisiones por el Adulto Mayor…”

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“…El cuidador domiciliario siempre que se producen discusiones en el seno familiar, toma partida a favor del Adulto Mayor…”

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