LA ADOLESCENCIA
Para nuestro estudio de la adolescencia contemplamos este importante período evolutivo desde los 15/16 años (final de la pubertad), hasta los 20 años (inicio de la etapa adulta).
Definición y características de la adolescencia
Definir el periodo de nuestra vida que transcurre entre los 15/16 y los 19/20 años no es tarea fácil. Quizás una manera de acercarse a la comprensión de lo que ocurre sería describirla como la etapa de grandes cambios psicológicos, en contraposición a la etapa anterior de grandes cambios físicos.
Pero veamos algunas consideraciones que nos acercan a comprender esta especial etapa:
Una crisis para los padres Es indudable que la adolescencia es la etapa más temida por los padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad, se la considera como una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la edad difícil” o de “la rebeldía sin causa”, asociándose fundamentalmente al mal comportamiento y a los problemas en el hijo. Algunos padres consideran la adolescencia como una crisis de tipo patológico, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas del hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir y curar. Al ver la edad de la adolescencia como una enfermedad reprimen conductas de sus hijos que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal, como puede ser el su actitud crítica y el defender sus puntos de vista, aunque sean equivocados. Aquí tienen su origen algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le “vaya de las manos”. Son padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc.) se dedican con la mejor intención a frenarlas. De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos sino que además, provocan situaciones de incomunicación y de conflicto. Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden ser vistos como “defectos”: los adolescentes son imprevisibles, alocados, con reacciones inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a lo fácil, aplazan las tareas, desordenados y reacios a seguir planes y horarios. Conviene que los padres vean esos “defectos” y esas conductas inmaduras no como un retroceso en el desarrollo sino el paso previo de la pubertad a la adultez. Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con respecto a etapas anteriores, y así se dicen: antes era más aplicado, más obediente, más respetuoso, más ordenado, más hablador. En efecto, en la fase adolescente cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía sino porque está intentando “hacerse mayor”, en el sentido de actuar con más autonomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de los padres y con las reglas de la familia. Le cuesta más desenvolverse en esta etapa porque está intentando “valerse por si mismo/a”, vivir sin la protección y exigencias de los padres, y esto requiere tomar “distancia de ellos” y reconsiderar la validez de las reglas establecidas en la familia, aunque lo hace cuestionándolo todo. Los padres necesitan conocer los cambios que surgen en la adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte de un proceso de crecimiento y así poder “acercarse” mejor a sus hijos.
Como crisis en el hijo La adolescencia es la etapa del desarrollo evolutivo humano que implica un cambio cualitativo en el joven: la maduración de la personalidad, que consiste en la conquista de la adultez psicológica y social. El púber sale de la infancia e intenta entrar la edad adulta, es preciso que aparezcan dificultades de adaptación que podemos entender como crisis. La superación de estas crisis es imprescindible para ir logrando la maduración progresiva para alcanzar la edad adulta. Algunas crisis que se producen en la adolescencia: – La crisis de la autoafirmación del yo (que se expresa como oposición y rebeldía a las figuras de autoridad). – La crisis de las ideas (terreno moral, social…). – La crisis de valores (se cuestiona la formación recibida durante la infancia y se la somete a prueba de las propias ideas y experiencias). Estas crisis no convierten a la adolescencia en un periodo de ruptura con todo lo anterior, sino en un periodo de evolución y transformación hacia la etapa siguiente sobre una base recibida y ya adquirida
La adolescencia como transición. La maduración.
La adolescencia es un periodo de transición, es una continuidad en el desarrollo personal del ser humano. Es un periodo normal de transición entre edades donde confluye la estabilidad, la transformación y el cambio. La estabilidad viene dada porque la personalidad que se sigue construyendo en esta etapa se hace desde una historia previa y unos recursos que ya existen (por ej: los niños que aprenden a actuar con iniciativa y autonomía en etapas anteriores estarán mejor capacitados para realizar los ajustes correspondientes en la adolescencia). Una auténtica transición a la vida adulta no se reduce solo a la transformación del organismo infantil en un organismo adulto, tampoco consiste en imitar el mundo externo de la vida adulta, ni siquiera basta con adquirir el estatus social de adulto (los derechos y deberes correspondientes). Es algo más, es además lograr la emancipación respecto de la familia de origen, aunque el hecho de emanciparse de la tutela familiar no siempre significa ser plenamente adulto. Hay muchos jóvenes emancipados que no tienen bien definida todavía su identidad personal: quien soy, quien quiero llegar a ser; ni tienen una personalidad madura: carecen de estabilidad afectiva, poseen escasa tolerancia ante las frustraciones normales de la vida, les cuesta mucho tomar una decisión, no tienen capacidad de esfuerzo y sacrificio para lograr metas, etc. En estos casos no han conseguido aún la adultez psicológica y social, en otras palabras, no han acabado de madurar. A través del proceso de maduración el adolescente “se hace mayor”, se capacita para ser autosuficiente y asumir las responsabilidades propias de la vida adulta.
El proceso de llegar a la adultez psicológica se realiza a través de la maduración en diferentes planos:
– En el plano físico. Como ya vimos en la pubertad, la maduración se concreta en la transformación del organismo infantil en un organismo adulto que se da en esa fase. –
En el plano mental. La madurez se concreta en el paso del pensamiento concreto, típico del niño al pensamiento abstracto o pensamiento formal, propio del adulto. Con el desarrollo de este tipo de pensamiento, el adolescente se encuentra con la posibilidad de pensar por si mismo y acceder a la comprensión del mundo y sobre lo que le rodea.
– En el plano afectivo. La madurez se concreta en que los sentimientos apasionados muy variados y con una gran fuerza operativa, se sepan controlar y manifestar. La maduración afectiva incluye tanto el aprendizaje del autocontrol de las emociones y sentimientos como el desarrollo de la capacidad para expresarlos.
– En el plano social. La madurez consiste en el paso de las relaciones que se dieron en el estrecho marco de la familia y de la escuela, a las relaciones en un contexto social más amplio (como es el grupo de iguales y el grupo de amigos). También se logra por el paso de la relación de tipo grupal a la relación personalizada, propia de la amistad íntima y del enamoramiento. Para madurar el adolescente debe aprender diversos comportamientos propios de la vida adulta, relacionados con las relaciones de pareja y con actitudes y hábitos de trabajo, de convivencia y de cooperación con los demás.
– En el plano de la personalidad. La madurez es un efecto del paso del “yo” hacia fuera, típico de la infancia, al “yo” hacia uno mismo. El centro de interés ya no son los objetos externos, sino uno mismo. El adolescente descubre su riqueza interior, su intimidad, que es uno de los rasgos esenciales de la persona. A medida que el adolescente profundiza en su intimidad y la comparte con otros (en las relaciones de amistad o de amor), está en mejores condiciones de revisar la identidad personal elaborada durante la infancia y de construirse otra nueva, basada en nuevos modelos de identificación. La madurez de la personalidad incluye también el paso de la conducta dependiente a la conducta independiente y autónoma. Del modelo de vida inculcado por los padres a una forma de vida elegida personalmente en función de nuevos valores, y que no necesariamente tienen que ser totalmente opuestos a los de sus padres. A partir de aquí el adolescente maduro comienza a tomar decisiones personales relacionadas con su vida futura y a elaborar un proyecto personal de vida.
Psicología de la adolescencia El púber ya no es un niño, pero el adolescente no es todavía un adulto. De esta ambigüedad que vive el adolescente y de las transformaciones y cambios físicos que está experimentando resulta un complejo mundo de procesos psicológicos en los que éste se ve inmerso.
De estos procesos resumimos los siguientes:
• Manifiesta cada vez una mayor y más fuerte toma de conciencia de sí mismo.
• Se produce un rechazo aparente de los modelos que tenía en la infancia (padres). Aparece un cierto distanciamiento y desapego de los padres que, en algunos casos, puede llegar al enfrentamiento.
• Los modelos parentales son sustituidos por otros modelos (héroes, “ídolos”, e incluso, los padres de sus amigos).
• Se da un fuerte apego, solidaridad y fidelidad a los compañeros (creación del grupo, pandilla, etc.).
• Puede aparecer perturbaciones o conflictos emocionales y afectivos ligados a la rapidez de las transformaciones internas y externas.
• Muestra con vehemencia, y en muchos casos con una lucidez natural y franca, una actitud más crítica hacia el mundo que le rodea.
• Tiende a sentirse solo, único e incomprendido, por lo que puede encerrarse en sí mismo. • La pulsión sexual se muestra con fuerza. Al tiempo que puede carecer de información suficiente sobre la sexualidad. Los padres deberían hablar abierta y sinceramente con los hijos sobre este tema, evitando que se convierta en tema tabú.
La maduración de la personalidad en la adolescencia
Aunque la personalidad se construye progresivamente durante toda la vida como resultado del desarrollo intelectual y de la experiencia, el momento más decisivo es, sin duda, la etapa adolescente. Parece que es cuando la personalidad explosiona. Ese despertar típico de laadolescencia está favorecido por algo que ya hemos visto más atrás, el desarrollo de nuevas capacidades como la capacidad para el pensamiento formal.
Hay cinco características fundamentales del desarrollo de la personalidad en la adolescencia:
1. La manifestación del yo. A diferencia de la etapa puberal donde el joven se identifica más con el grupo, tiene una identidad colectiva y compartida que le proporciona seguridad, el adolescente siente la necesidad de tener una existencia propia, personal, diferenciada de la de los demás. Ello es consecuencia de la “fuerza del yo”, de un yo que se presenta como una realidad única e irrepetible y que ya quiere manifestarse con convicción y fuerza. El yo rehuye desde ese momento, las situaciones de uniformidad y anonimato, el interés predominante es ahora cuidar y resaltar la propia singularidad y establecer diferencias con los otros. Este cambio se puede observa en el aspecto exterior; hasta los 15 años aproximadamente cada uno se peinaba y se vestía como los demás, después de esa edad se tiende a inventar un peinado y usar una vestimenta original que resalten las diferencias individuales. Y aquí puede surgir un motivo de enfrentamiento con los padres. Buscar ese equilibrio que permita realizarse el adolescente y sentirse tranquilos los padres es un reto para ambos. En ese descubrir del propio yo tiene un papel importante la introspección (proceso de mirarse hacia dentro), que responde a la necesidad de conocerse y comprenderse a si mismo, de captar y entender lo que le diferencia de los demás, de ahondar en la propia personalidad. Hay que tener en cuenta que el interés prioritario del adolescente es, en este momento, conocerse y comprenderse a si mismo, todo lo demás pasa a un segundo plano, como los estudios, los padres, la vida familiar, su futuro. Esta situación existencial hace que el adolescente preste cada vez menos atención a sus padres y hermanos, y más a “sus cosas”, lo que les produce a los padres una sensación de distanciamiento emocional, de falta de cariño y de comunicación del hijo adolescente. El adolescente pasa mucho tiempo dedicado al descubrimiento de sí mismo, en su soledad. Aparece una gran tendencia a aislarse en su mundo, a replegarse sobre si mismo, y los padres deben darse cuenta de estas características para respetar estos momentos de sus hijos.
2. La necesidad de la intimidad. A medida que el adolescente avanza en la exploración de su mundo interior siente una necesidad creciente de aislarse, de recogerse en sí mismo. Necesita espacios y momentos de silencio y de soledad para estar y encontrarse consigo mismo: así nace la intimidad personal. La búsqueda de la soledad no es como suelen creer los mayores, una conducta de rechazo del mundo ni un síntoma de inadaptación. El adolescente necesita aislarse para poder concentrarse en sí mismo, para buscar su mundo interior. En otros casos, por el contrario, se observan conductas excesivamente dependientes de las situaciones externas, lo que ocurre fuera de ellos les absorbe, dando lugar a comportamientos ambiguos, a una cultura del ocio hedonista, al consumismo, vestir a la moda, beber sin freno, compras, etc. La tarea de los padres en esta etapa es colaborar para que sus hijos lleguen a conciliar en cierta armonía estas dos vidas la exterior y la interior. Otro aspecto importante a tener en cuenta en el desarrollo de la intimidad en el adolescente es que ésta se extiende a todo lo que lo define y caracteriza como persona: su cuerpo, su aspecto, su habitación, sus objetos. Surge en esta etapa una acentuación o exageración de la necesidad de privacidad y de confidencialidad tanto en el hogar (su habitación, sus cosas) como en el cuidado de su persona (aseo, vestimentas, peinado) o en sus pertenencias (armario, escritorio, mochila, bolso). El mundo de la sexualidad y afectividad del adolescente hace más complejo, si cabe, ese mundo interior. La intimidad se convierte en una necesidad que hay que lograr y defender de cualquier intromisión del exterior. Esta intimidad no solo supone un respeto para sus periodos de soledad sino también de su espacio vital o territorio (puerta cerrada de la habitación y cuarto de baño, conversaciones telefónicas, ordenador personal, mensajes de correo electrónico, cartas, etc. El/la adolescente necesita tener su espacio de intimidad, saber que es inviolable, donde nadie debe ni puede acceder y donde es imprescindible que se sienta seguro/a. Lograr en un espacio como el hogar familiar, donde hay sus limitaciones de espacio, este objetivo es una habilidad de los padres.
3. La autoafirmación personal y la identidad personal. Uno de los efectos del desarrollo del yo es la necesidad de originalidad. El adolescente tras empezar a complacerse de que es diferente está muy interesado en acentuar y defender esa diferencia. El afán de originalidad impulsa hacia conductas singulares. Muchas veces esa originalidad la expresa en público y la actúa como inconformismo contra sus padres. Detrás del interés de ser original está la necesidad de romper los viejos lazos de dependencia de los padres y de distanciarse del modo de vida infantil. De este modo el adolescente se autoafirma como una personalidad única y adulta buscando la admiración y el reconocimiento de los demás. Muchas de las conductas típicas de los adolescentes que suelen ser consideradas por los padres como extrañas, negativas y absurdas no son otra cosa que recursos de autoafirmación de un “yo” diferente e independiente. Por medio de ellas el hijo trata de demostrar que no es como hace algunos años, que no es como los demás, que ya es capaz de pensar por sí mismo y de tomar sus propias decisiones.
En este contexto pueden surgir algunas conductas excéntricas, con las que el adolescente pretende llamar la atención de los demás y conseguir que se fijen en el, como por ejemplo:
– La vestimenta personal: forma muy particular, “rara” o inusual de peinarse, de vestirse, de adornarse.
– La utilización de un lenguaje propio. Cada generación y cada grupo de adolescentes tiene su jerga, no solo para comunicarse entre ellos, sino también para diferenciarse y distinguirse de los adultos. En su esfuerzo por diferenciarse y que se note pueden aparecer también ciertos comportamientos exagerados, especialmente los que denotan desprecio al peligro. Por ejemplo, conducir de forma temeraria una motocicleta, hacer con la moto “caballitos”, negarse irracionalmente a ponerse el casco de la moto, etc. Otro aspecto que desespera a los padres en estos años son las rebeldías contra el tipo de educación y los modelos establecidos por los padres y, a veces, contra todo lo establecido, como recurso para subrayar y defender sus propios criterios. Los adolescentes se suelen rebelar: – Contra la imposición de criterios que les impidan pensar por sí mismos y aprender de forma autónoma. Esta actitud es considerada por los padres como una negativa desesperante a “recoger” la experiencia que le ofrece, así autoafirman la autonomía intelectiva. Es preciso dialogar tranquilamente y permitir que opinen y decidan sobre sus estudios, ocio, futuro, amigos, tratando de encontrar puntos de encuentro. – Contra los proteccionismos afectivos de algunas/os madres/padres que pretenden sobreproteger al hijo/a. Así autoafirma la autonomía afectiva. Hay que tratar de negociar (dentro de lo razonable) y respetar los periodos de tiempo que necesita para estar con sus amigos, o solo, pero fuera de casa. – Contra el autoritarismo de algunos padres, que pretenden hacerse obedecer por la fuerza. Así autoafirma su carácter. Es conveniente flexibilizar algo las conductas paternas de disciplina y negociar las normas y los límites con ellos. El adolescente tiene una gran preocupación por la imagen.
El deseo que pone el adolescente por conocerse a sí mismo no se debe solo a la curiosidad por todos los cambios y novedades que está experimentando, responde también a la preocupación por lograr un yo interesante y valioso para si mismo y para los demás. Le importa mucho dar buena imagen, necesita encontrar en su interior algo que merezca ser estimado por si mismo y por los otros. Con la llegada de las transformaciones físicas de la pubertad el autoconcepto cambia y se basa casi totalmente en la imagen, es un periodo de gran inestabilidad para la autoimagen del joven y de oscilaciones importantes en la autoestima por los cambios bruscos en el desarrollo físico producidos en la pubertad.
Así pueden aparecer:
– Miedos, dudas,
– Complejos,
– Inseguridad.
– Baja autoestima.
Por esto los adolescentes necesitan aumentar considerablemente el reconocimiento externo, buscan la seguridad en el exterior en forma de elogios, de alabanzas de su entorno más próximo: padres, hermanos mayores, y sobre todo de los amigos. La ayuda que le pueden prestar los padres en esta cuestión es favorecer la capacidad de su autoaceptación personal tratando de evitar que entren en el error de basar la autoestima en un concurso o carrera de logros y éxitos, es importante ayudarle a que modifique esta actitud equivocada y superficial basada en las comparaciones, en modelos publicitarios, estimulando mecanismos de tranquilidad y aceptación de su individualidad y de sus diferencias.
El autoconcepto y la autoestima son dos elementos importantes pilares de la identidad personal e indicadores de cómo se va formando esa identidad. Una identidad personal apropiada se favorece y desarrolla con una autoimagen realista y asumida que ayude a alcanzar la aceptación y estima de si mismo. El fracaso en la formación de un concepto de si mismo aceptable y en consonancia con el yo real y con el mundo al que pertenece, al que el joven trata de gustar y en el que tiene que desenvolverse, suele provocar en el adolescente una crisis de identidad.
4. La búsqueda de la identidad. A medida que el adolescente avanza en su etapa y se adentra en la vida adulta expresa la necesidad de buscar una identidad propia. Las intensas transformaciones físicas y psíquicas que experimentó en la pubertad pudieron dejar algo alterada la identidad construida a lo largo de la etapa infantil, creándose así un estado de vacío de identidad. El adolescente necesita definirse definitivamente para así mantener la continuidad y estabilidad en su vida. La identidad es la sensación de continuidad de la vida personal en el tiempo (pasado, presente, futuro) y en el espacio (su ubicación en la vida: familia, sociedad, trabajo). La búsqueda de la identidad personal es una actividad importante e intensa de la adolescencia, ya que abarca varias tareas, 1) optar por un sistema de valores; 2) elegir una ocupación laboral; 3) optar por un esquema de conducta sexual, y 4) emanciparse de los padres.
5. El logro de la identidad. Este es el estado en el que el adolescente, tras haber superado una posible crisis de identidad, se plantea ya objetivos y metas bien definidas con respecto a una determinada forma de vida y una posible salida profesional. Lograr la identidad satisfactoria tiene importantes beneficios en el desarrollo del adolescente y en su vida futura, como por ejemplo: – Mayor aguante ante la incertidumbre típica de la transición adolescente a adulto. – Más resistencia a la pérdida de la autoestima. – Menor conformismo ante las presiones sociales. – Una mejor adaptación a la vida social de adulto.
Resumen de los principales cambios en la adolescencia
Cambios en el yo: identidad La identidad es el conocimiento coherente y apreciado que tenemos de nuestra individualidad que está formado a partir de la personalidad y de las circunstancias que vivimos. La formación de la identidad es una tarea que dura toda la vida teniendo sus raíces en la primera niñez, pero que ocupa un lugar importante en la adolescencia. El adolescente, llega a esta etapa con la identidad de niño (infantil) y jovencito-púber (algo desorientado y explosivo), y, durante los años que dura la adolescencia, tiene como una de las tareas esenciales la formación de la identidad personal, ya más definida. Durante esta época de cambios los adolescentes ponen a prueba sus sentimientos sobre sí mismos. Para algunos es una cuestión decisivaconsolidar y fortalecer los conceptos que ya tienen elaborados sobre sí mismo; para otros, el proceso supone el desarrollo de nuevos conceptos sobre su persona. La mayoría lleva estos temas sin demasiada dificultad y resuelve con éxito el conflicto entre sus propias necesidades como persona y las nuevas exigencias que les plantean la familia y la sociedad. La identidad del adolescente se desarrolla, muchas veces con calma, poco a poco, con el paso del tiempo, con muchas pequeñas partes del yo que vienen desde la niñez y la pubertad que, poco a poco, se unen de forma organizada con las que van apareciendo en este periodo.
La búsqueda de la autonomía En la adolescencia, la autonomía personal se convierte por primera, y de forma necesaria e irrenunciable, en un tema importante. El niño busca una autonomía limitada, mezcla del despertar del yo pero con los frenos propios de los miedos infantiles. El adolescente ya no tiene miedo sino todo lo contrario, una excesiva confianza y seguridad en sus fuerzas, lo que a veces le lleva a creerse omnipotente. La búsqueda de autonomía del adolescente está relacionada con la individualización y la independencia, y es por tanto parte de los mismos procesos que están implicados en el desarrollo de la identidad. Uno de los aspectos de la autonomía y de la identidad es el distanciamiento de los padres. A medida que los adolescentes se separan emocionalmente de sus padres, se apegan más a los compañeros. Los adolescentes más desapegados y menos dependientes de los padres son los más propensos a ceder a la presión de los amigos, así el resultado es que muchos jóvenes intercambian la dependencia de sus padres por un período de dependencia de sus compañeros. A pesar de la aceptación y adhesión al grupo de amigos en temas de moda, música, ocio y similares, la mayor parte de los adolescentes adoptan los valores de sus padres en los asuntos importantes. Las actitudes de los adolescentes y de los padres parecen haberse acercado aún más en los últimos 15 años. Las creencias y valores de los padres, por ejemplo, tienen aún bastante peso en sus hijos, pero en otros temas la influencia es menor, como por ejemplo en lo relacionado con la sexualidad.
Cambio en las relaciones familiares El nuevo cuerpo del adolescente, las cambiantes relaciones sociales y la nueva capacidad para meterse en el pensamiento abstracto afectan la naturaleza de las relaciones familiares. Niños más o menos amoldables y dependientes que veían a sus padres como inteligentes, maravillosos, admirables, dispensadores de afecto, de disciplina y de bienes materiales, se convierten en la adolescencia en “casi adultos”, cuya búsqueda de autonomía personal y menor dependencia emocional de sus padres les lleva a defender sus derechos, cuestionar las normas familiares y ver a sus progenitores como seres humanos imperfectos, incluso a sentir cierto rechazo hacia ellos. Es el fuerte sentido crítico que aparece en la adolescencia que produce el efecto de la caída de lo dioses. No obstante, más adelante vuelven a recuperar bastante la admiración por sus padres. Las respuestas de los padres a estos cambios en el cuerpo y mente de sus hijos pueden reflejar su propia ambivalencia o desconocimiento para darse cuenta de que sus hijos han crecido, han cambiado. Algo de tensión entre los padres y el adolescente es inevitable a medida que surgen nuevos e inesperados problemas, pero el enfrentamiento permanente tampoco es frecuente, salvo excepciones. En una de cada cuatro familias la transición de los hijos a la adolescencia, con los respectivos cambios en los roles familiares, sólo causan conflictos graves, en el resto los conflictos son menores o esporádicos, es decir soportables. No obstante, la adolescencia parece ir seguida de cambios pasajeros de las relaciones familiares, caracterizándose por mayores conflictos entre las madres y los hijos y por los intentos desesperantes, y a veces infructuosos, de ambos padres para controlar e imponer disciplina, por suavizar los enfrentamientos y por respetar los puntos de vista diferentes y a veces opuestos. Los padres se encuentran con que su capacidad para dirigir y controlar la conducta de sus hijos disminuye significativamente y, por contra, ya no conocen tanto las actividades que éstos realizan: con quienes van, a donde, qué hacen, etc. Tanto chicos como chicas dicen que sus relaciones con los padres se vuelven más distantes. Es importante que los padres no dramaticen este enfrentamiento. Una actitud paterna comprensiva de este periodo y prudente (aunque no despreocupada, indiferente o excesivamente confiada) y eliminará tensión familiar inútil. Recuerde que la adolescencia es una “enfermedad” que se cura con el tiempo.
Cambios en las amistades y la vida social Los amigos y compañeros son cada vez más importantes en la vida del adolescente. La contribución que el grupo de amigos hace al desarrollo social del joven puede ser especialmente importante durante la primera etapa de la misma, cuando están empezando a aceptar los cambios físicos y emocionales de sus vidas. En la mayoría de los casos, el creciente apego hacia los compañeros no interfiere en sus relaciones con los padres, ni las elimina, sino que más bien las complementa. El tipo de amistades cambia a medida que el adolescente se involucra en una relación íntima que se caracteriza más por el compartir. Las amistades íntimas aumentan notoriamente entre los 14 y 16 años, quizá debido a que a esa edad los jóvenes están preparados para ese tipo de relación más profunda, y se amplía y consolida de los 16 en adelante. Sus nuevos esquemas cognitivos les permiten ponerse en el lugar del amigo, ver sus puntos de vista e imaginar cómo éste puede llegar a sentirse. Las amistades de la adolescencia suponen una relación mutua en la que los amigos se cuidan, comparten pensamientos y se consuelan entre sí. Hay en esta etapa una fuerte empatía con los amigos y el grupo. Es importante tener en cuenta cuáles son los valores, actitudes y planteamientos frente a la vida que tiene el grupo al que pertenece el adolescente para determinar por dónde puede ir, y a veces puede que no convenga, su desarrollo como persona. Los padres deberían hablar con sus hijos sobre este tema. En la adolescencia las amistades y la intimidad son mayores con los amigos del mismo sexo. Entre las chicas esta profundización emocional es más rápida y más intensa. En la mitad de la adolescencia las muchachas desean confiar en alguien que pueda ofrecer apoyo emocional y comprensión. A esta edad un amigo ha de ser leal, alguien con quien se pueda confiar y que pueda aportar apoyo en una posible crisis emocional. A eso de los 17 ó 18 años las chicas se sienten más seguras en su propia identidad que los chicos y ya no necesitan identificarse tanto con una compañera emocional. Se preocupan menos por la lealtad, la seguridad y la confianza y muchas se han decantado por intimar con los chicos. Respecto a los chicos, muchos pasan su vida social en el grupo y pandilla de amigos a la vez que en parejas. Esto hace que en sus vidas el grupo de compañeros sea especialmente amplio.
El grupo de compañeros Durante los primeros años de la adolescencia la estructura del grupo de compañeros cambia. La importancia del grupo va en aumento en la primera y mediana adolescencia (16 a 18 años), ya que el sentido de la pertenencia a un grupo especial reafirma el sentido de seguridad a nivel social y facilita la separación de la familia y la formación de la identidad. Tales camarillas poseen una estructura jerárquica que se va debilitando, en tanto la pertenencia al grupo va disminuyendo, a medida que se acerca el final de la adolescencia. A medida que los amigos van siendo cada vez más importantes, los adolescentes más adultos pueden encontrar que tener amistades individuales –ya sea con el mismo sexo o el contrario– es más importante y gratificante que ser uno más de una pandilla. Así la pandilla ha cumplido su función, ahora tiene más importancia las amistades individuales.
El desarrollo de la conducta sexual La socialización de las chicas en la niñez y en la temprana adolescencia por lo general las hace más competentes y cualificadas en las relaciones interpersonales que los chicos. La mayoría de las chicas, respecto de los chicos, incorpora a la conducta sexual un papel social y de identidad que ya incluye la capacidad de ternura y de sensibilidad. Las adolescentes consideran la relación interpersonal dentro de la sexualidad como algo mucho más importante que los chicos. Cuando una relación entre chico y chica está en su primera fase, los chicos son mucho más permisivos que las chicas, ven una gama de comportamiento sexual “adecuado” mucho más amplia que ellas, que generalmente reservan la intimidad sexual para relaciones en las que sienten que hay amor por su compañero y, desde ese momento, no salen con nadie más. Por cada chica, cuatro chicos creen que la relación sexual es adecuada cuando sienten afecto, e incluso en otros casos cuando solo hay deseo, pero no amor, por las que son sus compañeras. Por el contrario no ocurre lo mismo en las chicas, sienten que la sexualidad tiene más que ver con el amor. Los padres todavía pueden tener alguna influencia sobre la conducta sexual de sus hijos. Cuando estos observan a sus hijos y supervisan, razonablemente, sus actividades, las relaciones sexuales tienden a retrasarse. La comunicación entre adolescentes y padres, en este tema, también es importante, relacionándose la falta de comunicación con un inicio de la actividad sexual más temprana y, en algunos casos, de consecuencias que luego no están en condiciones de afrontar.
Cambios cognitivos
Los niños y niñas tienen un pensamiento centrado en su situación actual y en los acontecimientos concretos que tienen lugar en el momento. A medida que desarrollan la habilidad de pensar libre y sistemáticamente, los adolescentes desarrollan poderosamente su pensamiento y empiezan a reflexionar sobre el futuro logrando ya razonar sobre los conceptos abstractos y las ideas. Piensan con bastante profundidad en la educación, la moralidad, la religión, la justicia y la verdad, en los comportamientos de los adultos e, incluso, hasta en la propia naturaleza de la existencia. Las contradicciones y la aparente hipocresía que ahora detectan de forma brutal en el mundo que les rodea y que a menudo les conduce a discutir apasionadamente sobre ideales y a luchar por causas justas, así como la clarificación y potenciación de los valores y actitudes que rigen en el mundo del adulto, es parte del proceso de identidad que en el adolescente está constituyéndose.
La adolescencia en la sociedad actual Aunque hay ciertos patrones característicos en el desarrollo humano que comparten las civilizaciones de todas las épocas, el proceso del desarrollo y madurez está ampliamente influido por las fuerzas socioeconómicas del momento. Esto se advierte sobre todo en la adolescencia, cuando el joven trata de aprender a vivir con las presiones sociales, a desenvolverse en el mundo del adulto y alcanzar un equilibrio entre sus valores y los de la sociedad que se encuentra. Los adolescentes son muy sensibles ante la sociedad que los rodea: sus valores, las tensiones políticas y económicas, sus reglas implícitas o sobreentendidas, las modas, etc. Los adolescentes se encuentran en el proceso de formar planes y esperanzas sobre su propio futuro y tales esperanzas van a depender en gran medida de las condiciones sociales, culturales y económicas, que se encuentren, así como del momento histórico en el que vivan. La adolescencia puede ser un período relativamente corto y fácil hacia la independencia o puede representar una prolongada y traumática dependencia de la familia. Cada momento histórico ha tenido sus “problemas” para los adolescentes, pero el actual, recién entrado en el siglo XXI, es especialmente conflictivo para ellos por varios motivos: dificultades e inestabilidad laboral, cambios y pérdida de valores y falta de actitudes positivas frente a la vida (como el esfuerzo y sacrifico por conseguir las cosas, la falta de tolerancia a la frustración, un sentido hedonista -por encima del responsable- de la vida), una búsqueda de la diversión y “fiesta” sin límites, conducir corriendo riesgos que puede desembocar en una muerte accidental o una lesión permanente, sin olvidar el problema que preocupa mucho a los padres: la “explosión” actual (en variedad y cantidad) del uso de drogas para el ocio y el tiempo libre.
Este fenómeno de las drogas está haciendo que generación tras generación haya más jóvenes que se adentran en este terrible problema, comprobándose año tras año el tremendo drama individual, familiar y social que está representando las drogodependencias. El papel de los padres en la prevención este problema es necesario, vital e insustituible. Cuidar de ese gran grupo de jóvenes que han decidido no entrar en el mundo de las drogas, bien por motivos personales sustentados en valores sólidos y profundos, o bien por los estragos ocasionados que han visto en jóvenes de otras generaciones –e incluso en la suya-, es un deber y un reto de toda la sociedad. Como lo es hacer lo posible porque aquellos que están dentro de ella se conciencien y se planteen salir.
Ejercicios para adolescentes
