OrientaciĆ³n a Padres – Tema 2

El desarrollo evolutivo y  psicolĆ³gico del ser humano 

En este tema trataremos de las etapas evolutivas.  En ellas es donde hay que trabajar como  padres para desarrollar la personalidad de los hijos 

Desarrollo desde el punto de vista psicolĆ³gico 

El gĆ©nero al que se pertenece ofrece otro tipo  de influencias (los chicos y las chicas pueden  experimentar un mismo acontecimiento de  forma diferente). Las influencias en un entorno  social compartido son bastante claras en el  desarrollo de los roles de gĆ©nero, donde la  familia, amigos y sociedad modelan nuestras  ideas de masculinidad y feminidad. Los padres  tratan a sus hijos de forma diferente, les dan  juguetes diferentes, juegan con ellos de forma  distinta y ven tambiĆ©n en sus padres comportamientos  distintos. El mundo exterior tambiĆ©n  influye en este proceso a medida que los  niƱos van observando los roles de sexo en los  programas y anuncios de televisiĆ³n y otros  medios.  En resumen, se puede afirmar que la estructura  hereditaria de un individuo se desarrolla a  travĆ©s del ambiente que vive, de las circunstancias  de su vida y de sus experiencias,  logrando, a travĆ©s de un proceso de interacciĆ³n,  una persona. 

LA FORMACIƓN DEL VƍNCULO Y  EL DESARROLLO DEL APEGO  PARENTAL 

La formaciĆ³n del vĆ­nculo con el  no nacido. 

A. Inicio de la relaciĆ³n afectiva con el no nacido  Actualmente se reconoce la influencia decisiva  que tiene el ambiente afectivo y de relaciĆ³n  de los padres en el desarrollo del feto. Un  ambiente afectivo cĆ”lido y de relaciĆ³n tranquilo  favorece el proceso de ā€œcreaciĆ³nā€ de ese  nuevo ser.  Es esencial, en consecuencia, favorecer una  vinculaciĆ³n afectiva positiva de ambos padres  hacia ese ser que estĆ” en el interior de la  madre para asegurar unas futuras relaciones  adecuadas entre padres-hijo despuĆ©s del nacimiento.  A medida que la gestante y su pareja empiezan  a considerar el feto como un individuo  separado y distinto del cuerpo materno, como  un ser diferenciado y con personalidad propia,  van surgiendo y acrecentĆ”ndose los sentimientos  de cariƱo hacia Ć©l. Son numerosos los  testimonios que asĆ­ lo ponen de manifiesto, al  seƱalar los primeros movimientos fetales o la  primera ecografĆ­a como el momento en el que  por primera vez le dan la categorĆ­a de persona  y experimentan una corriente emocional positiva  que les une a Ć©l. En diversas investigaciones  se ha observado que la visualizaciĆ³n del  feto por medio de los ultrasonidos produce  efectos psicolĆ³gicos positivos en los padres:  intensifica el apego hacia el feto y reduce la  ansiedad y el estrĆ©s, especialmente si existe  algĆŗn riesgo en el embarazo.  Un factor que influye en la iniciaciĆ³n del  apego hacia el futuro niƱo es la circunstancia  de si el embarazo ha sido planeado y deseado  o no, por un lado, por la actitud mĆ”s o menos  positiva que ello implica y, por otro, por el sentido  temporal que conlleva. TĆ©ngase en cuenta  que cuando el embarazo ha sido planeado,  la pareja puede vivir anticipadamente los  cambios que el niƱo producirĆ” en sus vidas, lo  que les permite iniciar ya la adaptaciĆ³n a esos  cambios, asĆ­ como hacerle un hueco dentro de  la familia, integrarlo en ella como un miembro  mĆ”s.  Sin embargo cuando el embarazo no ha sido buscado intencionadamente, el proceso de  aceptaciĆ³n, adaptaciĆ³n e integraciĆ³n en el  seno de la familia puede demorarse algo mĆ”s,  aunque, en la mayorĆ­a de los casos, llegue a  lograrse igualmente. 

B. Variables que favorecen la uniĆ³n afectiva  con el ser no nacido  Junto a la fuerza con que se desea el embarazo  y la llegada del bebĆ©, existen otras variables  que influyen en el apego parental, favoreciĆ©ndolo  o perjudicĆ”ndolo. Entre las mĆ”s importantes  podrĆ­an citarse las siguientes: la experiencia  como hijo durante la infancia, la  relaciĆ³n matrimonial, ciertos rasgos y actitudes  personales, dificultades psicolĆ³gicas y  emocionales para asumir el papel de padre o  madre, influencias culturales, modelos de  padres que se han contemplado a lo largo de  la vida y conocimientos e informaciĆ³n que se  tiene sobre el papel de padres. 

ā€¢ La experiencia como hijo durante la infancia.  A partir de las relaciones que hemos  mantenido con nuestros padres construimos  un modelo de relaciones en nuestra mente  que puede caracterizarse por contener sentimientos  de, confianza y seguridad y un  concepto positivo de sĆ­ mismo (autoestima),  de nuestros padres y de las personas en  general; o caracterizarse por contener sentimientos  que son todo lo contrario, es decir,  dudas, desconfianza y sentimientos negativos  hacia sĆ­ mismo y hacia los otros. Unos  padres atentos, comprensivos, afectuosos,  comprometidos propician la construcciĆ³n  del primer modelo; unos padres distantes,  poco sensibles, que no hacen caso de su  hijo, que no les dedica el tiempo necesario  propiciarĆ”n, en cambio, el segundo. 

ā€¢ La relaciĆ³n matrimonial armoniosa, sin  conflictividad, caracterizada por el cariƱo, el  respeto, la comprensiĆ³n y el apoyo mutuo  constituye unos buenos cimientos para la  creaciĆ³n del vĆ­nculo con el ser no nacido  aĆŗn, al tiempo que es una fuerza impulsora  para su desarrollo futuro. 

ā€¢ Ciertos rasgos y actitudes personales sirven  para saber con antelaciĆ³n si una persona  serĆ” un buen padre o todo lo contrario y  si la relaciĆ³n afectiva que establezca con  sus hijos serĆ” de buena o de mala calidad.  Los rasgos y actitudes favorables son, entre  otros: 

 

ā€¢ Dificultades psicolĆ³gicas y emocionales  para asumir el papel de padre o de madre  cualquier persona con algĆŗn tipo de trastorno  psicolĆ³gico de cierta gravedad no estĆ” en  buenas condiciones para construir una relaciĆ³n  afectiva, ni para enfrentarse a las responsabilidades  que entraƱa ser padres.

ā€¢ Influencias culturales. Dentro de cada cultura,  e incluso de cada Ć©poca, imperan unas  creencias y conceptos sobre los fetos y los  niƱos y sobre las relaciones padres-hijos que  pueden influir en el clima afectivo de las  interacciones. Por ejemplo, hablar, cantar o  poner mĆŗsica relajante al feto se decĆ­a que  era absurdo y ahora se ha comprobado lo  contrario. 

ā€¢ Modelos parentales que se han contemplado.  En buena medida nuestra habilidad  para ser madre o padre descansa en lo que  nuestros propios padres mostraron hacia  nosotros mismos. 

ā€¢ Conocimientos sobre el papel de padres.  No es una buena actitud para un/a  padre/madre dejar todo su saber de cĆ³mo  actuar como padre en la intuiciĆ³n y en la  falsa creencia de que lo vivido y aprendido  de sus padres es suficiente. El rol de padre,  como se estĆ” viendo hasta aquĆ­, es tan complejo  e importante que conviene acercarse a  Ć©l con ciertos deseos de aprender cada dĆ­a  un poco mĆ”s.  

C. Comportamientos que ponen de manifiesto  el acercamiento de los futuros padres al ser  no nacido.      

La primera relaciĆ³n afectiva es fruto de la interacciĆ³n  entre el niƱo, quien dispone de un repertorio  de seƱales y conductas de carĆ”cter innato  que promueven la proximidad e interacciĆ³n, y la  figura materna que a su vez cuenta con una  sensibilidad y comportamiento especial, que  sobresale entre toda la gama de conductas  aprendidas. En otras palabras, existe una predisposiciĆ³n  genĆ©tica en el niƱo a procurar la proximidad  y los intercambios con los seres humanos  y una tendencia tambiĆ©n biolĆ³gica en los adultos  a responder a las seƱales y conductas del  bebĆ© y a establecer in-teracciones con Ć©l.  En la actualidad se puede afirmar que el  bebĆ©, desde los primeros momentos de la  vida, no sĆ³lo es capaz de percibir sino que es  un activo buscador de estĆ­mulos, manifestando  una clara preferencia por aquellos que  provienen de seres humanos. Entre los atributos  visuales que atraen la atenciĆ³n infantil  se encuentran el contraste, el movimiento,  caracterĆ­sticas del rostro humano, que debe  situarse a la distancia adecuada: 20 cm. AsĆ­  mismo el bebe tiene una clara orientaciĆ³n y  preferencia por la voz humana frente a otro  tipo de sonidos. 

C. Sistema de conducta materno: el apego  parental.  El comportamiento de los padres revela importantes  influencias que son producto de su propia  experiencia y del aprendizaje, y tiene una  marcada influencia cultural relativa a las  prĆ”cticas de crianza que socialmente son  aceptadas o recomendadas. Sin embargo, de manera general, entre esta gama de actitudes  y conductas aprendidas sobresale un estilo de  relaciĆ³n parental especial que sugiere la existencia  de una PREDISPOSICIƓN BIOLƓGICA.  Entre estas pautas de conducta materna destacan  las siguientes:    

Este comportamiento especial, adaptado a las  necesidades infantiles (claramente diferente al  establecido entre adultos), junto a la capacidad  de interpretar y responder a las comunicaciones  emitidas por el niƱo, describe el sistema  de conducta de la figura materna. El  niƱo progresivamente dirigirĆ” preferente y  selectivamente sus conductas de apego hacia  aquella o aquellas personas que se manifiesten  ante Ć©l de una manera estable y continuada. 

ā€¢ La tendencia al contacto fĆ­sico (caricias, abrazos). 

ā€¢ Mantener la mirada mutua, situĆ”ndose a la distancia adecuada, de frente y en distancia Ć­ntima. 

ā€¢ El tipo de lenguaje (simple, exagerado, repetitivo, suave, sonidos sin significado). 

ā€¢ La capacidad de establecer una sincronĆ­a interactiva: acciĆ³n-pausa, como si se tratara de un  verdadero diĆ”logo (cuando el niƱo succiona o vocaliza la madre permanece pasiva y actĆŗa o  vocaliza en las pausas del bebĆ©). 

ā€¢ Las expresiones faciales exageradas, lindando con la caricatura y prolongadas, etc. 

D. El vĆ­nculo afectivo. EvoluciĆ³n  Afirmar una predisposiciĆ³n biolĆ³gica hacia el vĆ­nculo no quiere decir que la parte afectiva exista  desde el nacimiento. Es precisa una larga experiencia de interacciĆ³n con los padres, asĆ­ como  el desarrollo de las capacidades cognitivas para que permitan al niƱo reconocer y diferenciar la  figura de apego entre todos los estĆ­mulos fĆ­sicos y humanos que le rodean.  Durante la primera infancia podemos distinguir varios estadios en la formaciĆ³n y desarrollo de  la vinculaciĆ³n afectiva: 

1. OrientaciĆ³n hacia las personas sin reconocimiento todavĆ­a de las personas que le cuidan (0-3  meses).  La preferencia por el rostro y voz humana sobre el resto de estĆ­mulos inanimados es biolĆ³gicamente  importante, ya que son las personas quienes garantizan su supervivencia y facilitarĆ”  el proceso de familiarizaciĆ³n con las personas que se relacionan con Ć©l. 

2. Reconocimiento e interacciĆ³n diferencial con las figuras de apego (3-7 meses).  A partir del tercer mes, los niƱos son capaces de reconocer a las figuras familiares, como lo  demuestra su comportamiento diferencial entre la madre y los desconocidos aunque no  rechaza a estos Ćŗltimos.  Entre las conductas infantiles que nos permiten comprobar el reconocimiento que el niƱo  hace de la figura materna en este periodo se encuentran las siguientes: 

ā€¢ Sonrisa diferencial. El niƱo sonrĆ­e mĆ”s espontĆ”neamente, con mayor amplitud a la madre  que a los demĆ”s. 

ā€¢ VocalizaciĆ³n diferencial. El niƱo vocaliza con mayor frecuencia en la interacciĆ³n con la  madre que con desconocidos. 

ā€¢ Llanto diferencial. Llora cuando es la madre quien sale de su campo perceptivo y no cuando  le abandona otra persona. 

ā€¢ InterrupciĆ³n diferencial del llanto. El llanto cesa cuando es la figura materna quien lo  levanta en brazos.  A pesar de esta discriminaciĆ³n e interacciĆ³n privilegiada con la madre, el niƱo, generalmente,  no se orienta exclusivamente hacia ella en su ausencia ni se muestra ansioso e inquieto  por las separaciones. 

3. VinculaciĆ³n y miedo a los extraƱos (8-12 meses).  Alrededor del 7Āŗ mes, este desarrollo materializa en la formaciĆ³n del lazo o vĆ­nculo. Ahora las  respuestas sociales positivas de bĆŗsqueda, de proximidad y contacto se dirigen hacia una  persona determinada, la madre o quien haga las veces de Ć©sta, quien se convierte en elemento  de seguridad, mientras las personas desconocidas provocan reacciones de inquietud,  temor o evitaciĆ³n. La ausencia de la figura de apego genera en el niƱo una intensa inquietud:  el niƱo protesta, llora, aumentando el rechazo hacia los desconocidos. 

4. VinculaciĆ³n-independencia (2Āŗ aƱo).  Conforme se desarrollan las capacidades cognitivas y motrices infantiles sobre la base de la  seguridad que se deriva del vĆ­nculo, comienza un proceso de independencia y, al mismo tiempo,  la tendencia a la proximidad y al contacto decrece, generĆ”ndose nuevas relaciones. Sin  embargo, este proceso progresivo de independencia y orientaciĆ³n hacia el entorno fĆ­sico y  humano, caracterĆ­stico del segundo aƱo y etapa preescolar, no supone una ruptura del vĆ­nculo.  El apego permanece activo y el niƱo seguirĆ” recurriendo a la figura materna en los  momentos de inquietud, tristeza, enfermedad o peligro.      

Seguridad-ansiedad

Si la presencia y accesibilidad materna constituyen la base de la seguridad, la separaciĆ³n, la soledad es el gran terror para el/la niƱo/a en la infancia. El llanto, la inquietud, los intentos de bĆŗsqueda y recuperaciĆ³n, manifiestos en cualquiera de las breves ausencias parentales que el niƱo experimenta en los primeros aƱos, son un claro ejemplo de la ansiedad que provoca en el niƱo la separaciĆ³n. Hay que tener en cuenta los efectos, a corto y largo plazo, que la separaciĆ³n de la figura de apego produce en la primera infancia. A continuaciĆ³n, se describen tres fases emocionales de respuesta del niƱo a la separaciĆ³n:

  1. Fase de protesta. Comienza cuando los niƱos toman conciencia de la ausencia de la figura de apego. Es una etapa de gran inquietud y lucha activa por recuperar a la madre. El llanto es intenso, asĆ­ como la agitaciĆ³n motriz: sacuden la cuna, dan vueltas, si su capacidad se lo permite intentan huir. Son evidentes tambiĆ©n en muchos casos los trastornos de la alimentaciĆ³n, del sueƱo y las conductas caracterĆ­sticas de etapas anteriores: descontrol de esfĆ­nteres, succiĆ³n del pulgar. AsĆ­ mismo, es frecuente el rechazo de otras figuras sustitutas que intenten consolarlo. Cuando la figura materna vuelve, las conductas de apego se intensifican, el temor a los desconocidos aumenta y durante un perĆ­odo variable la ansiedad ante la separaciĆ³n es manifiesta.
  2. b) Fase de desesperaciĆ³n. Si la separaciĆ³n continĆŗa, disminuye la agitaciĆ³n violenta, el llanto es mĆ”s monĆ³tono y la pasividad y retraimiento caracterizan la conducta infantil. En esta etapa no rechaza totalmente los cuidados ofrecidos por cuidadoras o enfermeras, sino que manifiesta una actitud ambivalente: a veces, se muestra sociable y a veces, hostil. Este cambio en el comportamiento infantil podrĆ­a interpretarse como superaciĆ³n del dolor y de la ansiedad. Sin embargo, el agravamiento de los problemas de sueƱo, alimentaciĆ³n, las conductas regresivas y el retraso fisiolĆ³gico e intelectual que comienza a ser evidente, indican el error de tal interpretaciĆ³n. El comportamiento ante el regreso de la madre revela tambiĆ©n serias alteraciones. El niƱo no parece reconocerla, se muestra distante e incluso agresivo, actitudes que dependen de la duraciĆ³n de la separaciĆ³n y de la reacciĆ³n de las figuras familiares.