El desarrollo evolutivo y psicolĆ³gico del ser humano
En este tema trataremos de las etapas evolutivas. En ellas es donde hay que trabajar como padres para desarrollar la personalidad de los hijos
Desarrollo desde el punto de vista psicolĆ³gico
El gĆ©nero al que se pertenece ofrece otro tipo de influencias (los chicos y las chicas pueden experimentar un mismo acontecimiento de forma diferente). Las influencias en un entorno social compartido son bastante claras en el desarrollo de los roles de gĆ©nero, donde la familia, amigos y sociedad modelan nuestras ideas de masculinidad y feminidad. Los padres tratan a sus hijos de forma diferente, les dan juguetes diferentes, juegan con ellos de forma distinta y ven tambiĆ©n en sus padres comportamientos distintos. El mundo exterior tambiĆ©n influye en este proceso a medida que los niƱos van observando los roles de sexo en los programas y anuncios de televisiĆ³n y otros medios. En resumen, se puede afirmar que la estructura hereditaria de un individuo se desarrolla a travĆ©s del ambiente que vive, de las circunstancias de su vida y de sus experiencias, logrando, a travĆ©s de un proceso de interacciĆ³n, una persona.
LA FORMACIĆN DEL VĆNCULO Y EL DESARROLLO DEL APEGO PARENTAL
La formaciĆ³n del vĆnculo con el no nacido.
A. Inicio de la relaciĆ³n afectiva con el no nacido Actualmente se reconoce la influencia decisiva que tiene el ambiente afectivo y de relaciĆ³n de los padres en el desarrollo del feto. Un ambiente afectivo cĆ”lido y de relaciĆ³n tranquilo favorece el proceso de ācreaciĆ³nā de ese nuevo ser. Es esencial, en consecuencia, favorecer una vinculaciĆ³n afectiva positiva de ambos padres hacia ese ser que estĆ” en el interior de la madre para asegurar unas futuras relaciones adecuadas entre padres-hijo despuĆ©s del nacimiento. A medida que la gestante y su pareja empiezan a considerar el feto como un individuo separado y distinto del cuerpo materno, como un ser diferenciado y con personalidad propia, van surgiendo y acrecentĆ”ndose los sentimientos de cariƱo hacia Ć©l. Son numerosos los testimonios que asĆ lo ponen de manifiesto, al seƱalar los primeros movimientos fetales o la primera ecografĆa como el momento en el que por primera vez le dan la categorĆa de persona y experimentan una corriente emocional positiva que les une a Ć©l. En diversas investigaciones se ha observado que la visualizaciĆ³n del feto por medio de los ultrasonidos produce efectos psicolĆ³gicos positivos en los padres: intensifica el apego hacia el feto y reduce la ansiedad y el estrĆ©s, especialmente si existe algĆŗn riesgo en el embarazo. Un factor que influye en la iniciaciĆ³n del apego hacia el futuro niƱo es la circunstancia de si el embarazo ha sido planeado y deseado o no, por un lado, por la actitud mĆ”s o menos positiva que ello implica y, por otro, por el sentido temporal que conlleva. TĆ©ngase en cuenta que cuando el embarazo ha sido planeado, la pareja puede vivir anticipadamente los cambios que el niƱo producirĆ” en sus vidas, lo que les permite iniciar ya la adaptaciĆ³n a esos cambios, asĆ como hacerle un hueco dentro de la familia, integrarlo en ella como un miembro mĆ”s. Sin embargo cuando el embarazo no ha sido buscado intencionadamente, el proceso de aceptaciĆ³n, adaptaciĆ³n e integraciĆ³n en el seno de la familia puede demorarse algo mĆ”s, aunque, en la mayorĆa de los casos, llegue a lograrse igualmente.
B. Variables que favorecen la uniĆ³n afectiva con el ser no nacido Junto a la fuerza con que se desea el embarazo y la llegada del bebĆ©, existen otras variables que influyen en el apego parental, favoreciĆ©ndolo o perjudicĆ”ndolo. Entre las mĆ”s importantes podrĆan citarse las siguientes: la experiencia como hijo durante la infancia, la relaciĆ³n matrimonial, ciertos rasgos y actitudes personales, dificultades psicolĆ³gicas y emocionales para asumir el papel de padre o madre, influencias culturales, modelos de padres que se han contemplado a lo largo de la vida y conocimientos e informaciĆ³n que se tiene sobre el papel de padres.
ā¢ La experiencia como hijo durante la infancia. A partir de las relaciones que hemos mantenido con nuestros padres construimos un modelo de relaciones en nuestra mente que puede caracterizarse por contener sentimientos de, confianza y seguridad y un concepto positivo de sĆ mismo (autoestima), de nuestros padres y de las personas en general; o caracterizarse por contener sentimientos que son todo lo contrario, es decir, dudas, desconfianza y sentimientos negativos hacia sĆ mismo y hacia los otros. Unos padres atentos, comprensivos, afectuosos, comprometidos propician la construcciĆ³n del primer modelo; unos padres distantes, poco sensibles, que no hacen caso de su hijo, que no les dedica el tiempo necesario propiciarĆ”n, en cambio, el segundo.
ā¢ La relaciĆ³n matrimonial armoniosa, sin conflictividad, caracterizada por el cariƱo, el respeto, la comprensiĆ³n y el apoyo mutuo constituye unos buenos cimientos para la creaciĆ³n del vĆnculo con el ser no nacido aĆŗn, al tiempo que es una fuerza impulsora para su desarrollo futuro.
ā¢ Ciertos rasgos y actitudes personales sirven para saber con antelaciĆ³n si una persona serĆ” un buen padre o todo lo contrario y si la relaciĆ³n afectiva que establezca con sus hijos serĆ” de buena o de mala calidad. Los rasgos y actitudes favorables son, entre otros:

ā¢ Dificultades psicolĆ³gicas y emocionales para asumir el papel de padre o de madre cualquier persona con algĆŗn tipo de trastorno psicolĆ³gico de cierta gravedad no estĆ” en buenas condiciones para construir una relaciĆ³n afectiva, ni para enfrentarse a las responsabilidades que entraƱa ser padres.
ā¢ Influencias culturales. Dentro de cada cultura, e incluso de cada Ć©poca, imperan unas creencias y conceptos sobre los fetos y los niƱos y sobre las relaciones padres-hijos que pueden influir en el clima afectivo de las interacciones. Por ejemplo, hablar, cantar o poner mĆŗsica relajante al feto se decĆa que era absurdo y ahora se ha comprobado lo contrario.
ā¢ Modelos parentales que se han contemplado. En buena medida nuestra habilidad para ser madre o padre descansa en lo que nuestros propios padres mostraron hacia nosotros mismos.
ā¢ Conocimientos sobre el papel de padres. No es una buena actitud para un/a padre/madre dejar todo su saber de cĆ³mo actuar como padre en la intuiciĆ³n y en la falsa creencia de que lo vivido y aprendido de sus padres es suficiente. El rol de padre, como se estĆ” viendo hasta aquĆ, es tan complejo e importante que conviene acercarse a Ć©l con ciertos deseos de aprender cada dĆa un poco mĆ”s.
C. Comportamientos que ponen de manifiesto el acercamiento de los futuros padres al ser no nacido.
La primera relaciĆ³n afectiva es fruto de la interacciĆ³n entre el niƱo, quien dispone de un repertorio de seƱales y conductas de carĆ”cter innato que promueven la proximidad e interacciĆ³n, y la figura materna que a su vez cuenta con una sensibilidad y comportamiento especial, que sobresale entre toda la gama de conductas aprendidas. En otras palabras, existe una predisposiciĆ³n genĆ©tica en el niƱo a procurar la proximidad y los intercambios con los seres humanos y una tendencia tambiĆ©n biolĆ³gica en los adultos a responder a las seƱales y conductas del bebĆ© y a establecer in-teracciones con Ć©l. En la actualidad se puede afirmar que el bebĆ©, desde los primeros momentos de la vida, no sĆ³lo es capaz de percibir sino que es un activo buscador de estĆmulos, manifestando una clara preferencia por aquellos que provienen de seres humanos. Entre los atributos visuales que atraen la atenciĆ³n infantil se encuentran el contraste, el movimiento, caracterĆsticas del rostro humano, que debe situarse a la distancia adecuada: 20 cm. AsĆ mismo el bebe tiene una clara orientaciĆ³n y preferencia por la voz humana frente a otro tipo de sonidos.
C. Sistema de conducta materno: el apego parental. El comportamiento de los padres revela importantes influencias que son producto de su propia experiencia y del aprendizaje, y tiene una marcada influencia cultural relativa a las prĆ”cticas de crianza que socialmente son aceptadas o recomendadas. Sin embargo, de manera general, entre esta gama de actitudes y conductas aprendidas sobresale un estilo de relaciĆ³n parental especial que sugiere la existencia de una PREDISPOSICIĆN BIOLĆGICA. Entre estas pautas de conducta materna destacan las siguientes:
Este comportamiento especial, adaptado a las necesidades infantiles (claramente diferente al establecido entre adultos), junto a la capacidad de interpretar y responder a las comunicaciones emitidas por el niƱo, describe el sistema de conducta de la figura materna. El niƱo progresivamente dirigirƔ preferente y selectivamente sus conductas de apego hacia aquella o aquellas personas que se manifiesten ante Ʃl de una manera estable y continuada.
ā¢ La tendencia al contacto fĆsico (caricias, abrazos).
ā¢ Mantener la mirada mutua, situĆ”ndose a la distancia adecuada, de frente y en distancia Ćntima.
ā¢ El tipo de lenguaje (simple, exagerado, repetitivo, suave, sonidos sin significado).
ā¢ La capacidad de establecer una sincronĆa interactiva: acciĆ³n-pausa, como si se tratara de un verdadero diĆ”logo (cuando el niƱo succiona o vocaliza la madre permanece pasiva y actĆŗa o vocaliza en las pausas del bebĆ©).
ā¢ Las expresiones faciales exageradas, lindando con la caricatura y prolongadas, etc.
D. El vĆnculo afectivo. EvoluciĆ³n Afirmar una predisposiciĆ³n biolĆ³gica hacia el vĆnculo no quiere decir que la parte afectiva exista desde el nacimiento. Es precisa una larga experiencia de interacciĆ³n con los padres, asĆ como el desarrollo de las capacidades cognitivas para que permitan al niƱo reconocer y diferenciar la figura de apego entre todos los estĆmulos fĆsicos y humanos que le rodean. Durante la primera infancia podemos distinguir varios estadios en la formaciĆ³n y desarrollo de la vinculaciĆ³n afectiva:
1. OrientaciĆ³n hacia las personas sin reconocimiento todavĆa de las personas que le cuidan (0-3 meses). La preferencia por el rostro y voz humana sobre el resto de estĆmulos inanimados es biolĆ³gicamente importante, ya que son las personas quienes garantizan su supervivencia y facilitarĆ” el proceso de familiarizaciĆ³n con las personas que se relacionan con Ć©l.
2. Reconocimiento e interacciĆ³n diferencial con las figuras de apego (3-7 meses). A partir del tercer mes, los niƱos son capaces de reconocer a las figuras familiares, como lo demuestra su comportamiento diferencial entre la madre y los desconocidos aunque no rechaza a estos Ćŗltimos. Entre las conductas infantiles que nos permiten comprobar el reconocimiento que el niƱo hace de la figura materna en este periodo se encuentran las siguientes:
ā¢ Sonrisa diferencial. El niƱo sonrĆe mĆ”s espontĆ”neamente, con mayor amplitud a la madre que a los demĆ”s.
ā¢ VocalizaciĆ³n diferencial. El niƱo vocaliza con mayor frecuencia en la interacciĆ³n con la madre que con desconocidos.
ā¢ Llanto diferencial. Llora cuando es la madre quien sale de su campo perceptivo y no cuando le abandona otra persona.
ā¢ InterrupciĆ³n diferencial del llanto. El llanto cesa cuando es la figura materna quien lo levanta en brazos. A pesar de esta discriminaciĆ³n e interacciĆ³n privilegiada con la madre, el niƱo, generalmente, no se orienta exclusivamente hacia ella en su ausencia ni se muestra ansioso e inquieto por las separaciones.
3. VinculaciĆ³n y miedo a los extraƱos (8-12 meses). Alrededor del 7Āŗ mes, este desarrollo materializa en la formaciĆ³n del lazo o vĆnculo. Ahora las respuestas sociales positivas de bĆŗsqueda, de proximidad y contacto se dirigen hacia una persona determinada, la madre o quien haga las veces de Ć©sta, quien se convierte en elemento de seguridad, mientras las personas desconocidas provocan reacciones de inquietud, temor o evitaciĆ³n. La ausencia de la figura de apego genera en el niƱo una intensa inquietud: el niƱo protesta, llora, aumentando el rechazo hacia los desconocidos.
4. VinculaciĆ³n-independencia (2Āŗ aƱo). Conforme se desarrollan las capacidades cognitivas y motrices infantiles sobre la base de la seguridad que se deriva del vĆnculo, comienza un proceso de independencia y, al mismo tiempo, la tendencia a la proximidad y al contacto decrece, generĆ”ndose nuevas relaciones. Sin embargo, este proceso progresivo de independencia y orientaciĆ³n hacia el entorno fĆsico y humano, caracterĆstico del segundo aƱo y etapa preescolar, no supone una ruptura del vĆnculo. El apego permanece activo y el niƱo seguirĆ” recurriendo a la figura materna en los momentos de inquietud, tristeza, enfermedad o peligro.
Seguridad-ansiedad
Si la presencia y accesibilidad materna constituyen la base de la seguridad, la separaciĆ³n, la soledad es el gran terror para el/la niƱo/a en la infancia. El llanto, la inquietud, los intentos de bĆŗsqueda y recuperaciĆ³n, manifiestos en cualquiera de las breves ausencias parentales que el niƱo experimenta en los primeros aƱos, son un claro ejemplo de la ansiedad que provoca en el niƱo la separaciĆ³n. Hay que tener en cuenta los efectos, a corto y largo plazo, que la separaciĆ³n de la figura de apego produce en la primera infancia. A continuaciĆ³n, se describen tres fases emocionales de respuesta del niƱo a la separaciĆ³n:
Fase de protesta. Comienza cuando los niƱos toman conciencia de la ausencia de la figura de apego. Es una etapa de gran inquietud y lucha activa por recuperar a la madre. El llanto es intenso, asĆ como la agitaciĆ³n motriz: sacuden la cuna, dan vueltas, si su capacidad se lo permite intentan huir. Son evidentes tambiĆ©n en muchos casos los trastornos de la alimentaciĆ³n, del sueƱo y las conductas caracterĆsticas de etapas anteriores: descontrol de esfĆnteres, succiĆ³n del pulgar. AsĆ mismo, es frecuente el rechazo de otras figuras sustitutas que intenten consolarlo. Cuando la figura materna vuelve, las conductas de apego se intensifican, el temor a los desconocidos aumenta y durante un perĆodo variable la ansiedad ante la separaciĆ³n es manifiesta.
b) Fase de desesperaciĆ³n. Si la separaciĆ³n continĆŗa, disminuye la agitaciĆ³n violenta, el llanto es mĆ”s monĆ³tono y la pasividad y retraimiento caracterizan la conducta infantil. En esta etapa no rechaza totalmente los cuidados ofrecidos por cuidadoras o enfermeras, sino que manifiesta una actitud ambivalente: a veces, se muestra sociable y a veces, hostil. Este cambio en el comportamiento infantil podrĆa interpretarse como superaciĆ³n del dolor y de la ansiedad. Sin embargo, el agravamiento de los problemas de sueƱo, alimentaciĆ³n, las conductas regresivas y el retraso fisiolĆ³gico e intelectual que comienza a ser evidente, indican el error de tal interpretaciĆ³n. El comportamiento ante el regreso de la madre revela tambiĆ©n serias alteraciones. El niƱo no parece reconocerla, se muestra distante e incluso agresivo, actitudes que dependen de la duraciĆ³n de la separaciĆ³n y de la reacciĆ³n de las figuras familiares.