CF – Módulo V – Lección I

Con mucha facilidad podemos estar en el estado de ánimo que necesitamos, como estar en calma, tener alegría, sentirnos fuertes y creativos, etc.

1. Definir el estado de ánimo que deseamos vivir.

En función de nuestra necesidad actual, decidimos el estado de ánimo que más necesitamos: calma, seguridad, confianza en sí, éxito, cariño, etc.

2. Elegir el gesto que servirá de ancla.

Decidimos qué gesto nos va a servir de ancla. Tiene que ser discreto, nuevo para nosotros, y con una cierta fuerza muscular: presionar el pulgar y el meñique, presionar con la uña del índice una parte del pulgar, presionar fuerte el puño,…
Este gesto tiene que ser muy claro (es necesario recordarlo exactamente), muy breve (de uno a dos segundos, no más), y no haber sido utilizado anteriormente.

3. Buscar tres recuerdos del estado de ánimo que hemos elegido.

Es muy bueno que el primero sea una vivencia de la infancia y que cada uno forme parte de un contexto distinto. El recuerdo no tiene que estar asociado a otra escena desagradable, porque en ese caso vamos a anclar lo agradable junto con lo desagradable…
Por ejemplo, para anclar el sentimiento de valía, podemos tener un recuerdo de la infancia de la primera vez que anduvo en bici solo o sola. Después el recuerdo de un éxito en el colegio. Y como tercero recuerdo la última vez que triunfó entre sus amigos con un plato de cocina…

Anota el nombre de cada recuerdo. Y para cada uno selecciona el instante de mayor potencia.

4. Para cada recuerdo se sigue la secuencia siguiente:

  • Cierras los ojos, te metes en el recuerdo como si lo estuvieras viviendo de nuevo, mirando lo que mirabas, escuchando lo que escuchabas y sintiendo lo que sentías.
  • Anclaje: en el momento en la que la sensación positiva está creciendo y a punto de alcanzar el máximo, realizas el anclaje o sea haces el gesto decidido anteriormente, siempre de la misma manera. Brevemente. No más de dos segundos.
  • Inmediatamente después abres los ojos y miras cualquier cosa o piensas en cualquier cosa. Se trata de distraer tu cerebro porque de este modo la grabación del anclaje es más profunda.
  • Comprobación del ancla: ahora con los ojos abiertos y sin pensar en nada, repites el ancla una vez, de la misma manera, con la misma brevedad. Si el ancla ha sido bien instalado, sentirás como el estado de ánimo buscado te está invadiendo.

Si no es el caso, repites la secuencia, dándote cuenta previamente en donde no has seguido el protocolo…

5. Puente al futuro

Te imaginas dentro de unos días, en un momento en que necesitarás este animo que acabas de anclar y te haces el anclaje, de la misma manera que antes, y muy brevemente, y esperas a percibir dentro de ti un cambio con respecto a este futuro.

Si lo necesitas repites el anclaje hasta sentirte al máximo de ti mismo.

6. Recargar la batería:

Cuanto más se utiliza el anclaje, más potente es. En los primeros días utilízalo sin parar, es cuando coge su mayor fuerza. Y lo podrás disfrutar el resto de tu vida.

En el trabajo con muñecos es importante recapitular evitando que las palabras  borren  o  diluyan  la  esencia  de  la  remetaforización  visual. También conviene advertir de posibles efectos del trabajo: cambios en el humor  (irritabilidad,  activación,  decaimiento),  síntomas  físicos(hormigueos, palpitaciones, dolores de cabeza o de estómago) o incluso advertir que puede que no noten nada en absoluto (de manera que se disminuyan unas expectativas que pueden interferir negativamente en el proceso de cambio).

Retirarse del proceso de cambio

La actitud más adecuada desde los órdenes de ayuda es la de retirarse, de manera que respetemos al cliente, su sistema y su destino. No podemos exigir que el cliente tome lo que se ha mostrado con el trabajo ni esperar que  tenga  unos  efectos  determinados.  Conviene  retrasar  un  siguiente trabajo por varias razones: dar tiempo a que el proceso de cambio tenga lugar; no interferir con el proceso de cambio con un nuevo trabajo; que el cliente  no  ponga  la  responsabilidad  de  la  solución  en  nosotros  como terapeutas o en los muñecos como “remedio mágico”; …Al utilizar los muñecos en consulta se pone de manifiesto un código visual que permite la comunicación interpersonal entre el terapeuta y el cliente y, también, una comunicación de tipo intrapersonal (del cliente consigo mismo, siendo el terapeuta testigo de la misma). En este sentido, los muñecos poseen un lenguaje  característico  y  peculiar  que  requiere  de  un procedimiento que lo licite y lo traduzca de forma que cliente y  terapeuta  puedan  comprender  y  compartir.  De  manera similar  al  ajedrez,  donde  cada  partida  puede  ser  considerada diferente y única, aunque existan una única forma de mover las piezas y unas “reglas del juego” comunes, también cada trabajo con muñecos es diferente y único. Sin embargo, podemos echar mano  de  un  procedimiento  básico  que  nos  garantice  la implicación del cliente en el trabajo y una posición respetuosa por nuestra parte. En este sentido conviene tener en cuenta varios aspectos que pueden facilitar el trabajo: Necesitamos  implicar  al  cliente:  a  través  de  que  elija, coloque, preguntarle para que pueda comentar lo que siente ante la imagen. Debemos  seguir  muy  de  cerca  el  proceso  que  se  está desarrollando en el interior del cliente: teniendo en cuenta tanto  la  información  verbal  que  nos  aporta  como  la  no verbal,  observando  sus  gestos  y  cambios  posturales,  su respiración, las reacciones emocionales. Se  trata  de  una  partida  de  ajedrez  donde  no  hay contrincante, porque ganamos mientras el cliente gane: no se trata de tener razón ni de acertar, sino de facilitar que el cliente amplíe su construcción del mundo y de sí mismo de manera más coherente y constructiva.

Distintas utilidades del trabajo con muñecos

El  trabajo  con  muñecos,  gracias  a  su  versatilidad,  puede aplicarse  de  numerosas  formas  y  con  diversos  objetivos.  Al mismo tiempo, el principal objetivo para plantear un trabajo  con  muñecos  es  la  necesidad  de  ampliar  la  visión  del mundo  del  cliente  (los  humanistas  lo  llamarían  “toma  de conciencia”,  Hellinger  hablaría  de  “perder  la  inocencia”)  de manera  que  aumente  los  grados  de  libertad  en  sus  elecciones vitales  y  cotidianas:  que  sus  actuaciones  dejen  de  estar motivadas  o  mediatizadas  por  implicaciones,  compulsiones, introyecciones, etc. y pueda responsabilizarse de su bienestar de forma autónoma y adulta. Como  se  ha  visto  en  los  capítulos  anteriores,  los  muñecos  son  una herramienta  que  permite  representar  visual  y  espacialmente  distintos aspectos  de  la  realidad  subjetiva  del  cliente.  Sin  embargo,  no  se encuentran sujetos a un marco teórico propio, sino que necesitan estar guiados  y  apoyados  por  los  conocimientos  previos  del  terapeuta  o consultor: en su experiencia vital y profesional, en su escuela filosófica y/o  terapéutica,  en  su  formación  y  en  su  sentido  común.  Así,  los muñecos pueden ser útiles como test proyectivo o como herramienta de intervención  cognitiva,  emocional  o,  incluso,  comportamental. 

A continuación se comentan algunos de los usos que puede darse a dicha herramienta:

Los muñecos como instrumento de evaluación: Los  muñecos  sirven  para  valorar  el  estado  actual  del  cliente,  los conflictos expresados y no expresados, así como la imagen interna del problema y de sus intentos de solución. Muchas veces se puede trabajar con muñecos sin intención de intervenir a priori, sino como método de evaluación: como test pre-intervención, como test post-intervención y como test de una fase intermedia del proceso terapéutico. Por ello puede resultar conveniente sacar fotografías de las disposiciones, de manera que el terapeuta tenga archivadas las distintas imágenes y disponga de ellas para observar su evolución e incluso para mostrarlas al cliente en caso de considerarlo adecuado. Respecto a la conveniencia o no de mostrar estas imágenes  configuradas  con  anterioridad,  es  necesario  valorar cuidadosamente  si  mostrar  una  imagen  antigua  del  problema  puede resultar  beneficioso  para  que  el  cliente  se  dé  cuenta  de  su  avance  o mejora o si, por el contrario, puede tener efectos contraproducentes ya que puede retrotraerle a algo que ya está superado. Esta es una de las razones  por  lo  que  recomiendo  no  dejar  durante  mucho  tiempo  una imagen configurada del problema y por las que suelo dejar la imagen-solución sin recoger hasta que el cliente ha salido de la consulta.

Caso-ejemplo: Fiel a su madre. El siguiente caso ejemplifica el uso de los muñecos en la fase inicial del proceso terapéutico. Con el fin de evaluar la demanda del cliente, se planteó un ejercicio de muñecos que sirvió para tomar nota de algunos de los aspectos que convendría trabajar en las fases siguientes. El cliente es un hombre de 45 años, divorciado desde hace dos años, trabaja  como  directivo  en  una  multinacional  del  sector  de  los videojuegos. Acude a consulta con la siguiente demanda inicial: “necesito ayuda para romper con mi amante, porque me he dado cuenta de que me estoy haciendo daño a mí mismo”. Por lo que relata, ha intentado dejarla relación tres veces y siempre ha vuelto antes de una semana porque “no podía aguantar la angustia de no estar con ella”. Después de recopilar algunos datos sobre la relación con sus padres, su matrimonio y su actual pareja afectiva (la considera “amante” aunque él está divorciado, porque ella se encuentra casada y tiene un hijo), le pido que realice la configuración con su padre, madre, ex-mujer, amante y él mismo.

Imagen 4.1: Hombre no disponible busca mujer no disponible.

La  imagen  muestra  varios  aspectos  que  evocan  desorden  tanto  en  el sistema de origen como en el actual: Se sitúa en la misma línea que sus padres, siendo él el primero de la fila, formando él y su madre una pareja, mientras que el padre se encuentra alejado y de espaldas a ellos. Su ex-esposa se encuentra situada al frente, en el espacio del «futuro» y dentro de su campo de visión, como si quedara un asunto pendiente con ella. La amante se encuentra a la derecha, en la periferia de su campo de visión, mirando hacia fuera (es llamativa la simetría respecto a la posición del padre).Al  comentar  entre  el  cliente  y  la  terapeuta  lo  que  se  observa  en  la configuración, destacan los siguientes comentarios por parte del cliente: “Mi madre está a gusto conmigo a su lado, así se siente protegida y acompañada”. “Mi padre siempre ha estado en lo suyo, es un egoísta y un cabrón. Se ha portado fatal con mi madre. Ya no nos hablamos”. “Mi ex-esposa me utilizó. Soy una víctima de sus manipulaciones. Nunca me quiso bien”. “X es el amor de mi vida”. Cuando  la  terapeuta  hizo  algunas  observaciones  como,  por  ejemplo, “parece que estás más cerca de tu madre que de tu pareja actual”, él tomó una  actitud  defensiva  justificándose  en  las  necesidades  de  su  madre  y afirmando que el muñeco que le representaba “quería realmente estar al lado  de  su  pareja”.  Cuando  la  terapeuta  cambió  el  muñeco  que  le representaba al lado de la figura de la pareja, comentó: “Aquí estoy feliz, pero mi madre me necesita y tengo que volver con ella”. Él mismo tomo su figura y volvió a colocarla al lado de la madre. Estas observaciones indican cierta dificultad del cliente para adoptar una perspectiva  más  amplia  de  su  situación  y,  simultáneamente,  una  alta implicación respecto al trabajo planteado con los muñecos (el hecho de discutir las observaciones hechas por la terapeuta en vez de ignorarlas o considerar el ejercicio como una “tontería” iría en este sentido).Como  el  objetivo  era  más  la  evaluación  que  la  intervención,  se  le propuso incluir un personaje para una posible futura pareja que estuviera libre para él y así observar si la nueva imagen configurada representaba la dinámica del problema o planteaba una posible salida o paso hacia la solución.

Imagen 4.2: Una mujer disponible no tiene oportunidad

La imagen habla por si sola. Algunos de los aspectos que la terapeuta tomó en consideración para trabajar en las siguientes sesiones fueron cerrar el asunto pendiente con su ex-mujer, explorar la relación con el padre y trabajar el respeto hacia la madre. Entrar directamente a trabajar con la demanda inicial de poner fin a la relación con su “amante” (una mujer  no  disponible)  parecía  difícil  por  la  ganancia  secundaria(inconsciente, por supuesto) que obtenía con dicha relación: le permitía a él mismo no estar disponible. El hecho de estar en pareja con una mujer casada y madre de un hijo le permitía cubrir determinadas necesidades afectivas y, al mismo tiempo, no tener demasiadas responsabilidades de convivencia  y  relación. Así,  podía  evitar  plantearse  la  necesidad  de buscar y cuidar de una pareja con la que tener un proyecto común más realista,  lo  cual  evidentemente,  le  provocaría  conflictos  personales  e interpersonales (por ejemplo, tendría que asumir la culpa de no estar tan disponible para una de las dos mujeres, su madre o su pareja; tendría que asumir las quejas derivadas de ello; también tendría que plantearse que no puede sustituir a su padre en relación con su madre y que no puede ser mejor que él ni darle a su madre lo que el padre no le ha dado…).

Los muñecos como herramienta de metaforización y reformulación

Los muñecos permiten a los clientes contemplar sus problemas desde una perspectiva  nueva,  ya  que  permiten  crear  analogías  y  conexiones  no reconocidas hasta ese momento. De esta forma, como herramienta de metaforización, los muñecos ofrecen un paradigma o mundo de creencias diferentes,  facilitando  así  el  desarrollo  de  actitudes  emocionales  e interpretaciones  nuevas  y  sugiriendo  posibilidades  no  contempladas previamente. A través de los muñecos se puede evitar una confrontación directa,  permitiendo  al  cliente  tomar  en  consideración  ideas  o sentimientos que en otras circunstancias podrían ser evitados o negados. A través de la configuración de los muñecos se puede extraer una serie de metáforas que el cliente utiliza para representar su realidad. Por ejemplo, es frecuente observar imágenes en las que el cliente se sitúa apartado o excluido,  imágenes  donde  se  expresa  una  carga  pesada  o  “mochila”, imágenes donde aparece atrapado o sin futuro, etc. De manera previa, incluso, a cualquier cambio en la configuración por parte del cliente o del terapeuta,  se  puede  realizar  una  reformulación  de  la  problemática  y buscar  una  metáfora  alternativa.  Así,  la  “carga”  puede  ser reconceptualizada  como  un  apoyo  o  una  fuerza  protectora,  la enfermedad  crónica  puede  ser  tomada  como  una  “amiga  fiel”  y  la sensación de estar atrapado puede re metaforizarse como necesidad de sentirse arropado o de demostrar su agradecimiento. En cualquier caso, la reformulación  se  plantea  siempre  con  el  fin  de  buscar  recursos  en  el cliente y aumentar su toma de responsabilidad, nunca de manera que se sienta obligado a resignarse a una situación que necesita cambiar.

Una  persona  no  puede  comprender  totalmente  sus  emociones  sólo hablando de las mismas de manera abstracta. La elección de las figuras que  van  a  representar  a  personas  significativas,  su  ubicación  en  el espacio, las dramatizaciones desde cada personaje, la repetición de frases sanadoras  son  elementos  del  trabajo  con  muñecos  que  provocan reacciones emocionales intensas en el cliente. Las figuras promueven la implicación  y  la  sugestión  del  cliente  y  facilitan  enormemente  la catarsis.  Por  otra  parte,  la  posibilidad  de  “mirar  desde  afuera”  y desidentificarse  de  su  propio  representante  permite  llegar  a  una contención  emocional  de  manera  bastante  inmediata  y  eficaz  si  el terapeuta lo considera conveniente.

Caso-ejemplo: El dolor de necesitar. La  propuesta  era  trabajar  con  dos  aspectos  de  la personalidad del “cliente” que le resultara difícil integrar o manejar. La  polaridad  que  planteó  Marta  fue  la  de  su  parte  activa  y  su  parte pasiva. La terapeuta, al observar los muñecos elegidos y su disposición, comentó a Marta que sí veía a la muñeca que representaba la parte activa con una actitud decidida. En cambio, la muñeca que representaba la parte pasiva  no  la  veía  como  alguien  sin  iniciativa  o  sin  capacidad  de actuación, sino que más bien parecía con una actitud receptiva, dulce, más interesada en cuidar que en avanzar profesionalmente. Marta aceptó la reformulación de “receptiva”, aunque comentó que sólo se sentía a gusto con la muñeca que representaba su parte “activa” y sentía que la parte “receptiva” era infantil, poco práctica y que prefería tenerla lejos. Como  en  un  ejercicio  anterior  se  habían  realizado  los  genogramas,  la  terapeuta  trabajó  con  la hipótesis  de  que  ambas  partes  estaban  en  relación  con  dos  figuras familiares de Marta: Relacionó la parte “activa» con una tía abuela de Marta por la rama paterna,  que  había  sido  soltera,  políticamente  activa  durante  la Guerra Civil y que había muerto fusilada. Relacionó la parte “receptiva» con una tía abuela de Marta, en este caso de la rama materna, que también había sido soltera, que había cuidado de sus hermanos siendo pequeños y de sus padres de mayores y por la que sentía cierta pena. Al colocar las figuras de las dos tías, la cliente sintió que debía protegerse aún más de la parte “receptiva”. La terapeuta exploró las sensaciones que le producían a Marta mirar a cada una de esas partes. Colocó a la muñeca de Marta primero frente a su parte “activa” y después frente a su parte “receptiva”. Así se puso de manifiesto  que  Marta  relacionaba  la  idea  de  “activa”  con  la  de  ser independiente y no necesitar nada de nadie, mientras que asociaba la parte “receptiva” a la sensación de necesitar algo de los demás y, por tanto, ser dependiente. En determinado momento, ante la pregunta de “¿cuál es el problema de recibir  de  los  demás?”,  Marta  contestó  que  el  problema  era  cuando necesitabas algo y no te lo daban y que no estaba dispuesta a pasar por ello otra vez. La actitud de Marta en ese momento era defensiva, como si intentara evitar la sensación de dolor que puede provocar la frustración de necesidades importantes. Por eso la terapeuta planteó la posibilidad de que dicha actitud, evitar necesitar o depender de los demás, estuviera relacionada  con  experiencias  que  Marta  podía  haber  tenido  en  su infancia. Explicó a Marta lo siguiente: Que posiblemente, de pequeña, había necesitado algo de sus padres y no lo había podido recibir. Que  ante  el  dolor  que  le  había  provocado  la  frustración  de  sus necesidades, Marta había desarrollado un mecanismo de defensa que le protegiera en lo sucesivo de dicho dolor: no necesitar nada de los demás. Lo curioso es que esta hipótesis también podía explicar el conflicto de Marta respecto a su deseo de tener pareja: Marta quería tener pareja. Sus relaciones de pareja no habían funcionado hasta la fecha. Marta sentía que ella daba todo a su pareja y que él se iba. Respecto a este tema, la terapeuta planteó la siguiente pregunta: “¿Qué hombre puede sentirse valorado por ti si no te permites necesitar nada de él?”. Tras este planteamiento, la terapeuta cogió la figura de una niña y la posicionó frente al muñeco que representaba a Marta. Después le pidió que dijera: “no quiero mirarte porque tus necesidades me hacen sentir vulnerable”. Marta se quedó muy impactada y comenzó a hablar sobre su infancia, sus padres, las dificultades económicas, las carencias afectivas y entró en contacto con un dolor profundo, sin entrar en el llanto sino de una manera contenida y, al mismo tiempo, muy evidente para los que estábamos presenciando la escena.

Imagen 6.1: Ahora que soy adulta puedo cuidarme

Finalmente, la frase sanadora sugerida por la terapeuta fue: “mi querida pequeña, ahora que ya soy adulta puedo mirarte y protegerte. Por favor confía en mí y ayúdame a saber lo que necesitas para aprender a cuidarte y a cuidarme mejor”. Este caso muestra cómo, en muchas ocasiones, las hipótesis sistémicas pueden  dar  pistas  y  ayudar  a  ampliar  la  visión  del  cliente  pero  que, finalmente,  el  trabajo  fundamental  consiste  en  que  la  persona  se responsabilice  de  su  bienestar  y  deje  de  justificar  sus  dificultades  y conflictos  por  experiencias  pasadas,  lealtades  transgeneracionales  o implicaciones diversas.

Los muñecos como apoyo explicativo

Los  muñecos  también  pueden  ser  utilizados  por  el  terapeuta  para representar gráficamente una observación sobre el asunto que el cliente trae  a  la  sesión,  clarificar  una  confrontación  o  una  interpretación  o ejemplificar una actitud/conducta alternativa. En general, esta forma de apoyar las intervenciones del terapeuta suele ser bien acogida en tanto que resulta menos directiva que la meramente verbal.

Los muñecos como personajes

Tanto una dramatización de conflictos intrapersonales (por ejemplo, una polaridad) o interpersonales, como un ensayo conductual de respuestas alternativas, puede verse facilitado enormemente por una representación a través de los muñecos. De manera similar a la técnica de la silla vacía, el cliente puede adoptar la visión y la voz de los distintos elementos o personajes  representados  por  los  muñecos.  Como  se  ha  comentado anteriormente, el hecho de poder adoptar, no sólo el lugar de cada uno de los  muñecos,  sino  también  el  papel  de  observador  desde  una metaposición fuera del despliegue de las figuras, posibilita el análisis y la contención emocional además de los procesos de activación emocional y empatía. Del mismo modo, un ensayo conductual o role-playing resulta facilitado  al  no  tener  que  hacerse  en  el  vacío  o  mediante  una “autodramatización  imaginativa”,  sino  apoyado  por  elementos materiales y figurativos.

Una mujer de 34 años, psicóloga y empleada en el departamento de recursos humanos de una multinacional, a la que habían ofrecido un mejor puesto en una empresa nueva, acudió a consulta para que ser ayudada a preparar lo que quería decirle a su jefe. Ella se sentía muy agradecida a su jefe por las oportunidades que le había ido dando, la confianza que había depositado en ella y por lo bien que se había portado durante un periodo donde le había costado compatibilizar sus tareas profesionales con las circunstancias familiares (muerte de un hermano,  enfermedad  de  la  madre  y  divorcio  tras  cuatro  años  de matrimonio).  Aunque  tenía  clara  la  decisión  que  había  tomado, cambiar de empresa, se sentía incapaz de comunicársela a su jefe. Al utilizar los muñecos para preparar la posible entrevista con el jefe, la cliente  pudo  observar  que  se  sentía  mejor  con  un  tipo  de  frases(“agradezco  mucho  lo  considerado  que  has  sido  conmigo”,  “me siento afortunada de haber adquirido experiencia con un profesional de tu talla”) que con otras (“siento muchísimo no poder responder a tus  expectativas”,  “espero  que  puedas  perdonarme”).  También  le permitió distinguir el miedo que sentía a que su jefe se enfadara o se sintiera decepcionado del miedo que sentía ella misma a equivocarse. De  esta  manera,  además  de  ensayar  la  temida  interacción  y prepararse para las posibles reacciones y contraofertas del jefe, pudo darse cuenta de las diferentes emociones que surgían en relación al tema y aceptarlas, observar el amplio repertorio de respuestas que disponía, ponerse en el lugar del jefe y considerar el efecto que podía tener sobre él una u otra forma de comunicarle la noticia, así como sentirse más segura en cuanto a su decisión y sus capacidades para llevarla a cabo. La  herramienta  de  los  muñecos  es  muy  versátil  y  puede utilizarse tanto como procedimiento de  evaluación  como  de intervención. Muchas técnicas terapéuticas que provienen de distintas escuelas o marcos teóricos pueden verse facilitadas a través de esta herramienta.

Por  último,  los  muñecos  también  pueden utilizarse como figuras de representación en la aplicación de la técnica de constelaciones sistémicas en una sesión individual, y sobre ello trataremos a continuación.

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