El desarrollo evolutivo y psicológico del ser humano
En este tema trataremos de las etapas evolutivas. En ellas es donde hay que trabajar como padres para desarrollar la personalidad de los hijos
Desarrollo desde el punto de vista psicológico
El género al que se pertenece ofrece otro tipo de influencias (los chicos y las chicas pueden experimentar un mismo acontecimiento de forma diferente). Las influencias en un entorno social compartido son bastante claras en el desarrollo de los roles de género, donde la familia, amigos y sociedad modelan nuestras ideas de masculinidad y feminidad. Los padres tratan a sus hijos de forma diferente, les dan juguetes diferentes, juegan con ellos de forma distinta y ven también en sus padres comportamientos distintos. El mundo exterior también influye en este proceso a medida que los niños van observando los roles de sexo en los programas y anuncios de televisión y otros medios. En resumen, se puede afirmar que la estructura hereditaria de un individuo se desarrolla a través del ambiente que vive, de las circunstancias de su vida y de sus experiencias, logrando, a través de un proceso de interacción, una persona.
LA FORMACIÓN DEL VÍNCULO Y EL DESARROLLO DEL APEGO PARENTAL
La formación del vínculo con el no nacido.
A. Inicio de la relación afectiva con el no nacido Actualmente se reconoce la influencia decisiva que tiene el ambiente afectivo y de relación de los padres en el desarrollo del feto. Un ambiente afectivo cálido y de relación tranquilo favorece el proceso de “creación” de ese nuevo ser. Es esencial, en consecuencia, favorecer una vinculación afectiva positiva de ambos padres hacia ese ser que está en el interior de la madre para asegurar unas futuras relaciones adecuadas entre padres-hijo después del nacimiento. A medida que la gestante y su pareja empiezan a considerar el feto como un individuo separado y distinto del cuerpo materno, como un ser diferenciado y con personalidad propia, van surgiendo y acrecentándose los sentimientos de cariño hacia él. Son numerosos los testimonios que así lo ponen de manifiesto, al señalar los primeros movimientos fetales o la primera ecografía como el momento en el que por primera vez le dan la categoría de persona y experimentan una corriente emocional positiva que les une a él. En diversas investigaciones se ha observado que la visualización del feto por medio de los ultrasonidos produce efectos psicológicos positivos en los padres: intensifica el apego hacia el feto y reduce la ansiedad y el estrés, especialmente si existe algún riesgo en el embarazo. Un factor que influye en la iniciación del apego hacia el futuro niño es la circunstancia de si el embarazo ha sido planeado y deseado o no, por un lado, por la actitud más o menos positiva que ello implica y, por otro, por el sentido temporal que conlleva. Téngase en cuenta que cuando el embarazo ha sido planeado, la pareja puede vivir anticipadamente los cambios que el niño producirá en sus vidas, lo que les permite iniciar ya la adaptación a esos cambios, así como hacerle un hueco dentro de la familia, integrarlo en ella como un miembro más. Sin embargo cuando el embarazo no ha sido buscado intencionadamente, el proceso de aceptación, adaptación e integración en el seno de la familia puede demorarse algo más, aunque, en la mayoría de los casos, llegue a lograrse igualmente.
B. Variables que favorecen la unión afectiva con el ser no nacido Junto a la fuerza con que se desea el embarazo y la llegada del bebé, existen otras variables que influyen en el apego parental, favoreciéndolo o perjudicándolo. Entre las más importantes podrían citarse las siguientes: la experiencia como hijo durante la infancia, la relación matrimonial, ciertos rasgos y actitudes personales, dificultades psicológicas y emocionales para asumir el papel de padre o madre, influencias culturales, modelos de padres que se han contemplado a lo largo de la vida y conocimientos e información que se tiene sobre el papel de padres.
• La experiencia como hijo durante la infancia. A partir de las relaciones que hemos mantenido con nuestros padres construimos un modelo de relaciones en nuestra mente que puede caracterizarse por contener sentimientos de, confianza y seguridad y un concepto positivo de sí mismo (autoestima), de nuestros padres y de las personas en general; o caracterizarse por contener sentimientos que son todo lo contrario, es decir, dudas, desconfianza y sentimientos negativos hacia sí mismo y hacia los otros. Unos padres atentos, comprensivos, afectuosos, comprometidos propician la construcción del primer modelo; unos padres distantes, poco sensibles, que no hacen caso de su hijo, que no les dedica el tiempo necesario propiciarán, en cambio, el segundo.
• La relación matrimonial armoniosa, sin conflictividad, caracterizada por el cariño, el respeto, la comprensión y el apoyo mutuo constituye unos buenos cimientos para la creación del vínculo con el ser no nacido aún, al tiempo que es una fuerza impulsora para su desarrollo futuro.
• Ciertos rasgos y actitudes personales sirven para saber con antelación si una persona será un buen padre o todo lo contrario y si la relación afectiva que establezca con sus hijos será de buena o de mala calidad. Los rasgos y actitudes favorables son, entre otros:

• Dificultades psicológicas y emocionales para asumir el papel de padre o de madre cualquier persona con algún tipo de trastorno psicológico de cierta gravedad no está en buenas condiciones para construir una relación afectiva, ni para enfrentarse a las responsabilidades que entraña ser padres.
• Influencias culturales. Dentro de cada cultura, e incluso de cada época, imperan unas creencias y conceptos sobre los fetos y los niños y sobre las relaciones padres-hijos que pueden influir en el clima afectivo de las interacciones. Por ejemplo, hablar, cantar o poner música relajante al feto se decía que era absurdo y ahora se ha comprobado lo contrario.
• Modelos parentales que se han contemplado. En buena medida nuestra habilidad para ser madre o padre descansa en lo que nuestros propios padres mostraron hacia nosotros mismos.
• Conocimientos sobre el papel de padres. No es una buena actitud para un/a padre/madre dejar todo su saber de cómo actuar como padre en la intuición y en la falsa creencia de que lo vivido y aprendido de sus padres es suficiente. El rol de padre, como se está viendo hasta aquí, es tan complejo e importante que conviene acercarse a él con ciertos deseos de aprender cada día un poco más.
C. Comportamientos que ponen de manifiesto el acercamiento de los futuros padres al ser no nacido.
La primera relación afectiva es fruto de la interacción entre el niño, quien dispone de un repertorio de señales y conductas de carácter innato que promueven la proximidad e interacción, y la figura materna que a su vez cuenta con una sensibilidad y comportamiento especial, que sobresale entre toda la gama de conductas aprendidas. En otras palabras, existe una predisposición genética en el niño a procurar la proximidad y los intercambios con los seres humanos y una tendencia también biológica en los adultos a responder a las señales y conductas del bebé y a establecer in-teracciones con él. En la actualidad se puede afirmar que el bebé, desde los primeros momentos de la vida, no sólo es capaz de percibir sino que es un activo buscador de estímulos, manifestando una clara preferencia por aquellos que provienen de seres humanos. Entre los atributos visuales que atraen la atención infantil se encuentran el contraste, el movimiento, características del rostro humano, que debe situarse a la distancia adecuada: 20 cm. Así mismo el bebe tiene una clara orientación y preferencia por la voz humana frente a otro tipo de sonidos.
C. Sistema de conducta materno: el apego parental. El comportamiento de los padres revela importantes influencias que son producto de su propia experiencia y del aprendizaje, y tiene una marcada influencia cultural relativa a las prácticas de crianza que socialmente son aceptadas o recomendadas. Sin embargo, de manera general, entre esta gama de actitudes y conductas aprendidas sobresale un estilo de relación parental especial que sugiere la existencia de una PREDISPOSICIÓN BIOLÓGICA. Entre estas pautas de conducta materna destacan las siguientes:
Este comportamiento especial, adaptado a las necesidades infantiles (claramente diferente al establecido entre adultos), junto a la capacidad de interpretar y responder a las comunicaciones emitidas por el niño, describe el sistema de conducta de la figura materna. El niño progresivamente dirigirá preferente y selectivamente sus conductas de apego hacia aquella o aquellas personas que se manifiesten ante él de una manera estable y continuada.
• La tendencia al contacto físico (caricias, abrazos).
• Mantener la mirada mutua, situándose a la distancia adecuada, de frente y en distancia íntima.
• El tipo de lenguaje (simple, exagerado, repetitivo, suave, sonidos sin significado).
• La capacidad de establecer una sincronía interactiva: acción-pausa, como si se tratara de un verdadero diálogo (cuando el niño succiona o vocaliza la madre permanece pasiva y actúa o vocaliza en las pausas del bebé).
• Las expresiones faciales exageradas, lindando con la caricatura y prolongadas, etc.
D. El vínculo afectivo. Evolución Afirmar una predisposición biológica hacia el vínculo no quiere decir que la parte afectiva exista desde el nacimiento. Es precisa una larga experiencia de interacción con los padres, así como el desarrollo de las capacidades cognitivas para que permitan al niño reconocer y diferenciar la figura de apego entre todos los estímulos físicos y humanos que le rodean. Durante la primera infancia podemos distinguir varios estadios en la formación y desarrollo de la vinculación afectiva:
1. Orientación hacia las personas sin reconocimiento todavía de las personas que le cuidan (0-3 meses). La preferencia por el rostro y voz humana sobre el resto de estímulos inanimados es biológicamente importante, ya que son las personas quienes garantizan su supervivencia y facilitará el proceso de familiarización con las personas que se relacionan con él.
2. Reconocimiento e interacción diferencial con las figuras de apego (3-7 meses). A partir del tercer mes, los niños son capaces de reconocer a las figuras familiares, como lo demuestra su comportamiento diferencial entre la madre y los desconocidos aunque no rechaza a estos últimos. Entre las conductas infantiles que nos permiten comprobar el reconocimiento que el niño hace de la figura materna en este periodo se encuentran las siguientes:
• Sonrisa diferencial. El niño sonríe más espontáneamente, con mayor amplitud a la madre que a los demás.
• Vocalización diferencial. El niño vocaliza con mayor frecuencia en la interacción con la madre que con desconocidos.
• Llanto diferencial. Llora cuando es la madre quien sale de su campo perceptivo y no cuando le abandona otra persona.
• Interrupción diferencial del llanto. El llanto cesa cuando es la figura materna quien lo levanta en brazos. A pesar de esta discriminación e interacción privilegiada con la madre, el niño, generalmente, no se orienta exclusivamente hacia ella en su ausencia ni se muestra ansioso e inquieto por las separaciones.
3. Vinculación y miedo a los extraños (8-12 meses). Alrededor del 7º mes, este desarrollo materializa en la formación del lazo o vínculo. Ahora las respuestas sociales positivas de búsqueda, de proximidad y contacto se dirigen hacia una persona determinada, la madre o quien haga las veces de ésta, quien se convierte en elemento de seguridad, mientras las personas desconocidas provocan reacciones de inquietud, temor o evitación. La ausencia de la figura de apego genera en el niño una intensa inquietud: el niño protesta, llora, aumentando el rechazo hacia los desconocidos.
4. Vinculación-independencia (2º año). Conforme se desarrollan las capacidades cognitivas y motrices infantiles sobre la base de la seguridad que se deriva del vínculo, comienza un proceso de independencia y, al mismo tiempo, la tendencia a la proximidad y al contacto decrece, generándose nuevas relaciones. Sin embargo, este proceso progresivo de independencia y orientación hacia el entorno físico y humano, característico del segundo año y etapa preescolar, no supone una ruptura del vínculo. El apego permanece activo y el niño seguirá recurriendo a la figura materna en los momentos de inquietud, tristeza, enfermedad o peligro.
Seguridad-ansiedad
Si la presencia y accesibilidad materna constituyen la base de la seguridad, la separación, la soledad es el gran terror para el/la niño/a en la infancia. El llanto, la inquietud, los intentos de búsqueda y recuperación, manifiestos en cualquiera de las breves ausencias parentales que el niño experimenta en los primeros años, son un claro ejemplo de la ansiedad que provoca en el niño la separación. Hay que tener en cuenta los efectos, a corto y largo plazo, que la separación de la figura de apego produce en la primera infancia. A continuación, se describen tres fases emocionales de respuesta del niño a la separación:
Fase de protesta. Comienza cuando los niños toman conciencia de la ausencia de la figura de apego. Es una etapa de gran inquietud y lucha activa por recuperar a la madre. El llanto es intenso, así como la agitación motriz: sacuden la cuna, dan vueltas, si su capacidad se lo permite intentan huir. Son evidentes también en muchos casos los trastornos de la alimentación, del sueño y las conductas características de etapas anteriores: descontrol de esfínteres, succión del pulgar. Así mismo, es frecuente el rechazo de otras figuras sustitutas que intenten consolarlo. Cuando la figura materna vuelve, las conductas de apego se intensifican, el temor a los desconocidos aumenta y durante un período variable la ansiedad ante la separación es manifiesta.
b) Fase de desesperación. Si la separación continúa, disminuye la agitación violenta, el llanto es más monótono y la pasividad y retraimiento caracterizan la conducta infantil. En esta etapa no rechaza totalmente los cuidados ofrecidos por cuidadoras o enfermeras, sino que manifiesta una actitud ambivalente: a veces, se muestra sociable y a veces, hostil. Este cambio en el comportamiento infantil podría interpretarse como superación del dolor y de la ansiedad. Sin embargo, el agravamiento de los problemas de sueño, alimentación, las conductas regresivas y el retraso fisiológico e intelectual que comienza a ser evidente, indican el error de tal interpretación. El comportamiento ante el regreso de la madre revela también serias alteraciones. El niño no parece reconocerla, se muestra distante e incluso agresivo, actitudes que dependen de la duración de la separación y de la reacción de las figuras familiares.
c) Fase de desapego. Cuando el período de separación se prolonga, el niño comienza a adaptarse a la pérdida de la figura de apego a la que termina olvidando e intenta reanudar un nuevo vínculo con nuevas figuras. En el caso, desgraciadamente frecuente, de sucesivas vinculaciones y pérdidas, el niño llega a una etapa de desapego: no parece experimentar afecto; cuando la persona que le cuida, lo abandona, no se muestra perturbado, ni manifiesta emoción o alegría ante las figuras familiares. Es evidente que no todos los niños reaccionan de la misma forma y con la misma intensidad ante las experiencias de separación. Uno de los factores determinantes es la edad. El período de mayor sensibilidad y vulnerabilidad a la separación de la madre es el comprendido entre los 8 meses y los cuatro años, lo cual es comprensible teniendo en cuenta la evolución infantil. En edades inferiores no se ha establecido aún la vinculación fuerte con una figura significativa, y más allá de los 3 años las capacidades cognitivas que va desarrollando le permite mantener el lazo a pesar de la ausencia temporal de la madre. Por otra parte, si el vínculo con la figura de apego se ha establecido sólidamente, la seguridad que de ello deriva le permite adquirir una progresiva confianza con otras figuras complementarias.
EL PERÍODO PRENATAL
Desarrollo prenatal
El embarazo se inicia con la fecundación, al penetrar un espermatozoide del hombre en un óvulo de la mujer, como resultado de la unión sexual. En el óvulo la madre aporta 23 cromosomas y en el espermatozoide el padre aporta otros 23. Los cromosomas son estructuras con forma de pequeños bastoncillos que contienen miles de genes, en ellos está contenida toda la información que dirigirá el crecimiento y funcionamiento del nuevo ser, que en este momento constituye un óvulo fecundado o cigoto. Los genes aportados por la madre y por el padre al producirse la fecundación se combinan para determinar las características físicas y psicológicas que tendrá su hijo: el sexo, el color de los ojos, la estatura, el tipo de cabello, la inteligencia, el carácter, etc. A veces estas características, tanto físicas como psicológicas, serán una combinación intermedia de lo aportado por la madre y por el padre. Por ejemplo, si el padre es muy alto y la madre baja puede salir el hijo con una estatura intermedia. También existe otra posibilidad, al tener ambos características distintas, él, pelo rizado y, ella, pelo liso, que predomine una sobre otra: el pelo rizado, por ejemplo. El óvulo fecundado o cigoto empieza de inmediato una serie de transformaciones que conducirán al desarrollo del nuevo ser.
Estas transformaciones duran alrededor de 9 meses, distinguiéndose dos grandes períodos:
1. Período embrionario, que abarca los dos primeros meses.
2. Período fetal, comprende los restantes 7 meses.
1. Período embrionario Se divide en dos períodos:
- Período preembrionario: En el período preembrionario o germinal, el óvulo fecundado, que es una célula en forma de pequeño huevo cubierto por una membrana, va moviéndose por la trompa hasta llegar al útero, lugar donde tiene que implantarse. Al mismo tiempo de este viaje experimenta una serie de divisiones sucesivas en las que origina un número cada vez mayor de células pero cada vez más pequeñas, llegando un momento en que se convierte en una masa redondeada de células que se parece a una mora (mórula). En este momento llega al útero (nidación) en torno a los 4 días, pierde la membrana que le rodea y adquiere una cavidad interior pareciéndose a una pelota hueca (blastocito), entonces se hunde en la pared del útero, para quedar allí sujeto (implantación), cuando se cumplen los 7 días desde la fecundación. Al mismo tiempo se empiezan a desarrollar tres capas de células que darán origen, la interior, al tubo digestivo, pulmones, hígado y vejiga; otra más externa que dará lugar a la piel, sistema nervioso, órganos de los sentidos, uñas, pelo. Hacia la tercera semana, aparece una última capa que se sitúa entre las dos anteriores y de la que se originarán el esqueleto, la musculatura, los aparatos circulatorio, excretor y genital, los riñones y la parte más interna de la piel.
- 1.2. Período embrionario: En el período embrionario empiezan a formarse los órganos y el embrión va adquiriendo la forma y el tamaño necesarios para convertirse en feto. En las semanas que quedan para completar los dos meses se van diferenciando y desarrollando estructuras importantes (la placenta, el cordón umbilical, el corazón, el sistema nervioso, los brotes de brazos y piernas), así como una serie de cubiertas y cavidades destinadas a proteger el embrión y a proporcionarle alimento como el saco amniótico, en cuyo líquido flota protegido el embrión. A partir de las 6 semanas el embrión realiza movimientos lentos hacia delante y hacia atrás, por medio de sus brazos y piernas aún rudimentarios, esta es su primera señal de comportamiento.
2. Período fetal: Durante los primeros 3 meses de este período el feto experimenta un gran crecimiento en longitud, mientras que durante los últimos dos meses destacará sobre todo su incremento de peso. Al iniciarse el tercer mes comienza el período fetal, que abarcará los 7 meses que quedan hasta el nacimiento. Al comienzo de esta etapa, el feto ya tiene una apariencia humana, con cabeza, tronco y extremidades, aunque el tamaño de la cabeza es bastante desproporcionado
Periodos



Al final del primer trimestre el feto adopta la posición fetal característica, con los brazos curvados a ambos lados de la cara y las rodillas encogidas sobre el vientre. Ya en el tercer mes empiezan a crecer sus órganos sexuales y a evolucionar los hemisferios cerebrales. En este momento el cordón umbilical ya ha acabado de madurar y los rasgos faciales están más perfilados, distinguiéndose la barbilla, la frente, una pequeña nariz y los párpados, que han empezado a desarrollarse. Los dedos de las manos y de los pies están bien formados. El feto mueve la cabeza e inicia los movimientos respiratorios y de succión. Los ojos se mueven, pero los párpados están aún cerrados. En el segundo trimestre comienza a formarse el esqueleto del tronco. A los 4 meses sus movimientos empiezan a ser suficientemente fuertes para ser percibidos por la madre. Progresivamente el feto es capaz de realizar movimientos más localizados y no sólo con las manos sino también con la cara: fruncir el entrecejo, hacer muecas, bizquear, etc. A los 5 meses presenta ya ciertos rasgos personales que lo diferencian de otros fetos: una posición preferida en el útero, unas horas determinadas de sueño y otras en las que suele estar despierto y una mayor o menor actividad. En torno a esta fecha, debajo de las encías ya presenta algunos de sus dientes de leche. Desde las 16 semanas su retina es sensible a la luz y al finalizar este segundo trimestre podrá abrir los párpados. En este segundo trimestre ya es posible detectar el sexo del feto, porque los genitales externos se han desarrollado un poco más. Un feto que naciera prematuramente al acabar este trimestre o al iniciarse el séptimo mes no tiene aún suficientemente desarrollado su sistema nervioso ni su aparato respiratorio, por lo que sería difícil que sobreviviera. Durante el último trimestre acaban de desarrollarse los órganos sexuales, su sistema nervioso central madura definitivamente, su cerebro ha aumentado tanto de tamaño que tiene que replegarse para tener cabida dentro del cráneo, la respiración se hace más regular, se perfeccionan los movimientos de succión y deglución, la digestión y la excreción y existe un control mayor de la temperatura corporal. Sin embargo, muchos de estos aspectos tendrán que experimentar aún ciertos cambios después del nacimiento para que el organismo se adapte definitivamente al medio exterior. A partir de los siete meses las posibilidades de supervivencia del feto son muy altas caso de producirse un parto prematuro. Al llegar al octavo mes, la mayoría de los fetos se dan la vuelta en el útero colocándose “cabeza abajo”, que es la posición más favorable para nacer. En esta etapa los movimientos fetales son más escasos porque el tamaño alcanzado no deja que el feto pueda realizarlos con tanta libertad como antes.
Capacidades del feto
El ser no nacido tiene cuatro tipos de capacidades:
- Las capacidades motoras, cuya ejercitación sirve como entrenamiento y preadaptación de la movilidad necesaria después del nacimiento.
- Las capacidades sensoriales, que le permiten distinguir unos estímulos de otros, mostrar preferencias por algunos de ellos, disgusto o incomodidad ante otros y que lo llevan a intentar protegerse cuando percibe algún peligro.
- Las capacidades afectivas, que posibilitan la interacción en el seno materno así como captar ciertos mensajes de satisfacción, seguridad, tranquilidad o sus contrarios, emanados de actitudes, formas de actuar o estados emocionales de la madre.
- Las capacidades cognitivas se desarrollan entre las semanas 28 y 32 a partir del desarrollo de los circuitos neuronales. La corteza cerebral ha madurado lo suficiente para que pueda admitirse la posibilidad de que ya se inicie el proceso del desarrollo de la conciencia.
Influencias prenatales
Cuando la madre experimenta una emoción intensa, su organismo se altera, así, se aceleran sus ritmos cardíaco y respiratorio, a veces se produce un descenso de las defensas inmunológicas y se elaboran ciertas sustancias químicas (cortisona, adrenalina, oxitocina) que desde el torrente sanguíneo de la embarazada, atravesando la barrera placentaria pueden llegar parcialmente al feto y afectarlo. Si la emoción que experimenta la madre no es pasajera sino que es intensa y dura mucho tiempo o se repite con mucha frecuencia, como por ejemplo, por un conflicto permanente con la pareja, la aflicción por la muerte de un ser querido, etc., las secreciones de sustancias químicas son mayores y más duraderas pudiendo acarrear consecuencias anómalas en el desarrollo fetal y desencadenando ya de inmediato una aceleración del ritmo cardíaco y una gestación anormal. Se ha encontrado relación entre el estrés fuerte y duradero padecido por la madre y problemas gastrointestinales padecidos por el bebé al nacer, muerte súbita y parto prematuro. Se ha podido comprobar que las mujeres que desean tener un bebé suelen presentar gestaciones más fáciles e hijos más sanos, mientras que las que no lo desean presentan problemas con mayor frecuencia y alumbran un mayor número de niños con bajo peso, prematuros o con algún trastorno emocional o de comportamiento. Parecería que de alguna forma el feto percibiera el bienestar, la satisfacción, la ternura, el afecto de su madre y de las personas que están próximas a ella, y también, su disgusto, su tensión y la falta de amor y atención hacia ella.
Adaptación maternal y paternal
El ajuste a la maternidad- paternidad constituye uno de los grandes retos de los adultos. Durante el embarazo, aparte de los naturales cambios físicos, tanto el padre como la madre se van a ver afectados por la perspectiva de convertirse en padres, lo que originará cambios en sus comportamientos. Los nuevos padres han de hacer ajustes de tipo económico, de tiempo, espacio y social, teniendo a menudo que revisar y modificar sus propias relaciones actuales. Entre los factores que intervienen en el ajuste se cuentan las actitudes culturales de la familia ante el embarazo, la protección y la crianza, entre otros. Las motivaciones de la maternidad varían mucho entre las culturas, desde considerar a los hijos como fuente de trabajo y factor de la economía y manutención de los padres en la senectud a ser el símbolo de la realización de las necesidades personales de los padres. Sea como fuere, en todas las culturas, la embarazada tiene la obligación de adaptarse a los cambios físicos, psicológicos y sociales que acompañan a la maternidad. El principal ajuste que debe hacer la madre es la adaptación a sus cambios físicos, al aumento de peso, a la disminución de la movilidad, a la alteración del sentido del equilibrio y a la presión ejercida sobre los órganos internos por el feto en crecimiento. Las venas varicosas, la disnea, la micción frecuente puede repercutir en el estado psíquico de la madre. Esta debe adaptarse a la nueva imagen corporal y a la alteración de su autoconcepto, debiendo además tener en cuenta las reacciones de quienes la rodean.
También se debe tener en cuenta que el futuro padre, con su forma de recibir la noticia del embarazo, de tratar a su mujer durante el embarazo, de reaccionar ante su aspecto cambiante, etc., influirá sobre ella y, en consecuencia, podrá afectar, aunque sea indirectamente, en el desarrollo del feto. El buen “acompañamiento” de la madre que haga el padre en este proceso será decisivo para favorecer un buen desarrollo fetal de su hijo. El padre deberá aceptar estos cambios en su mujer, facilitar un ambiente de armonía, tratar a la madre gestante con cariño y dulzura e implicarse en las tareas y obligaciones que este periodo requiere.
EL PARTO Y EL NEONATO
El parto
A medida que se acerca el momento de nacer, el feto generalmente está con la cabeza hacia abajo. El útero en esta etapa se parece a un saco que se abre hacia la vagina a través del cuello uterino. Cuando empieza el proceso del parto, la porción superior del útero se contrae a intervalos regulares y progresivos, mientras que la parte inferior se hace más fina y el cuello uterino se dilata para permitir la salida del feto a través del canal vaginal. Luego los músculos de la madre también empiezan a contraerse realizando un movimiento hacia abajo. A menos que la anestesia la prive de sus sensaciones, ella tiende a empujar hasta que sale el niño. Todo este proceso recibe el nombre de Parto y puede completarse en menos de tres horas o alargarse más de un día. Inmediatamente después del parto, el niño, la madre y el padre inician el proceso de apego o de formación del vínculo. Después del llanto inicial del nacimiento y de haber llenado los pulmones, el recién nacido se serena con un tiempo de relajación sobre el pecho de la madre. Los padres lo revisan de arriba abajo, los dedos de las manos y los pies, las orejas. Los padres mantienen al bebé cerca y se establece los primeros contactos visuales, hay un contacto muy cercano, lo arrullan, lo acarician, le hablan. El recién nacido goza de media hora o más de alerta y exploración, y trata de concentrar la mirada en la cara y de escuchar. Este contacto inicial es importante no sólo para la formación del apego sino para que los padres se familiaricen con su bebe pues muchas veces tienen una imagen idealizada de lo que será su hijo. Por tanto, el contacto físico con él en las primeras horas verifica la realidad del nuevo ser y facilita la rectificación de las expectativas, en un sentido u otro, elaboradas referentes al aspecto que tendría su hijo.
El neonato. El período de adaptación
En el momento de nacer tiene lugar una transición en el desarrollo. El feto se convierte en un neonato (recién nacido), y así se le denominará hasta el final del primer mes de vida, que es cuando empieza el periodo de la primera infancia.
Estados y ritmos del neonato
La principal tarea del neonato es integrar la acción a los órganos y sistemas de su cuerpo. Gran parte de la conducta del recién nacido está ya organizada, pero hasta que los bebés no aprenden a controlar estos sistemas de interacción es posible que no puedan dormir bien o atender a las cosas que les rodean. Su actividad motora no será efectiva y pasará la mayor parte del tiempo llorando, lo que consume mucha energía. Muchas de las funciones básicas del bebé tienen ritmos observables que se repiten en ciclos que oscilan de segundos a horas: la succión, los movimientos espontáneos de los miembros y los bostezos. Los bebés atraviesan seis estados de consciencia, que reflejan tanto las respuestas a su entorno interno como al externo. A medida que estos estados van cambiando, los bebés pasan del sueño profundo al sueño activo, al adormecimiento, al estado de alerta, al nerviosismo y al llanto.

Los neonatos están bastante alerta sólo durante cortos períodos de tiempo. A menos que estén comiendo, la mayoría de los recién nacidos llegan a estar soñolientos o agitados cinco o diez minutos, el resto del tiempo lo pasan durmiendo. La brevedad de este período de atención es probable que sea necesaria para desconectar de la cantidad de situaciones potencialmente estimulantes que hay a su alrededor ya que aún no están preparados para recibirlas.
Capacidades del recién nacido: desarrollo temprano de la percepción
Antiguamente se pensaba que los bebés no podían ver, oler o degustar y que sólo podían sentir dolor, frío y hambre. Desde entonces se ha comprobado que algunos sistemas sensoriales de los neonatos están más desarrollados que otros. Los sentidos del tacto, gusto y olfato, por ejemplo, son más agudos que el del oído. La vista del bebé, aunque activa, probablemente es la menos desarrollada.
La individualidad del neonato
Personalidad La personalidad del neonato no está formada aún, pero las semillas de su personalidad pueden percibirse en su temperamento o carácter, que consiste en las diferencias observables y en la intensidad y duración de la activación, la emocionalidad y la sensibilidad. Los bebés son diferentes desde el primer día de vida, algunos son irritables e inquietos, otros tranquilos y fáciles de calmar. Algunos muestran interés por lo que les rodea, a otros no parece importarles demasiado. Se piensa que el temperamento o carácter de un bebé está no sólo influido por los genes sino también por el entorno prenatal y la experiencia del nacimiento. Así mismo, las expectativas de los padres sobre el carácter de su bebé antes del nacimiento influyen en cómo describen a sus hijos Existen algunas diferencias en el temperamento o carácter de los bebés como la irritabilidad. Algunos bebés lloran mucho durante los primeros días (hasta un tercio del tiempo) e incluso lloran y se impacientan después de comer. Su estado de ánimo les cambia con frecuencia, tienen rabietas y se enojan por cosas que no molestan a otros bebés. Son difíciles de calmar y se les suele tachar de “difíciles”. Este aspecto de la irritabilidad es bastante estable y suele permanecer hasta los 2 años. Otra diferencia importante es en el nivel de actividad. Algunos bebés son inquietos y activos, mueven sus brazos o piernas, mientras que otros son tranquilos y se mueven lentamente. Posteriormente esta diferencia afectará a la frecuencia y el vigor con el que el bebé empiece a hablar, tirar objetos o intentar estar de pie o gatear.
El desarrollo de la personalidad del niño es la evolución de una serie de tendencias o características individuales a comportarse de cierto modo que están, también, condicionadas e influenciadas por la relación padres-hijo. Los padres interpretan con frecuencia el menor rasgo de la conducta de su hijo como un aspecto que revela su personalidad y sus interpretaciones están influenciadas por sus expectativas, sus circunstancias de vida, sus creencias y conocimientos al respecto, y su funcionamiento psicológico. Las características de un bebé afectan a las actitudes de los padres respecto a él e incluso pueden afectar a los sentimientos de los propios padres respecto a sí mismos. Los padres que esperan abrazar y besar a su recién nacido y éste se pone tenso o no se inmuta cuando lo hacen, pueden interpretar erróneamente que su hijo no los quiere o los considera inadecuados. La clave del desarrollo de la personalidad es la buena adaptación entre el temperamento o carácter del bebé y el estilo educativo e interpretativo de los padres. Ante un bebé difícil es importante no enojarse y reaccionar reorganizando su entorno para que no se cree un ambiente desagradable; así, por ejemplo, adaptando los horarios de salidas para que no interfieran en las horas de comida del bebé difícil o impaciente. La personalidad, por la importancia que para nosotros tiene, se abordará más extensamente en el capítulo seis.
Relaciones sociales En general, las diferencias individuales entre los bebés pueden afectar a las relaciones sociales tempranas. Los bebés que devuelven la mirada o sonríen, alientan a sus padres a establecer una más intensa y continuada relación social. Los bebés que no suelen tener períodos de alerta tranquilos y que pasan todo el tiempo durmiendo o llorando, pueden llegar a frustrar los intentos de los padres de comunicarse, por lo que pueden recibir menos atenciones sociales.
