EL NIÑO ESCOLAR: DE LOS 7 A LOS 11 AÑOS

Aspectos del desarrollo motor

El ritmo acelerado del crecimiento físico del preescolar disminuye al acercarse a los años intermedios de la niñez, y no se reanuda hasta entrar en la pubertad. Entre los 5 y los 7 años, los niños adelgazan y pierden gran parte de su grasa de lactantes. También crecen y adquieren proporciones corporales muy parecidas a las de los adultos. Estos cambios corporales, a pesar de ser graduales y constantes, permiten al niño alcanzar nuevas habilidades motoras gruesas y finas. Los cambios físicos graduales durante este periodo pueden en realidad hacerle más fácil el desarrollo de nuevas destrezas motoras debido a que no tienen que estarse ajustando a cambios rápidos en las proporciones y tamaños del cuerpo.

Desarrollo de habilidades motoras

El niño progresa en las habilidades motoras físicas gruesas, su capacidad física recién conquistada se refleja en su obsesión por los deportes y malabarismos: trepar a los árboles, saltar, correr, etc. Las habilidades motoras finas, o sea las que permiten al niño utilizar las manos en formas cada vez más complejas, también aparecen en este periodo, observándose antes incluso del primer año de escuela. La mayor parte de las destrezas que se necesitan en la escritura se desarrollan en el sexto y séptimo años. El progresivo dominio y destreza que adquieren sobre su cuerpo durante este período les produce sentimientos de capacidad y de autoestima, los cuales son indispensables para una buena salud mental.

Aspectos cognitivos

A esta edad nos situamos en el estadio de las operaciones concretas. El gran avance de este periodo, que diferencia al niño de las operaciones concretas del niño preoperatorio es la construcción de lo que PIAGET llama operaciones. Una gran parte del desarrollo intelectual tiene lugar en la escuela. El hecho de que se haya escogido la edad entre los 5 y los 7 años para el inicio de la educación es porque muchas de las destrezas cognoscitivas, motoras, de la percepción y del lenguaje del niño maduran e interactúan de tal manera, que facilita que algunos tipos de aprendizaje sean más fáciles y eficientes. El paso del periodo preoperacional al de operaciones concretas se da entre los 5 y los 7 años. El pensamiento se vuelve menos intuitivo y egocéntrico y más lógico. Antes de los 7 años, el niño concibe el mundo en una forma simplista y unidimensional. Se enfocan el aquí y ahora y en la evidencia de la percepción más que en el pensamiento lógico. Su capacidad de establecer relaciones entre las cosas que lo rodean también es limitada. Hacia el final de la etapa preoperacional (2 a 6 años), las cualidades rígidas, estáticas e irreversibles del pensamiento infantil empiezan a diluirse. El pensamiento infantil comienza a ser reversible, flexible y mucho más complejo. Los niños empiezan a reparar en un aspecto del objeto y luego en otro, pudiéndose valer de la lógica para conciliar las diferencias entre ambos. Pueden evaluar las relaciones de causa y efecto, en especial si tienen el objeto concreto a la vista y ven ocurrir los cambios. Esta incipiente capacidad de superar mentalmente la situación concreta pone las bases del razonamiento sistemático en la etapa de las operaciones concretas (desde los 6 años hasta la pubertad) y después en la de las operaciones formales (adolescencia y edad adulta). Una operación es una acción mental.

Aspectos sociales y emocionales

Durante este período de los siete a los once años persisten las grandes estructuras emocionales y los grupos de emociones: cólera, temor, alegría, tristeza, etc., incluso alguna emoción concreta de etapas anteriores permanece aún, como los miedos. No obstante, el factor maduración influye en el desarrollo emocional del niño.

En este sentido:

En el desarrollo emocional y social conviene tener en cuenta los siguientes procesos:

• LOS SENTIMIENTOS. El niño que ya anteriormente comenzó una gradual independencia de los padres, continúa en este periodo avanzando en ella, aunque no se logra de una manera completa por la necesidad de cariño paternal que al niño aún tiene y que le es imprescindible. Esta necesidad de afecto se manifiesta claramente en el carácter, todavía egocéntrico, que aún perdura. El niño exige de sus padres atención y entrega total sin que esto suponga una contrapartida similar por su parte. La relación afectiva con los maestros va modificándose durante este período, comienza habitualmente como una continuación o prolongación de los afectos positivos con los padres para ir paulatinamente modificándose hacia una pérdida de atención a los maestros en favor de un aumento de interés por los compañeros. La existencia de afectos negativos hacia los maestros también varía, en un principio materia educativa y profesor están unidos en el afecto y progresivamente después se separan, es decir, hay un primer momento en que profesor y asignatura están unidos afectivamente, de modo que si uno u otra disgustan al niño el rechazo se hará globalmente a ambos. Posteriormente el niño irá siendo capaz de interesarse en una materia que le agrada independientemente de la simpatía o antipatía que sienta por quien la enseña. La relación con los hermanos, aunque no logra independizarse de las figuras paternas se va estableciendo de otro modo y los hermanos se relacionan cada vez más en función del otro. Suelen ser relaciones ambiguas cuando no ambivalentes (existe dominio afectivo, pero también simpatía), pueden ser relaciones de cooperación o competitivas. La relación con los compañeros progresa desde el mero compañerismo hacia la amistad: los niños ya no sólo se van a relacionar por asistir a la misma aula o jugar en un momento determinado al mismo juego, sino que van a establecer relaciones afectivas más fuertes y duraderas.

• LAS FUNCIONES DE LA AMISTAD. La amistad en la infancia a menudo es intensa, de evolución rápida, pero puede ser de corta duración. En el contexto de las amistades que comparte el niño aprende conceptos, reglas y destrezas sociales, y a través de ellas desarrolla la autoestima. Los niños que tienen amigos pueden satisfacer diferentes necesidades en el otro, tales como la dominación contra la sumisión. La autorrevelación, el abrirse el uno al otro, es más común en las amistades de las niñas que en las de los niños. En la última etapa de la infancia el grupo de compañeros se vuelve común. Este grupo de compañeros es relativamente estable, sus miembros tienen normas y valores comunes, pero al crecer los niños, esos grupos se vuelven más formales y estrictamente divididos por sexos. La conformidad con el grupo y la pertenencia a el se vuelve importante, lo que hace que los niños se organicen espontáneamente en jerarquías. Cuando hay competencia entre grupos sus miembros desarrollan sentimientos de aceptación y afecto hacia los miembros del grupo y de hostilidad hacia los contrarios.

• ASPECTOS SOCIALES. En este periodo el niño empieza a hacer su entrada en el amplio aprendizaje para la vida. De los 7 a los 11 años el niño debe olvidar algunos de sus deseos para adaptarse a las leyes del grupo y aceptar la utilización de reglas sociales y de convivencia. Debe empezar a conseguir la obtención de reconocimientos y premios mediante la consecución de logros, haciendo cosas útiles y necesarias para él y para su entorno, es decir, siendo “productivo”. Tiene que aprender que el ser humano es un ser de acción, que tiene que hacer cosas para lograr objetivos, que serán los que le proporcionen el reconocimiento, la valía y la seguridad en sí mismo. El niño de este periodo se adapta a este nuevo mundo aceptando las leyes, los límites y las reglas sociales, y va comprendiendo que para iniciar y terminar una actividad hay que ir sustituyendo progresivamente los deseos y los caprichos personales por la acción y el esfuerzo dirigida a conseguir objetivos útiles. En este período el mundo escolar cobra gran importancia: es una cultura, un cosmos en sí mismo, con sus logros, sus desencantos, sus metas y sus límites. El peligro en este periodo evolutivo consiste en el sentimiento de inadecuación e inferioridad que pueda surgir en el niño; si desespera o desconfía de sus propias habilidades o de sus capacidades. por no obtener resultados satisfactorios y rápidos, puede renunciar al aprendizaje o a la relación con los demás. En este momento toma importancia el mundo social puesto que el niño debe hacer cosas junto a los demás, comienza a establecerse la división del trabajo y la diferencia de oportunidades. El sí mismo se desarrolla en comparación con los otros. Paulatinamente van integrándose aspectos de tipo psicológico: hasta los 8 años el niño tiene una concepción física y activa del yo. A partir de esta edad, la dimensión psíquica y social prevalece en la autocomprensión. Todo esto desencadena un mayor respeto mutuo y un avance en la comprensión de las razones y motivos de los otros, lo cual lleva consigo un cambio drástico en la moral, especialmente en lo que se refiere a la noción de justicia. Aparece una visión muy crítica de la vida y de los adultos.

Del mismo modo que el conocimiento de los niños cambia a medida que estos maduran, también sucede lo mismo con su pensamiento y con la comprensión del mundo social. Es en estos años (7 a 11) cuando los niños deben aprender a manejar las complejidades de la amistad, la justicia, las reglas, los límites, las normas sociales, las convenciones relacionadas con los papeles sexuales, la obediencia a la autoridad y a una ley moral. En este período de edad el desarrollo moral también experimenta avances importantes. Uno de los más importantes es la progresiva independencia que el niño hace de la autoridad moral, es decir, el niño va comenzando a regirse más por normas internas que por imposiciones del exterior. El surgimiento, ya con más fuerza, del respeto mutuo va a permitir la aceptación y el mantenimiento de reglas, tanto en los juegos como en las relaciones con los otros.

Por otra parte, su creciente capacidad de entendimiento de las diferentes situaciones y motivaciones que se producen en las relaciones interpersonales le permite comprender cómo las personas deben asumir la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Todos estos avances, propiciados por su desarrollo cognitivo y la ampliación de su mundo social, son los que permitirán al niño ir comprendiendo y adquiriendo una cierta amplitud de normas sociales y, lo más importante, su cumplimiento.

Ejercicios para niños

Niños de 7 a 11 años

LA PUBERTAD

Para muchos autores la pubertad es un período que incluyen dentro de la adolescencia. Para nosotros, en base a una mayor clasificación de los períodos evolutivos, y debido a que pubertad y adolescencia pueden diferenciarse claramente, los contemplamos como dos períodos evolutivos cuyas características diferenciadoras se resumen en:

• Pubertad. Transformaciones físicas “espectaculares”. Periodo de los 12 a los 15 años, aproximadamente.

• Adolescencia. Transformaciones psicológicas “especiales”. Periodo de los 15 a los 19 años, aproximadamente. La pubertad es un período clave de transición entre la infancia y la adolescencia. En ella se producen transformaciones físicas importantes, que pueden llevar más adelante, en la adolescencia, también a cambios psicológicos significativos. La pubertad la analizaremos desde los procesos de maduración física y sexual.

La pubertad como maduración física y sexual.

La pubertad es una serie de amplios cambios de procesos biológicos relacionados entre sí que transforman al niño/a inmaduro/a en una persona sexualmente maduro/a. Empieza cuando el hipotálamo, un centro de control del cerebro, libera un mensaje hacia la hipófisis (glándula del cerebro que realiza, entre otras funciones, la producción de la hormona del crecimiento) para que libere la hormona gonadotrópica, la cual estimula la producción hormonal que tiene lugar en los adultos de ambos sexos. Como respuesta los ovarios de las chicas empiezan a secretar estrógenos y los testículos de los chicos andrógenos. Comienza entonces la transformación. Tiene lugar un repentino aumento en la producción de hormonas y el/la niño/a entra en la pubertad. Las gónadas y las glándulas adrenales secretan hormonas sexuales directamente a la sangre: crean un equilibrio que incluye más andrógenos en los chicos y más estrógenos en las chicas. Estos nuevos niveles hormonales conducen directamente a extraordinarios cambios físicos en la pubertad, y al cabo de unos cuatro años (de los 12 a los 15 años, aproximadamente), el cuerpo del niño/a se transforma en el de un adulto. Ella o él ya son maduros sexualmente, pero la secreción hormonal continúa aumentando a lo largo de la adolescencia y en la etapa adulta temprana, llegando a su cumbre a los 20 años.

Aunque hablamos de la pubertad como si fuera un proceso apacible y único, esta es en realidad una serie de acontecimientos físicamente intensos vinculados entre sí que se generan por una serie de procesos fisiológicos y hormonales interrelacionados. En la pubertad comienza la transformación del niño/a en un ser funcionalmente sexuado y capaz de reproducirse. Se da la primera menstruación y la primera eyaculación. Aparece también un crecimiento físico espectacular, un estirón brusco. Los jóvenes evolucionan con estos acontecimientos a ritmos distintos; por ejemplo, mientras una chica desarrolla completamente el pecho en dos años otra lo hace en cinco.

No todos estos hechos se producen en el mismo periodo de tiempo, por lo que se puede considerar la pubertad como el período de edad comprendido de los 12 a los 15 años aproximadamente; a una chica cuyo vello pubiano le crece más lentamente que a la mayoría, el pecho puede crecerle, sin embargo, más rápidamente. Esta falta de armonía produce una tendencia de crecimiento conocida como asincronía en el índice de crecimiento. Puesto que la pubertad se caracteriza por un crecimiento no uniforme puede darse que en algún momento de la maduración algunas partes del cuerpo pueden ser desproporcionadamente grandes o pequeñas con lo que esto puede representar para su propia imagen. 

 

Los jóvenes a veces se quejan de que sus manos y pies son demasiado grandes. A medida que continúa el crecimiento, las proporciones del cuerpo tienden a armonizarse. La pubertad es por tanto generadora de desequilibrios orgánicos pasajeros (desencadenados por una gran actividad hormonal) y de posibles tensiones psíquicas causadas por dichas transformaciones físicas a las que hay que prestar atención.

A veces, estas transformaciones físicas, no bien entendidas y aceptadas, pueden prolongarse a la adolescencia e incluso a la etapa adulta fraguando problemas psicológicos, algunos como: inseguridad, complejos de inferioridad, falta de autoestima o ansiedad. A pesar de que las hormonas son las responsables de los cambios físicos de la pubertad, no se ha demostrado que los cambios en el comportamiento de los adolescentes (siguiente período que estudiaremos), como el mayor interés sexual o los crecientes problemas relacionales con los padres, estén directamente relacionados con el nivel hormonal; tienen probablemente que ver más con aspectos psicológicos.

Este desarrollo físico debe ser objeto de especial atención por parte de los padres. Hay que informar al chico/a sobre las manifestaciones de su propia genitalidad, darle información y explicaciones sobre los fenómenos propios de la sexualidad: menstruación, eyaculación, fecundación, enfermedades de transmisión sexual, etc. Esta información y explicación es un trabajo que corresponde fundamentalmente a los padres, aunque puede verse complementada con la dada por expertos en estos temas.

Maduración sexual en las chicas

 Lo normal es que la maduración sexual en las chicas comience a los 10 años. La estatura aumenta con rapidez, alcanzando la cumbre del crecimiento a los 12 años y continuando hasta los 15. Sus proporciones van cambiando a medida que sus caderas se ensanchan más deprisa que sus hombros y su cuerpo se va llenando de grasa. Sobre los 10 años los pezones empiezan a despuntar, la vagina y el útero empiezan a madurar. El vello púbico suele aparecer sobre los 11 y el de la axila a los 14 años. En este sentido se considera que la menarquía o primera menstruación es el indicativo de la pubertad o la madurez sexual, aunque este acontecimiento se produce relativamente tarde en este período. La idea de que la menarquía indica el haber alcanzado la madurez de la función reproductiva es una equivocación. Aunque algunas adolescentes pueden concebir poco después de la misma, casi la mitad de las adolescentes no son fértiles hasta pasados uno o dos años más. Este período de infertilidad es más breve en las jóvenes que están bien alimentadas e inactivas, quizá porque la ovulación requiere el depósito de cantidades adecuadas de grasa.

Maduración sexual en los chicos

 Los chicos generalmente empiezan su crecimiento puberal uno o dos años después que las chicas y alcanzan su cumbre hacia los 14 años. Aunque la mayoría llega a su estatura de adultos a los 16 años, otros ni siquiera empiezan a desarrollarse con rapidez hasta esa edad. Su patrón de crecimiento es distinto al de las chicas: los hombros de los muchachos se ensanchan más que las caderas y gran parte del tamaño del cuerpo aumenta en musculatura en vez de en grasa. El aumento de la proporción de músculos respecto a la grasa en los cuerpos de los chicos explica la ventaja en fuerza muscular. El pene y el escroto suelen acelerar su crecimiento alrededor de los 12 años y alcanzan su tamaño maduro al cabo de tres o cuatro años. El pene se alarga y el glande se ensancha, el escroto y los testículos crecen y cuelgan. Un año y medio después de que el pene comienza a crecer, el muchacho ya puede eyacular semen, pero la producción de esperma ya comenzó tiempo atrás. A eso de los 12 ó 13 años ya se detecta esperma en la orina de los muchachos. Los chicos pueden engendrar antes de que su estado adolescente sea visible. El crecimiento del vello púbico acompaña al desarrollo de los genitales, apareciendo el vello de la axila y la barba unos dos años después. Mientras se desarrolla la laringe y se alargan las cuerdas vocales, su voz se hace más profunda. El pelo del pecho es la última característica masculina en aparecer y puede que no se acabe de desarrollar por completo hasta bien entrada la etapa adulta temprana.

Principales cambios en la pubertad

Reacciones a los cambios físicos

Los cambios físicos espectaculares experimentados por los púberes poseen un efecto importante en cómo estos se sienten consigo mismos. La forma en que ven su cuerpo en estos momentos, tanto si es con orgullo, placer, incomodidad o vergüenza, depende en gran medida del contexto psicosocial en el que tiene lugar su pubertad. Por tanto, las reacciones de los jóvenes a la pubertad dependen mucho de los patrones de pensamiento, actitudes y sentimientos sobre la sexualidad que han tenido durante la niñez, de la reacción de sus padres y compañeros, sobre todo del otro sexo, a su cambio de apariencia y, también, a las reglas de su cultura (tanto la de su grupo de referencia como la del resto de la sociedad). El ser chico o chica influye poderosamente en la reacción de los jóvenes a los cambios físicos que experimentan.

Cada cultura define un tipo de cuerpo en particular como atractivo y sexualmente apropiado para cada sexo, con los conflictos que esto puede ocasionar a los jóvenes en su aceptación y en su autoestima. Los púberes y luego los adolescentes aprenden rápidamente las características del cuerpo ideal que gusta a los amigos, y al otro género, de las expectativas que tienen la familia y de las imágenes que ven en la televisión, las películas y las revistas (el cuerpo ideal). Estos estilos pueden ser especialmente difíciles de llevar para las chicas. La mayoría de los chicos están orgullosos de su cuerpo, mientras que sólo la mitad de las chicas lo están. Los adolescentes que no se consideran aceptables o que poseen una baja autoestima pueden angustiarse por su aspecto, aunque otros los encuentren tan atractivos como la mayor parte de sus compañeros. Los padres deberán tener en cuenta y tratar con tacto cuando en sus hijos se produzcan preocupaciones excesivas que puedan llegar a ser conflictivas psicológicamente. La reacción de una muchacha a la menstruación depende en gran parte de que haya sido bien preparada para el acontecimiento. Las chicas que saben lo que va a suceder, por lo general suelen tener menos síntomas, incluyendo el dolor, y éstos son menos fuertes que las que llegan a la menarquía sin preparación.

Otro aspecto importante en la actitud de una joven respecto a la menstruación es en qué momento aparece ésta. Las que empiezan a menstruar mucho antes que sus compañeras tienden a experimentar más sentimientos negativos sobre el proceso que las que tienen su menarquía algo más tarde o “en su momento”. El momento en el que llega la pubertad afecta a los sentimientos de ambos sexos sobre sus cuerpos, pero de forma distinta. Los chicos que maduran antes que sus compañeros suelen estar más satisfechos con sus cuerpos, quizá porque son más altos y musculosos que los demás durante la primera etapa de la adolescencia. Las reacciones de las chicas parecen estar influenciadas por el ideal cultural de estar delgada, o por el cuerpo “perfecto”. Los chicos que maduran pronto tienden a ser más populares y dinámicos en las actividades escolares, y su mayor fortaleza y resistencia pueden realzar su prestigio atlético. Los chicos que maduran más tarde acostumbran a ser más pequeños y débiles, raramente se convierten en líderes y son menos populares.

Sin embargo, entre las chicas es al revés. Las que maduran más tarde, por lo general, gozan de mayor popularidad y se convierten en líderes; las que maduran pronto no gozan de tan buena fama y son más inseguras que las otras, aunque como contrapartida suelen atraer más a los chicos.

Algunas anomalías de la pubertad

El desarrollo del púber y su maduración progresiva no siempre se produce de una manera normal. El proceso se puede retrasar o producirse demasiado pronto. Podemos hablar entonces de pubertad patológica. Las anomalías pueden ser de diversa gravedad, incurables o, por el contrario, solucionadas fácilmente con un tratamiento conveniente iniciado a tiempo. Estas perturbaciones pueden clasificarse en dos grupos: perturbaciones por exceso y perturbaciones por defecto.

Anomalías de crecimiento por exceso

• El gigantismo. Es una anomalía muy rara. No hay que confundir con una estatura alta. Anomalías de crecimiento por defecto

• El enanismo. Se considera enanismo cuando la estatura es significativamente inferior a la normal. No hay que confundir con una estatura baja. Anomalías de peso por exceso

• La obesidad. Aunque no todas las obesidades se deben a un exceso de alimentación, sí parece evidente que una sobrealimentación, o alimentación inadecuada conduce, en la mayoría de los casos, a la obesidad.

Anomalías de peso por defecto

• La delgadez. Puede ser en muchos casos constitucional, no una enfermedad. Un sujeto puede ser delgado y gozar de muy buena salud, pero en otro puede revelar una enfermedad. Conviene diferenciar entre delgadez y anorexia. Esta última es una enfermedad de origen psicológico que se caracteriza porque la persona rechaza la comida invocando que está gorda. Se da con más frecuencia en las chicas. Ante un problema de anorexia conviene consultar a especialistas. Anomalías de la pubertad por exceso

• Las pubertades precoces. El desarrollo hormonal se adelanta a la edad puberal normal. No hay que confundir la pubertad precoz auténtica con un simple adelanto de la maduración.

Anomalías de la pubertad por defecto

• Las pubertades retrasadas. Se considera retraso puberal cuando hay ausencia de aparición de los caracteres sexuales secundarios. En la ausencia de pubertad las glándulas sexuales no se desarrollan y el sujeto queda, por tanto, estéril. Puede aparecer una falta de virilización en los chicos y falta de feminización en las chicas. Puede darse un hermafroditismo.

Los cambios psicológicos en la pubertad

Aceptación de la nueva imagen

Los importantes cambios físicos que se producen en la pubertad tienen una repercusión sobre la vida psíquica del púber. La consecuencia directa del crecimiento en la pubertad es que la percepción de su cuerpo pasa a tener gran protagonismo en su vida psíquica. Los púberes dan una gran importancia al propio aspecto físico. A partir de este momento, la imagen física juega un papel central en la formación de la imagen de sí mismo, se autodescriben aludiendo única y principalmente a sus rasgos físicos (estatura, fuerza, etc.) y ocupan la mayoría de su tiempo mirándose al espejo y cuidando la imagen. Los púberes suelen tener criterios muy idealizados sobre el atractivo y la belleza física. En esta cuestión son muy influenciables por los prototipos sociales que están de moda y por la norma del grupo de iguales. Actualmente el prototipo de muchos chicos es el deportista, atleta, actor de serie juvenil, mientras que el de las chicas es la top-model o actriz de serie juvenil, tanto uno como otro, extremadamente delgados y atléticos y que los medios de comunicación, especialmente la televisión, se encarga de difundir. El púber que está en una edad que su cuerpo está en pleno proceso de cambios bruscos, rápidos y no sincronizados suele reaccionar con desconcierto.

El nuevo aspecto físico, muy alejado de sus prototipos de belleza física, le puede causar decepción y disgusto. A algunos púberes les resulta muy difícil aceptarse psicológicamente e integrarse tranquilamente en su grupo. Los continuos e incesantes cambios físicos pueden afectar negativamente al desarrollo de la identidad personal. El púber que no se “gusta” inicialmente reacciona con sentimientos de rechazo hacia “su nuevo cuerpo” y de algún modo se rechaza a sí mismo de forma global lo que afectará negativamente a su autoconcepto. Probablemente pase por estados de ansiedad y sentimientos de inferioridad. En esta etapa hay que trasmitirle serenidad, la paciencia y el tiempo, harán que los cambios corporales, como las piezas de un puzzle, encajen en un cuerpo adulto.

La conducta sexual

 La maduración física supone consecuentemente el desarrollo de la capacidad para la relación sexual y para la reproducción. La aparición de dicha capacidad supone un avance importante en el desarrollo como individuo, pero esto no significa que paralelamente se disponga del conocimiento para el uso responsable de la sexualidad. No cabe esperar que el púber como persona todavía inmadura tenga conductas maduras en el plano de la sexualidad.

Un cambio tan brusco afecta en buena medida al psiquismo del joven, y esto puede observarse en los siguientes rasgos:

– Pudor ante el adulto y sobre todo ante los compañeros del otro sexo. Aparece la dificultad para comprender el sentido y el alcance que tienen las transformaciones físicas y. por esto, algunos púberes van a vivir el descubrimiento de la sexualidad con vergüenza y pudor retrayéndose de los padres.

– Coquetería, a veces exagerada, que les lleva a vestir, adornar y resaltar las señales más características de sus atributos femeninos /masculinos (minifaldas, pantalón bajo mostrando ropa interior, maquillaje, piercings).

– Le puede resultar difícil (incluso pueden entrar en contradicciones) hacer compatible los nuevos impulsos y necesidades con las normas morales y sociales que han venido rigiendo su vida. En ocasiones tiene sentimientos de culpabilidad injustificados.

 – Aparece una gran curiosidad en lo relacionado con el sexo que puede resultar, en algunos momentos, obsesiva y morbosa. En esta fase predomina la búsqueda de información sobre el fenómeno de la sexualidad, y las principales fuentes son el grupo de amigos, los medios de comunicación, internet, películas. Es básico para el joven llegar a esta etapa con una sólida educación sexual familiar que actúe de filtro ante esta abundancia de información, no siempre toda adecuada.

– Aparece en toda su magnitud el autoerotismo y la masturbación. Es una conducta relacionada con la sensualización de la pubertad. Es una fase necesaria en el desarrollo de la sexualidad, ayuda a conocer el propio cuerpo, contribuyendo al desarrollo de aptitudes sexuales.

– Surgen los primeros contactos sexuales, en forma de juegos, caricias tendentes a la exploración y la comparación del propio cuerpo y el de los demás.

Algunas pautas útiles para acompañar a los hijos en este proceso son:

 

La emotividad y el mal comportamiento.

En la pubertad hay una intensa vida afectiva, aumenta considerablemente la influencia de la afectividad sobre el razonamiento. La vida afectiva del púber se caracteriza inicialmente por las reacciones emocionales primarias: reacciones de inquietud, ira, miedo, angustia, etc.

Esta afectividad primaria, elemental y no evolucionada, está integrada por emociones sueltas y sin control. Víctima de sus emociones, el púber se altera por cualquier insignificancia, se muestra inestable y suspicaz y cambia frecuentemente de estado de ánimo. Esta afectividad primaria es en parte consecuencia de los cambios físicos (el crecimiento y la maduración sexual) y de las tensiones típicas de la edad (la búsqueda de la independencia) y suele provocar fuertes reacciones emotivas y en general estados de hiperemotividad con frecuentes descargas emotivas (ira, llantos, gritos, portazos) e incluso conductas agresivas. Parece como si las hormonas no le cupieran en el cuerpo y la mente no sabe cómo manejarlas aún. Además, el púber no tiene todavía capacidad para tolerar la frustración, cuando se siente frustrado en alguna meta personal (aspecto físico, éxito escolar, amistades, vida familiar…) suele aparecer estados de retraimiento, incomunicación, abatimiento, culpabilidad y tristeza.

Otra forma de evadirse de esa realidad que le agobia es la ensoñación, refugiándose en un mundo fantástico creado por él mismo, hecho a su medida. Estas conductas pueden llevar al aislamiento y a que se encierre en sí mismo y su vez, que se sienta culpable y avergonzado. El púber necesita ser aceptado, comprendido, estimado, querido. Necesita afecto y reconocimiento y sufre ante las carencias afectivas que puede percibir en sus relaciones de amistad o incluso en su familia.

El distanciamiento de la familia: el papel del grupo de amigos.

En la infancia el niño se mueve en un mundo muy reducido y cerrado: toda su vida gira en torno sus padres, a la familia extensa y la escuela. El niño confía en sus padres, tiende a imitarlos y busca su protección y aprobación. Son su principal punto de referencia y de apoyo en el comportamiento diario y su primera fuente de seguridad personal. Al niño le encanta estar en casa y con sus padres y, para él, estos “lo saben todo”. Los padres sienten y viven que son el centro de la vida de sus hijos. Con la llegada de la pubertad esta relación cambia radicalmente. Casi sin darse cuenta los padres el joven cambia la casa por la calle y a los padres por los amigos y por los compañeros de diversión. Este cambio es señal y condición de la maduración personal que el hijo tiene que hacer para convertirse en ser social. Después de los doce años el chico o la chica sienten la necesidad de buscar un espacio de relación social más amplio que el de la infancia. Tiende a abrirse al mundo extrafamiliar, sobre todo al grupo de personas de la misma edad con las que se identifica.

Esto conlleva un distanciamiento de la familia, que se manifiesta de varios modos: disminución de la presencia del hijo en casa (no aparece por casa, la casa se convierte en una “pensión”), descenso de la interacción o contacto con los padres (se encierra en su habitación), dificultades de comunicación (está callado o contesta con monosílabos y siempre regañando). El hijo pretende escapar de la tutela ejercida por los padres, de la sumisión propia de la infancia, y encontrar un nuevo marco social que le permita actuar con autonomía, y lo encuentra en el grupo de iguales. El móvil inicial que mueve al púber a volcarse en el grupo de iguales es una necesidad psicológica de pertenencia y de identificación con su nuevo status de “mayor”, en ningún caso se debe pensar que sea producto del deterioro de los vínculos familiares, o de que los hijos ya no quieren a sus padres, como muchos/as padres/madres creen.

En esta edad, el grupo tiene para el joven un valor formativo y de desarrollo: la vida en el grupo de iguales es el principal medio de socialización en esta etapa ya que hace posible aprender y experimentar nuevos roles, probarse a sí mismo, desarrollar actitudes positivas para la convivencia (cooperación, solidaridad, etc.). Supone un medio importante de ayuda para configurar la propia identidad y para madurar en el campo afectivo. En ese grupo homogéneo (integrado inicialmente por personas del mismo sexo) suele existir una conciencia de grupo muy fuerte. Los jóvenes ven al grupo como una comunidad de gente con ideas similares. Empiezan a formarse camarillas que se caracterizan por tener actividades especiales y por la exclusión de “extraños”. El sentido de la pertenencia a un grupo exclusivo reafirma el sentido de seguridad a nivel social y facilita la “necesaria” separación de la familia y la formación de la identidad. En este ambiente de grupo surgen dos conductas habituales. Una de ellas es el conformismo (pensar como la mayoría): se acatan ciegamente los gustos y modos de vida que rigen en el grupo.

Otra de ellas, es el gregarismo (comportarse como los demás): las experiencias de vida grupal dificultan mucho el estilo de vida personal. En la subcultura del grupo de iguales, los valores supremos son la naturalidad, espontaneidad y la informalidad. Por tanto, todo lo convencional tiende a ser rechazado, incluida la urbanidad, la cortesía, los buenos modales, el buen lenguaje. Para el grupo, todo esto son solamente convencionalismos, comportamientos artificiales que carecen de sentido y de valor. En algunos casos esto puede dar pie a un mal comportamiento sorprendente y desconocido para los padres hasta entonces en su hijo/a, aparecen los malos modales, las impertinencias o incluso rebeldía, provocaciones y faltas de respeto. A pesar de las limitaciones e insuficiencias, el grupo típico de la pubertad cumple su función, es decir, es una solución provisional para las necesidades del púber.

Como iremos viendo, a medida que el chico se adentra en la adolescencia, irá desarrollando otro tipo de recursos, gracias a la maduración, que favorecerán una conducta más personalizada e individual sobre todo en el ámbito de la amistad y el amor. Los adolescentes más adultos van a ir descubriendo que tener amistades individuales –ya sea con el mismo sexo o el contrario– es más importante y gratificante que ser uno más de una pandilla.  

La Pubertad
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