Accesibilidad para invidentes
Las tres posturas ante la violencia. Historias vividas en consulta.
Recuerdo aquel niño llamado Esteban, siendo víctima de bullying. Había dado el primer paso de hablar con sus padres y contarle lo que estaba padeciendo. Así llega a mi consultorio, acurrucado en el sillón reclinado para atrás, su cuerpo hundido, sus ojos tristes, apenas se lo escuchaba hablar.
Postura 1. Le invito a que me cuente qué le sucedía. Luego de narrar situaciones de violencia psicológica sobre todo burlas, concluye diciéndome «Me dicen que soy puto». Ante mi respuesta y, ¿cuál es el problema si eligiera hacerlo? Vos sos lo que sos y lo que elijas ser. Sus ojos se agrandaron y se sentó. Prosigo diciéndole, si fuese tu elección, ¿a quién le importa? El límite a tu intimidad lo pones vos. Por lo tanto, te sugiero que la próxima vez, con voz firme y alta, le digas a tu compañero que ya no se meta más con vos. Se incorporó y con sus ojos grandes prestó atención.
Postura 2. Le decís que vos no te burlas de él, que lo aceptas como es y que quieres que él haga lo mismo con vos. Acto seguido lo practicamos con sus tonos de voz, con sus posturas corporales, y cuando se escuchó, se sentó de forma erguida, sacó pecho y elevó su voz.
Postura 3. Había comprendido que ya nadie iba a insultarlo ni molestarlo, que el poder y el límite estaban de su lado.
Hoy es un niño muy vivaz que no eligió la homosexualidad y elegió no ser victima de violencia.
Clr.SIlvia R. Gómez